Más tarde, a Scarsdale Vibe le asombró ver a Foley de juerga por el dique, dando vueltas sin parar no con una sino con tres jovencitas, y acompañado de un maniaco de la zona con un acordeón. De vez en cuando también estallaban petardos.
– Foley, por Dios santo, ¿qué haces?
– Bailar la tarantela -replicó Foley, sin aliento.
– ¿Por qué?
– Celebrándolo. Estoy feliz porque ellos no le han alcanzado.
Si Scarsdale captó algún énfasis en el «ellos», no dio la menor señal.
– ¿De dónde coño han salido todos esos pistoleros? -había estado repitiendo Reef como una especie de oración en tiempos de derrota.
– Los contrataron para esta noche -dijo Dally-. Y no ha sido po_sible sobornarlos, no con lo que les paga vuestro señor Vibe.
– ¿Por qué nadie dijo nada? -preguntó Reef más irritado que quejumbroso.
– Yo lo hice…, pero no querías saber nada. En estas callis todos lo sabían.
– Pensábamos que contrataría más hombres -dijo Kit-, pero no tantos. Hemos tenido la suerte de los tontos librándonos, habrá que mirarlo así.
– Pues ese chico no tuvo ninguna suerte -dijo Reef observando con el ceño fruncido a su hermano-. Lo siento, Dahlia.
Ella estaba afectada, más de lo que quería dejar entrever. Parecía que hiciera años desde que había ido a ver a Tancredi y sus pinturas. Era consciente de un modo casi neuronal de todas las creaciones que ya no verían la luz, sentía remordimientos y horror ante algo de lo que casi había formado parte, y, peor aún, vergüenza, mucha vergüen__ran llegado a ser amantes jamás, pero ¿no deberían haberles concedido un tiempo para averiguarlo? Era un chico virtuoso, como todos esos jodidos artistas, demasiado virtuoso para el mundo, incluso para el mundo que intentaban redimir por fases: un pequeño rectángulo de lienzo cada vez.za por el alivio que sentía de estar viva todavía. Puede que no hubie
– Tendría que haberlo visto venir -dijo Dally-. Alguien lo delató. Esta mierda de ciudad, mil años chivándose a la ley.
– Tendría que haberle dicho que se anduviera con cuidado -mur_muró Kit.
– Escuchadme, chicos -dijo Reef mientras metía cosas en un ma__tes, saltaremos adentro, volveremos a anoche y todo se hará como es debido. Mientras tanto, el viejo crótalo sigue con su vida encantada en alguna otra parte, y no se sabe cuándo se presentará otra ocasión; si es que se presenta. Desde luego, no tengo ni idea de cuánto tiempo se supone que vamos a estar así.letín-, cuando inventen la máquina del tiempo, compraremos bille
Salió por la puerta y lo oyeron bajar por las escaleras.
– Bueno, me alegro de que no haya pasado -dijo ella con tranqui_lidad-. Un muerto ya es demasiado. -Levantó la vista hacia Kit y el corolario tácito quedó claro en su cara: un muerto, otro a punto de partir al exilio.
Kit hizo una pausa en sus intentos de disfrazarse, que consistían básicamente en peinarse con betún.
– Yo cumplo mis promesas, Dahlia.
Ella asintió, y siguió asintiendo, pensando que más tarde ya ten_dría tiempo de sobras para llorar.
– Ya sabes que si hubiera alguna posibilidad de que me pudiera quedar…
– No la hay. Y no te hace falta mi permiso.
– Vibe me vio allí, en la escena. Si no se lo había imaginado toda_vía, ahora ya lo sabe, y ninguno de ellos pasa estas cosas por alto.
– En ese caso más vale que te pongas en marcha, no vayas a aca_bar igual.
Aunque Kit nunca había entendido muy bien Venecia, parecía casi normal en comparación con el lugar al que se dirigía. Dally recono_ció esa sensación.
– Aquí la llaman bagonghi, es cuando uno va tambaleándose atur_dido por todas partes, como un payaso de circo.
Kit se acostó y se despertó con la imagen solitaria y operística de Vibe dándose la vuelta para mirarle fija e implacablemente a la cara, sabedor desde el principio de que él había estado apostado en la otra orilla del canal mientras a su alrededor los asesinos a jornal se ponían al descubierto, como si los pretorianos del Tiempo se hu____________________ría problemas.risa de un papa en una pintura, enmarcada en una cara que no solía sonreír, que uno habría preferido no ver porque significaba que traebieran levantado para defenderlo. La sonrisa teñida de rosa, la son
Probablemente también era el innegable momento, si tenía que destacarse uno, de la exclusión de Kit de lo que en Yale se llamaba un «futuro», de cualquier ruta al triunfo o incluso a la comodidad bur__bía deseado, ni hasta qué extremo, pero el caso es que ahora no tenía elección. Losguesa que Scarsdale Vibe controlara. Kit no sabía muy bien si lo ha stranniki de Yashmeen se habían consagrado por entero al servicio de Dios y la Muerte Misteriosa, pero, hasta donde veía Kit, el viaje que él tenía por delante no era por Dios, ni por Yashmeen, que sin duda era el amor de la vida de alguien, pero no de la de Kit, ni si__lioso culo.quiera por la causa del Vectorismo…, puede que no se tratara más que de la simple supervivencia, huyendo para salvar su cada vez menos va
Podrían haber imaginado una partida fácil en medio de una bru_ma dorada, pero resultó que los hermanos no se separaron en lo que uno llamaría términos afectuosos. Como si el tiroteo en el Palazzo le hubiera afectado demasiado, Reef se había instalado en un lúgubre malhumor.
– No tienes que venir a despedirme a la estación, es más, mejor si no vienes, porque yo no pienso despedirme.
– ¿Qué estás pensando, Reef?
Reef se encogió de hombros.
– Tú nunca has querido implicarte. Has estado haciéndolo a des_gana todo el tiempo. Bueno, ahora ha acabado, así que adiós, chaval.
– ¿Me estás echando la culpa de lo que ha pasado?
– ¿Qué quieres que te diga? La verdad es que no fuiste de gran ayuda.
A Kit empezaron a dolerle los dedos y miró a su hermano con la esperanza de haber entendido mal.
– Tu hado padrino todavía anda por ahí, bebiendo champán y meándose en la memoria de papá. Y ya no puedes decir nada porque no sabes nada.
Reef se dio la vuelta y se alejó con una mirada feroz, los hom_bros encorvados, y tras cruzar el Ponte degli Scalzi, desapareció al poco entre la multitud en movimiento de cientos de futuros distintos, cuyo destino no podía imaginarse más que recurriendo a la estadística. Y eso fue todo.
Ya en el vapor nocturno para Trieste, las luces se difuminaban provocando efectos espectrales en la niebla, ondeando como capas blandidas en fiorituras por insomnes enmascarados, Giudecca invisi_ble…, como también el velado Stromboli y otros buques de guerra ita_lianos anclados…, las llamadas de los gondoleros que adquirían en la foschia una extraña ansiedad, los costados de cuero de baúles y male__jara de nuevo. Barcazas ytines que brillaban en el resplandor eléctrico… Dally desaparecía una y otra vez, y Kit esperaba que ella ya no estuviera allí cuando despe traghetti, transportando viajeros, equipaje y carga, atestaban el pequeño muelle, y cada bajel era un escenario ma__ticos desde todas las direcciones, baúles pasados de unos a otros en el vaporoso ajetreo, siempre a punto de volcarse cómicamente y caer, con sus propietarios, al canal. Por el Zattere tocaban dúos y tríos de músicos, algunos de la banda real, ganándose unos cuantos soldi extra. Todo en un tono menor.rítimo para un drama de alta intensidad, consejos apasionados o prác
Nadie había venido a despedir a Kit, su hermano estaba de nuevo en las vías, ya a kilómetros de distancia de la ciudad, y ahora que Dally lo pensaba, ¿qué pintaba ella allí, despidiéndose? ¿Es que no tenía nada mejor que hacer? ¿Qué significaban unos abrazos sentimentales a la orilla del agua para este tío?
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