María Janer - Las Mujeres Que Hay En Mí

Здесь есть возможность читать онлайн «María Janer - Las Mujeres Que Hay En Mí» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Las Mujeres Que Hay En Mí: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Las Mujeres Que Hay En Mí»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Finalista Premio Planeta 2002
«En aquella casa habitaban los fantasmas de mis madres.» Así comienza el fascinante relato de Carlota, que nos sumerge en los misterios y las pasiones ocultas en una mansión en la que vivieron su madre, Elisa, y su abuela, Sofía, ambas muertas a los veinte años. Carlota vive con su abuelo en una magnífica casa de campo rodeada de un jardín. Pero también vive en compañía de los fantasmas de sus «dos madres», omnipresentes en la casa, y con la obsesión de reconstruir sus vidas, para lo que sólo cuenta con las palabras de su abuelo y, a veces, con sus elocuentes silencios. Ella anhela saber lo que ocurrió y recurre a los papeles olvidados en la alcoba, a los comentarios familiares, a su propio instinto de mujer, y conoce así las extrañas formas con las que se manifiesta la pasión, la injusticia de las ganas de vivir cercenadas por una muerte demasiado temprana. Un mundo bello y dramático al que no es ajeno otro personaje silencioso e inquietante: el jardinero de la casa. Con este viaje a través de tres generaciones de mujeres, Maria de la Pau Janer despliega todos sus recursos de gran narradora para ofrecernos una obra magistral, una novela que arrebata por la fuerza de la narración y por la belleza del mundo que nos descubre.

Las Mujeres Que Hay En Mí — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Las Mujeres Que Hay En Mí», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

El dolor que nace de una obsesión no está hecho de estridencias. No se trata de aquellas manifestaciones de pena en las que participa todo el cuerpo, la voz y los gestos. No hay arrebatos ni excesos. Suele ser una pena honda, callada, que surge de la imposibilidad de moverse, de actuar, porque las obsesiones nos paralizan el cuerpo y la vida. En la obsesión que sentía Ramón por Sofía, predominaba la angustia. Una inquietud formada por preguntas que, a menudo, no encontraban respuesta. Se preguntaba si podría abrazarla, si tendría que superar muchos obstáculos para acercarse a ella. Temía la amenaza de las cortinas cerradas definitivamente.

En la obsesión que Sofía sentía por Ramón, dominaba la pena. Una pena que era una mezcla de incredulidad por lo que estaba viviendo, de sentimiento de culpa, de confusión. Muchas mañanas, cuando el marido se levantaba de la cama para ir a trabajar, tenía que hacer un esfuerzo por encogerse entre las sábanas. Escondía sus rizos bajo la almohada, mientras él la besaba en la frente. No podía evitar las lágrimas. Nunca creyó que sus ojos fueran capaces de contener tantas. Lágrimas que caían silenciosas, surgidas del pozo profundo de la tristeza. No lo podía remediar: si con el dorso de la mano intentaba hacer que desapareciesen, en seguida volvían a aparecer. Sin prisa, seguían su camino. Iban desde el ojo a los labios, recorriéndole el rostro. Tenían un gusto salobre que, a veces, capturaba con la punta de la lengua. Todo era sal en la boca. Entonces tenía sed.

Hay obsesiones que son como el goteo persistente de la lluvia. Imaginemos una lluvia de invierno, que dura días y noches. El cielo es de un gris que se rompe en tonalidades azuladas. Es un cielo triste, porque nosotros nos sentimos tristes. Las ideas que quedan fijadas en el pensamiento suelen provocar tristeza, porque cierran los caminos a cualquier otra idea. Los deseos que ocupan el epicentro de nuestro mundo inspiran dolor, ya que no abren vías para los nuevos deseos. Si nos bloqueamos en una única idea, si nos centramos en un solo deseo que no podemos alcanzar, vivimos una existencia falsa. Por una parte, los días transcurren en una apariencia de normalidad: estaban las ollas en las que Sofía hervía las confituras, la despensa de la cocina, las cartas de las tres tías, las conversaciones tranquilas con el marido. Estaba el jardín, la mimosa que le teñía la cara, la rama del almez, los naranjos y las viñas. Todo era vagamente real. Lo único cierto eran los atardeceres entregados a una ventana que tenía las cortinas entreabiertas.

Desear de lejos significa precisar con la mente. El deseoacostumbra a nacer desde la distancia, pero se concreta en la proximidad porque une y empuja. Dos cuerpos que se desean se buscan. Si no hay obstáculos insalvables que les impidan la proximidad, la vida se convierte en una fiesta de tactos y besos. Tocar no es sencillo. Hay quien asegura que se trata de un arte. ¿Quién sabe tocar la piel del otro con dedos lo bastante hábiles para hacerlo estremecer? La cuerda del violín se estira, el arco se tensa, la música surge, rotunda. Hay manos que acarician como si esparcieran perfumes. Se produce una eclosión de espuma. El deseo se vuelve real cuando el otro es presencia concreta, palpable. Un cuerpo que podemos recorrer con los labios, que las manos exploran en la avidez de los dedos. Carne contra carne, dureza que se torna realidad en el envite.

Ellos tenían que vivir el deseo desde lejos. Ramón pasaba las noches con los ojos en blanco, después de las visitas a la ventana. Sofía se esforzaba por no removerse entre las sábanas, por miedo a interrumpir el sueño del marido. Ambos compartían la misma sensación de deseo incompleto, de fiesta que queda detenida en el momento álgido. Primero, el deseo ocupaba todo el espacio del pensamiento. Crecía como si tuviera alas. Se concretaba en ganas de fundirse con el cuerpo del otro, de dejar de existir para formar parte de una materia única. Era una percepción casi dolorosa, porque implicaba la añoranza y la urgencia. Era un deseo hecho de prisa, hambriento y enorme. Convertido en obsesión, el deseo les ocupaba todo el espacio del querer. ¿Qué importaban otras necesidades elementales, como comer o beber, si no podían contentar la más urgente de las carencias?

Sofía empezó a perder aquella gracia que tenía para preparar confitura. El instinto de calcular las proporciones exactas entre la fruta y el azúcar, la capacidad de seleccionar la pulpa más jugosa, de adivinar el tiempo de cocción.Un día, quemó una olla de confitura de albaricoque. El olor a chamusquina se propagó por toda la casa y nadie lo podía creer. En otra ocasión, alteró la cantidad de azúcar que debía añadir y dio como resultado una mezcla que fue a parar a la basura. Cuando se encerraba en la cocina, todo el mundo rogaba que recuperase las habilidades perdidas, ya que la señora se ponía de muy mal humor. Ramón inició un proceso de desatención hacia sus obligaciones. Se pasaba el día bostezando bajo la mimosa del jardín, mientras se olvidaba de los rosales y de los árboles. Llegó a llevar las manos tintadas de amarillo permanentemente. Si veía a Sofía de lejos, se las enseñaba. Ella sonreía, como si el amarillo fuera su señal de amor, un código secreto. Una plaga de gusanos aprovechó el descuido del jardinero para atacar algunos cipreses. La hoja, antes verde oscuro, adquirió una tonalidad marrón. Una sustancia de gelatina resbalaba por el tronco, mientras las ramitas se mustiaban. El jardinero lo contemplaba con expresión de sorpresa, incapaz de buscar un remedio. Después de tantos años cuidándolo, se había alejado de él. La hiedra necesitaba ser podada y sus hojas reclamaban agua de manera urgente. Los naranjos habían dado mandarinas secas, porque les faltaba agua. A Ramón, lo único que le importaba era que él también tenía sed.

El deseo que se vive de lejos se convierte en una mezcla de dolor e incredulidad. Está el dolor de no poder tocar al ser querido. Está la duda de imaginar que nunca nos va a ser posible tocarlo. Cuando el deseo ha de concretarse en la mirada, en el olfato, en la percepción lejana del gusto (¿qué gusto tiene el aire que respira el otro?), sólo satisface una parte de su potencial. Quedan las manos: los dedos huérfanos de piel. Los dedos sólo existen para poder tocar otros dedos. Si no, pasan demasiado frío. Este deseo vivido desde fuera alimenta el pensamiento de añoranzas. Sofía añoraba a Ramón delante de la luna del espejo en la habitación en donde se encerraba, todos los atardeceres. Ramón añoraba a Sofía, desde la rama del almez. A veces, helado por el primer relente. Otras veces, bajo la brisa bienintencionada de las primaveras o los veranos. Si se hubieran podido tocar, todo habría sido muy diferente. Había, sin embargo, una ventana entre los dos. Una ventana y una olla de confitura echada a perder; una ventana y los setos muertos de sed en el jardín; una ventana y un marido que no hablaba mucho.

Una noche Ramón se decidió a dar el paso que los salvara de tanta distancia. El almez cada día estaba más lejos de la ventana. No podía evitar la sensación de kilómetros de aire entre los dos. Tenía que acortarlos, para sentir a Sofía más cerca. Miró las ramas bajas en las que se había sentado muchas noches. Llegó a acostumbrarse a una de ellas, que formaba una especie de silla con el tronco del almez. Había pasado largos ratos observando el amarillo de las hojas, aquellos puntos verdes que podían derivar hacia el ocre, mientras esperaba que ella se acercase al espejo. Entonces lo ganaba la impaciencia. Las ganas de verla, de olería. A pesar de la distancia, a pesar de los cristales cerrados, se imaginaba su olor. Había conseguido retenerlo, aquel día que le llevó un vaso de agua al jardín. Se impregnó la piel, el pelo, las manos. Era como si todo él fuera un frasco que preservara la esencia de Sofía. Todas las noches, abría un poco aquella botella para que se escapara una pizca de aroma. No tenía que salir demasiado, porque tenía miedo de perderlo. Sólo la cantidad justa para que pudiera respirarla bien adentro.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Las Mujeres Que Hay En Mí»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Las Mujeres Que Hay En Mí» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Las Mujeres Que Hay En Mí»

Обсуждение, отзывы о книге «Las Mujeres Que Hay En Mí» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x