Su padre no se daba cuenta de que había llegado la peste, el fin de la arcadia, la pampa estaba cambiando para siempre, las maquinarias eran cada vez más complejas, los extranjeros compraban tierras, los estancieros mandaban sus ganancias a la isla de Manhattan («y a los paraísos financieros de la isla de Formosa»). El viejo quería que todo siguiera igual, el campo argentino, los gauchos de a caballo, aunque él también por supuesto había empezado a girar sus dividendos al exterior y a especular con sus inversiones, ninguno de los terratenientes era un caído del catre, tenían sus asesores, sus brokers, sus agentes de bolsa, iban a donde los llevaba el capital pero nunca dejaron de añorar la calma patricia, las tranquilas costumbres pastoriles, las relaciones paternales con la peonada .
-Mi padre siempre buscó que lo quisieran -dijo Sofía-, era despótico y arbitrario pero estaba orgulloso de sus hijos varones, ellos iban a perpetuar el apellido, como si el apellido tuviera algún sentido en sí mismo, pero así pensaba mi abuelo y después mi padre, querían que el apellido de la familia continuara, como si pertenecieran a la familia real inglesa, porque son así acá, se la creen, son todos gringos pata sucia, descendientes de los irlandeses y los vascos que vinieron a cavar zanjas, porque los paisanos ni en broma, sólo los extranjeros se arremangaban . [13]Había un inglés zanjiador -recitó ella como si cantara un bolero- que decía que era de Inca-la-perra . Ése debía ser un Harriot o un Heguy que andaba haciendo zanjas por el campo y ahora se hacen los aristócratas, juegan al polo en las estancias, con esos apellidos de campesinos irlandeses, de vascos rústicos. Aquí todos somos descendientes de gringos y más que nada en mi familia, pero piensan igual y quieren lo mismo. Mi abuelo el coronel, para empezar, alardeaba porque era del norte, de Piamonte, es de no creer, miraba con desprecio a los italianos del sur, que a su vez miraban con desprecio a los polacos y a los rusos .
El coronel había nacido en Pinerolo, cerca de Turín, en 1875, pero no sabía nada de sus padres ni de los padres de sus padres e incluso una versión decía que sus papeles eran falsos y que su verdadero nombre era Expósito y que Belladona era la palabra que había pronunciado el médico cuando su madre murió en un hospital de Turín teniéndolo en brazos. «¡Belladona, belladona!», había dicho el hombre como si fuera un réquiem. Y con ese nombre lo anotaron. El pequeño Belladona. Era hijo de sí mismo; el primer hombre sin padre, en la familia. Bruno lo llamaron porque era morocho, parecía africano. Nadie sabe cómo llegó, a los diez años, solo, con una valija, fue a parar a un internado para huérfanos de la Compañía de Jesús en Bernasconi, provincia de Buenos Aires. Inteligente, apasionado, se hizo seminarista y empezó a vivir como un asceta, dedicado al estudio y a la oración. Era capaz de ayunar y de permanecer en silencio días enteros, y a veces el sacristán lo sorprendía en la capilla rezando solo en la noche y se arrodillaba junto a él como si estuviera con un santo. Siempre fue un fanático, un poseído, un obstinado. Su descubrimiento de las ciencias naturales en las clases de física y de botánica y sus lecturas en la biblioteca del convento de las remotas obras prohibidas de la tradición darwiniana lo distrajeron de la teología y lo alejaron -provisoriamente- de Dios, según contaba él mismo .
Una tarde se presentó ante su confesor y expresó su deseo de abandonar el seminario para ingresar a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. ¿Podía un sacerdote ser ingeniero? Sólo de almas, le contestaron, y le negaron el permiso. Rechazó la prohibición y apeló a todas las instancias, pero luego de que el Jefe de la Compañía se negara a responder sus peticiones y a recibirlo, escribió cartas anónimas que dejaba en el reclinatorio frente al altar, hasta que al fin una tarde lluviosa de verano se fugó del convento donde había pasado la mitad de su vida. Tenía veinte años y con el poco dinero que había ahorrado alquiló una pieza en una pensión de la calle Medrano en Almagro. Su conocimiento del latín y de las lenguas europeas le permitió al principio sobrevivir como profesor secundario de idiomas en un colegio de varones de la calle Rivadavia .
Fue un alumno brillante de la carrera de Ingeniería, como si su verdadera formación hubiera sido la mecánica y las matemáticas y no el tomismo y la teología. Publicó una serie de notas sobre la influencia de las comunicaciones mecánicas en la civilización moderna y un estudio sobre el tendido de vías en la provincia de Buenos Aires, y antes de terminar la carrera fue contratado -en 1904- por los ingleses para dirigir las obras en los Ferrocarriles del Sur. Le encargaron la jefatura del ramal Rauch-Olavarría y la fundación del pueblo en el cruce de la vieja trocha angosta que venía del norte y la trocha inglesa que seguía hasta Zapala en el Patagonia .
– Mi hermano se crió con mi abuelo y aprendió todo de mi abuelo. Él también era huérfano o medio huérfano, porque su madre había abandonado, embarazada ya de Luca, a mi padre y también a su hijo mayor y se escapó con su amante. Las mujeres abandonan a sus hijos porque no soportan que se parezcan a sus padres -se reía Sofía- . ¿ Quién quiere ser una madre cuando está caliente ? - Fumaba y la brasa que ardía en la penumbra se parecía a su voz -. Mi padre vive aquí arriba y nos tiene con él y nosotros lo cuidamos porque sabemos que ha sido derrotado en toda la línea. Nunca se repuso de la decisión psicótica, según él, de esa mujer que lo abandonó cuando estaba embarazada y se fue con el director de una compañía de teatro que estaba desde hacía meses en el pueblo representando Hamlet (¿o sería Casa de muñecas?) . A vivir con otro y a tener el hijo con otro. ¿De quién era ese hijo? Estaba obsesionado, mi padre, y se dedicó a hacerle la vida imposible a esa mujer. Una tarde salió a buscarla, ella se encerró en su auto y él empezó a golpear los vidrios y a insultarla a los gritos, en la plaza, con los vecinos regocijados y murmurando y haciendo gestos de aprobación. Entonces la irlandesa se fue del pueblo, abandonó a los dos hijos y borró sus huellas. Aquí las mujeres huyen, si pueden .
Luca fue criado como hijo legítimo y tratado igual que su hermano, pero nunca le perdonó, al que decía que era su padre, esa indulgencia .
– Mi hermano Luca siempre pensó que no era hijo de mi padre y se crió amparado por mi abuelo Bruno, lo seguía a todos lados, como un cachorro guacho… Pero no fue por eso que al final se enfrentó con mi padre, no fue por eso, y tampoco fue por eso que mataron a Tony .
El comisario condujo el auto por el camino de afuera, paralelo a las vías del tren, y bordeó el pueblo hasta dejar atrás las calles y las casas y salir a la ruta. La noche era fresca, tranquila. Le gustaba manejar, podía dejarse ir, ver el campo al costado, las vacas pastando quietas, oír el rumor parejo del motor. Por el espejo veía la noche que se cerraba tras él, algunas luces en los ranchos lejanos. En el trayecto por la carretera vacía no había visto a nadie salvo un camión de hacienda que volvía de Venado Tuerto y que lo cruzó tocando bocina. Croce le hizo un guiño con las luces altas y pensó que seguramente el camionero lo había reconocido; por eso salió del asfalto y entró en un camino de tierra que desembocaba en la laguna. Cruzó despacio entre los sauces y estacionó cerca de la orilla; apagó el motor y dejó que las sombras y el rumor del agua lo tranquilizaran.
A lo lejos, en la línea del horizonte, como una sombra en la llanura, estaba el alto edificio de la fábrica con su faro intermitente que barría la noche; desde los techos una ráfaga de luz giraba alumbrando la pampa. Los cuatreros se guiaban por ese resplandor blanco cuando alzaban una tropilla antes del alba. Había habido quejas y demandas de los ganaderos de la zona. «No será por nosotros que los paisanos les roban los animales a estos mandrias», contestaba Luca Belladona, y el asunto no prosperaba.
Читать дальше