– Facciam' il porco -le saludó el Príncipe, con seriedad pero, espe_raba, de broma.
Ladeó la cabeza con pesar.
– U mió ragazzo e molto geloso.
El Príncipe resplandeció.
– Justamente lo que dijiste la última vez, y con el mismo acento de guía de conversación para principiantes. Qualsiasi, Ciprianino. El Capitán Piprake me cuenta que podríamos compartir cierto interés en neutralizar los planes de un antiguo conocido mutuo que desde hace tiempo ha optado por seguir el sendero más peligroso del vicio y la traición.
Subieron al piano nobile y atravesaron una galería en la que colga__tación sobre el destino de Europa,ba la colección de simbolistas modernos del Príncipe, la cual incluía algunos óleos de Hunter Penhallow, entre los que destacaba su medi La puerta de hierro, en el que som_brías multitudes marchaban hacia una línea de fuga sobre la que rompía un brillo infernal.
El Príncipe le hizo gestos para que entrara en una sala remarca_ble por su mobiliario de Cario Zen y los jarrones de Galileo Chini.
En un rincón había un escritorio crema pálido, ornamentado con co_bre y pergamino pintado con garabatos.
– Bugatti, ¿me equivoco? -dijo Cyprian.
– Es del gusto de mi mujer -dijo el Príncipe asintiendo-, yo tien_do hacia algo más ancestral.
Los sirvientes trajeron prosecco frío y vasos en una bandeja de plata antigua, y cigarrillos alejandrinos en una caja bizantina que tenía al menos cien años.
– El hecho de que él siguiera sus planes desde Venecia -dijo el Prín__nes, en especial los americanos, se presentan como cipe-, este reino encapotado de laberintos peatonales e inmovilismo municipal, sugiere una relación con fuerzas que ya llevaban mucho en marcha. Pero eso es sólo la máscara que ha elegido. Otras nacio«republicanas» y creen entender las repúblicas, pero lo que se formó aquí, grabado a fuego durante siglos de crueldad ejercida por los dogos, está más allá de su comprensión. Cada Dogo, a su vez, se convirtió en un animal sacrificial y vio cómo se le arrebataban sus propias libertades, cómo tenía que vivir su vida siguiendo un ridículamente riguroso código de conducta, y mientras podía lucir el como se consolaba haciendo uso de una brutalidad resentida, esperando cada día la llegada de la fatal es__terio y decaer hacia una penitencia cada vez mayor.colta de matones, la góndola sellada, el último puente. Su máxima esperanza, patéticamente pobre, era recalar en algún remoto monas
»Los dogos han desaparecido, la maldición permanece. Eloy día, algunos, que a menudo ocupan cargos desde los que pueden hacer mucho daño, no entienden que "el poder", lo stato, pudo haber sido una expresión de la voluntad común, ejercida invisiblemente en la os_curidad que rodea toda alma, en la que la penitencia es un término ineludible. A menos que uno haya sufrido en su vida un castigo igual al que ha infligido a otro, hay un desequilibrio en la Naturaleza.
– Que debe ser…
Una mano principesca ascendió entre el humo del tabaco.
– Hablaba de historia veneciana. Hoy aquel antiguo mecanismo de elección y limitación del poder ya no se estila. Hoy…, supongamos que hubiera un Príncipe Heredero extranjero, por ejemplo, que odia____________________guna lealtad, ningún código de honor, ninguna tradición antigua, sólo la necesidad puramente perversa de los agentes de que su Señor se impusiera a toda costa…sagrado sus vidas a promover los intereses del enemigo…,y si una vida no cuenta, tampoco importan muchas, sea cual sea su número, ni ninpusiera, sin atisbo de duda, ir a la guerra contra Italia para recuperar ciertos territorios que cree que pertenecen a su familia…, y más aún, supongamos que en Italia vivieran y trabajaran agentes de este futuro emperador, activos sobre todo en Venecia, hombres que hubieran conra apasionadamente Italia y que al llegar al trono de su imperio se pro
– ¿En quién puede confiarse la defensa de los intereses de la Na_ción? ¿En el Ejército Real? ¿En la Armada?
– En teoría. Pero un enemigo con recursos imperiales puede com_prar a cualquiera.
– Si no hay nadie a quien se pueda comprar…
– Debemos recurrir a las probabilidades y preguntarnos quién es probable que no se venda.
Se sentaron y fumaron hasta que la sala adquirió una pátina tri_dimensional, como de años de delicada corrosión.
– No es un problema tan sencillo, ¿sabes? -dijo el Príncipe por fin.
– Hay amistades -pareció ocurrírsele de repente a Cyprian, que en_trecerró los ojos en un gesto que se podía traducir como: Por supuesto que no hemos estado hablando de nadie en particular.
– Pero ¿acaso los amigos no huyen también a menudo por razones menos previsibles que un acuerdo económico? A menos que…
– He vuelto recientemente -dijo Cyprian con cuidado- de un lu_gar donde es mucho más difícil, al menos para las grandes Potencias, subvertir el honor personal. Un lugar menos desarrollado, sin duda, que las sofisticadas culturas de Occidente, todavía naïve , aunque no diría que inocente.
– ¿Despreciado, insultado, incriminado? -sugirió el Príncipe.
– No requieren grandes sumas ni armas avanzadas. Poseen algo que ni siquiera todas las riquezas de Europa juntas podrían comprar.
– Pasión -asintió el Príncipe.
– ¿Puedo hacer algunas pesquisas?
Reparó en que la cara del Príncipe adquiría un aire de compren_sión.
– Siento lo de tu amigo.
– Sí. Bueno. El tenía muchos amigos. Entre ellos…
Pero el Príncipe hacía ya otro de aquellos gestos principescos y, antes de darse cuenta, Cyprian se encontró de nuevo en la salizzada.
Un día, en la Riva, delante del Metropole, Cyprian se topó ines____________________taba él de estar siquiera presentable.rio, Cyprian se dio cuenta con consternación de lo mucho que dismo tono, un sombrero con plumas también teñidas a juego, con el ala un poco inclinada, un par de rizos que oscilaban traviesamente como si se hubieran deshecho por la pasión. Mientras realizaba el inventatán color berenjena adornado con brocados de plata, mangas hasta el codo con tres o cuatro volantes fruncidos de encaje, guantes de piel de cabra de un clarete oscuro, unos preciosos botines de cabritilla del mistener apartada la mirada, por no mencionar el minuto y medio de desorientación que le produjo el hecho de ver a Yashmeen otra vez. Llevaba el pelo más corto y más claro, y lucía un vestido caro de tafetuación de deseo insatisfecho, Cyprian tuvo que esforzarse por manperadamente con Yashmeen Halfcourt, del brazo de un tipo ajado y larguirucho del que, llevando como llevaba cierto tiempo en una si
– Estás vivo -le saludó ella, aunque era difícil saber con cuánto entusiasmo. Yashmeen había estado sonriendo, pero ahora su actitud resultaba extrañamente seria. Le presentó a Reef, que había estado es__ricanos.tudiándolo con el descaro que él había acabado asociando a los ame
– Tengo noticias de Vlado -dijo Cyprian, esperando que al menos ella no quisiera jugar a las inanidades sociales.
Ella asintió, plegó la sombrilla y se aferró al brazo de Reef.
– Aquella noche faltó muy poco, podrían haberme atrapado a mí también, y si Reef no hubiera estado allí…
– Vaya, no lo sabía -dijo, dispuesto por fin a echar un vistazo al cowboy.
– Pasaba casualmente por allí -dijo Reef asintiendo.
– Pero demasiado tarde para Vlado.
– Lo siento.
– Oh -dijo él apartando la mirada-, ya nos estamos ocupando. La cosa no ha terminado, ni mucho menos. -Y al momento se marchó furtivamente por la Riva.
Durante el siguiente par de semanas, Cyprian se las compuso para salirse un poco de madre, recuperando, aunque no a tiempo comple____________________no hacia Trieste.ra a sus rizos un aire más combativo y luego se subió al tren nocturtaba el dinero, debía reunir una suma más que considerable para ir tras Theign en las debidas condiciones. Cuando su recaída en la sordidez le hubo permitido ganar lo bastante, acudió a Fabrizio para que le dieto, su viejo oficio de sodomita remunerado. En la ciudad no faltaban hombres pálidos con gustos que él comprendía muy bien, y necesi
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