Aferrando unas riendas invisibles y haciendo gestos de «vamos, a por ellos», Kit dijo por fin:
– ¿Qué?
– Algún día te contaré una historia. Tal vez.
Bajo la llovizna inclemente, cinco o seis carabinieri se habían si_tuado estratégicamente a lo largo de l’afondamenta, impidiendo que la gente cruzara el puente hasta el Palazzo. El cuello de los gabanes le__ladavantado contra el fresco. A saber cuánto tiempo tendrían que estar ahí. Parecían una pintura que no colgara de ninguna pared conocida, titu Fracaso. Kit y Reef se escabulleron, intentando formar parte de la imprimatura. A lo largo de la acera de enfrente, figuras de negro, in__vadas de deseo… Aisladas de las consecuencias como la noche misma.clinadas como para resistir el viento o una fatalidad, se movían en una corriente viscosa, bajo paraguas negros en ondulación irregular, cada paso una lucha, con toda la circulación fragmentada en misiones pri
Luces eléctricas en las ventanas, antorchas llevadas arriba y abajo por sirvientes, sus llamas agitadas sin parar por el viento. Un denso su_surro interior, modulado por la piedra antigua, emitido hacia fuera, al río, acompañando a una pequeña orquesta de cuerda que tocaba arre_glos de Strauss Jr., de Luigi Denza y de la luminaria local Ermanno Wolf-Ferrari.
Kit atisbo a Dally con el vestido prestado de la Principessa y un paletot de seda oscura, con su cabellera incendiaria peinada con un co__tuoso por la puerta y subiendo las escaleras de mármol hasta elpete de pluma de avestruz teñida de añil, entrando con paso majes piano nobile, y durante un latido y medio de corazón se olvidó de dónde es_taba y qué se suponía que tenía que hacer allí.
Scarsdale Vibe llegó en una góndola privada y con el reflejo de Foley Walker a sus espaldas, puso el pie en la fondamenta. Se oyó la ine_quívoca detonación de un disparo.
Tan de repente como se abatía una tormenta sobre la Laguna, sur_gieron de todas partes guardaespaldas de negro, curtidos teppisti re__pehuelgas en Roma y en las fábricas del Norte, armados, silenciosos, enmascarados y rápidos.cién llegados a la ciudad, sacados de sus habituales funciones de rom
– Dios, son un ejército -murmuró Reef-, ¿de dónde han salido?
Y allí, justo en medio, apareció un chico delgado con un traje pres_tado, el cuello de la camisa demasiado grande, llamativamente fuera de lugar y por tanto disfrazado y por tanto una amenaza.
– Es ese Tancredi, ¿qué coño pinta aquí?
– Oh, no -dijo Kit-, esto no augura nada bueno.
Ahora ya no había modo de llegar hasta él, pues estaba dentro del negro tren funerario, que se había puesto en marcha hacia su terrible destino.
– Via, via! -Fueron tan amables de advertirle, pero él seguía acer____________________jeto sostenía en la mano, con sumo cuidado, como si fuera a explotar a la más leve sacudida?rar, ni permitirá nunca que suceda: se negaba a obedecer. ¿Qué obcándose. Estaba haciendo lo único que la autoridad no puede tole
– No llevaba nada en las manos -contaría más tarde Pugliese-, na_die encontró ningún arma.
Mascaregna negó con la cabeza, desconsolado.
– Dijo que tenía una máquina infernal, que daría cuenta de Vibe y, un día lejano, del orden que Vibe encarnaba de la manera más aca____________________cerá el Infierno».cir: «Aquí está, aquí hay un limitado y finito volumen de la ausencia de Dios, aquí está cuanto necesita contemplar y ver de verdad, y conobada y aborrecible. Ese era su precioso instrumento de destrucción. Desprendía una luz y un calor que sólo Tancredi percibía, lo cegaba, quemaba ferozmente en sus manos, como el carbón resplandeciente en la parábola budista, no podía dejarla. Si Vibe era un comprador de arte, ahí estaba la creación de Tancredi, su ofrenda, la obra maestra que creía que cambiaría a quien la poseyera, incluso a ese corrupto millonario americano, ciego a la vida que había estado habitando, que lo llevaría a una nueva forma de visión. Nadie le dio la ocasión de de
De las bocas de Glisentis nuevecitas salieron llamas como puñala____________________lencio y le era arrebatada la ciudad que él a la vez amaba y detestaba, a la que ya no podría transfigurar.pia sangre y entró en el vacío, el día que las campanas estaban en sivaba el antiguo esplendor del Palazzo, él se resbaló y cayó en su prodades de Tancredi se habían abierto como si se dispusiera a abrazar cuanto podía de aquello a lo que el mundo había quedado reducido: las primeras ráfagas lo contrajeron en una piltrafa, inclinado como ante una perversa nobleza; mientras a su alrededor y a sus espaldas se elevantando ecos tremendos que desgarraron el silencio. Las extremidas, los disparos repercutieron en las aguas y las paredes de piedra, le
Al principio parecía que sólo estaban toqueteando los restos con las puntas de las botas, algo, al fin y al cabo, esperable de profesionales, que se cercioraban de que el sujeto no recobrara inesperadamente la vida. Pero la cosa fue perdiendo el tono de sondeo y al poco los assassini le daban patadas brutales con toda la fuerza que podían, profi_riendo insultos, hasta que la fondamenta resonó como el patio de una prisión, mientras Scarsdale Vibe poco menos que bailaba en gozosa aprobación, ofreciendo a gritos consejos técnicos.
– Aseguraos de que le desfiguráis la cara, amigos. Batti! Batti lafaccia, ¿sí? Destruídsela. Dadle motivos para llorar a la mamita de ese montón de mierda.
Cuando la voz se le enronqueció demasiado para seguir, se acer__ria sobre el terror anarquista. Foley, para el que situaciones como ésa habían sido en el pasado el pan nuestro de cada día en un regimiento de la có y miró un rato el cadáver destrozado en su baño de luz pública, sintiéndose feliz por haber presenciado de primera mano esta victoUnión, permaneció al lado sin decir nada.
La bruma que se levantaba empezó a mezclarse con la lenta disi____________________vitados que llegaban tarde, uno de los pistoleros utilizó el sombrero del chico para sacar agua del canal y limpiar la sangre de la acera.tante, habían salido del canal. Sin la menor consideración por los inpación del humo de pólvora. Un grupo de ratas, interesadas al ins
Vibe permanecía callado en el punto más alto del pequeño puen_te, de espaldas, una sólida silueta negra, cabeza y capa, esperando en medio de una inequívoca tensión que no parecía tanto hacerle crecer en tamaño como, extrañamente, hacerle cobrar masa, rectificarse en una invulnerabilidad de hierro. Por un instante, antes de reemprender su intencionado regreso al refugio del iluminado y melodioso Palazzo, se dio la vuelta y miró directamente a Kit, sin dejar la menor duda de que lo reconocía, e incluso a pesar de la noche que ya caía, la foschia y la luz de las antorchas que comenzaba a extinguirse, Kit vio con la suficiente claridad la sonrisa de satisfacción en el rostro del hombre. Patéticos miserables, podría haber estado diciendo entre risas, ¿a qué, a quién os creéis que os estáis enfrentando?
– Según la policía, los anarquistas se especializan, Foley, ¿lo sabías? Los italianos suelen ir a por la realeza. A por la Emperatriz Isabel, el Rey Humberto y demás.
– Supongo que eso le convierte en realeza americana -bromeó Foley.
– Rey Scarsdale. Sí, suena bien.
Estaban en el grandioso comedor del Bauer-Grünwald, comien__ban en voz baja y apenas conseguían ser amables; entre las palabras que empleaban, aparecía a menudodo rustidos de ternera y tragando Pommery. La sala estaba atestada de comensales cuya provisión de efectivo excedía sobradamente toda el hambre que pudieran recordar o imaginar. Los camareros conversa cazzo. Las arañas, cuyas disposiciones cristalinas se situaban en márgenes exquisitamente delicados, se estre__cante ajuste del edificio en el primitivo limo veneciano de abajo.mecían y repicaban como si fueran capaces de percibir cada insignifi
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