– ¿Y cuál es la posición de Debbie? -preguntó Sissy. Muy suavemente la brisa acarició con hierba sus costillas.
– Bueno, según entiendo yo, Debbie considera que las personas tienden a convertirse en lo que odian. Dice que las mujeres que odian a los hombres se convierten en hombres. ¡Ay! Esta hierba hace cosquillas, ¿eh? -también se las hacía a Jelly-. Debbie dice que las mujeres son distintas a los hombres y que esa diferencia es el origen de su fuerza. Antes del judaismo y del cristianismo, lo controlaban todo las mujeres, gobiernos, economía, familia, agricultura, y en especial la religión; en eso están de acuerdo ambas. Pero Debbie dice que si las mujeres han de controlarlo todo otra vez, deben hacerlo al modo femenino; no deben recurrir a métodos masculinos agresivos y violentos. Dice que ya es hora de que demuestren ellas mismas que son mejores que los hombres, es hora de que amen a los hombres, de que les den buen ejemplo y les guíen tiernamente hacia la Nueva Era. Debbie, nuestra querida Debbie, es una auténtica soñadora.
– ¿No estás de acuerdo con ella, entonces?
– Bueno, yo no diría eso. Espero que ella tenga razón, a la larga. Pero estoy con Delores en cuanto a luchar por lo que es mío. No puedo entender por que Delores es tan quisquillosa con el Chink. Probablemente pudiese enseñarle varias cosas. ¿Y cómo puede alguien odiar a Billy West, ese simpático granuja? Amo a las mujeres, desde luego, pero nada puede ocupar el lugar del hombre adecuado. Aún así, ésU os territorio de vaqueras y apoyaré a Delores y combatiré a cualquier cabrón que pueda negarlo. Creo que siempre he sido una camorrista. Mira. Esta cicatriz. Tenía solo doce años y me alcanzó una bala de plata.
Jelly cogió la mano de Sissy, evitando cuidadosamente su dedo primero o más preaxial, y la ayudó a palpar la pequeña depresión de su vientre. Era como si se hubiese comprado el ombligo en una de esas tiendas en que dan dos artículos por el valor de uno.
Ignorando la posibilidad de que hubiese excitado la curiosidad de Sissy o iluminado su cuadro de distribución límbico, Jelly siguió hablando:
– Dios mío, aquí lo entiendo todo. En este espacio virgen: Nadie le ha podido clavar estacas ni nadie lo ha podido parcelar. Es demasiado grande y demasidao indómito. Los hombres lo ven como un desafío; quieren competir, conquistarlo. En conjunto, fracasan, y por eso ahora odian esta tierra. Pero las mujeres pueden mirarla de un modo distinto. Pueden fluir con ella, fundirse en ella y amarla. El Chink dice que estas llanuras viven al borde del significado, en una zona situado entre el significado y algo tan grande que no tiene significado alguno. Creo que lo entiendo. No se por qué todas las vaqueras no son capaces de contentarse con esto, pero sé que algunas personas no pueden sencillamente divertirse si no se divierten también todas las demás.
Sissy mantenía su mano en la barriguita de Jelly, pues tan pronto como la vaquera dejase de hablar quería preguntarle cómo había recibido un balazo de plata en tan tierno lugar y a edad tan tierna. Antes de que tuviese un segundo para preguntar, sin embargo, fue Jelly la que hizo una pregunta:
– Oye, Sissy, tú que trabajas para La Condesa y demás, me pregunto si has tenido oportunidad de utilizar el truco del perfume de que hablamos a las clientes el otro día.
– Yo, bueno, no, nunca lo he hecho. ¿Funciona de verdad?
– Claro que sí. ¿Por qué no pruebas?
– ¿Quieres decir ahora?
Quiere decir ahora, Sissy. Now. N de narciso, N de nefando. N de nigi (Nigi es el japonés «arcoiris». Significa también «dos en punto». Así, en el Japón hay por lo menos dos arcoiris diarios) O de orquídea, O de odorífero, O de om (La colchoneta de meditación es el caballo del yogui; adelante pequeño yogui, alcanza. «Apaga la vela antes del ocaso del sundownownownow-nownownow»… El único mantra al oeste del Pecos); W por wisteria, W por húmedo, W por Waya Waya (una ciudad del este de Washington), Wagga Wagga (una ciudad del sureste de Australia) y Wooga Wooga (un café de la dimensión astral donde Charlie Parker improvisa todas las noches del sábado): N * O * W*, Now, ahora. Ella quería ver cómo lo estirabas, Sissy, quería verlo abriéndose como una zapatilla de ballet, un boqueante marisco. Quería extenderlo, Sissy, sus pequeños dedos babeando el fangal, elevando su temperatura, ensanchando su sonrisa. Ay, ¿por qué es tan difícil entre mujeres? Entre un hombre y una mujer es sí o no. Entre mujeres es siempre quizás. Un error y la otra sale corriendo, escapa. Las mujeres, aunque se abracen, han de mantener los corazones quietos, los ojos en blanco. Las palabras están fuera de lugar. Pero merece la pena, Sissy, merecen la pena los fingimientos, las interrupciones, la cautela. Cuando un hombre está dentro tuyo, no puedes imaginar lo que siente su cuerpo, ni él puede conocer exactamente tus placeres. Entre mujeres, ambas son exactamente conscientes: Cuando ella hace eso está segura de que la otra está sintiendo aquello. Y es todo tan suave, Sissy. Tan suave.
Khrishna, o Pan como le llaman en Occidente, el dios al que Jesucristo hizo ocultarse, era el único dios que comprendía a las mujeres, Khrishna/Pan atraía a las doncellas al bosque, pero jamás las violaba ni las seducía con falsas promesas o falsas declaraciones de amor. Las despertaba con una vieja función especial; las conectaba. Es así cómo se visitan las mujeres: como música, como payasos.
La mujer no ha padecido alegremente la civilización. Se ha dicho, en realidad, que la civilización toda no era más que un dique alzado por los hombres, deseosos de competencia sexual, a fin de «contener las salvajes e indómitas aguas femeninas». Ahora, sin embargo, ella puede controlar los flamantes inventos del hombre civilizado y utilizarlos para sus propios y oscuros designios. Por ejemplo, el beso.
El beso es el mayor invento del hombre.
Todos los animales copulan, pero sólo besan los humanos.
El beso es el más alto triunfo del mundo occidental.
Los orientales, incluidos los que llevaban el continente norteamericano antes de la devastación, se frotaban las narices, y miles de ellos aún lo hacen. Sin embargo, pese al fruto dorado de sus milenios (nos dieron el yoga y la pólvora, Buda y el maíz en mazorca) ellos, sus multitudes, sus santos y sabios, jamas produjeron un beso.
El mayor descubrimiento del hombre civilizado es el beso.
Los primitivos, los pigmeos, los caníbales y los salvajes han mostrado ternura recíproca de diversas formas táctiles, pero lo de morro contra morro no ha sido su estilo.
Los periquitos se frotan los picos. Sí, es cierto, lo hacen. Sin embargo, sólo los devotos de la eyuculación prematura, o las ancianitas que asesinan niños con agujas de tejer para robarles el dinero del bocadillo y comprar ríñones frescos para sus gatitos podrían situar las caricias de pico en el reino del beso.
Los negros africanos se rozan los labios. Así es; algunos lo hacen, como lo hacen también tribeños aborígenes de otras partes del mundo: pero aunque rocen sus labios, no se demoran en el roce. El beso apresurado de puro contacto es una rueda cuadrada, torpe y un tanto siniestra. ¿Qué otra cosa hizo Judas para traicionar a nuestro salvador si no darle un beso de este genero? Terso, sin saliva, sin lengua.
La tradición nos informa que el beso, tal como lo conocemos, lo inventaron los caballeros medievales con el utilitario propósito de determinar si sus esposas habían usado el barril de hidromiel mientras los caballeros anclaban fuera, de servicio. Si por una vez la historia acierta, el beso empezó como un conectador oscilatorio, un husmeador oral, una especie de cinturón de castidad alcohólica, después del hecho. La forma no siempre sigue a la función, sin embargo, y con el tiempo, el beso por el beso se hizo popular en las cortes, extendiéndose luego a comerciantes, campesinos y siervos. ¿Y por qué no? Besar era dulce. Era como si toda la dulzura atávica que aún quedase en el hombre occidental se canalizara en el beso y sólo en él. ¡Ninguna otra carne como la del labio! ¡Ninguna carne como la de la boca! El tic musical de diente contra diente, la maravillosa curiosidad de las lenguas.
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