Rosa Regàs - Viaje a la luz del Cham

Здесь есть возможность читать онлайн «Rosa Regàs - Viaje a la luz del Cham» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Viaje a la luz del Cham: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Viaje a la luz del Cham»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

“De la claridad de sus desiertos, del rumor de las aguas milenarias, de la hospitalidad de sus gentes, del descubrimiento de sus mundos recoletos, en una palabra, de lo que busqué, vi y encontré en Siria, trata este libro”, dice Rosa Regàs en el Preludio. En ese viaje de dos meses, la escritora reivindica la aventura que reside en una peculiar y personal forma de ver, de mirar y de descubrir que nada tiene que ver con el exotismo y el turismo cultural. Las calles de Damasco, los olores penetrantes de sus zocos, la forma de convivir con sus gentes, la extraña luminosidad de los atardeceres del Levante, los mágicos encuentros, se suceden e intercalan con los viajes por el país: el valle del Orontes, el vallle del Eúfrates, Palmira, Mari, Ugarit, Afamia, la otra cara del Mediterráneo, la blanca Alepo, los altos del Golán, los poblados drusos del sur, los desiertos y los míticos beduinos. En el texto se alterna la crónica de esos viajes con la reflexión sobre la situación en que se encuentra el país, su actitud frente a Occidente y frente al integrismo, el papel que desempeñan los fieles al régimen y sus opositores, la condición de las mujeres y de los niños en el mundo del trabajo, de la familia, de la religión, salpicados de pequeñas anécdotas de la vida cotidiana. Un texto rigurosamente fiel a esa mirada sugerente y sensual que recupera para el placer y la experiencia imágenes robadas al tiempo, a la distancia, a la banalización y a la manipulación. Un texto en que la autora se suma a la forma de narrar de los autores de libros de viaje que la precedieron y brinda su compañía al lector para que, paso a paso, se convierta a su vez en un viajero que avanza por ese mundo desconocido y revive y redescubre los lugares donde nació su propia civilización, morosamente descritos con sorpresa, ironía y ternura.

Viaje a la luz del Cham — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Viaje a la luz del Cham», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Apenas tuve tiempo de mirarlo porque sonaron unos acordes a los que todo el mundo se puso en pie, yo entre ellos, que supuse serían los del himno nacional. En cuanto terminó, el público tomó asiento de nuevo y apareció en el escenario un imán con barba negra, traje negro y casquete blanco que comenzó a recitar salmos con la misma entonación que utilizan los almuédanos para la oración, un texto que nadie tradujo y que duró por lo menos diez minutos. A continuación comenzaron los discursos en árabe con traducción simultánea al inglés y al francés.

Al llegar nos habían repartido unos auriculares a cambio de los cuales tuve que rellenar y firmar un impreso con la ayuda de Solange, un requisito que me pareció un poco absurdo ya que nadie se tomaba la molestia de comprobar que aquél era efectivamente mi nombre. Así se lo dije a Solange que se sonrió mirándome como si yo fuera la personificación misma de la inocencia.

– No se puede poner otro nombre -dijo-, ellos saben.

Lo cual me sumió en la perplejidad y el temor, y la seguridad de que todos ellos eran de la policía secreta.

– Ellos saben ¿qué? -pregunté para tranquilizarme.

– Ellos saben quién eres -respondió con aire de naturalidad y de saber lo que decía.

– Entonces, ¿por qué he de rellenar este impreso?

– No es más que un trámite.

Un trámite ¿para qué?, me habría gustado preguntarle, pero me pareció una grosería. Y lo más irracional aún fue que al acabar nadie vino a pedirme los auriculares que quedaron tirados en las butacas mientras las pilas de impresos permanecían sobre una mesa en el gran vestíbulo esperando quién sabe qué extraño y misterioso destino.

Después vinieron los discursos.

Todos los ponentes comenzaron dando las gracias al presidente Hafez al Assad que había patrocinado el congreso. El público al oír su nombre se ponía en pie y aplaudía enardecido mientras el orador esperaba. ¿Lo volvía a nombrar el siguiente orador? El público volvía a levantarse arrebatado siempre como si de una verdadera fiesta se tratara. No detecté ni asomo de cansancio, ni de aburrimiento, ni en ningún momento decayó el entusiasmo aunque debieron nombrarlo no menos de treinta veces. Todos los oradores, incluso el americano que representaba la participación extranjera en el congreso, se refirieron al presidente, cosechando los correspondientes aplausos. En cuanto a los árabes, hablaban de él en unos términos tan elogiosos, tan exultantes, tan sacralizados, como los que emplean los políticos occidentales al hablar del Pueblo, del Deber, de la Democracia y de la Patria, y los católicos del papa.

Cuando acabaron los discursos habían transcurrido más de dos horas y se consideraba que el acto había llegado al intermedio. Pero apenas tuvimos tiempo de salir cuando ya se levantó el telón que dejaba al descubierto un escenario forrado de terciopelo negro del que pendía otro retrato, esta vez al óleo, de ocho metros de alto por cuatro de ancho, del presidente Al Assad con esa media sonrisa socarrona que no acaba nunca de dibujarse y su eterno bigote gris.

A continuación comenzó el concierto pero antes el director nos comunicó que debido a que los magníficos discursos de tantos ilustres oradores se habían extendido más de lo previsto, iba a reducirse a la mitad. La orquesta era precisa y disciplinada, la mayoría de los músicos muy jóvenes y los dos pianistas y un oboe excelentes.

Pero el repertorio así truncado resultó demasiado breve.

Al salir, Solange volvió a las presentaciones. Yo daba la mano y ya no intentaba memorizar los nombres y los cargos porque habían sido tantos en una sola noche que perdí la esperanza de retenerlos y no atinaba a saber de qué podría servirme recordarlos. Permanecía con la sonrisa en la boca dando la mano y saludando con una inclinación de cabeza mientras contemplaba otra gran efigie del presidente que, según me había dicho Solange, no había podido asistir al acto.

En los dos meses que estuve en Siria las vi en todas partes y de todas las formas posibles: en pegatinas, carteles, en marcos dorados, en el cristal de los coches, bordada en los tapices, estampada en negro en las paredes de cemento, recortada en hierba en los parterres, en estrellas relucientes y sobre toda clase de objetos, relojes de pulsera y de pared, gemelos que ya nadie lleva, manteles, servilletas, tazas, repetida casi tantas veces y sobre tantos objetos como en Inglaterra los miembros de la familia real. Me pregunto quién será el que decida que se pongan sus retratos y efigies en los bares, los hoteles, las oficinas y las peluquerías de ciudades, pueblos, aldeas y alquerías. Me cuesta imaginar que sea el propio dictador quien lo exija. Porque me cuesta imaginar la forma y el momento de dar la orden. O tal vez no hay órdenes sino que el exceso de celo y de adulación por parte de los subordinados tácitamente espoleados por la vanidad de sus señores, va encontrando imitadores y acaba convirtiéndose en ley sin que nadie sepa cómo. ¿Son así los dictadores? ¿No les dará vergüenza exigir tributos tan inocentes como un retrato más, un aplauso más? ¿O es que, la vanidad que no tiene límites, es inherente a la naturaleza humana y sólo ellos pueden alimentarla a voluntad?

Solange me dejó en casa no sin haberse ofrecido una y mil veces a llevarme donde yo quisiera y a ayudarme en lo que me hiciera falta.

Se lo agradecí de veras y anoté todos sus teléfonos, pero la verdad es que no volví a verla aunque fui algunas veces al ministerio a visitar a mi amiga Sausan. Le dije adiós con la mano cuando se fue y subí las escaleras de mi casa corriendo porque no veía el momento de meterme en la cama.

III. El Guta, el oasis de Damasco.

Damasco la reina del agua, dicen las guías, la de las tierras fértiles, la de los cielos benignos. Como una esmeralda verde en medio de un desierto de arenas doradas se abre al este de la cordillera del Antilíbano que de norte a sur corre paralela al mar. La esmeralda es su oasis que a pesar de haber sido invadido sin miramientos por la ciudad y el desarrollo indiscriminado, todavía conserva, antes de convertirse abruptamente en desierto, huertas y riberas frondosas, campos de violetas, rosas damascenas y mimosas, sembrados y labrantíos, extensiones de frutales, higueras y olivos, y caminos bordeados de nogales, un paraíso ya descrito por Alí Bei al Abbasi hace casi doscientos años.

Pero la ciudad, Damasco, no es verde, sino dorada, del color de la tierra, del ocre tostado de los colores antiguos. Una ciudad profundamente árabe, un abigarrado y primitivo núcleo de callejuelas, casas y patios escondidos en ellas que desde hace cuatro mil años sin interrupción ha ido creando a su alrededor círculos de vida arañándole tierra al oasis.

Las primeras noticias que se tienen de Damasco nos hablan de la capital de un pequeño reino arameo, un pueblo seminómada que en oleadas sucesivas procedentes de Arabia se instaló en el oasis, el Guta, y desde entonces ha conocido toda clase de invasiones, dominios, gobiernos, dueños y señores, que enterraron tras ellos las distintas civilizaciones que les precedieron: asirios, neobabilonios, caldeos, persas, seléucidas, griegos, romanos, bizantinos, omeyas, abasíes, fatimidas, seljuks, atabegs, ayubíes, mamelucos, otomanos, y para acabar los franceses y los británicos que se repartieron el territorio de Siria. Tras soportar tantas invasiones, todas ellas con ánimo de civilizar, educar y ayudar, Siria, desmembrada y dividida, consiguió la independencia hace escasamente cincuenta años. Y cuando parecía que todo había terminado, ha llegado la nueva invasión: la de la ciudad extendiendo en el oasis sus tentáculos.

En los años cuarenta y cincuenta la explotación económica del campesino obligó a grandes masas de hombres y mujeres a buscar en la ciudad un modo de vida mejor, y la llegada de refugiados palestinos expulsados de sus tierras o la de libaneses, iraquíes, somalíes o kurdos huidos de sus guerras y persecuciones provocó una lucha sin cuartel para disputarse los recursos y los terrenos que van de la ciudad a la estepa y dar cabida a una población que en 1920 era de 170.000 y está sobrepasando ahora los tres millones de habitantes.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Viaje a la luz del Cham»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Viaje a la luz del Cham» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Viaje a la luz del Cham»

Обсуждение, отзывы о книге «Viaje a la luz del Cham» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x