Fernando Schwartz - El Desencuentro

Здесь есть возможность читать онлайн «Fernando Schwartz - El Desencuentro» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Desencuentro: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Desencuentro»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La historia de África Anglés es la historia de una mujer casada a los diecisiete años con un donjuán descarado y chulesco. Durante la guerra civil le nace una hija justo cuando su marido la abandona por una querida más dada a la lujuria que ella. A partir de ese momento será la suya una vida normal, semejante a la de miles de mujeres españolas aplastadas por el peso de las convenciones. Sin embargo, un paréntesis en esa monótona existencia se abre con su estancia, durante tres años, en México, pe-ríodo clave que marcará para siempre el resto de sus días. Desgarrado relato de amor y desencuentros, esta espléndida novela recuerda con nostalgia escenas familiares de la protagonista tanto en Madrid como en México. Aparecen por sus páginas personajes llenos de contradicciones, de humor, de ternura, de rabia y de soledad. Pero también el amor nos sorprende y nos atrapa con dos historias paralelas, casi contemporáneas, que se rozan una y otra vez, pero que jamás llegan a coincidir. Esta novela ha obtenido el Premio Planeta 1996.

El Desencuentro — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Desencuentro», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Carlos sonreía y en ocasiones saludaba levantando una mano.

– No hagas mucho caso -me dijo-, en Méjico los toreros somos muy célebres, casi como héroes nacionales…

– No, si no hago caso. Sólo intento esconderme para que no me vean.

Por fin, después de dar muchas vueltas y acabar siguiendo la avenida del mar, la Costera, llegamos al Zócalo, donde está el puerto deportivo. Carlos aparcó el coche en un sitio que parecía reservado para él, sonrió una vez más y me dijo:

– Vamos.

– ¿Adonde?

– Mujer, yo también tengo un barquito. No es como el de Luis Portazgo, claro, pero creo que nos las arreglaremos.

Era una embarcación Riva toda de madera, con un solo doble asiento y un motor que, por el ruido ronco que se oía (lo había puesto en marcha un marinero que andaba por ahí nada más vernos llegar), debía de ser muy potente.

Antes de montarnos, Carlos sacó una bolsa del maletero del coche. Se quitó los pantalones, los dobló y los metió en la bolsa. Llevaba puesto un traje de baño y, aunque de reojo, no pude por menos de admirar su cuerpo. En la parte exterior del muslo izquierdo tenía una gran cicatriz. Era terriblemente larga: le iba desde la rodilla hasta que la cubría su bañador. Debí de poner una cara muy rara, porque se miró la pierna y después me miró a mí y dijo:

Guanero Un toro de seiscientos kilos -Se encogió de hombros-. Me enganchó al entrar a matar

– Duele muchísimo, ¿verdad? -Me había puesto la mano en la boca del horror que me producía la mera idea.

– Bah, tuve suerte. -Me miró sonriendo-. ¿A ver qué cicatrices tienes tú en las piernas?

Me quedé completamente paralizada de la vergüenza y entonces Carlos se dio la vuelta para no mirarme y saltó a su barca. Me quité la falda y me desabroché la blusa y el último pinche botón no se acababa de soltar. Por eso me quedé con la camisa puesta, como él. Pensé «no seas paleta». Carlos se volvió y con gran cuidado de no mirarme más que a los ojos, me ofreció su mano derecha para ayudarme a subir a bordo. Sólo dijo «ponte cómoda ahí», señalando el asiento de babor (oh, sí que aprendí los términos marineros en aquellos meses).

Soltó la amarra y arrancamos. Fuimos a navegar alrededor de la bahía y dimos la vuelta al promontorio para ver a los saltadores de La Quebrada y un poco más al norte buscando playas de aguas poco profundas y, por el camino, nos cruzamos con un enorme yate blanco que se llamaba Malaquita. Carlos se rió y señalándolo dijo:

– Ése es el de Luis. Me parece que has salido perdiendo con el cambio.

Me salió inesperadamente del fondo del corazón exclamar:

– ¡No, no, ni hablar! -Y luego, como me dio mucha vergüenza, añadí-: La verdad es que prefiero pasar este primer día con un malo conocido que con un bueno por conocer… Pobre Luis. Me parece que se quedó muy chafado anoche cuando le dijiste que yo con quien tenía una cita era contigo.

Carlos soltó una gran carcajada.

– Qué va, en absoluto, ni por un momento. -Debí de poner cara de extrañeza, porque dijo-: Somos grandes amigos desde el colegio y te aseguro que no le ha importado. -Sacudió la cabeza-. Algún día tendré que dejarte salir con él… pero dentro de mucho tiempo, ¿eh?

Sé que me puse colorada una vez más. Entre eso y el sol del trópico, por mucho aceite bronceador que me hubiera puesto, debía parecer una bombilla. Enciendo, apago, enciendo, apago. Ay, chamaquito, las cosas que se hacen de joven.

Por fin, en un extremo de la gran bahía, Carlos paró la barca y cortó el contacto del motor.

– ¿Qué haces?

– En algún momento nos tendremos que dar un baño, ¿no? Pues ahora.

Y se lanzó al agua sin más. Tardó en salir por el otro lado de la barca.

– Pero ¿no hay tiburones? -le grité.

– ¡Qué va! En la bahía, no. Anda, ven.

Y así pasamos el día, como dos viejos compañeros, charlando de mil cosas, riendo, discutiendo a veces. Pero en toda la mañana no habló de la noche anterior. Almorzamos en un club marítimo, cóctel de gambas y fruta tropical y una botella de vino blanco helado. Carlos me hizo prometer que saldríamos aquella noche a cenar y a bailar. Me pensaba llevar a La Perla en el Mirador para ver cómo los chicos se sumergían con antorchas de hasta cuarenta y cinco metros, pero sólo a unas horas muy precisas para que no los destrozaran las olas.

– ¿Pero y tu madre?

– Ah, no. Nada. Cuando vayamos a cambiarnos, le decimos que salimos con el grupo de los Portazgo y ya está. ¿Por qué te pones tan seria?

– ¿Sabes cuánto tiempo hace que no nado? -le pregunté-, ¿que no disfruto de nada, que no bebo vasos de vino y como cócteles de langostinos?

– ¿Sabes cuánto tiempo hace que quería besarte?

Bajé la mirada e hice que no con la cabeza.

– Es más. ¿Sabes cuánto hace que te quiero?

Me encogí de hombros. Quise decir «no», pero no me salió sonido alguno.

Encendió un cigarrillo, uno de los pocos que le vi fumar jamás, y me acarició el codo.

– Pues te lo voy a decir. ¿Recuerdas cuando estuve en Cádiz hace cinco o seis años? ¡Claro que lo recuerdas! Me dejaste deslumbrado y pensé en raptarte allí mismo. Pero supe que era imposible porque se te veía el daño que te había hecho tu marido, lo frágil e indefensa que estabas y comprendí que, por mucho que un primo tuyo torero te dijera que te iba a proteger porque se había enamorado de ti en un segundo y te quería llevar a Méjico, me ibas a mirar como si estuviera loco e ibas a salir corriendo en la dirección contraria. -Se rió-. Soy un hombre muy paciente, ¿sabes?, muy paciente. También sabía que en Madrid, con tus padres de por medio, tu niña, el ambiente, todo, me iba a ser imposible siquiera acercarme a ti. Por eso decidí esperar, conformándome con saber lo que hacías… durante años.

– Me das miedo, Carlos…

– … No, no, no -dijo tiernamente cogiéndome una mano-, no es para darte miedo, es sólo para decirte que te quería proteger, que no iba a permitir que te fueras de mi vida y que conspiré, con el mayor de los amores, para que acabaras viniendo a Méjico. -Estuvo conduciendo en silencio durante unos instantes. Sonrió-. Sólo era cuestión de sugerirle la idea a la tía Ramona…

– ¡Pero si somos primos hermanos, Carlos!

– ¡Bah! ¿Y eso qué más da? ¿Cuántos reyes se han casado con sus primas, cuántas enamoradas de cuento de hadas se han ido a vivir para siempre felices con sus primos? Tonterías, África…

– ¡Pero si estoy casada!

– ¿Sí? ¿Te consideras casada con aquel miserable?

– No, claro que no, pero la ley sí.

– La ley allá dirá lo que quiera. A la ley aquí parece que el divorcio es perfectamente razonable.

– Estás absolutamente loco. Quedo con mi primo para ir a la playa una mañana y de repente me encuentro discutiendo de mi matrimonio con él. -La idea me pareció verdaderamente cómica y no pude reprimir una carcajada.

– Ríete, ríete más, es el sonido más bonito que he oído en mi vida -dijo Carlos-, como las campanas de una catedral lejana retumbando con su eco en una copa de cristal de roca.

Ésa fue exactamente la frase que utilizó y me enmudeció. ¡La recuerdo tan perfectamente! Dicha por otro cualquiera, me podría haber parecido cursi. Pero dicha por él me pareció una de esas cosas tan hermosas que recitaba de pronto el tío Adolfo Anglés en su estudio.

Ay, Javier. Muy poquito a poco, muy despacito, con el calor del vino y el frescor de la brisa, estaba empezando a perder la cabeza, a ceder sin remedio, a dejar que se me derrumbaran todas las defensas. Y, «¿te he dicho que tienes las piernas más bonitas del mundo? ¿Y el escote más arrebatador?»

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Desencuentro»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Desencuentro» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Fernando Schwartz - Vichy, 1940
Fernando Schwartz
Fernando Schwartz - El príncipe de los oasis
Fernando Schwartz
Fernando Schwartz - El Engaño De Beth Loring
Fernando Schwartz
Fernando Schwartz - Al sur de Cartago
Fernando Schwartz
Fernando Schwartz - La Venganza
Fernando Schwartz
Fernando Schwartz - El Peor Hombre Del Mundo
Fernando Schwartz
Kristina Schwartz - Gefesselte Lust - Teil 2
Kristina Schwartz
Adán Calatayud Espinoza - Crónicas del desencuentro (02-13)
Adán Calatayud Espinoza
Eduardo Álvarez Tuñón - El desencuentro
Eduardo Álvarez Tuñón
Отзывы о книге «El Desencuentro»

Обсуждение, отзывы о книге «El Desencuentro» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x