Tom Robbins - También Las Vaqueras Sienten Melancolía

Здесь есть возможность читать онлайн «Tom Robbins - También Las Vaqueras Sienten Melancolía» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

También Las Vaqueras Sienten Melancolía: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «También Las Vaqueras Sienten Melancolía»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

TAMBIÉN LAS VAQUERAS SIENTEN MELANCOLÍA es una visión hilarante de la década del sesenta y principios del setenta en los Estados Unidos. La tragicomedia sienta sus reales en un territorio donde los jóvenes han querido trastocar los valores tradicionales de la sociedad. En medio de un ambiente de hilaridad, sarcasmos e imaginación, nuestra protagonista, Sissy Hankshaw, se convierte en una leyenda viva del autostop. Sus descomunales pulgares le abren las puertas de cuanto vehículo motorizado se apresura por las autopistas, carreteras y caminos del continente norteamericano. Y a su paso, empiezan a aparecer personajes memorables salidos del vasto sueño nacional: allí está Julián, piel roja neoyorkino, pintor abstracto, intelectual, snob, asmático, hipocondríaco; y está el psiquiatra doctor Robbins, el alter ego del autor, enamorado de su paciente – protagonista; y está Delores del Rubi, con su misteriosa leyenda a cuestas y sus botas y su látigo, amante del peyote y de una secreta Revolución Universal; y está Bonanza Jellybean, quien de niña decidió ser vaquera y de mayor negó la absurda posubilidad de que las vaqueras no pudieran existir en el mundo. Y están las grullas chilladoras: el rancho “Rosa de goma”, primer rancho en la historia de la civilización occidental regentado únicamente por mujeres vaqueras; el Pueblo Reloj, la tribu anarquista de pieles rojas que viven a la espera de que resuene su hora en este mundo o en el próximo; y está el Chink, el ermitaño sin par, el antiguru de la montaña sagrada… Los personajes y las situaciones se suceden con el ritmo frenético de nuestro tiempo. El torbellino incesante parece carecer de dirección. Es entonces cuando los personajes (quizás nosotros mismos) se dan cuenta de que la única posibilidad de vida es el retorno a los valores más básicos, menos intelectuales u ortodoxos, es decir, los simples sentimientos humanos. A partir de ellos, se puede volver a respirar sin que la contaminación ambiental y social los disgregue y aniquile. Sissy es la encarnación viviente de estos valores inocentes y eternos. La novela termina siendo una gran alegoría de nuestro tiempo y una visión refrescante del mundo y de la condición humana.
“La precisión y la elegancia de la prosa de Robbins nos recuerda a Nabokov, a Borges, a Joyce…” Play Boy

También Las Vaqueras Sienten Melancolía — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «También Las Vaqueras Sienten Melancolía», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Lo mismo que Sissy, por ejemplo, cansada de cavilar sobre las conexiones invisibles, pasó a sus pulgares y empezó a hacer señas de parada al canto de los grillos mientras volvía caminando a su habitación.

46

FUE EL día sexto, el día que, en la versión judeocristiana de la Creación, dijo Dios: «Haya estricto entrenamiento de orinal y libre empresa.» Sissy salió del edificio principal. Inmediatamente, sus ojos se volvieron, como hacían siempre, hacia el Cerro Siwash.

A veces podía distinguir una figura humana allá arriba, perfilada contra la arcilla multicolor o surgiendo, más cerca de la base, de una mata de juníperos, arrastrando tras ella su barba. Aquella mañana se vio recompensada por la borrosa imagen y el rumor apagado de una conmoción.

Un grupo de vaqueras miraba también hacia el cerro. Se apoyaban en el vehículo conocido como el «carro de peyote», una ranchera Dadge con una instalación de acampada de madera hecha a mano en la parte trasera. Los aleros estaban tallados como las quijadas abiertas de lagartos y caimanes, piel verde y temibles dientes, que sobresalían en bajorrelieve por ambos lados de aquel compartimento de chillona pintura. Imágenes de iguanas y saurios de chasqueante lengua adornaban la puerta trasera. Las bocas blanco-hospital de las serpientes mocasines bostezaban desde todos los espacios que no ondulaban ya con los mortíferos anillos, culebreos escamosos y ojos hipnóticos de reptadores de ciénagas y otras manifestaciones del tótem primogenio. No había duda de quién era la propietaria de aquel vehículo, vestida como iba de negro intenso desde el sombrero de montar estilo español a las botas de piel de mamba: Delores (con una «e») del Ruby.

La misma Delores que se alejó al aproximarse Sissy, diciendo fríamente por encima del hombro:

– La industria de la higiene femenina compra mujeres por cincuenta millones de dólares al año.

Sissy se quedó asombrada ante aquella hostil referencia a sus actividades de chica Yoni Yum/Rocío. Como si fuese una cría de víbora de la fachada del carro de peyote, fue presa de pequeños espasmos en su labio inferior. Estaba acostumbrada a que se ridiculizaran sus pulgares y el uso al que los destinaba. Pero su modesta carrera de modelo era lo único suyo que había parecido meritorio a la gente.

– No le hagas caso a Delores -dijo Kym-. Tiene un palo clavado en el culo.

– Sí -añadió Debbie-. Ya tengo ganas de que le llegue su «tercera visión» de una vez por todas.

La frente de Debbie hizo por su cuenta movimientos viperinos.

– Aunque bien pensado -añadió-, quizás no tenga gana ninguna.

Las vaqueras medio se rieron, medio gruñeron. Parecía desazonarles la rudeza de Delores, aunque había suficientes razones, considerando su conducta el día anterior en la clase de recondicionamiento sexual, para que Sissy creyese que compartían la actitud burlona de su capataz hacia la industria que Sissy representaba.

Quizá fuese apropiado plantearse una revaloración. Pero de momento, era la conmoción de aquel cerro, teóricamente sagrado para una dieciseisava parle de ella, lo que le interesaba.

– ¿Qué pasa allá arriba? -preguntó Sissy, con la esperanza de que no le temblara la voz.

– Otro grupo -contestó Kym- de buscadores de salvación que intentan ver al Chink. Está espantándoles; como siempre. ¡Qué farsa!

– Mierda -gritó Big Red-. Todo es culpa de Debbie. Debbie escribió a todas sus amistades y les dijo que vivía allá arriba el gran brujo, y la noticia corrió como manteca caliente. Así que ahora vienen hasta de San Francisco, esperando que el viejo pedo les revele la verdad. Pero él nunca le dice nada a nadie.

– Habla mucho con Jellybean -corrigió Debbie.

– Puede que sí y puede que no -contestó Big Red-. Sospecho que Jelly sólo le sigue la corriente para que nos deje en paz… y él hace lo mismo con ella. ¡Vaya, ahí viene! Mira cómo corren tus peregrinos, Deb. Pierden el interés por la salvación demasiado rápido; quizá le dejen al viejo unos meses de tranquilidad. No es que se lo merezca.

Sissy se preguntaba por qué consideraría Debbie al Chink una especie de brujo. Se lo preguntó.

– Es una buena pregunta -dijo Debbie, que era aproximadamente tan linda como Bonanza Jellybean, aunque vistiese como sus compañeras, de rnodo más convencional-. Una buena pregunta, sí. Sabes, Sissy, que los sabios, los santos y los caudillos espirituales o como quieras llamarles, no andan predicando por ahí ni escriben libros ni recluían discípulos ni predican en la astrocúpula de Houston. Algunos se mantienen casi invisibles entre nosotros, Swami Vivekananda dijo una vez que Buda y Cristo eran héroes de segunda fila. Dijo que los hombres más grandes pasaron inadvertidos. No se manifestaron ni exigieron nada, no fundaron escuelas ni sistemas con su nombre. En vez de destacarse, simplemente se fundieron en amor…

– ¡Amor! -interrumpió Big Red-. Mejor sería decir grasa.

Debbie sonrió pacientemente.

– Vívekananda -continuó- indicaba que los estadistas y generales y ricachos que nos parecen tan importantes, son en realidad figuras de muy bajo nivel, Él dijo: «Los hombres superiores son tranquilos, silenciosos y desconocidos.» ¿No te parece maravilloso? Los auténticos maestros pocas veces se manifiestan, salvo en las vibraciones que dejan tras sí, con las que los gurús menores elaboran sus doctrinas. Pero hay medios para reconocerlos. El Chink, como le llaman, parece una persona difícil (se niega incluso a reír en mi dirección), pero en su silencio y en sus misteriosas actitudes da signos de…

– Sí, si puedes considerar un signo el tocarse el pito -intercaló Big Red.

– …signos de elevada sabiduría -continuó Debbie-. Fue un error mío escribir a mis antiguos hermanos y hermanas de la liga del Avatar del Ácido Atómico habiéndoles de él, aunque muchos de ellos busquen desesperadamente la iluminación, ahora me doy cuenta. Pero no me equivoqué en mi valoración de él, de eso estoy segura.

Hizo una pausa, rascando sus dedos ensortijados por las curvas de una serpiente de coral tallada.

– Ahora quería preguntarte una cosa a ti, Sissy; tengo entendido que has viajado más que nadie. En tus constantes viajes, ¿no te has encontrado nunca con una persona que por su sabiduría destacase sobre todas las otras, que pareciese tener un conocimiento sobre la vida del que carecemos los demás humanos?

La pregunta iba en serio, así que Sissy meditó. Aunque parezca extraño, no se había relacionado, en realidad, con demasiada gente, ni había observado con detenimiento a las personas. Ella buscaba transporte, no conductores. Y en cuanto a los peatones… sombras en el recuerdo de un rayo de luz. Recordaba, sin embargo, aquella vez en México, no muy al sur de la frontera. Sissy había recorrido en autoestop una carretera tan polvorienta que un camello habría muerto en ella de asfixia. Por fin pasó ante la casa-taller de un ebanista. Había quince o veinte piezas de muebles recién talladas alineadas al sol junto al camino. Las barnizaba un hombre de edad indefinida. El mexicano iba aplicando cuidadosamente con una brocha el barniz que sacaba de una lata pequeña. Siempre que pasaba un coche o un camión, cosa frecuente, se alzaban espesas nubes de polvo que se posaban como recuerdos de Lawrence de Arabia sobre la pegajosa madera recién barnizada. Pero el mexicano seguía con su trabajo, sonriendo, cantando para sí y no prestando al polvo más atención que si fuese una emisión de radio en idioma extranjero. Tanto había impresionado a Sissy aquel hombre que a punto estuvo de pararse a hablar con él; hizo que se soltaran luminosos globos en su corazón, Al final, sin embargo, había seguido haciendo autoestop… pensando posteriormente en el ebanista sólo en momentos de tensión, frustración o inseguridad.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «También Las Vaqueras Sienten Melancolía»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «También Las Vaqueras Sienten Melancolía» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «También Las Vaqueras Sienten Melancolía»

Обсуждение, отзывы о книге «También Las Vaqueras Sienten Melancolía» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x