Danilo, que había quedado con Cyprian en un café justo deba__tes sobre el terreno, dada su necesidad de zambullirse en el presente. Así que era la historia, la patología del Tiempo, lo que debía corregir primero.jo del Castillo, se encontró a un joven pálido y sibarita, cuyo inglés universitario de certidumbres ampulosas llevaba capas sobrepuestas de matices de Viena y de las costas del Adriático. También descubrió una percepción defectuosa de la historia, frecuente entre los agen
– Sé que resulta difícil para un inglés, pero por un instante procu____________________men, huesos, fuego, dolor, mierda, locura, intoxicación, visiones, todo lo que ha estado pasando aquí desde siempre; eso es historia real.dores, que manipulan la historia de otros pueblos pero no producen nada propio. Son agiotistas de la historia, las vidas humanas son su moneda de cambio. Las vidas que de verdad son vividas, las muertes que les ponen de verdad fin, todo eso está hecho de carne, sangre, seria no sucede al norte del paralelo cuarenta y cinco. Lo que la Europa del Norte considera historia es en realidad bastante provinciano y de un interés limitado. Diferentes tipos de cristianos matándose entre sí y poco más. Las potencias del Norte se parecen más a administrare imaginar que, salvo en las formas más limitadas y triviales, la histo
»Ahora, imagínese una historia que no se refiere a Londres, París, Berlín ni San Petersburgo sino a Constantinopla. La guerra entre Tur__manes vienen por aquí de turismo y se maravillan de loquía y Rusia se convierte en la guerra crucial del siglo XIX. Da lugar al Congreso de Berlín, que lleva a la crisis actual y quién sabe a qué tragedias más graves que nos aguardan. Desde aquella guerra, Austria ha soñado con lo que pasaría si los turcos fueran sus amigos. Los ale Oriental que es todo. "¡Fíjate! ¡Serbios y croatas llevan fez en sus cabezas rubias! ¡Ojos azules nos miran desde detrás del velo musulmán! ¡Asombro____________________llas, y una vez más las hordas musulmanas se desplazan hacia el oeste, insaciables, para congregarse de nuevo a las puertas de Viena, los para saber cómo han pasado la noche, percibiendo que algo se agita en la oscuridad, formas y masas, cómo se reanudan antiguas pesaditán angustiosamente asustados. Vienen a la ciudad, esos hombres tan prácticos y llenos de certidumbres diurnas, y sólo hace falta mirarso!" Pero como ya habrá notado a estas alturas, en la Ballhausplatz estanto da que lleve siglos sin fortificar, que sobre los antiguos glacis se hayan construido oficinas públicas y viviendas burguesas, que en los subur__senta una oportunidad y, presas del pánico, ¿qué es lo primero que se les ocurre hacer? Se dan la vuelta y se zampan Bosnia. Sí, ¡eso lo arreglará todo! Dejándonos a todos aquí, en el crepúsculo invernal, a la espera del primer trueno de la primavera.bios se penetre tan fácilmente como en cualquier puta austriaca…, no puede ser verdad, Dios no lo permitiría, pero de repente se les pre
Cyprian escuchaba con paciencia. Llegó Bevis y se dejó caer ca_viloso en una silla, sin duda pensando en su jovencita angloeslava. Cuando Danilo hizo una pausa para beber su raki, Cyprian asintió y dijo:
– Se supone que tenemos que sacarle de aquí.
– Y Viena…
– No lo sabrán muy pronto.
– Pero sí lo bastante.
– Para entonces estaremos muy lejos.
– O muertos.
– Tomaremos el tren de vía estrecha hasta Bosna-Brod, allí hare_mos un transbordo, volveremos a Trieste vía Zagreb.
– Un cruce bastante obvio, ¿no?
– Justamente. El último que ellos esperarían.
– Y… ¿cuántas de estas entregas han conseguido completar?
– Miles -le tranquilizó Bevis. A Cyprian le costó no clavarle la mi_rada que quería, y sonrió a Danilo con sólo una comisura de la boca, moviendo los ojos hacia Bevis un instante y volviéndolos a enfocar.
– Me hará falta un arma -dijo Danilo, en un tono que sugería que a continuación iba a hablar de dinero.
– Tenemos que ver a la gente de la Mano Negra -advirtió brus_camente Bevis Moistleigh, arrugando la frente para dar a entender: ¿no es obvio? El silencio que la proposición cernió sobre ellos era casi audible, como un tamborileo. ¿Qué podía saber un criptógrafo de segundo nivel como Bevis sobre la tan temida organización serbia?
A Cyprian, y no era la primera vez, se le pasó por la cabeza que Be__ban a Theign.vis había sido enviado para espiarlo, tal vez por el mismísimo Derrick Theign, tal vez por uno de los muchos elementos que a su vez espia
Era un lugar común entre los espías en los Balcanes que si a uno lo enviaban a vigilar los movimientos de liberación y buscaba miem_bros que se convirtieran en agentes dobles y traicionaran a los suyos, la población sudeslava proporcionaba pocas posibilidades, si es que alguna. Los nacionalistas y los revolucionarios de por aquí creían de veras en lo que hacían.
– Sólo de vez en cuando puede aparecer un búlgaro, o un ruso fingiendo ser un autóctono. Un ruso vendería a su madre por un vaso de vodka.
Y, mira por dónde, ¿a quién iba a encontrarse Cyprian esa noche, comportándose con casi esa misma desesperación, sino a sus antiguos adversarios Misha y Grisha? Fue en la otra orilla del río, cerca de la Careva Ulica, en Der Lila Stern, un antiguo burdel militar austríaco reconvertido a usos más equívocos. Cyprian y Bevis bebían Zilavka con agua de seltz. Una pequeña banda de cabaret tocaba tras una lla_mativa joven, vocalista y bailarina con un vestuario inspirado en el harén, aunque sus velos servían más para ver a través de ellos que para ocultar.
– Vaya -comentó Bevis-, ¡es una maravilla!
– Sí -dijo Cyprian-, y ¿ves a aquellos dos rusos que vienen hacia nuestra mesa?, creo que a lo mejor quieren saldar cuentas pendientes conmigo, así que si no te importa hacerte pasar por una especie de guardaespaldas armado, tal vez uno que más bien tienda a impulsivo, me harías un favor… -dijo toqueteando con nerviosismo el Webley en el bolsillo interior de su chaqueta.
– Hombre, ¡Kiprskni! -gritaron-, ¡creíamos que estabas muerto! -y otros cumplidos por el estilo. Distando de mostrar la menor amar__le de que habían dejado atrás las costumbres del Prater.gura por el asunto del Coronel Kháutsch, los dos, como si estuvieran encantados de reencontrar a un viejo amigo, no tardaron en informar
– ¿Matarte? -exclamó Misha-. ¡No! ¿Por qué íbamos a querer matarte? ¿Quién nos pagaría por eso?
– Y aunque si alguien pagara, no compensaría nuestro tiempo -aña_dió Grisha-. Es verdad que has perdido algo de peso, pero tchistka todavía tardará bastante.
– Tu Coronel anda por aquí ahora -mencionó Misha de pasada-. Se montó una buena escena en Viena.
Cyprian conocía la historia, que había pasado a formar parte del folclore de la profesión. Cuando por fin le llegó la hora al Coronel, sus colegas oficiales le habían dejado a solas en un despacho del Minis____________________nisterio, llegó a la Platz am Hof, y allí, al lado, en el Kredit-Anstalt, creyeron que era un robo, así que también se pusieron a disparar, y el Hofburg se convirtió brevemente en Dodge City, y entonces Kháutsch desapareció, según la leyenda, en el Orient Express, rumbo al este. Y ya no se le había vuelto a ver nunca más.cidio tradicional. Pero Kháutsch tomó la Borchardt-Luger y empezó a disparar a cuantos se le pusieron a tiro, y así, a tiros, salió del Miterio de la Guerra con una pistola cargada, esperando el pertinente sui
– Nunca más oficialmente, al menos -dijo Misha.
– El chantaje ya no funciona -dijo Grisha casi llorando-. ¿Que prefieres los de tu propio sexo?, ¿y qué importa? Como mucho, en los tiempos que corren, es otra vía para avanzar en tu carrera.
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