Array Array - Atlas de geografía humana

Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Atlas de geografía humana» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на русском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Atlas de geografía humana: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Atlas de geografía humana»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Atlas de geografía humana — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Atlas de geografía humana», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Nunca le había visto así, ni siquiera cuando todos los ordenadores de la planta se confabulaban contra nosotros para colgarse a la vez, nunca, y ya conocía su capacidad para la pasión, la dirección de esos violentos aspavientos que subrayaban cada sílaba, la violencia de su sinceridad precipitándose en el horizonte como un arma arrojadiza, cuestión de carácter, sólo necesitaba un milisegundo para indignarse de corazón por cualquier cosa, igual que Ana, y ya le conocía, pero me sorprendió su color, tan lejos del rojo flamante de las banderas que iluminaban su cara otras veces. Ahora su piel parecía sucia, un trapo grisáceo y mal doblado, marrón donde antes se sonrosaba, mejillas tristes, moradas, una desesperación pequeña, pero no por eso menos desesperación, asomando entre sus dientes para coser una palabra con la siguiente, el acento descreído, cruel, de quien se ha prohibido a sí mismo calcular que las soluciones existan. Yo conocía esa voz, conocía su eco, pero jamás me habría atrevido a atribuir a Ramón ni la más trivial de sus resonancias, y por eso le escuchaba en un silencio absoluto, silencio de la voz y de las ideas, silencio de la memoria y del corazón. Nunca había estado tan cerca de él. Nunca tampoco, hasta entonces, su proximidad había llegado a inquietarme.

—Lo peor es que he terminado por cogerle manía, así de claro. Que me cae francamente gorda. ¿Te lo puedes creer? ¿Te puedes imaginar lo que significa meterse en la cama con una tía que, no es ya que no te guste, sino que ni siquiera te resulta simpática? Pues eso es lo que hice yo ayer, y lo que voy a hacer esta noche. Claro que, esta noche, cuando llegue el momento de meterse en la cama, ya me habré arrepentido de haberte contado todo esto, y me habré recordado que adoro a mis hijos y que en Biafra están mucho peor, yo qué sé, no sabes la cantidad de tonterías que llego a pensar cuando estoy mal, y hoy estoy muy mal, a lo mejor porque sé de sobra que yo nunca tendré los problemas de Rosa… No hay nada que hacer, ¿sabes?, no hay remedio. Estoy seguro de que no hay remedio. Flora no va a cambiar, a estas alturas, y yo tampoco, así que jamás tendré cojones para largarme de casa por mi propio pie, y desde fuera tampoco habrá nadie que tire de mí, porque, a ver… ¿qué tía va a enrollarse conmigo, tan gordito, con las gafitas, y este marronazo de puta madre a cuestas…? Pues ninguna, naturalmente. Así que esto es lo que hay. ¡Como no me caiga la breva de que…!

Su confesión se detuvo aquí en una pausa más larga que las anteriores. Después comprendí que había valorado con cierto cuidado los efectos que produciría el episodio que me contó a continuación. Y jamás habría podido sospechar la verdadera naturaleza de mi respuesta, porque su actuación no me pareció ingenua, ni ridícula, ni patética. Yo conocía muy bien el signo de aquella

infección, una enfermedad que cura, el desequilibrio que afirma la cuerda floja para que el equilibrista camine mejor, durante más tiempo. Apenas me sorprendió descubrir que el pobre recurso que a mí me permitía escapar de la soledad de vez en cuando, sirviera también para crear soledad cuando era imprescindible.

—No te lo vas a creer, seguro que no, pero hace un par de semanas, el viernes, creo, llegué a casa pronto, como a las seis y media más o menos, y nada más abrir la puerta noté que pasaba algo raro. Antes de cerrar, ya me había dado cuenta de lo que era, silencio, paz, una calma absoluta, ni la televisión estaba encendida, ni los niños chillando, ni se escuchaban carreras por el pasillo, ni Flora hablaba por teléfono, nada. No lo entendía, así que me quedé un par de minutos en el recibidor, de pie, con la cartera en la mano, al acecho de la menor forma de vida, y como no vino nadie, dije hola en voz alta. Nada. Les llamé a todos por sus nombres, a grito pelado, y no me contestaron. Era rarísimo, porque a mi mujer no le gusta salir de casa después de que los niños vuelvan del colegio, y cuando tiene algo que hacer, me lo dice para que me quede con ellos, y aquel día no me había avisado de nada, más bien al revés. Yo era el que creía que iba a llegar tarde, porque tenía una reunión con los de Grandes Obras que se desconvocó en el último minuto, así que no me esperaban. Eso fue lo que me mosqueó, que no me esperaban, y entonces, de repente, se me disparó la cabeza. Me acerqué muy despacio a la cocina repitiéndome que no, que ni hablar, que era imposible, y allí estaba, pegada a la nevera con un imán de Danone, una nota tan larga que parecía una carta, con la firma de Flora y todo, debajo… Debería haberla leído allí mismo, pero la cabeza se me había disparado y ya no podía recuperarla, y era demasiado bonito para resistirse, Querido Ramón, leí con la imaginación, perdóname, pero no puedo seguir viviendo contigo ni un solo día más porque estoy enamorada de otro hombre… Total, que no me atreví a leer la nota de la nevera, ¿te lo puedes creer?, no la leí. Me fui derecho al salón, me puse una copa, me descalcé y, tirado en el sofá, bebiendo a sorbitos, me dediqué a imaginar quién sería él, ese benefactor de la Humanidad que iba a cargar con Flora en lo sucesivo… Después, me dediqué a ordenar las estanterías con mucho método. Aparté todos los objetos, jarritas, bandejitas, muñequitos, que Flora posee por centenares, y desnudé todas las mesas de esos tapetitos de ganchillo que siempre me han destrozado los nervios. Ella querrá llevárselos, me iba diciendo mientras los recogía, muy comprensivo, y tendremos que arreglar lo de los niños, porque yo no estoy dispuesto a renunciar a mis hijos, ni hablar, claro que para eso hay tiempo… Luego puse música, y hasta bailé solo, mientras cambiaba los muebles de sitio, es increíble… Hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien, y esto no es nada comparado con lo que te espera, me prometí a mí mismo, adjudicándome una vida cojonuda, yo solo, en aquella casa, mis máquinas, mis libros, mi Telepizza… ¡Uf!

—Y entonces llegó Flora —me atreví a terminar el discurso por él, con una sonrisa.

—¡No! Qué va… Eso fue lo peor, que tardó casi dos horas más en aparecer. Cuando escuché la llave, iba ya por el cuarto whisky y estaba definitivamente borracho. Y no hizo una entrada discreta, no creas, nada de eso. Isabel se le había quedado dormida en brazos, y chilló como un cerdo a medio degollar hasta que me levanté y fui a por ella… Venían del cine, fíjate qué cosa más idiota. La nota decía que mi suegro y mi suegra habían tenido una bronca porque la noche anterior, revisando un apunte que acababa de enviarles el banco, él se encontró con un talón sin justificar que no había cobrado…, no sé, menos de quince mil pesetas, creo, una mierda… Había acusado a su mujer de gastarse el dinero por su cuenta, y ella, que estaba hundida, había pillado la cartelera, había visto que reponían su película favorita en unos multicines que están a tomar por culo, en Aluche o por ahí, y había llamado para invitarnos a todos a ver La dama y el vagabundo, ya ves tú, qué represalia. Por lo visto, Flora había llamado a la editorial para avisarme, pero a mi secretaria se le olvidó decírmelo. Así que de la peli me libré, pero de lo demás no hay quien me libre… Tengo mujer para rato.

Habíamos dejado atrás la plaza de toros y acabábamos de cruzar Manuel Becerra con pasos medidos, casi cansados, cuando Ramón se paró de repente.

—¿Nos quedamos aquí? —preguntó, y a mí ya se me había olvidado que el objetivo teórico de

nuestra caminata era tomar una copa en alguna parte, pero le dije que sí, porque por un lado, estaba cansada de andar, y por otro, presentía que un par de cubatas iban a sentarme estupendamente.

Entramos en un local bastante oscuro y de perfiles equívocos, un ejemplar típico de las zonas menos lucidas —como aquélla— de los barrios de ricos —como aquél—, a medio camino entre un clásico bar de tapas, la barra que encontramos junto a la puerta, y el pobre intento de semipub inglés que se concentraba en las mesas del fondo, donde nos sentamos. Cuando ya me había tragado media docena de cacahuetes salados, supuse que, por fin, me tocaba decir algo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Atlas de geografía humana»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Atlas de geografía humana» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Atlas de geografía humana»

Обсуждение, отзывы о книге «Atlas de geografía humana» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x