– También.
A Gaudencio le gusta escuchar la voz de Nunciña, es muy dulce y armoniosa, y palparle con mucha suavidad el culo.
El pariente de Pichichi había sido secretario del general Mola quien pudo intervenir de modo decisivo, si se descuida un poco llega tarde y con su biógrafo ya cadáver y criando malvas en el otro mundo; el sañudo perseguidor de su tío, según Pichichi, era uno que escribía artículos en el Ya explicando lo que tienes que hacer para que no te engañen cuando compras un automóvil usado.
– ¿Y cómo manda tanto?
– ¡Yo qué sé!
A Raimundo el de los Casandulfes le dan mucho miedo los emboscados, esas covachuelas de Burgos y de Salamanca, bueno, y de otros sitios también, son más peligrosas que el frente, los emboscados son unos hijos de puta muy cobardes, éstos son los peores, lo que quieren es medrar con disimulo aunque el jefe se esté cagando en su padre a cada momento, nada les importa ir sembrando el camino de calumnias, de dolor y hasta de muertes, a los muertos se les confiesa y en paz, el exceso de celo, ¿te das cuenta de lo que quiero decir?, el exceso de celo, lo que hace falta es que el jefe repare en tu patriotismo, ¡viva España!, tampoco es necesario que las cosas salgan bien y a derechas, basta con que vayan a modo, a su aire y sin molestar, la verdad aventurada es menos práctica y conveniente que la mediocridad segura, esto no se entiende mucho pero yo sé bien lo que quiero decir, allí en la covachuela vale todo, la delación, la insidia, la confidencia, los emboscados se ciscan por los calzones de miedo, Raimundo el de los Casandulfes le había dicho al artillero Camilo pocos días atrás, aún en Logroño,
– Cuando esto termine serán los escribientes los que manden, ya lo verás, los jurídicos y los de prensa y propaganda, los emboscados se organizan muy bien y en vez de ir de putas se pasan el día cavilando lo que les conviene, también rezan mucho para que les apoyen las señoras de los militares, de coronel para arriba, lo que no quieren es oír tiros, ellos ganan dinero y salvan el alma, nosotros no salimos de pobres y nos jugamos la vida y a veces la perdemos, pero eso no importa.
Pichichi también ve el porvenir en el alero y en peligro.
– Al toro bravo lo gobiernan siempre los cabestros, eso está más claro que el agua y yo tampoco le veo mejor remedio, eso es injusto, ¿no te parece?, eso no lo debería permitir Dios, lo que pasa es que Dios ni se entera de esos manejos, a lo mejor también le es igual, cuando me pegaron el tiro me cagué en Dios y no estiré la pata, Dios no me castigó, de ésta ya no estiro la pata, eso es señal de que a Dios no le importamos nada, esto no se lo puedo decir a todo el mundo. ¿Tú has pensado alguna vez en suicidarte? Yo, no; yo pienso que no se debe uno suicidar nunca, por si acaso.
El tiempo pasa para todos y Rosicler creció como crecen las mujeres, esto es, provocando.
– Hoy te voy a poner los cuernos con quien yo sé, Monchiña, tú también lo sabes.
– ¡Qué puta eres, Rosicler!
El tiempo pasa para todos, incluso para los muertos.
– ¿Y cómo se las arreglan para contar el tiempo si no pueden mirar el reloj?
– Eso ya no lo sé, yo no sé casi nada de lo que pasa pero me las voy apañando con buena voluntad.
Robín Lebozán supone que no tuvo suerte en la vida.
– Quizá me hubiera ido mejor pero no pude acostumbrarme a la familia, Moncha, quiero decir a mi familia, son todos unos babosos, yo no aprendí jamás a vivir en la ciudad y eso se paga, mi familia es ordenancista, aburrida, poco alegre, poco cariñosa, mi familia está unida tan sólo por fuera y mata el tiempo anestesiándose, con las monsergas de los curas y monjas y criando mal humor, mala uva, mi familia es como Venecia, Moncha, como la ciudad de Venecia, que vive de recuerdos y se va hundiendo poco a poco y sin remisión, también sin enterarse, en mi familia llevan muchos años sin enterarse jamás de nada de lo que pasa, quizá sea mejor así.
Robín Lebozán, cuando terminó su discurso, se quedó dormido, la señorita Ramona salió de puntillas de la habitación para no interrumpir su paz.
– La verdad es que ninguno de los dos estamos teniendo demasiada suerte.
Adela y Georgina, las primas de Moncho Preguizas, bailan el agarrado con la señorita Ramona y Rosicler.
– ¿Quieres que me quite una teta por el escote?
– No, mejor sácate la blusa.
La Cruz Roja manda un comunicado diciendo que tía Salvadora, la madre de Raimundo el de los Casandulfes, murió en Madrid de muerte natural, tío Cleto se siente muy importante y le da al jazz-band una soba casi deleitosa, un negro de Nueva Orleáns no lo hubiera hecho mejor.
Raimundo el de los Casandulfes se imagina que un sosia más joven y quizá ligeramente más culto que el segoviano don Atanasio Higueruela, hubiera podido decirle, sobre poco más o menos, el párrafo que sigue,
– Es peor el Boletín Oficial que la misma guerra, no se puede decir pero es una verdad como un templo, ni lo dude, el Boletín Oficial es el arma de los meapilas, ésos van a ser los grandes victoriosos, los vencedores para cincuenta años o más, tiempo al tiempo, las congregaciones saben ganar cuartos y repartir ganancias y jubileos pero sobre todo saben manejar bien sus herramientas: orden sobre incautación y destrucción de libros pornográficos, marxistas, ateos y en general disolventes (las enfermedades del alma nacen de la lectura), se suprime la coeducación escolar (promiscuidad), los ayuntamientos son designados por los gobernadores civiles (en aras de la unidad), depuración de funcionarios (el procomún no debe ser administrado por traidores), se declara obligatorio el culto a la Virgen en las escuelas (el saludo romano deberá acompañarse diciendo: ¡Ave María!), se establece la censura previa de prensa, libros, teatro, cine y radiodifusión (no debe confundirse la libertad con el libertinaje), queda abolida la libertad de reunión y asociación (semillero de confusiones), se deroga el matrimonio civil (concubinato) y el divorcio (argucia contractual prostibularia), se prohíbe el uso de nombres que no figuren en el santoral (cruzada contra el paganismo), lo grave va a ser el frenazo que se quiere dar a la historia de los españoles.
Al pobre Higueruela no se le había ocurrido lo que antecede ni nada semejante, Higueruela procuraba no pensar demasiado ni en voz alta pero Raimundo el de los Casandulfes necesitaba atribuírselo a alguien.
– ¿A usted le importa?
– No; a mí, no.
Los perros de Tanis Gamuzo son bravos y serenos, no tiran jamás un viaje en balde, a Kaiser se lo dejó malherido el lobo y tuvo que ayudarle a morir con el cuchillo, es un dolor pero tampoco hay más remedio. Tanis Gamuzo tiene también cuatro mastinas de cría, Volvoreta, Perla, Meiga y Flor, no las suele sacar al monte porque valen muchos cuartos y se le pueden desgraciar, también se les puede mover y trastornar la madre. A Tanis le llaman Perello porque es mismamente el perello con sus ocurrencias, las discurre mejor y más deprisa que nadie en todo el país. La mujer de Tanis se llama Rosa, es hija de Eutelo Roucón, Cirolas, el consumero al que echaron de casa de la Parrocha por escupirle en la cara al ciego Gaudencio, Cirolas le tiene mucho miedo a su yerno porque sabe que un día le ha de partir la boca.
– ¿A que no te metes con Tanis, consumero de mierda? ¿A que no te atreves a plantarle cara a un hombre que pueda mirarte a los ojos, desgraciado?
A Perello le gusta mucho bañarse en pelota en la balsa del molino de Lucio Mouro, a veces se chapuza con él la parva de Martiñá.
– ¡Defiéndete, muchacha, que te ahogas!
Lucio Mouro apareció muerto una mala mañana en el camino de Casmoniño, el dolor se reparte sin avaricia, se conoce que en el mundo sobra dolor, al molinero lo enterró Catuxa Bainte, la parva de Martiñá, con muchas lágrimas en los ojos.
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