– Bueno. ¿Y qué hace el pequeño Jesse?
– Camina, habla, no le tiene miedo a ningún hombre por gran__bación.de que sea, y cualquier día de éstos se subirá a un coche y se pondrá al volante. Willow y Holt tienen una pequeña finca en el norte de Nuevo México, casi siempre está allí con ellos cuando yo viajo. -Lo miró a los ojos, como si buscara la forma que adoptaría su desapro
Pero Frank estaba demasiado atareado sonriendo como un tío.
– Sería agradable verlo antes de que sea demasiado rápido para mí.
– Demasiado tarde. Para colmo, ya está jugando también con la di_namita. -Y añadió, antes de que Frank tuviera tiempo de decir nada-: Sí, igual que su papá.
Más tarde, fuera, cuando regresaban de un paseo por la orilla del polvoriento río verde, Frank vio, acercándoseles rápidamente por detrás a lo largo de la acera, casi como un espejismo en el estruen__trópolis del mal, caras o, al menos, maneras de andar que podría haber visto antes.do de calor y luz, a dos tipos locales que parecían salidos de alguna me
– Si ésos son amigos tuyos…
– Oh, vaya. Debe de ser el viejo Hatch y su colega del día.
Ella no se dio la vuelta para mirar, pero rebuscó con naturalidad en el interior de su gabardina y sacó una pequeña pistola de cañón superpuesto. Se puso a juguetear con la sombrilla, supuso Frank que para distraerse.
– Bueno -dijo él comprobando su propia arma-. Esperaba un poco más de calibre, pero me alegra ver que vas armada; a ver, uno por bar_ba, ¿qué te parece? No parecen demasiado profesionales.
– Es un placer volverla a ver en público, señorita Estrella. ¿Es éste su novio?
– ¿Y éste es tu novio, Hatch?
– No buscamos líos -avisó el otro-, sólo queríamos ser buenos vecinos.
– Hay mil kilómetros vacíos entre aquí y Austin -añadió Hatch-, a veces sólo puedes contar con los buenos vecinos.
Nadie llevaba ningún arma que Frank pudiera ver, pero estaban en la ciudad.
– Bueno, vecinos -la voz de Stray mantenía un suave tono de con__cho tan largo camino para nada.tralto-, estáis muy lejos de vuestro barrio, y me fastidia que hayáis he
– Eso sería fácil de arreglar, supongo.
– Claro, si no fuera más que un simple y maldito robo.
– ¿Oh? ¿Quién de los aquí presentes es un maldito ladrón? -pre_guntó Hatch con lo que alguien le debía de haber dicho que era un tono amenazante.
Frank, que había estado vigilando los pies del hombre, dio un paso corto ladeado para conseguir un acceso más rápido a su Pólice Special. Mientras tanto, se desabotonaron los abrigos, las alas de los sombreros se reajustaron al ángulo del sol y se produjo una perceptible disminu_ción del tráfico de transeúntes alrededor del pequeño grupo.
Aunque no hacía mucho que se había visto obligado a disparar a Sloat Fresno y mandarlo al Más Allá, y todavía no había abandonado la esperanza de hacerle lo mismo a su socio, Frank continuaba abri____________________dría haberse dado cuenta y estarse planteando la interesante cuestión de hasta qué punto iba a respaldar a su secuaz.bía dejado muchas vacilaciones morales a lo largo del camino, y este Hatch, que tal vez tenía menos propensión que él a lo homicida, pogando demasiadas dudas sobre el recurso al gatillo como para ir por ahí repitiéndolo con cualquiera…; pese a todo, no podía negar que ha
Pues en realidad el problema era su secuaz. Un tipo nervioso. Cabello rubio, el sombrero echado hacia atrás de manera que la am____________________tre dientes la popular cancióntando lentamente una postura que sólo los más imprudentes habrían tomado como coquetería. La luz del día se había espesado, como antes de una tempestad en las praderas. Nadie hablaba ya mucho, así que Frank supuso que la introducción oral había acabado y se les echaba encima el desenlace práctico. El secuaz élfico silbaba suavemente enplia ala creaba una especie de halo alrededor de su cara, mirada baja y brillante, y orejas puntiagudas como las de un elfo. Frank comprendió que era el que le había tocado en suerte, pues Stray había ido adop Daisy, Daisy, que desde la famosa répli__ba con un descaro no exento de compasión a los ojos de su victima, esperando el gesto fatídico.ca de Doc Holliday a Frank McLaury en O.K. Corral era una especie de código telegráfico entre los pistoleros para designar el cementerio en el que acababan quienes morían con las botas puestas. Frank mira
Desde un lugar indeterminado:
– Vaya, hola a todos -intervino una voz-, ¿qué estáis haciendo? -Era Ewball Oust fingiendo no ser un anarquista frío y de mirada si_niestra que había dejado muy atrás cualquier duda práctica sobre sus actividades, en las románticas brumas de su juventud, cuando quiera que ésta hubiera sido.
– Mierda -dijo el tipo de orejas puntiagudas en un suspiro no correspondido.
Todos, cada uno a su ritmo, procedieron a reubicar sus yos coti_dianos.
– Ha sido un placer volver a verla -dijo Hatch como si se dispu_siera a besar la mano de Stray-, y no tenerla ya por una extraña.
– Hasta la próxima -dijo el secuaz asintiendo, con una sonrisa con_movedora dirigida a Ewball-; a lo mejor en la iglesia. ¿A qué iglesia van? -preguntó con voz zalamera.
– ¿Yo? -se rió Ewball con mucho más humor del que el momen_to propiciaba-. Soy mexicano ortodoxo. ¿Y tú, qué me dices, amigo?
Después de lo cual el secuaz dio un par de vacilantes pasos hacia atrás. Stray y Hatch intercambiaron una mirada sobre la copa del som_brero que él tenía en la mano.
– Siento haber llegado tarde -dijo Ewball.
– Has llegado justo a tiempo -dijo Frank.
– Mi guardián -Frank presentó a Ewball a Stray. Habían renun__tados en una cantina en la otra orilla del río-. Se preocupa por mí a todas horas.ciado a buscar un local de bebidas decente en El Paso y estaban sen
– ¿Estás metido en este negocio? -preguntó Stray con una mira_da más chispeante, le pareció a Frank, de lo que requería una charla de trabajo.
Ewball desplazó la mirada dos o tres veces entre ella y Frank an_tes de encogerse de hombros.
– Lo lleva casi todo Frank. -Esperó un segundo antes de añadir-: Al menos esta vez. Yo sólo pasaba por aquí para asistir a una conven_ción de abstemios.
– Ella tiene la mercancía, Ewb -dijo Frank-, y estamos decidiendo el lugar de encuentro. Al fin y al cabo, parece que Dwayne jugaba limpio esta vez.
– Estoy esperando el regreso inminente del pequeño Jesús cual_quier día. -Ewball se acabó su vaso de tequila, cogió la cerveza de Frank para rematarla, se levantó y tomó la mano de Stray-, Ha sido un placer, señorita Briggs. Chicos, portaos bien. Todos los ojos de Texas os contemplan.
– ¿Dónde estarás más tarde? -preguntó Frank.
– Por lo general, la medianoche me encontrará en la cantina de Rosie.
– En el sur de la ciudad, si no recuerdo mal -dijo Stray-, un poco a las afueras.
– Por suerte sigue abierta, es una pequeña y alegre cantina, ¿no era la que tenía alguna bailarina presentable?
– Justo ésa. La LLO hace algo de ruido, pero no demasiado desde que sus diecisiete cowboys a caballo empezaron a patrullar.
Después de que Ewball saliera, ella se quedó mirando a Frank un momento.
– Esperaba verte más, no sé, tranquilo, más frío, a estas alturas. Como les pasa a los hombres a veces.
– ¿A mí? Soy el mismo culo de mal asiento de siempre.
– Tengo entendido que encontraste a Sloat Fresno.
– Por suerte.
– Y eso no…
– Estrella, a lo mejor hay jovencitos por ahí a los que una muesca convierte en tipos duros, pero los caballeros de cierta edad no siempre tenemos tantas ganas de hacer carrera con el gatillo.
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