– ¡Éste por los infieles!
– ¡Pare ya, don Mariano, que se va a herniar!
– ¿Herniarme yo? ¡Ni que fuera maricón! ¡Y este otro por los protestantes, menudos cabrones! ¡Muera Lutero!
Los mejores chorizos del mundo (bueno, es un decir, a lo mejor también hay otros de calidad) son los de Ádega.
– Mi difunto tenía tan buena color porque se tragaba los chorizos enteros, les quitaba el cordel y se los tragaba enteros. ¡Pobre Cidrán, que en paz descanse, cómo le gustaban mis chorizos! A veces me decía: me salen todos por la punta del carallo, Adeguiña, mejor para ti, ¿verdad? El muerto que mató a mi difunto jamás comió tan buenos chorizos, el muerto que mató a mi difunto era un muerto de hambre medio forastero.
Ádega hace los chorizos con mucha regla y fundamento, lo primero es que el cerdo sea del país y criado al uso del país, con millo y un cocimiento muy espeso de coellas, patatas, harina de millo, pan reseso, habas y todo lo que pueda cocer y sea de sentido; también conviene que el cerdo tome el aire y haga gimnasia por el monte y hoce la tierra en busca de miñocas y otros animalitos. Se le debe sacrificar con herramienta de hierro dulce, no de acero, y según la costumbre conocida, es decir, con mala leche, con venenoso regosto y a traición, nadie tiene la culpa. La zorza de primera se hace con raxo bien picado, también con la paíña y el costillar teniendo cuidado con el hueso, mucho pimentón dulce, el pimentón picante que admita, sal, ajos muy machacados y el agua necesaria más bien justa; se amasa con paciencia y se le deja posar durante un día entero. A la mañana siguiente se prueba la zorza, cruda y pasada por la sartén, para catar el gusto y añadirle lo que le falte, siempre le falta algo. Al tercer día se amasa de nuevo y al cuarto se le embute en tripa, la más noble de todas es la cular, y se atan con un cordelito los chorizos según el tamaño a que se les quiera. Se ahuman en la lareira durante dos o tres semanas hasta que queden tiesos, que la rigidez y la dureza son señal de buena cura, y ya valen para comer; la leña de carballo es la que da el mejor humo y el más saludable. Se cuelgan los que se han dé comer pronto y se guardan en unto, después de haberlos limpiado bien limpios, los que se quieren conservar.
– Mi difunto tenía tanta resistencia porque se tragaba los chorizos enteros, les quitaba el cordel, a veces ni se lo quitaba, echaba la cabeza para atrás, abría la boca y se tragaba los chorizos enteros, hubo día de tragarse cinco chorizos enteros sin respirar y sin esganarse.
Llueve sobre las aguas de los regatos de más acá de las leiras de Catucha y de Sualvariza mientras por el aire vuela la fantasma de un niño que acaba de morir, ¡angelitos al cielo! Los niños, cuando mueren, ni se dan cuenta, se mueren y en paz, lo malo son los mayores con lo que alborotan y con los gastos que producen, que si médicos, que si boticarios, que si curas, que si ataúd de los buenos, que si lutos, que si misas cantadas y rezadas, que si ahora hay que abrir el testamento y empiezan las riñas… Marujita Bodelón, la ponferradina que había tenido relaciones con el aparejador Celso Varela, el antiguo novio de tía Emilita, no es cómica pero lo parece, también parece la querida de un joyero. Marujita va teñida de rubia y se da sombra en los ojos.
– ¿Y se pinta la boca en forma de corazón?
– No, ¿por qué?
– ¿Y fuma delante de los hombres?
– Tampoco.
Marujita tiene muy buena planta y anda con poderío y mandando, en eso se le ve la casta, Marujita es algo pechugona, a los hombres les suelen gustar las mujeres algo pechugonas, y tiene las piernas largas y el culo remangado, lo que no tiene es bonita la voz, habla como una urraca. Marujita sí fuma delante de los hombres y también se pinta la boca en forma de corazón, Michel, el rey de los lápices labiales. Celso Varela se gastó unos cuartos que no tenía en darle caprichos, un vermú, una caja de bombones, un bolso, unos pendientes, cada vez más, y acabó sin una perra y debiendo dinero, Marujita correspondía con sus favores y además le cortaba las uñas y le lavaba la cabeza.
– ¿A que te doy más gusto que esa cursi?
A Ricardo Vázquez Vilariño, el novio de tía Jesusa, lo mataron cuando ya casi era farmacéutico, le faltaban dos asignaturas.
– También podían haber matado a otro, ¿verdad, usted?, en eso tuve muy mala suerte.
– Mujer, no sé lo que decirle, peor suerte tuvo su novio.
– Sí; eso sí.
Gorecho Tundas va por el lindero del otro mundo con una caña de pescar al hombro.
– ¿A dónde vas Gorecho?
– Voy a Belén de Judea, a pescar al Niño Jesús.
– ¡Santo Dios, qué disparate!
– Bueno, ya lo verás cuando amanezca.
Orvalla, mientras el día nace, orvalla por encima de Gorecho Tundas que, sentado en una piedra del río, pesca truchas con mucha aplicación, parece como si estuviera muerto.
– ¿Estás muerto, Gorecho?
– Sí, llevo ya más de seis horas muerto y nadie me hace caso. Al Niño Jesús se lo llevaron a Egipto subido en un burro, se conoce que no le probaba el país.
La gente cree que los Guxindes y los Moranes somos los mismos pero no es así, la gente se confunde con esto de los parentescos, todos venimos de Adán y Eva (tía Emilita dice que las de Ponferrada, no, que las de Ponferrada descienden del mono y gracias), no todos los Guxindes son Moranes pero sí todos los Moranes somos Guxindes, la cosa no está muy clara, pero, ¡qué vamos a hacerle!, la verdad es que no está claro casi nada, los Moranes somos menos que los Guxindes, podríamos ser más, pero somos menos, Moranes somos los Portomourisco, los Marvises, los Celas y los Faramiñás, los otros también son parientes pero no Moranes, la importancia de unos y de otros es la misma y todos estamos bien alimentados. En las Manufacturas del Más Allá, la fábrica de ataúdes de los abuelos, trabajaba un italiano, nadie sabe cómo llegó hasta aquí, ya se murió, al que mis primos le pegaron el culo con lacre y se lo cosieron con bramante y después lo dejaron atado a un árbol cerca de la aldea de Carballediña, más allá de los frailes de Oseira. Olvidé ya cómo se llamaba pero lo que sí recuerdo es el cabreo que le entró cuando lo soltaron, la verdad es que tampoco tenía por qué aguantar bromas molestas. El esqueleto de la pobre tía Lourdes no se podrá recomponer hasta el día del Juicio Final porque en París la echaron a la fosa común. Tío Cleto toca el jazz-band de oído, lo hace muy bien, y cada 11 de febrero, que es la onomástica de su difunta, atruena al mundo con toda la herramienta al tiempo: el tambor, el bombo, los timbales, el pandero, el triángulo y los platillos, a lo mejor hay más; por don Jesús Manzanedo, aquel malvado con estudios que anduvo matando gente, no mandan tocar la música ni sus hijos.
– ¿Tú crees que Cabuxa Tola se atrevería a hacer las marranadas con un carnero?
– ¡Anda! ¿Y qué malo tiene? Peor es acostarse con Fabián el Moucho, ¡y ya ves! Una mujer, si sabe comerse el asco, puede resistir mucho, vamos, puede resistir toda la vida.
La novena señal del hijoputa es la avaricia, Fabián Minguela es pobre pero podría ser rico con lo que lleva ahorrado.
– ¿Y qué hizo con lo que ganó?
– Nadie lo sabe, a lo mejor no ganó tanto como dicen.
Hablando de música, don Brégimo Faramiñás Rocín fue buen amigo de don Faustino Santalices Pérez, éste era natural de Bande, admiraba mucho su sabiduría y la maña que se daba para cantar romances y tocar la zanfona.
– ¡Ésa sí que es arte distinguida y no esta trapallada del banjo! ¡Si yo supiera tocar el instrumento como el amigo Faustino, tiraba con el banjo por la ventana!
A don Brégimo lo que más le gustaba oír era el romance de don Gaiferos.
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