Almudena Grandes - EL CORAZÓN HELADO

Здесь есть возможность читать онлайн «Almudena Grandes - EL CORAZÓN HELADO» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

EL CORAZÓN HELADO: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «EL CORAZÓN HELADO»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

EL CORAZÓN HELADO — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «EL CORAZÓN HELADO», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

encajar en el perfil desmedido de la montaña más alta. Porque había sido un hombre mucho más extraordinario de lo que llegaríamos a ser sus hijos.

Metí el coche en el garaje y fui andando hasta la calle Argensola. Mi hermana Clara vivía allí, en un piso enorme, antiguo y muy bonito, en [67] el que habíamos vivido todos juntos cuando éramos pequeños. A mí me encantaba aquella casa, y la había recordado con nostalgia desde que mi padre decidió matar dos pájaros de un tiro, y edificó en una de sus parcelas de La Moraleja para gozar de una vivienda representativa de su estatus y escapar al mismo tiempo de la agitación que estaba empezando a sacudir lo que hasta entonces había sido uno de los barrios más tranquilos del centro de Madrid. Cuando nos mudamos a las afueras yo tenía quince años, y me pasé los diez siguientes viajando entre las dos casas, la antigua, que mi padre no había vendido por la clamorosa oposición de mis hermanos mayores, que le convencieron de que era mucho más insensato obligarles a coger el coche de madrugada y hartos de copas, que permitirles quedarse allí las noches de los viernes, de los sábados, y la nueva, a la que dejé de ir a dormir los fines de semana cuando conquisté al mismo tiempo la mayoría de edad y la llave de Argensola. Después, durante casi cinco años, en los que invertí buena parte de mi tiempo libre en calcular dónde podría poner otra estantería para los libros que desbordaban ya las posibilidades de mi minúsculo, agradable y desproporcionadamente caro apartamento de Boston, sentí una añoranza aún mayor por aquel piso de techos altos y habitaciones amplias, cuadradas, pero al regresar me encontré con que no tenía opción. Clara, la novia más precoz de todos mis hermanos, ya había fijado una fecha para la boda y estaba haciendo obras. Me conformé con lo más parecido que podía pagar en el mismo barrio, un piso grande y un tanto destartalado en la calle Hortaleza que quedó muy bien después de arreglarlo, aunque no me ahorró del todo la punzada de melancolía que me asaltaba cada vez que entraba en el portal de la casa de mi hermana.

—Mira que eres, Álvaro —mi madre abrió la puerta, me dedicó una sonrisa apagada, me besó con fuerza en las mejillas—. Ya sabía yo que no me ibas a llamar antes de salir, y bien que te lo he dicho.

—Pero, mamá, si ya sabías que iba a venir —Clara, los labios hinchados, los tobillos más hinchados aún, las piernas hinchadísimas, vino a mi encuentro caminando detrás de su inmensa tripa, y me saludó con la alegría de un soldado acorralado que ve venir de lejos a los refuerzos—. Y, además, Álvaro también sabía que tú ibas a llamar a Lisette para preguntarle a qué hora había salido, o sea que…

—¿Y cómo iba a saberlo, a ver?

—Porque te conozco, mamá —la besé otra vez y ella me cogió del brazo mientras mi hermana se reía—. Porque te conozco.

—De todas formas, yo no sé qué trabajo te cuesta llamar a tu madre, hijo mío… [68]

Clara supuso en voz alta que a todos nos apetecía tomar un café y nos dejó solos en el salón. Me senté con mi madre en un sofá y contemplé con ternura una escena que no había vuelto a ver desde que era pequeño, mientras ella revisaba la correspondencia con su elegante pericia de siempre, rasgando los sobres con un abrecartas que ya estaba preparado sobre la mesa y que producía un corte tan limpio como un bisturí. Al llegar, la había

encontrado físicamente bien, mucho mejor de lo que pretendía estar. A pesar de la fragilidad de su aspecto, era una mujer fuerte, que nunca había padecido una enfermedad grave y siempre se había recuperado de las leves antes de tiempo. Todos estábamos seguros de que resistiría bien el golpe, y sin embargo no logró mantener los ojos secos más allá de la segunda tarjeta de pésame, y cuando leyó la última los cerró, se dejó caer sobre el sofá, hundió la cabeza en el respaldo y permaneció así, ausente, en silencio, durante un rato. Clara llegó con el café y la miró con un gesto equidistante entre la inquietud y la compasión. Ella volvió en sí muy despacio.

—No sabéis las ganas que tengo de que se acabe todo esto.

—Sí lo sabemos, mamá, no te preocupes —contesté al contemplar en ella el cansancio que yo mismo había sentido hacía muy poco, esa urgencia de empezar a recordar a mi padre por mi propia voluntad, libre de la presión de los ritos y de los objetos, la bienintencionada hostilidad de las palabras y las ceremonias.

Mi madre me cogió la mano, asintió con la cabeza, suspiró, volvió a erguirse y luego, ignorando la taza que Clara le había puesto delante, miró todas las demás cartas por encima, deteniéndose sólo en el sobre cuya solapa yo había destrozado al atravesarla con un dedo.

—¿Y esto qué es? —me preguntó, sosteniendo el papel con membrete de Caja Madrid que yo había leído antes.

—Pues una carta que ha llegado por mensajero, de alguien de un banco que quiere hablar contigo de unos fondos que tenía contratados papá, creo… A ver, déjame mirarlo —volví a leer el texto por encima y le hice un resumen—. Sí, bueno, papá tenía invertido un dinero, aquí no pone cuánto, en unos fondos con desgravación fiscal. Y este señor quiere saber si te interesa recuperar el capital o reinvertirlos en otros que, naturalmente, según él, ahora son mucho más ventajosos, etcétera. Te lo puedes figurar.

—¿Y cómo se llama?

—¿Este señor? —mi madre asintió—. Pues R. Fernández Perea. No sé, Ramón, Ricardo, Rafael…

—No lo conozco.

—O Roberto —apuntó Clara. [69]

—O Remigio —añadí yo, y mi hermana se echó a reír, pero la mirada de impaciencia de su madre la disuadió de seguir jugando.

—No, no me suena nadie con ese nombre. ¿Y qué se supone que tengo que hacer, llamarle por teléfono?

—Bueno… —volví a consultar la carta—. Él dice que está a tu disposición para celebrar una entrevista personal, pero puedes llamarle, por supuesto. Aquí está su teléfono.

—Vete a verle, mamá —Clara la miró, me miró a mí después—. Tratándose de dinero, es mejor, ¿no?

—Sí —le di la razón sin mucho interés—. Es posible.

Entonces mi madre se tomó el café muy despacio, yo le pregunté a Clara qué tal estaba, ella me contestó que fatal, harta de tripa y deseando parir, y cuando parecía que el tema no daba más de sí, volvió sobre él por sorpresa.

—Mira una cosa, Álvaro —me dijo—. Las cuentas, o como se llamen, de la carta esa, ¿estaban a nombre de papá o de alguna de las empresas?

—Parece que de papá. Es el único nombre que aparece.

—Entonces vas tú —sentenció—. Le llamas, quedas con él y te enteras de todo.

—¿Yo? —intenté defenderme—. Pero ¿por qué? Si yo no sé nada de esto, mamá, que vaya Rafa, que es el que entiende de dinero.

—Rafa entiende del dinero del grupo, pero tu padre nunca mezcló las cuentas. Nuestro dinero aquí, el de las empresas allí, decía siempre. Por eso es mejor que vayas tú. Además, tus hermanos están siempre muy ocupados. A ti no te cuesta nada acercarte un rato, cualquier mañana, al banco ese y…

—Mamá, yo también trabajo, ¿sabes?

—Sí, bueno, en fin… No compares. Si ni siquiera das clase todos los días, hijo.

—Pero… —voy a inaugurar una exposición sobre agujeros negros dentro de dos semanas y tengo que ir al museo casi todos los días, iba a decir, pero me callé a tiempo—. Vale.

Renuncié a agotarme en una batalla inútil, como todas las que ya había perdido mientras intentaba convencer a mis padres y a mis hermanos de que el Estado no me pagaba un sueldo todos los meses por estar de vacaciones, una causa que no había mejorado en absoluto con mi incorporación como asesor al equipo de un nuevo museo interactivo de las ciencias. Ahora ganaba más que mi hermana Angélica, la otra Carrión funcionaria, pero ese dato, lejos de incrementar mi prestigio, había terminado de convencer a mi familia de la disparatada inanidad de mi profesión. ¿Y dices que un banco os ha dado dinero para montar [70] esto?, me preguntó mi madre el día que vino al museo conmigo y con mi sobrino Guille, cuya opinión me interesaba mucho más porque entonces era el niño de diez años más listo que conocía. Millones y millones, mamá, le contesté, y ella arqueó las cejas, pues parece un salón de recreativos, hijo mío, concluyó. ¿Y qué quieres, que pongamos retratos de Newton en las paredes y vitrinas con maquetas de catapultas medievales?, le pregunté, y ella me contestó que así, por lo menos, parecería un museo. No volvimos a cruzar una palabra hasta que Guille regresó, es increíble, Álvaro, me dijo, pero acojonante, me encanta, en serio… Mi madre regañó a su nieto por hablar tan mal y luego, en el camino de vuelta, a mí, por malgastar mi legendaria inteligencia en tonterías.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «EL CORAZÓN HELADO»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «EL CORAZÓN HELADO» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «EL CORAZÓN HELADO»

Обсуждение, отзывы о книге «EL CORAZÓN HELADO» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x