Array Array - Atlas de geografía humana

Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Atlas de geografía humana» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на русском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Atlas de geografía humana: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Atlas de geografía humana»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Atlas de geografía humana — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Atlas de geografía humana», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—Es curioso, ¿sa–abes, Ramón?, porque yo vivo sola, y mis problemas son ca–asi exactamente opuestos a los tuyos, y sin embargo, te comprendo muy bien, en serio…

—Claro —no llegó a mirarme, pero me daba la razón con la cabeza—, porque somos el mismo tipo de gente… No te ofendas, porque me pongo yo por delante, pero lo he pensado muchas veces. Tú y yo nos llevamos tan bien porque los dos somos pequeños, insignificantes, el tipo de gente a la que jamás le toca la lotería, ninguna lotería… No quiero ponerme fatalista, pero algunos días no puedo alejar la sospecha de que el destino existe, y nos somete. O a lo mejor, nos falta un don especial, que es el que permite que seamos felices… ¿Tú te has dado cuenta de lo poco que necesitan algunos para ser felices? Cosas que nosotros tenemos, un trabajo, un sueldo, una casa…

—Siempre se necesita lo que no se tiene.

—Sí, eso es verdad. Pero también es verdad que hay gente dotada para ser más feliz que otra, gente que aspira a auténticas tonterías, y cuando las consigue, porque son fáciles de conseguir, se pone como loca…

—Rosa siempre dice eso. Que a–algunas mujeres sueñan con tener armarios empotrados, o una cocina nueva, o un hijo con ca–arrera, y que le gustaría ser como ellas…

—Y tiene razón. A mí también me gustaría… ¿Sabes lo que más miedo me da de todo esto? — negué con la cabeza—. Pues a veces… No sé…, me veo a mí mismo dentro de unos años, después de los cuarenta, yendo sistemáticamente de putas todos los viernes, por ejemplo, o follando con una secretaria que ni siquiera estará buena del todo, en un apartamento alquilado a espaldas de Flora, y jurando entre polvo y polvo que voy a separarme de mi mujer pero ya, enseguida, el mes que viene, y jurando en falso, claro… Y me pregunto qué habrá pasado conmigo, con el joven revolucionario que fui, con la vida justa que perseguí, con los atroces deseos de enamorarme de una mujer admirable que me han traído hasta donde estoy, eso me pregunto, y me contesto que no ha pasado nada en realidad, sólo la vida, y después me da mucha pena de mí mismo, pero eso es lo que me espera.

—N–no —intervine, tan indignada por su repentina mansedumbre que hasta se me olvidó la mía—. ¿Por qué?

—Porque soy un hombre insignificante, Marisa —levantó la cabeza para mirarme y creí notar un barniz líquido en sus ojos—, un pobre hombre, y no tengo suerte, los hombres como yo no tienen suerte y acaban pagando por follar, y punto.

—Eso n–no es verdad. Eres un hombre muy inteligente, muy brilla–ante en tu trabajo, eres encantador, divertido, leal… Hay mucha gente que te quiere.

—Sí —sonrió—. Eso no lo niego. Pero es igual que en la facultad, ¿te acuerdas? Muy mono, tan gordito, con las gafitas, muy listo… ¿Y qué? —no supe qué responderle, él se conocía mejor que yo—. Sin embargo, en una cosa tienes razón… Vamos, tómate otra copa y te abriré el rincón más podrido de mi alma.

Mi curiosidad, contaminada ya de sentimientos muy distintos, no tuvo que prolongarse más allá de la breve visita del camarero.

—La verdad es que a veces he pensado que la verdadera putada es haber llegado a esta edad en estas circunstancias. Sé que es muy mezquino decir esto, como muy miserable, lo sé, pero si yo hubiera aguantado soltero diez años más, pongamos, o hasta menos, hasta los treinta por ejemplo… Pues ahora seria un pedazo de partido, ésa es la verdad, porque las tías, en serio, Marisa, es que las tías sois la hostia… Quiero decir que yo siempre me he relacionado con mujeres que estaban en mis

mismas condiciones, la misma edad, una trayectoria parecida, todo eso. Y ahí nunca he tenido nada que hacer, porque no podía competir con ninguno de los hombres que estaban a mi alrededor, pero si yo ahora estuviera soltero… Hay un montón de tías de veinte años dispuestas a perdonar cualquier talla especial, cualquier perímetro de barriga, cualquier mogollón de dioptrías, por una nómina como la mía, ésa es la verdad, lo siento mucho. Y serán despreciables, no te digo que no, pero también son manejables. Y cómodas. Y hacen lo que uno dice. Y están buenísimas.

—Eso es a–asqueroso… —protesté, sin demasiada convicción, tal vez simplemente porque supuse que me tocaba protestar, aunque sabía de sobra, y desde mucho antes de aquella tarde, que Flora era un pedazo de bruja, una arpía capaz de machacar a su marido hasta disolver, de puro exiguo, el último vestigio de su persona.

—¿Y qué? —él, en cambio, parecía dispuesto a combatir—. ¿Es que mi vida no es asquerosa? Estoy hasta los cojones de alistarme en todas las guerras, Marisa… ¿Que una tía de veinte años sólo me querría por mi dinero? Pues mira, ya habría salido ganando, porque Flora no me quiere ni siquiera por eso. ¿Que me estaría vendiendo y perdería mi dignidad? Muy bien, pero por lo menos cobraría algo a cambio, porque lo que es ahora, no me dan ni las gracias, ¿sabes? Lo que pasa es que lo he hecho todo mal, pero es que todo, muy mal, fatal. Y voy a seguir pagando plazos hasta el día que me muera, eso es lo que hay, y que mi hija se acabará llamando Maribel, ya lo verás…

Celebré con una carcajada la enésima versión de aquella profecía en la que Ramón solía resumir su peor estado de ánimo, quizás porque el compromiso de no abreviar nunca el hermoso nombre de su hija Isabel fue la primera promesa que Flora traicionó, tan precoz como insensiblemente. Luego me pregunté qué pasaría a continuación. Llevaba cerca de media hora invirtiendo menos de la mitad de mi atención en aquel monólogo, mientras me dedicaba en silencio, y con mucho más interés, a descifrar el verdadero sentido de aquel mensaje, el propósito real de una inaudita explosión de sinceridad que no parecía justificarse en sí misma. No me había atrevido a llegar a ninguna conclusión cuando Ramón levantó el brazo para pedir la cuenta, y aunque me apresuré a iniciar el reglamentario trámite de protesta, no me dejó terminar.

—Ni hablar —dijo, poniendo un billete en la mano del camarero—, yo te invito. Pues no faltaría más, encima de que llevas toda la tarde aguantándome…

En ese momento anticipé con una meticulosa precisión el final de aquel episodio, y antes de que Ramón se levantara, ya sabía que lo haría, y que yo le seguiría hasta la puerta, y que allí nos separaríamos con dos besos y algún otro gesto cariñoso y capaz de garantizar mi lealtad, la de quienes están dispuestos a ser parciales por encima de todo. Le vi marcharse en un taxi, y aunque estaba todavía muy lejos de casa —Santísima Trinidad, entre Viriato y García de Paredes—, decidí seguir andando. Una hora larga después, cuando por fin pude descalzarme y tirarme en el sofá, todavía no era capaz de precisar cómo me sentía, aunque tenía frío por dentro. Si los sentimientos pudieran expresarse en grados térmicos, el clima de mi cuerpo habría sucumbido a un súbito e inexplicable enfriamiento, una repentina era glacial sin otro nombre específico, que no podía resumirse en despecho, ni en decepción, ni en sorpresa, ni en ridículo. A lo largo del discurso de Ramón, algunos fragmentos concretos me habían sugerido que tal vez, después de todo, sólo estuviera creando una situación propicia para terminar metiéndose en mi cama, y al principio ni yo misma me lo podía creer. Luego, forzándome a considerar lo asombroso, no había sido capaz de decidirme entre la certeza de que todo resultaría un desastre, y la pura y simple tentación de follar, que se agigantaba por minutos. Al final, cuando comprendí que podría haberme ahorrado todos mis cálculos, no sentí ni alivio ni decepción, sólo frío, el odioso tacto de un moho helado que me recubría por entero. Yo le debía a Ramón uno de los progresos más importantes de mi vida, y él me debía a mí muchas horas de trabajo desesperado, un montón de gritos de aliento y hasta un par de intuiciones geniales. Nos habíamos elegido mutuamente, y nos compenetrábamos tan bien que las máquinas debían de pensar que éramos una sola persona con dos cuerpos. Y nos queríamos mucho. Tal vez, él fuera la persona que más me quería en aquel momento, y yo también le quería a él, pero jamás me había parado a pensar en Ramón como posible amante. No me gustaba nada y no me

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Atlas de geografía humana»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Atlas de geografía humana» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Atlas de geografía humana»

Обсуждение, отзывы о книге «Atlas de geografía humana» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x