Jaime Bayly - La Mujer De Mi Hermano

Здесь есть возможность читать онлайн «Jaime Bayly - La Mujer De Mi Hermano» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Mujer De Mi Hermano: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Mujer De Mi Hermano»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Creo que mi mujer se está acostando con mi hermano, piensa Ignacio. Tiene treinta y cinco años y se pasa el día trabajando, es banquero. Lleva nueve años casado con la bellísima Zoe, a quien irrita comprobar que su marido le hace muy poco caso. En cuanto a Gonzalo, el hermano de Ignacio, se dedica a la pintura y es un seductor nato; y aunque su cuñada le gusta, ha decidido no intentarlo «por respeto a su hermano». De momento… Pero el triángulo está servido. Y es una bomba que va desencadenar secretos familiares, el furor contenido de los celos, la fuerza ingobernable del deseo…, y también la melancolía del desamor. Todo ello, narrado a un ritmo trepidante, en una historia que es a la vez tierna y descarada, tragicómica. El Jaime Bayly más deslumbrante.

La Mujer De Mi Hermano — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Mujer De Mi Hermano», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– No digas eso, mi príncipe -dice Zoe desde la tina, con una mirada cargada de ternura-. Tú sabes que yo me muero por ti.

Palabrería barata, literatura de folletín, pura demagogia conyugal, piensa Ignacio, de pie en ese baño de lujo, contemplando la hermosa desnudez de su mujer, apenas soslayada por el agua y las burbujas.

– ¿Quieres que invite a Gonzalo? -pregunta él.

Zoe siente un sobresalto cuando escucha el nombre prohibido, pero finge una cierta indiferencia y responde:

– No es mala idea, si tú quieres. A tu madre le encantaría.

– ¿Por qué no lo llamas tú? Porque a mí nunca me contesta el teléfono.

– No, mejor llámalo tú, Ignacio.

– No, prefiero que lo llames tú. Créeme. Si yo lo llamo, no me va a contestar, no va a venir. En cambio, si lo llamas tú, ya verás que viene.

– ¿Por qué crees eso? -se sorprende Zoe, tratando de mantener la calma.

– Conozco a mi hermano más que tú, créeme.

Te equivocas, corazón, piensa ella, escondiendo una sonrisa maliciosa. No creo que conozcas a tu hermano tan íntimamente como yo.

– Bueno, como quieras, yo lo llamo. Pásame el teléfono, por favor.

Ignacio camina al dormitorio, levanta el teléfono inalámbrico y se lo lleva a su mujer, quien, tras secarse las manos con una toalla blanca, improvisa su mejor cara de despistada y dice:

– ¿Cuál era el teléfono de tu hermano, mi amor?

Lo recuerda perfectamente, pero juega el juego de la duplicidad para no delatarse ante Ignacio, que, como es obvio para ella, desconfía por principio de su hermano.

– Me sorprende que no lo recuerdes. Tú, que siempre lo llamas para ir a visitarlo a su templo sagrado, a su santuario artístico; tú, que te desmayas cuando ves sus cuadros y los compras al precio que él diga.

Ignacio ha sonado más burlón de lo que habría querido, pero Zoe no va a caer en la trampa y mantiene una actitud serena, plácida, de un amor propio invencible, de una felicidad que es casi insultante para él, y dice:

– Es que tú sabes que soy una olvidadiza, mi amor. Resignado, Ignacio, que se jacta de su buena memoria, le dice el número y ella lo marca en seguida.

– Gonzalo, soy Zoe, tu cuñada, ¿estás ahí? -dice, tras oír el saludo grabado en el contestador.

Al decir «soy Zoe, tu cuñada», ha sentido algo extraño, un cosquilleo pero también una vergüenza, la sensación de estar perpetrando, ante sí misma, una deslealtad, pues ella sabe bien, como él, que no es tan sólo su cuñada y que más exacto habría sido describirse como «Zoe, tu amante, la del hotel barato; Zoe, tu putita, la que tiró ayer contigo».

– Nunca contesta, no sé para qué tiene teléfono -se impacienta Ignacio.

– Gonzalo, contesta, soy Zoe.

– Debe de estar durmiendo.

– Señor pintor bohemio, señor artista trasnochado, conteste el teléfono por favor, queremos invitado a un almuerzo -insiste ella, con voz juguetona, una voz que desagrada a su esposo.

– Dile que lo esperamos a la una y media -sugiere Ignacio.

– Gonzalito, despierta, contesta, ya son casi las doce, ¿vas a dormir todo el día?

– No le digas Gonzalito, no le des tantas confianzas -se pone serio Ignacio.

– ¡Acá estoy! -responde por fin Gonzalo, de un modo un tanto áspero y Zoe pierde de inmediato el control de la situación al oír la voz recia y enfadada del hombre al que desea en secreto.

– ¿Te he despertado? -pregunta ella, de pronto seria, sin permitirse el cariño que quisiera expresar.

– No, estaba cagando en el baño, leyendo mi periódico -dice Gonzalo-. Pero has insistido tanto que he tenido que venir corriendo al teléfono.

– Mil disculpas. Lo siento.

Ignacio pone una cara de extrañeza.

– No te preocupes. Dime rápido. ¿Qué quieres?

A Zoe le molesta que Gonzalo le hable de esa manera atropellada y tosca, le duele que él se permita decirle eso, «¿qué quieres?», como si ella fuese una impertinente que ha invadido su sagrada calma matutina, la ceremonia de evacuación del vientre a la que él se había entregado. Pero oculta su malestar y aparenta el mejor humor del mundo, porque su esposo la observa, y responde:

– Estoy acá con Ignacio. Hemos invitado a tu mamá a almorzar. Nos encantaría que puedas venir.

– No sé, Zoe. Qué coñazo.

– Voy a cocinar una pasta deliciosa. Ignacio está acá conmigo y te manda saludos. No nos puedes fallar.

– No me gusta esa voz de señora gansa que pones cuando estás con él.

– Vamos, anímate.

– Extraño tu voz de putita. No importa. Sigue jugando a la esposa buena y amorosa.

– ¿Te esperamos a la una y media, entonces? No nos puedes fallar, Gonzalo. Mira que no vienes a la casa hace siglos.

– Hace siglos, claro. Zorra. Zorra rica. Dile al ganso de Ignacio que eres una zorra rica y que voy a ir al almuerzo para meterte la mano.

– ¿Qué dice? -pregunta Ignacio, de pie, recostado contra el tablero de mármol del baño.

– Lo estoy animando -susurra ella, cubriendo el teléfono con una mano-. ¿Vienes entonces? -pregunta, siempre en su papel de señora formal y atenta anfitriona.

– Ya, está bien, iré. Pero con una condición -dice Gonzalo.

– Dime. ¿Quieres que te prepare algo especial? Pensaba hacer pasta y ensalada. ¿Te parece bien?

– No te pongas calzón.

Zoe se estremece íntimamente, siente un cosquilleo en el estómago, pero reprime la emoción y mantiene el tono apropiado a las circunstancias:

– Perfecto. Te haré una pasta con tomate fresco. Ya verás que te va a encantar.

– Pobre de ti que te pongas calzón. Ponte un vestido sexy y nada abajo.

– Te esperamos entonces. Ignacio te manda saludos.

Zoe le acerca el teléfono a su marido, como preguntándole si quiere hablar, pero él se niega con un gesto distante, como si no quisiera rebajarse a hablar con su hermano menor.

– Chau, zorrita. Ya te veo. Si me traicionas y te pones calzón, te jodes conmigo, me largo de tu casa.

– Chau, Gonzalo. Te esperamos. No nos falles. Tu mamá va a estar feliz de verte.

– Chau, mi putita. Ahora déjame ir al baño.

– Claro, buena idea, tráete un vino si quieres.

– Qué ganas de ver tu culito. Dile a Ignacio que voy a ir a su casa para verte el culito sin calzón.

– Tinto, mejor.

– Gansita. Gansita rica.

– Lo que quieras, Gonzalo. Pero no te preocupes en traer nada. Te esperamos. Ignacio te manda un abrazo.

– Mamón.

– Un besito.

– Sin calzón ¿ya?

Zoe aprieta un botón del teléfono, cortando la llamada, y luego le pasa el aparato a su esposo.

– ¿Qué dice el artista? -pregunta él.

– Que viene encantado. Que hagamos pasta con tomate. Que va a traer un tinto.

– Milagro. Nunca viene cuando lo invitamos. Si lo hubiera llamado yo, seguro que no contestaba. ¿Estaba durmiendo?

– No, me dijo que estaba en el baño.

Ignacio hace un gesto de disgusto.

– Qué grosería decir una cosa así -comenta.

Será que me gustan los hombres groseros, piensa ella.

– Sí, me chocó un poquito que dijera eso -miente.

– Todo sea por mamá -dice él, resignado-. Todo sea por hacerla feliz a ella.

– Tienes razón, mi amor.

– Cualquier día se nos va. Ya está viejita. Hay que darle sus gustos. Tú sabes que ella goza cuando estamos juntos los cuatro.

– Seguro.

Ignacio comienza a quitarse la ropa para meterse a la ducha. Zoe lo observa desde la quietud de esas aguas salpicadas de burbujas.

– ¿Vendrá con alguien? ¿Traerá a una de sus mil quinientas noviecitas?

– No sé. No me dijo nada.

Más le vale que se aparezca solo, piensa ella. Si viene con Laura o con otra de sus chicas, no le abro la puerta.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Mujer De Mi Hermano»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Mujer De Mi Hermano» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La Mujer De Mi Hermano»

Обсуждение, отзывы о книге «La Mujer De Mi Hermano» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x