Mercedes Salisachs - Goodbye, España

Здесь есть возможность читать онлайн «Mercedes Salisachs - Goodbye, España» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Goodbye, España: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Goodbye, España»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Novela que retrata la vida de la reina Victoria Eugenia y aporta nuevos datos acerca de la vida de esta soberana, de la que se cumplen 40 años de su muerte.

Goodbye, España — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Goodbye, España», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Ni siquiera yo podría describir con fidelidad los desbordamientos cívicos y políticos que de pronto fueron sucediendo a modo de aludes inesperados.

Las noticias que nos llegaban eran cada vez más aterradoras. No obstante, lo que colmó el vaso de todas las probabilidades de paz fue el asesinato de Calvo Sotelo.

Ya en una sesión del Congreso había sido anunciado en forma de amenaza.

De nuevo el día 13. Un 13 de julio que destruía irremediablemente toda esperanza de paz.

No fue sólo un asesinato oficial. Fue también un aviso muy parecido a una provocación porque los que lo habían matado sin razón alguna y vergonzosamente lo hicieron al amparo de una república que pretendía ser democrática, liberal y constructiva.

De hecho fue un grupo de guardias de asalto los que de madrugada se presentaron en la vivienda del diputado para trasladarlo al cementerio y descerrajarle los tiros que lo mataron.

Se alegó que el teniente de asalto José Castillo había muerto el día anterior por elementos derechistas. Pero la verdad de aquella muerte nunca se supo. Lo que era imposible olvidar fueron las amenazas de muerte que Calvo Sotelo había soportado por una diputada del Congreso.

«Se acabó», dijo Jaime cuando tuvo noticia del horrible suceso. «Eso supone la guerra.»

No se equivocó. Aquella horrible provocación fue el detonante que la hizo estallar.

Duró tres años. Tres angustiosas eternidades que sirvieron para confundir y agrupar partidos comunistas con el Partido Socialista Unificado de Cataluña.

Las noticias que llegaban hasta nosotros eran terroríficas. El día 18 de julio fue para la fracción republicana una inmensa hoguera destructiva. Las ciudades amanecieron inmersas en fuego. Conventos, iglesias y colegios religiosos fueron las primicias de un largo recorrido incandescente que parecía no tener fin.

De improviso la muerte acechando: muertes inesperadas de gentes honradas que, por el hecho de serlo, ni siquiera merecían tener derecho a ser juzgadas.

Cinco meses después, la palabra «Paracuellos» era ya un constante sonido que confundía juicios con asesinatos. Se fingía llevar a los presos ante un juez que no existía. Sólo existía la muerte, el odio y los rencores indiscriminados.

Cuántos amigos perdidos en aquel lugar. Cuántas ansiedades desbordadas en horrores. Cuántos sacerdotes inmolados. Y religiosas. Y personas de bien tratando de ocultarse por el simple hecho de ser empresarios, nobles o creyentes; cualquier desliz podía delatar su condición de seres humanos honorables.

La guerra para los «republicanos» era eso: matar selectivamente, burlar leyes y, sobre todo, dejarse arrastrar por un poder abiertamente comunista.

Los testigos de semejantes desmanes me aseguraron que, ya en la mañana del día 14, causaba horror ver cómo desde las casas de los ciudadanos huidos se lanzaban a la calle muebles, cuadros y toda clase de objetos íntimos y privados para comprender que la guerra había comenzado. Aquel día en vano se luchaba por estabilizar la vida. El caos era total. Las calles amanecieron ahumadas y repletas de caballos muertos. Los automóviles que habían sido requisados recorrían las avenidas con milicianos armados enarbolando banderas rojas y gritando desaforados: «Viva Stalin, viva Rusia, viva la libertad». Comenzaron los saqueos de los bienes privados. Las horribles «checas». El horror del SIM.

Lo grave consistía en que los que no pudieron escapar de aquellos horrores carecían de comida y de un techo donde refugiarse. Pero sobre todo carecían de seguridad. Afortunadamente en Cataluña había algo muy apreciado para huir: el mar. Un mar que ofrecía barcos de la Cruz Roja, cruceros salvavidas y canoas rápidas. Cualquier embarcación servía para escapar de aquel infierno.

También existía un jefe de Gobernación llamado José María España que, amparado por una Generalidad todavía presta a remediar males futuros, expedía pasaportes y toda clase de visados para los que precisaban huir del país por amenazas de muerte. Me dijeron que las colas eran interminables; que la gente pagaba sumas fabulosas para adelantar puestos y llegar cuanto antes al despacho del gobernador. Entretanto la tensión que se cocía entre los españoles ya exiliados auguraba lo peor. Pronto supimos que José Antonio, ya preso en la cárcel de Alicante, había sido incomunicado, y que las columnas de los requetés avanzaban hacia Guipúzcoa, la región más idónea para conectar con Francia.

De nuevo la ciudad de Biarritz comenzó a llenarse de españoles que anhelaban regresar a su patria cuando las tropas nacionales conquistaran Irún.

En cuanto a los catalanes, aunque las noticias no eran claras, se apresuraron a abandonar el país. El mar fue su gran salvavidas.

Desde Fontainebleau se recibían noticias de nuestros amigos exiliados. Al parecer Génova era el puerto más poblado de españoles huidos. Entre ellos, muchos amigos de la realeza. Aunque angustiados, todavía confiaban en que aquellos desastres podían ser atajados. Alentados, confundían días con años: «En España esas cosas son frecuentes pero duran poco», nos decían.

Jaime, en cambio, no era optimista.

– Desengáñate, Ena: la guerra que tu marido quiso evitar ha comenzado. Y las guerras, por cortas que sean, siempre son largas.

Había un deje de tristeza en su voz. Durante unos instantes nos miramos fijamente sin decir palabra. A veces los silencios transmiten mejor que las palabras lo que nos cuesta decir.

Recuerdo que estábamos los dos sentados junto a un arroyuelo del jardín y que las hojas de los árboles amarilleaban presagiando la sequedad de un otoño cercano.

También recuerdo que un pájaro negro se arrimó a la orilla contraria para sorber agua del arroyuelo.

– Los pájaros negros no me gustan -le respondí. Jaime trató de bromear.

– No serás supersticiosa.

Le respondí que no lo era, pero que en ocasiones ciertas circunstancias que parecían inofensivas podían avivar nuestros temores.

Me preguntó cuáles eran. No se lo dije.

– Lo sabes de sobra -añadí.

Continuó mirándome. Asentía. Era un asentir indeciso. Tanto como ver al pájaro negro remontando su vuelo hacia no se sabía dónde.

Intenté cambiar de conversación. A decir verdad temía que Jaime, atosigado por lo que su silencio auguraba, decidiera sincerarse.

No lo hizo entonces. Lo hizo al comienzo de un septiembre oscuro que en vano pretendía emular un agosto radiante. La noticia no tardó en llegar: «Han asesinado al obispo de Barcelona, monseñor Irurita».

De nuevo la incomprensión. El no admitir que la gente inofensiva pudiera ser pasto de tanto odio: «Dios es un estorbo para ellos, Ena».

Recuerdo que acabábamos de salir de la iglesia. Era domingo. Un domingo vibrante de fieles, muchos de ellos españoles refugiados.

Era difícil comprender que un país que había sido eminentemente católico pudiera desbaratar tan drásticamente las creencias religiosas. «Odian a Dios», se decía. «Pío XII así lo afirma.» Nadie entendía aquel odio.

En realidad nadie entendía nada. «Pronto estaremos como en Rusia. Nos quieren hacer creer que Dios está en crisis, que ya no sirve, que la Biblia miente y que la Iglesia es una estafa.»

¿Por qué? Recuerdo que aquel día supimos también que el oro de España había sido enviado a Rusia desde Cartagena, por orden del Gobierno. Costaba admitir que el tesoro español era el precio de una ayuda soviética.

Las noticias eran cada vez más alarmantes. Todo parecía naufragar en desvaríos. Resultaba difícil asimilar que aquel pueblo tan entrañable bruscamente hubiera ingresado en desafueros que parecían satánicos.

En el norte también se habían enfrentado bajo el peso de la república vasquistas y anarquistas. Todo era un puro caos. Por fin, tras varios enfrentamientos, las tropas del general Mola lograron conquistar Irún, lo cual imposibilitaba que las fuerzas rojas vizcaínas pudiesen comunicar con la frontera. El frente del norte era prácticamente nacional.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Goodbye, España»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Goodbye, España» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Goodbye, España»

Обсуждение, отзывы о книге «Goodbye, España» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x