Dino Buzzati - Un amor

Здесь есть возможность читать онлайн «Dino Buzzati - Un amor» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Un amor: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Un amor»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un amor es una novela de gran intensidad literaria, que absorbe al lector desde la primera página. Narra la historia de un enamoramiento, de una experiencia personal inusitada y turbadora. Si bien por su tema, por su enfoque y por su escenario difiere del resto de las novelas de Buzzati, tiene en común con ellas su calidad, un trasfondo de preocupación ética y una poesía en la que reconocemos inequívocamente a su autor. Cuando se publicó por primera vez en 1963, Un amor se convirtió rápidamente en uno de los primeros «best sellers» de la historia de Italia. Esa aceptación por parte del público no ha cesado tantos años después, y hoy sigue siendo considerada como una de las obras maestras de Buzzati. Esta edición ha recibido el Premio de Traducción del Ministerio Italiano de Asuntos Exteriores en el año 2005.

Un amor — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Un amor», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Pero Laide estaba inquieta; si él hubiera puesto pegas, habría sido capaz de dejarlo plantado y marcharse, tal vez para siempre. Se apeó del coche y se dirigió a pie hasta Via Cipressi. En el número 6 preguntó por Marcello. Se asomó un joven y dijo que Marcello estaba en la obra:

«¿Quién lo buscaba?»

«La señorita Anfossi, que está aquí fuera».

«¿Laide?»

«Sí».

«Entonces voy».

El joven salió, acompañó a Antonio hasta el automóvil e intercambió algunos saludos con Laide. Se hablaban de tú. Después Laide hizo las presentaciones.

«Pepino, disculpa pero no recuerdo tu apellido… mi tío».

Se dieron la mano. Después Pepino volvió a su casa.

De allí al cine había poca distancia. Antonio no pudo contenerse, le parecía haber tenido demasiada paciencia incluso.

«Mira, Laide, no consigo comprender cómo es que no te das cuenta de que ciertas cosas, como mínimo, son de pésimo gusto, por no decir que…»

«Por no decir que… ¿qué?»

«Por no decir que son groserías, si es que quieres saberlo. ¿Tenías que mandarme a buscar a casa precisamente de tu…?»

«¿Mi qué?»

«Bah, dejémoslo».

«Ni dejémoslo ni leches», se puso a gritar ella. «¿Es posible que tengas que considerarme siempre una puta? Ya estoy hasta las narices», y se llevó la mano derecha hasta el labio superior. «Es como para volverse loco: ese, que no me toca siquiera, y tú, que haces el amor conmigo siempre que quieres, ¡y eres tú el que está celoso! Ya te lo he dicho muchas veces, con todos tus buenos modales de persona educada, ¡menudo eres para ofender tú…! Tú quieres ensuciar los mejores sentimientos, no reconoces que una mujer y un hombre puedan estar bien sin necesidad de follar, en eso eres mezquino, la verdad, se ve, desde luego, que nunca has conocido a una muchacha como Dios manda, sólo has tenido tratos con putas, por lo que se ve, y para ti todas son putas y no existen sino putas».

Se había detenido en un espacio muy amplio. Dos mujeres que pasaban, al oír aquella voz encolerizada se volvieron a mirar.

«Habla más bajo al menos, ¿quieres que lo oiga todo el mundo?»

«Pues que me oigan, me trae sin cuidado, para que te enteres, estoy harta de esta historia».

Antonio calló, vencido una vez más. También ella había acabado. Al cabo de unos segundos, intentando mostrarse frío, dijo:

«Bueno, yo ahora me voy, que ya es tarde».

«Adiós, te llamaré: probablemente pasado mañana tenga que ir a Milán; si voy, pasaré a verte al estudio».

«Como quieras», dijo él y metió la primera, amargadísimo.

XXVI

Quince días de alejamiento. Durante quince días Antonio siguió sin respiración rumiando para sus adentros la enfermedad que padecía. Sí, no tener que sufrir todos los días esperando la llamada de Laide representaba como un alivio, pero, en cambio, la distancia multiplicaba las imaginaciones funestas. Por la noche, tumbado en la cama, con los ojos clavados en las dos grietas del techo en forma de 7, pasaba las horas muertas cavilando una y otra vez sobre su dolor. Ella lo llamaba cada dos o tres días; a decir verdad, era siempre puntual, ése era un pequeño alivio, pero necesitaba algo más.

Rogaba a Dios que le quitara aquel infierno de encima. A saber si no se despertaría tal vez una mañana y estaría totalmente distinto, libre, ligero, ¡qué maravilla!

"Ya son casi las dos de la mañana, mañana debería llamarme al estudio. ¿Lo hará? ¡Qué marasmo más horrendo! Es como tener fuego en la boca del estómago. ¿Con quién estará ahora? ¿Estará sola? ¿Estará bailando en alguna parte? Pero no es eso lo que importa. Del lunes a hoy, viernes, muchas cosas pueden haber sucedido, puede haber aparecido un nuevo interés en su vida. Puede que ni siquiera se acuerde de mí, salvo para la cuestión del dinero. Me encuentro muy mal. Los tranquilizantes son como agua. No consigo estar sentado ni tampoco estar en la cama. ¿Dónde estará? Lo tremendo es que no puede haber esperanza, aunque me llame, aunque siga viniendo conmigo, pero, ¿por qué no habría de volver aún conmigo, al menos una vez? He decidido decírselo todo: que al menos lo sepa, que no pueda haber malentendidos. Después, que haga lo que le parezca. He decidido escribirle todo. Mejor un no definitivo con ruptura, dolor y larga melancolía que esta ansiedad insoportable. Dormir, dormir: ésa es la única tregua."

Pero después al despertar, esfumados los últimos retazos del sueño, ¡qué sensación de angustia, de condena! El pensamiento buscaba en seguida en derredor: ¿por qué? ¿Por qué? ¡Ella! Y entonces el corazón se ponía a latir, el cerebro se llenaba con aquel pensamiento obsesionante, fijo, profundo, que invadía toda la conciencia y la cerraba sin dejar escapatoria. Pensara en lo que pensase -o, mejor dicho, intentara pensar-, siempre estaba ella por medio, que obstruía la entrada. Se decía: "Es absurdo, no vale la pena, no se lo merece". Sí, sí, argumentos óptimos, todos ellos, pero el día en que renunciara, en que no insistiera más, en que transformase el ansia en dolor lacerante, ¿qué le quedaría ese día? El vacío, la soledad, la perspectiva de un futuro cada vez más triste y muerto. ¡Dios, ayúdame!

Pensó en mandarle una carta, nunca había costado tanto ajetreo mental un tratado de paz. Debía hacerla sencilla, emplear palabras corrientes; si no, tal vez no la comprendiera, hacerle entender que estaba decidido, pero no ir demasiado lejos, decirle las cosas duras que debía decir sin ofenderla, sin afectar a aquella extraña dignidad que tanto valoraba ella y al tiempo mostrarse comprensivo y afectuoso. El día siguiente le salió la carta siguiente:

«Querida Laide:

»No te asustes con esta carta. Léela con toda la calma, tal vez tumbada al sol o esta noche antes de dormir, no hay la menor prisa. Pero se trata de cosas que te incumben y que siento el deber de decirte. La tranquilidad de las vacaciones te permitirá pensar con claridad sobre ellas. Se trata de lo siguiente:

»No se si te habrás dado cuenta, pero yo, aun queriéndote cada vez más, no estoy nada contento. No hace falta decirte lo que va y lo que no va entre nosotros. Tú eres lo bastante mujer para adivinarlo y lo bastante inteligente para comprender que ciertas frialdades y ciertos desaires pueden hacer más daño que una traición propiamente dicha.

»A mí me parece que tú me has pedido mucho y no me refiero al dinero. Aparte de la dificultad para telefonearte, para reunirme contigo, para verte, para estar juntos unas horas -y sólo Dios sabe lo que he sufrido en el pasado por ello-, me refiero a tantas otras cosas que sabes perfectamente, como el antipático papel que me haces desempeñar con Marcello, sin entrar a analizar lo que son tus verdaderas relaciones con él. Me parece que a veces exageras. Después de tres meses en los que has tenido todo el tiempo para darte cuenta de lo mucho que te quiero y de los sacrificios que hago para demostrártelo bien, tú me correspondes con actitudes casi siempre de frialdad, aburrimiento y cansancio. Tú me has dicho más de una vez que entre una mujer y un hombre siempre es necesario un período de rodaje, pero éste es un rodaje de cien mil kilómetros, me parece a mí. Sí, tú eres diligente en los pequeños compromisos cotidianos, de telefonear, venir, etcétera, pero, ¡nunca un arrebato, nunca un pálpito de afecto o bondad!

»Lo grave es que, si debiera continuar así, acabaría encontrándome en un estado de humillación mortificante que no podría soportar.

»No me gustaría, querida Laide, que tú hubieras confundido mi amor con una debilidad sin límites. En determinado momento un hombre debe saber abrir los ojos, aunque esté enamorado, y afrontar la realidad, cueste lo que cueste.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Un amor»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Un amor» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Un amor»

Обсуждение, отзывы о книге «Un amor» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x