Mis «colaboradores» enviados desde Alemania negociaron la prolongación del contrato.
La mayoría de los empleados estuvieron contentos de firmar por otros cinco años a cambio de un sustancial aumento de la retribución.
Al final, los que decidieron irse fueron 69.
Ese año enfermaron diez empleados que, de los 511 originarios que se habían quedado, equivalían al 2%.
Sumados a los que habían dejado voluntariamente el centro, el número de sujetos que quedaban del grupo originario se había reducido a 432.
En el año 2006 se produjo un cambio radical.
Se comprobaron cincuenta nuevos casos de neoplasia, equivalentes al 11,6% de la población originaria.
Esta explosión de casos provocó importantes reacciones emocionales por parte del personal.
En ese momento todos conocían al menos a un compañero aquejado de alguna forma de enfermedad grave.
Los dos emisarios del solicitante fueron los encargados de reconducir la situación.
Se organizaron varias reuniones con todos los empleados.
Se intentó trasladar las sospechas sobre los móviles a otras posibles causas.
En aquellos años aparecieron una serie de estudios que concluían que el uso de móviles no podía relacionarse en ningún caso con la aparición de tumores.
Estos estudios se utilizaron como prueba irrefutable.
Y en realidad nadie los puso en duda.
Entre las varias explicaciones alternativas empezó a tomar fuerza la que relacionaba la situación con un desastre ocurrido en el país con anterioridad.
El centro estaba ubicado a sólo cuatrocientos kilómetros de Bhopal, ciudad víctima del famoso desastre medioambiental provocado por la empresa Union Carbide.
Siguiendo los protocolos establecidos, examiné a fondo todas las teorías, incluida ésta, que aparentemente podían resultar plausibles.
Explicaré brevemente lo que sucedió en Bhopal. En 1984, en un tanque de la fábrica se produjo una fuga de cuarenta toneladas de isocianato de metilo, un gas usado en la fabricación de pesticidas. Según algunas fuentes médicas, murieron más de veinte mil personas. En la zona todavía se producen un número terrorífico de muertes causadas por los efectos a largo plazo de aquel accidente.
El gas en cuestión, sin embargo, era más pesado que el aire y se expandió en una área muy vasta, pero delimitada a la ciudad de Bhopal y a sus alrededores inmediatos. Así pues, no era una situación comparable a la acaecida en Chernóbil, donde las emisiones nocivas se propagaron a centenares de kilómetros.
Volví a repasar los currículums de todos los empleados: ninguno procedía de Bhopal, tampoco ninguno había vivido allí temporalmente, ni por estudios ni por trabajo.
Así que podía excluirse por completo que el desastre de Bhopal pudiera haber influido en la salud de la población del área donde estaba ubicado el centro de llamadas.
A pesar del gran miedo reinante, la gente siguió trabajando y recibió otro aumento de sueldo.
De los veintidós empleados que habían enfermado en los años anteriores, dieciocho murieron sin haber podido seguir un tratamiento adecuado ni tampoco, claro está, una terapia adecuada contra el dolor. En 2006 a éstos se añadieron cincuenta más.
Ulrike se secó la frente y bebió un sorbo de la cerveza que tenía junto al ordenador. Miró a Andreas, él le devolvió la mirada con una sonrisa triste.
En el transcurso de 2007 enfermaron de varias neoplasias 104 personas, lo que equivalía al 27,2% de los empleados que habían iniciado el estudio.
Muchos de ellos presentaban síntomas tan avanzados que se podía asegurar un diagnóstico irreversible.
En el centro de llamadas se respiraba un clima de completo pánico.
Recibimos 43 dimisiones y los directores del centro tuvieron muchas dificultades para convencer a los demás de que se quedaran.
Se consideraba que el lugar estaba maldito, y la dirección del centro decidió trasladar la sede a otro edificio, situado a dos kilómetros de distancia.
La explicación de las enfermedades, aceptada por la mayoría de las personas, había que buscarla en los materiales utilizados para construir el edificio. El traslado permitió tranquilizar a la mayor parte de los empleados que se quedaron.
Eran pocos los que se preguntaban si las causas, en cambio, no estaban relacionadas con el uso tan intensivo de los móviles. Era un medio tan integrado en su vida, tanto laboral como privada, que nadie parecía ponerlo en duda.
Al final de 2007, durante unas breves vacaciones en Europa, decidí no regresar a la India a continuar un proyecto que para mí ya no tenía sentido, aparte del de condenar a una muerte segura a un número cada vez mayor de trabajadores.
Me raptaron el 19 de diciembre de 2007 y me retuvieron durante cuatro días.
Las torturas físicas y psicológicas que sufrí no pueden describirse con palabras. La amenaza de que tratarían de la misma manera a mis seres queridos fue lo que me hizo regresar a la India.
En 2008, de los 235 empleados que quedaban, 219 contrajeron varias formas de tumor, lo que equivalía al 93,2%.
Me llegó la noticia de que muchos de los trabajadores que habían dimitido el año anterior tampoco estaban bien, aunque, a causa de la total carencia de estructuras médicas serias en la zona, no sabían exactamente qué tenían.
Escribía diariamente al solicitante suplicándole que pusiera fin a aquella carnicería. Me comunicó que cerraría el centro de llamadas a finales de 2009.
Ya no se contrató a ningún sustituto, incluso los directivos indios del centro estaban convencidos de que los edificios estaban poseídos por el demonio, ya que ni siquiera la nueva sede había obrado el milagro.
La situación no era humanamente sostenible. Habían creado un centro de asistencia médica en el exterior del centro de llamadas. No era un verdadero consultorio, en realidad distribuía opiáceos de varios tipos para aliviar el terrible sufrimiento que soportaban diariamente gran parte de los ex empleados.
Empezamos el año 2009 con dieciséis de los 523 empleados originarios de 2000. Durante el año enfermaron catorce.
La tendencia generada durante los nueve años de investigación es terrible e irrefutable. Existe un claro efecto acumulativo de la exposición a las ondas electromagnéticas.
Las investigaciones precedentes nunca han podido comprobar nada comparablemente parecido por los siguientes motivos:
1. Insuficiente duración de la investigación.
2. La mayor parte de las investigaciones efectuadas hasta el momento se han realizado con células in vitro. A pesar de que este tipo de estudios han puesto en guardia a la opinión pública contra los posibles efectos perjudiciales de las ondas electromagnéticas, nunca han podido probar de manera irrefutable no sólo la peligrosidad que conllevan, sino tampoco el grado de la misma.
Los datos estadísticos más relevantes de nuestra investigación es obvio que no sólo son el número absoluto de enfermos, sino también las tipologías de neoplasias generadas. En el 80% de los casos se trata de tumores cerebrales, de los cuales el 91% se manifiestan en la zona de la cabeza en la que normalmente se apoya el móvil; en el 19% de los casos se trata de neoplasias malignas de la piel, asimismo imputables al hecho de haber sido sometida a una enorme cantidad de ondas; el 1% restante son tumores localizados, según los porcentajes estándar, en mama, páncreas y pulmones.
RECOMENDACIONES
La primera y principal recomendación es la de someter a una tercera opinión, institutos de investigación, entes nacionales e internacionales, todos los datos recogidos en estos nueve años para que mis conclusiones sean confirmadas por un círculo más amplio de expertos y se establezcan los criterios de actuación más adecuados.
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