Array Array - Atlas de geografía humana
Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Atlas de geografía humana» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на русском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Atlas de geografía humana
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Atlas de geografía humana: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Atlas de geografía humana»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Atlas de geografía humana — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Atlas de geografía humana», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
—¿Quién tiene ese pedazo de polla?—Rosa, tranquila y sonriente, dejó una bandeja sobre la mesa con toda la naturalidad del mundo y se sentó a mi lado, para indicar, más allá de toda duda, que se disponía a comer con nosotras.
—¿Pero tú no estabas con un francés? —pregunté con un hilo de voz, sobre el que se impuso sin dificultad la respuesta de Marisa, mucho más contundente.
—El riguroso autor.
—Seguro —Rosa asintió con la cabeza sin mirarnos a ninguna de las dos, absorta en su pelea con un frasco de catchup abierto que se negaba obstinadamente sin embargo a dejar escapar ni una sola gota de su contenido—. Todos los hijos de puta la tienen enorme. Qué le vamos a hacer, así es la vida…
—No es ningún hijo de puta —murmuré, aunque no estoy segura de que mis palabras lograran
abrirse un hueco entre el chasquido de los azotes con los que la recién llegada castigaba la base del frasco de cristal—. Y tampoco es… —tan enorme como dice ésta, iba a añadir, pero acerté a callarme a tiempo. Mira por dónde, os vais a joder, pensé, tan molesta como si Rosa no le hubiera insultado a él, sino a mí.
—¿Y quién es el beneficiario y/o beneficiaría de semejante prodigio? —volvió a preguntar mientras observaba satisfecha el caudaloso río de líquido rojo, brillante y espeso como sangre impostora, que caía, imparable ya, sobre sus patatas fritas.
Marisa me miró, encogiendo los hombros y torciendo los labios simultáneamente, una mueca que quería decir «lo siento pero nos han pillado» y «al fin y al cabo, ¿qué más te da?» al mismo tiempo, y como no logré responder en el brevísimo periodo de tiempo que estaba dispuesta a concederme, ella misma interpretó mi silencio como mejor le convino.
—A–aquí… —y marcó una pausa para crear expectación—, mi prima.
Rosa se atragantó con un trozo de fílete empanado, y tuve que alargarle mi propio botellín de agua cuando parecía ya a punto de reventar.
—¡¿Quién?! —preguntó, como si no estuviera muy segura de haber recuperado el oído tras una vida entera siendo sorda, y decidí que ya estaba bien de exclamaciones.
—Yo —respondí, en voz alta—. A ver. ¿Qué pasa?
Entonces se echó a reír.
—¡Cono! Pues sí que tiene que ser riguroso…
—Y co–oncienzudo —añadió Marisa entre carcajadas.
Estaban muertas de risa, tan divertidas que no pude resistirme a acompañarlas, y reí yo también, de puras ganas de reír, hasta que Rosa recuperó el control de su rostro, y sus labios se cerraron a medias para insinuar una sonrisa nostálgica, casi triste, y desesperanzada. Entonces, enarbolando un testigo que nadie le había entregado, Marisa rescató el rastro de nuestra conversación previa.
—Resumiendo —dijo, dirigiéndose a la rezagada—, que ésta quedó con Ja–avier Álvarez el miércoles por la tarde, y el tío se empeñó en que le contara su vida, y se les hizo tarde, y cuando se levantaron a preparar la cena, él atacó delante de la nevera, y se fueron a la cama, y le echó dos polvos, y a la mañana siguiente, otro, ¿qué me dices?, con cua–arenta tacos…
—Con treinta y ocho —corregí, pero ella pasó por alto aquel matiz.
—Y luego dijo que se tenía que ir a Los Monegros porque está escribiendo un libro sobre la zona, que ya se ve que lo suyo es el rigor en todo, pero enseguida volvió a llamar y le dijo a A–ana que si le invitaba a comer se daba la vuelta… Ahí nos habíamos quedado. Para conocer detalles sexuales, tendrías que ha–aber llegado antes…
—¿Y volvió? —Rosa me miraba con la misma expresión que iluminaba los ojos de Amanda cuando era muy pequeña y no podía resistirse a preguntar, un poco antes del final del cuento, si la princesa prisionera acababa muriendo o casándose con el príncipe.
—Sí, volvió —contesté.
—Y se volvió a ir…
—Esta mañana.
—¡Joder! —escondió un instante la mirada en su regazo antes de imponerse una sonrisa forzada—. ¡Qué bien! ¿No?
—Sí… —admití, antes de seguir hablando.
Al llegar al final, tuve la impresión de que mi historia había desatado más cabos de los que era capaz de calcular, porque no solamente Rosa me miraba de una forma especial. Marisa también se había puesto nerviosa, hasta el punto de que la vi encender un cigarrillo y fumárselo, aunque no se tragara el humo, por primera vez en mi vida. Estaba extrañamente callada, pensativa, y no miró en mi dirección ni aproximadamente mientras Rosa me sometía a una descabellada balería de preguntas que se contestaba a sí misma antes de que yo pudiera hacerlo.
—Pero ¿cuándo te diste cuenta de que te habías enamorado de él?
—Enseguida.
—Ya, pero enseguida quiere decir cuando pudiste reflexionar y repensarlo todo, cuando te
quedaste sola, ¿no?
— -Pues… no sé qué decirte. Es posible. Pero entonces ya estaba enamorada de él, eso seguro,
porque me acuerdo de que lo pensé antes de dormirme. —¿Cuándo 9
—El miércoles por la noche.
—No puede ser.
—Bueno…, yo creo que sí.
—¡No! —hablaba ya con tanta pasión como si le fuera la vida en cada sílaba—, porque el enamoramiento es un acto cerebral, una creación, una elaboración de la realidad…
—Pues a mí me pilló follando.
—¡Que no! —parecía furiosa—. Es imposible.
—¡Que sí —y consiguió enfurecerme a mí—, joder, Rosa, qué quieres que te diga!
—Porque no te has dado cuenta, porque has tenido mucha suerte y ha pasado todo muy deprisa, pero yo te digo a ti que el enamoramiento es un proceso muy lento.
—Será a veces… —concedí, sin atreverme a decirle que ya estaba bien de que intentara manipular cualquier cosa que sucediera a cualquier hora de cualquier día en cualquier parte del mundo para justificar su obsesión por Nacho Huertas.
—Siempre.
—Ni hablar.
La discusión acabó de golpe, cuando Marisa decidió volver al mundo para hacerme la única pregunta que no podía contestar.
—¿Y qué vas a ha–acer ahora?
La había comprendido perfectamente, pero no quise admitirlo tan deprisa.
—No te entiendo —musité.
—Pues sí, es muy sencillo —hablaba alto y claro—. ¿Qué vas a ha–acer? ¿Vas a buscarle, vas a pasar de él, vas a esperar a que él te llame, va–as a llamarle tú?
—Te lo vas a encontrar aunque no quieras —intervino Rosa—, dentro de diez días… En la fiesta de la editorial, ¿no te acuerdas? Todos los autores están invitados. Él también, seguro. Y Nacho. Espero que venga…
Ella cruzó los dedos mientras yo sentía que las alas de un ángel misericordioso me elevaban sin esfuerzo hasta el techo del comedor, y estuve a punto de besarla sólo por tener tan buena memoria mientras recuperaba en un instante la información que nunca tendría que haber olvidado, un rito anual, la fiesta de la editorial, en la azotea del edificio, un par de semanas antes de que empezara la Feria del Libro, barra libre y música bailable, era muy divertida y siempre venía todo el mundo, todos los autores venían, siempre…
—Te lo digo porque es lo único que importa de verdad en este mundo —Marisa insistió, su frente súbitamente sombría—. Y yo lo sé, porque todo lo demás lo tengo. Tengo una casa, tengo trabajo, gano dinero, me sobra el tiempo libre, estoy conectada a la red, voy mucho al cine, ya te digo… Pero duermo sola por la–as noches. Y eso es lo mismo que no tener n–nada.
Sus dos últimas frases se quedaron prendidas en el aire, para planear sobre nuestras cabezas como una extraña suerte de amenaza.
Pero, a veces, las cosas cambian.
Ya sé que parece imposible, que es increíble pero, a veces, pasa.
Dormir sola por las noches es lo mismo que no tener nada.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Atlas de geografía humana»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Atlas de geografía humana» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Atlas de geografía humana» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.