María Janer - Las Mujeres Que Hay En Mí

Здесь есть возможность читать онлайн «María Janer - Las Mujeres Que Hay En Mí» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Las Mujeres Que Hay En Mí: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Las Mujeres Que Hay En Mí»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Finalista Premio Planeta 2002
«En aquella casa habitaban los fantasmas de mis madres.» Así comienza el fascinante relato de Carlota, que nos sumerge en los misterios y las pasiones ocultas en una mansión en la que vivieron su madre, Elisa, y su abuela, Sofía, ambas muertas a los veinte años. Carlota vive con su abuelo en una magnífica casa de campo rodeada de un jardín. Pero también vive en compañía de los fantasmas de sus «dos madres», omnipresentes en la casa, y con la obsesión de reconstruir sus vidas, para lo que sólo cuenta con las palabras de su abuelo y, a veces, con sus elocuentes silencios. Ella anhela saber lo que ocurrió y recurre a los papeles olvidados en la alcoba, a los comentarios familiares, a su propio instinto de mujer, y conoce así las extrañas formas con las que se manifiesta la pasión, la injusticia de las ganas de vivir cercenadas por una muerte demasiado temprana. Un mundo bello y dramático al que no es ajeno otro personaje silencioso e inquietante: el jardinero de la casa. Con este viaje a través de tres generaciones de mujeres, Maria de la Pau Janer despliega todos sus recursos de gran narradora para ofrecernos una obra magistral, una novela que arrebata por la fuerza de la narración y por la belleza del mundo que nos descubre.

Las Mujeres Que Hay En Mí — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Las Mujeres Que Hay En Mí», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

En la buhardilla encontré la carta. Hay cartas que sirven para desvelarnos una parte del pasado, nos lo aclaran. Son como puentes de luz que se extienden en una orilla en donde la oscuridad desdibuja las formas de las cosas. Son palabras que han quedado retenidas en un papel, hasta que nuestras manos dan con ellas. Entonces se vuelven a repetir las mismas frases. Se dicen en un contexto diferente para unos ojos que son destinatarios de ellas por casualidad. El azar me trajo aquel escrito que, probablemente, no habría leído nunca porque no me correspondía. Una carta es un trozo de conversación grabada en un papel. Un monólogo dirigido a una persona concreta, que tiene nombre y apellidos, de la que a menudo se espera respuesta. Estaba claro que yo no era la persona a la que se dirigía aquel escrito. Entonces pensé que debería haberme avergonzado de ello. En circunstancias normales, nunca habría abierto una carta destinada a otro. Me habría esforzado en contener la curiosidad que me inspiraba, diciéndome que no era para mí. Pero el territorio de la buhardilla era diferente: ésta fue mi disculpa. Todo cuanto estaba tras el portalón de madera, más allá de los alambres de la azotea, me pertenecía.

La encontré sin buscarla. Sólo removía papeles. Lo había hecho tantas veces que ya ni me lo proponía. Era un ejercicio que llevaba a cabo por inercia, sin plantearme si esto o aquello era material privado. En la amalgama confusa de la buhardilla, el papeleo formaba una unidad indivisible. Todo se entremezclaba sin orden ni concierto. Mis ojos sólo tenían que acoplarse a la luz de una bombilla o a la claridad de la mañana, si era soleada. Se entretenían siguiendo las líneas escritas en los viejos cuadernos de caligrafía, en los libros, en los pies de foto de un álbum, en las cartas. Saltaban de una frase capturada en una libreta de notas al párrafo que alguien había subrayado en una Biblia. Iban de una postal que ofrecía vistas doradas a una hoja amarillenta. Reconozco que tengo mérito: de todo aquel batiburrillo, rescaté la carta.

Hay cartas que nos hablan del pasado, pero hay otras que afectan a nuestro futuro. Son escritos que nos dan la clave de alguna historia. Cuando las leemos, ignoramos por qué caminos nos van a llevar. No sabemos cómo cambiarán nuestra vida, si van a invertir su orden o harán aparecer elementos insospechados en nuestro particular mapa del mundo. ¿Cómo habría reaccionado, si alguien me hubiera explicado las consecuencias de aquella lectura? ¿Habría sido capaz de tomar la carta entre mis manos y recorrer sus líneas, si hubiera sabido todo lo que iba a venir? No lo sé. Hay dosis de audacia en mi carácter. Me gusta el riesgo. Será una herencia de ellas, que no había sido capaz de reconocer hasta ahora. Mi vida era tranquila antes de leer aquel papel, y esto me gustaba. Era bueno despertarme por las mañanas y hacer que el pensamiento recorriera el aire, distraído. La vida era amable, sin obsesiones. Desde entonces, todas las noches me duermo persiguiendo el ruido de sus pasos por el jardín. Aunque la noche sea fría, abro un poco la ventana para que no se me escape ni uno. Desde aquel día, me hago preguntas que nunca tienen la misma respuesta. En la buhardilla pasé momentos deliciosos. Algunos marcaron los signos de una historia que aún tenía que escribir.

IV

La espía. Desde el jardín, observa la ventana y la línea de luz que dejan entrever las cortinas. Si concentra la mirada ahí, captura las formas del cuerpo que se mueve en la habitación. Saberse sola debería haberla dotado de una libertad de movimientos parecida a la dejadez: un relajamiento de los miembros, que se abandonan a la deriva del no hacer nada. Debería haber doblado la espalda un poco, mientras alza los hombros y queda perfilada su redondez. El cabello a su aire, o trenzado de cualquier manera, debería haberse descompuesto en torpes rizos.

Sofía sabe que no está sola. Sabe que un hombre vigila sus pasos desde el otro extremo del mundo. Ella, dentro de la jaula tranquila de este cuarto, protegida del viento; él, en el jardín, perdido entre la brisa del anochecer. El saberse observada condiciona cada uno de sus gestos. Es inevitable. No puede dejarse llevar por las sensaciones que propicia la soledad, sino que ha de mantenerse alerta. Los cuerpos que se sienten objeto de un punto de mira no se mueven con la libertad de los otros. Por eso procura situarse bien centrada en la ventana. Con un gesto que quiere ser inocente, pero que no tiene ni una pizca de inocencia, su mano abre un poco más las cortinas. La línea vertical gana algunos centímetros casi por casualidad, cuando se aleja. Luego toma protagonismo el espejo.

Ha aprendido poco a poco a moverse para él. Al principio, cuando intuyó lo que sucedía, le daba vergüenza cualquier gesto excesivo. La reacción inicial fue la de volverse una hormiga y esconderse en alguno de los recodos de la habitación. Lentamente se acostumbró. No fue complicado, ya que le gustaba mucho la sensación de ser observada. No se lo habría confesado a nadie, pero las cosas ocurren y no podemos dar razón de ellas. Le habría costado encontrar una explicación que justificase ante sí misma aquellos instantes. No existía. Lo único importante eran los movimientos de un cuerpo que tomaba forma y vida para la mirada de él.

La vida de Sofía se dividía en dos partes perfectamente diferenciadas. Sus tías habrían hablado de los años de infancia y adolescencia en Llubí, el tiempo de existencia tranquila en el pueblo, cuando el futuro era aún una línea incierta, como un horizonte pequeño que tiembla a lo lejos. Dejó atrás esta época con cierta resistencia. No le gustaban mucho los cambios y se había acostumbrado a un universo de seguridades que nunca alteraban los días tranquilos. La ilusión por La Casa de Albarca, que su prometido supo contagiarle desde su propio entusiasmo, no era un incentivo lo bastante sólido para la partida. Tampoco lo era el mismo Mateo, al que quería con una ilusión que nunca se desbordaba. Inusualmente plácida. Se enamoró de él porque había que enamorarse. Esto era lo que decían las novelas que leía en su casa del pueblo. También lo decían las amigas, la familia, los vecinos. No quería ser como sus tres tías. Soñaba con casarse y tener una casa donde crecieran sus hijos. Todo se dibujaba con una claridad absoluta en el pensamiento, sin fisuras que hicieran temblar la existencia. Se casó contenta. Esperaba que la vida fuese una suma de momentos plácidos, sin sorpresas.

Sus tres tías habrían dicho que la segunda parte de la existencia de Sofía comenzó el día de la boda. Cuando se vistió de seda y caminó, temblorosa la sonrisa, por el pasillo de la iglesia de Sant Josep del Terme. Según ellas, entonces se produjo la transformación. Un corte entre el pasado y el presente, que implicaba un cambio de lugar y de tiempo. A partir de ahora se iniciaba el tiempo de la madurez. Una señora casada tenía que ser ordenada, serena, y un punto aburrida. Tenía que llevar con criterio la administración de la casa. Tenía que dejar de levantar castillos de arena, de soñar despierta, de mirar al infinito, porque su horizonte ya no era una línea casi desdibujada, sino una realidad que no admitía sutilezas poco prácticas. Una mujer casada tenía que recogerse el cabello y no dejar que un solo mechón se escapara del peinado. Tenía que utilizar camisones con las mangas largas, el cuello alto, y un bordado de puntillas en los bordes. Tenía que vestirse con ropa de algodón para los días laborables, con terciopelos y sedas para las fiestas señaladas. No tenía que perder el tiempo.

Las tres tías habrían trazado la división de aquella existencia que estaban convencidas de conocer como la palma de su propia mano, pero se habrían equivocado. La realidad era muy diferente. Así suceden las cosas. Una vida tiene muchas lecturas. Todo depende del punto de vista que adoptemos para contemplarla. Es como si nos encaramásemos a una atalaya. Si miramos al norte, veremos pastos que recorren los ganados; si observamos el sur, se extenderán ante nuestros ojos los huertos de cultivo. Habrá hombres que labran y mujeres vestidas de negro, una sombra en el verde. Si nos volvemos hacia el oeste, nos sorprenderán quizá los bosques en los que es fácil perderse, el espesor de los árboles que forman un suelo verde oscuro. Hacia el este, encontraremos un cruce de caminos que trazan vericuetos, que se enlazan y se desatan. Es sencillo: basta con cambiar el punto desde el que observamos el mundo, y el mundo aparece distinto.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Las Mujeres Que Hay En Mí»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Las Mujeres Que Hay En Mí» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Las Mujeres Que Hay En Mí»

Обсуждение, отзывы о книге «Las Mujeres Que Hay En Mí» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x