Juliette Benzoni - (Las Joyas Del Templo 04) El Rubí­ De Juana La Loca

Здесь есть возможность читать онлайн «Juliette Benzoni - (Las Joyas Del Templo 04) El Rubí­ De Juana La Loca» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. ISBN: , Издательство: Vergara, Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

(Las Joyas Del Templo 04) El Rubí­ De Juana La Loca: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «(Las Joyas Del Templo 04) El Rubí­ De Juana La Loca»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Cuarto volumen de la serie Las Joyas del Templo, precedida por La Estrella Azul, La Rosa de York y El Ópalo de Sissi. En esta serie, Aldo Morosini, príncipe veneciano y anticuario, ha recibido de un misterioso personaje apodado el Cojo de Varsovia el encargo de recuperar las cuatro piedras sustraídas del pectoral del Sumo Sacerdote del Templo de Jerusalén. En esta cuarta parte, El Rubí de Juana la Loca, la búsqueda transcurre en Madrid (Aldo se aloja en el hotel Ritz), Venecia, Praga, un castillo en Bohemia y Zúrich, en una trama histórica plagada de misterios, suspense, traiciones y romances.

(Las Joyas Del Templo 04) El Rubí­ De Juana La Loca — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «(Las Joyas Del Templo 04) El Rubí­ De Juana La Loca», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—No está —contestó el fiel sirviente—. Su viaje ha hecho que le entren ganas de moverse: se ha ido a pasar unos días a casa de doña Adriana.

—¿Se ha llevado equipaje?

—Desde luego. Lo necesario para una breve estancia. ¿Algo va mal?

—No, no te preocupes. Sólo quería decirle una cosa. Oye, ¿y Wanda se ha ido con ella?

—Por supuesto.

—Perfecto. Telefonearé a casa de mi prima.

Allí no tuvo más éxito. Una voz masculina y arrogante le informó de que ni la condesa Orseolo ni la princesa Morosini estaban en casa; las dos damas se habían marchado de Venecia el día anterior por la mañana en dirección a los grandes lagos. No habían dejado ninguna dirección, pues no sabían aún dónde se instalarían.

—¿Y usted quién es? —preguntó Aldo, al que no le gustaban ni el tono ni la voz del personaje.

—Soy Cario, el nuevo sirviente de la señora condesa. ¿Desea su excelencia saber algo más?

—Nada más, gracias.

Aldo colgó. Bastante perplejo. Lo que sucedía en Venecia era todavía más extraño de lo que había creído. ¿Dónde estaba Anielka? ¿Era prisionera de Ulrich o una apacible turista en el lago Mayor? A no ser que las dos mujeres, más Wanda, hubieran sido secuestradas a la vez, o que Adriana, no contenta con mantener relaciones con el circo Solmanski, hubiera trabado otras con los gánsteres yanquis. Y luego estaba ese nuevo criado tan singular: su nombre era italiano, pero, a juzgar por su acento, Morosini se inclinaba a pensar que Karl o Charlie serían más apropiados para él. ¿Qué significaba exactamente todo eso?

Una larga sucesión de interrogantes lo mantuvo ocupado hasta la escandalosa llegada de Adalbert y de su Amilcar descapotable rojo vivo, forrado de piel negra, que valió a su propietario la mirada admirativa del aparcacoches, convencido de que se trataba de un escapado de la Targa Florio o de la nueva carrera de las Veinticuatro Horas de Le Mans. A Morosini no le hizo gracia.

—¿No podías venir en tren como todo el mundo? —refunfuñó.

—Si querías permanecer en la clandestinidad, tenías que haberlo dicho… y haberte alojado en un albergue rural. Pero ¿de verdad debemos pasar inadvertidos? En cuanto a mi «carro», como dicen los canadienses, ahora está repleto de carburadores, compresores y no sé qué más, que lo convierten en una auténtica bomba. En caso de necesidad, eso siempre puede venirnos bien. Y tú estás de malas pulgas, ¿eh? ¿Problemas?

—Si en una sola noche, la última, te hubieran golpeado y dejado sin sentido dos veces, no verías la vida tan de color rosa. En cuanto a los problemas, llueven por todas partes.

—Vamos a tomar una copa al bar y me lo cuentas todo.

En el bar no había casi nadie y los dos hombres, sentados a una mesa apartada bajo una palmera plantada en una maceta, pudieron hablar tranquilamente. O más bien Aldo pudo hablar mientras Adalbert degustaba un cóctel y de vez en cuando sorbía por la nariz. Hasta el punto de que Morosini, un poco molesto, acabó por preguntarle si estaba resfriado.

—No, pero he descubierto que sorber es un medio que permite expresar todo tipo de matices: la tristeza, el desdén, la cólera… Así que estoy practicando. Lo que no impide que nos encontremos, sobre todo tú, en una situación difícil. Es una historia realmente demencial, pero te aplaudo con las dos manos por tu actitud frente al gánster. Has hecho bien entrando en su juego, e incluso me pregunto si eso no nos permitirá conseguir que metan en chirona a toda la banda.

—¿Tú crees?

—Pues claro. El hecho de que Ulrich actúe por su cuenta es muy bueno. ¿Podemos soñar con algo mejor que con un enfrentamiento entre ellos?

—De acuerdo, pero ¿qué pasa con Anielka?

—Me apostaría el cuello a que no la ha secuestrado nadie y a que ese tipo se ha tirado un farol. Simplemente ha aprovechado unas circunstancias favorables, y si yo fuera tú no me preocuparía más de la cuenta.

—¡Pero si no me preocupo «más de la cuenta»! Lo que ocurre es que no quisiera dar un paso en falso del que ella fuera víctima. Aparte de eso, ¿tú qué crees que debemos hacer?

—Para empezar, te propongo que nos repartamos el trabajo: tú podrías tener una conversación con la bella Dianora para intentar hacerla entrar en razón. Mientras tanto, yo iré a ver si Wong sigue en Zúrich y si sabe dónde se encuentra Simón en estos momentos.

—¿Qué quieres de él?

—Saber si tiene una copia del rubí tan fiel como las del zafiro y el diamante. Sería el momento idóneo para mandárnoslo.

—Desde luego, pero olvidas que el rubí debe de haber sido llevado ya a un joyero para que le ponga la suntuosa montura digna de su nueva propietaria.

—Antes de que proceda a engastarlo, pasarán unos días, ¿no? Habría que hacer el cambio en el establecimiento del artista. Si consiguiéramos la copia, creo que no tendríamos muchas dificultades en conseguir que Kledermann o su mujer nos llevase a admirar la maravilla. Yo acabo de llegar y estoy deseoso de contemplarla.

—¿Y te sientes capaz de hacer el cambio delante de tres o cuatro personas?

—¡Válgame Dios! Desde luego que sí. Algo me dice que en ese momento me sentiría inspirado —dijo Adalbert alzando hacia el techo una mirada angelical—. Aunque, por descontado, preferiría que la señora Kledermann se mostrara razonable y aceptara tu collar.

—Lo intentaré, pero dudo mucho de que lo consiga. Si la hubieras visto delante del rubí…

—Trata al menos de averiguar quién es su joyero. Iremos a dar una vuelta por su establecimiento. En buena lógica, debería ser Beyer, pero aquí hay unos cuantos.

—De acuerdo. Mañana iré a verla a una hora en que por lógica Kledermann estará en el banco. Llevaré el collar y a ver qué pasa. Esta noche, si te parece bien, cenamos y voy a acostarme. Y te aconsejo que tú hagas lo mismo. Debes de estar cansado del viaje.

—¿Yo? Estoy más fresco que una rosa. Creo que voy a ir esta misma noche a hacer una visita a Wong. No disponemos de mucho tiempo, y cuanto menos perdamos, mejor.

Aldo no tuvo que estar mucho rato preguntándose cuál sería la hora más apropiada para su entrevista con Dianora: en la bandeja del desayuno, un sobre alargado destacaba entre el cestillo del pan y el tarro de miel. Era una invitación formal para ir a tomar el té hacia las cinco a la villa Kledermann.

—¡Por fin algo positivo! —comentó Vidal-Pellicorne, que había vuelto de su expedición nocturna con las manos vacías—. Empezaba a pensar que el Dios de Israel estaba en nuestra contra.

—¿No encontraste a nadie en casa de Wong?

—Ni a un alma; sólo ventanas cerradas a cal y canto, puertas atrancadas y toneladas de lluvia cayendo encima. Volveré esta tarde para tratar de averiguar algo entre los vecinos. Los chinos no abundan en el país de los helvecios, así que sus idas y venidas deben de despertar curiosidad.

—A lo mejor ha ido a reunirse con Aronov.

—Si la casa está vacía, hoy lo sabré con seguridad. Es posible que Wong no me oyera aunque estuviese allí anoche.

—¿Y no intentaste entrar? Normalmente las puertas no se te resisten mucho tiempo.

—Si Wong se ha marchado, habría sido una pérdida de tiempo. Además, es preferible reconocer de día el objetivo, sea cual sea, antes de atacarlo de noche.

—Dependiendo de lo que averigües, podríamos ir juntos esta noche.

Eran las cinco en punto cuando un taxi dejó a Morosini delante de la escalinata que ya conocía. Como la lluvia también había acudido a la cita, se desarrolló el mismo ceremonial de la otra noche hasta el final de la escalera, donde el mayordomo, en lugar de ir hacia el despacho, giró a la izquierda y abrió una doble puerta: la señora esperaba a su excelencia en sus aposentos privados.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «(Las Joyas Del Templo 04) El Rubí­ De Juana La Loca»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «(Las Joyas Del Templo 04) El Rubí­ De Juana La Loca» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Juliette Benzoni - A templomosok kincse
Juliette Benzoni
Juliette Benzoni - Az átok
Juliette Benzoni
Juliette Benzoni - Le Couteau De Ravaillac
Juliette Benzoni
Juliette Benzoni - Le réfugié
Juliette Benzoni
Juliette Benzoni - Le voyageur
Juliette Benzoni
Juliette Benzoni - Haute-Savane
Juliette Benzoni
Juliette Benzoni - Jean de la nuit
Juliette Benzoni
libcat.ru: книга без обложки
Juliette Benzoni
Juliette Benzoni - El Prisionero Enmascarado
Juliette Benzoni
Отзывы о книге «(Las Joyas Del Templo 04) El Rubí­ De Juana La Loca»

Обсуждение, отзывы о книге «(Las Joyas Del Templo 04) El Rubí­ De Juana La Loca» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x