Una noche, mientras cenaba en la Calle Rivera, cerca del merca____________________do Günther von Quassel. Cuando intercambiaron sus tarjetas y vio el nombre de Frank, se le arquearon las cejas.jilla derecha, con forma de tilde. En México lo conocían como «El Atildado», término que también designaba a un hombre de impecable porte personal, un talento con el que igualmente había sido bendecido, entablaron conversación con un viajero alemán, un cultivador de café que tenía una finca en Chiapas y una cicatriz de duelo en la me
– Conocí a un Kit Traverse en Gotinga.
– Mi hermano pequeño, seguro.
– Poco faltó para que una vez nos batiéramos en duelo.
– ¿Le hizo eso Kit? -preguntó moviendo la cabeza hacia la mejilla de Günther.
– La cosa no llegó tan lejos. Lo resolvimos pacíficamente. En rea_lidad su hermano me daba mucho miedo.
– Pues entonces seguro que era Kit.
Günther le contó a Frank cómo Scarsdale Vibe y sus ayudantes habían obligado a Kit a abandonar Gotinga.
– Bueno, tal vez sea una suerte -dijo Frank demasiado malhumo_rado para creerlo, en realidad-. Esos malditos tipejos.
– Es un joven con iniciativa. Saldrá adelante. -Günther llevaba consigo un termo lleno de café caliente-. Si me hace el honor -ofre_ció-. Una nueva variedad. Bohtien gigantes. Lo llamamos Maragogipe.
– Gracias. Pero he de decir que yo siempre he sido un hombre de Arbuckle. -Frank percibió que algo muy parecido a un estremeci_miento cruzaba el rostro del 'cafetalero'.
– Pero… ellos le añaden ceras -Günther adoptó un tono ofendi_do-, Resina de…, de árboles, creo.
– Crecí tomándolo, el favorito de la esposa de la frontera, vaya, desde que era un pequeñín, siempre he bebido Arbuckle.
– Ach, cómo han degradado su sentido del gusto. Pero parece jo_ven, todavía. Tal vez estemos a tiempo de corregir ese trastorno.
– Bromas aparte -dijo Frank sorbiendo-, es un café muy bueno. Se ve que conoce su negocio.
Günther resopló.
– No es mi negocio. Estoy aquí porque me lo impuso mi padre. Trabajo en la empresa familiar.
– He pasado por eso -dijo Ewball-. ¿La vida en la plantación no es lo que esperaba?
El joven Von Quassel se permitió esbozar una sonrisa gélida.
– Es exactamente como esperaba.
Ewball parecía condenado a toparse con viejos conocidos 'del otro lado' y de tiempos pasados, de los días en que hacerse mayor todavía no significaba hacerse peor y, a veces, alcanzar una mala fama que tampoco se habría imaginado en aquellos tiempos de alegría y des____________________fica compra de acciones baratas del norte, siempre en fuga, incapaz todavía de dejar de timar tan alto y rápido como podía, y que un día se presentó en la ciudad en medio de una breve tormenta de arena y fue a parar al mismo pequeño patio donde Ewball, Frank, Günther y un par de docenas de mirlos se habían refugiado casualmente. Elgería a los demás que lo llamaran «Ramón», huido de cierta catastrópreocupación. Estaba, por ejemplo, «Steve», que en la actualidad su 'norte' aulló como a una luna invisible. La arena silbaba y repiqueteaba sobre el elegante hierro forjado, y «Ramón» los entretuvo con cuentos de deudas sin fin.
– Lo que os digo, estoy cada vez más desesperado. Si os enteráis de algo que os parezca demasiado descabellado o peligroso para vosotros, vaya, pasádmelo. En el norte hay una crisis de liquidez. Ahora mismo me follaría un caimán al mediodía en la Plaza de Toros si pudiera sa_car un peso.
Antes de desaparecer desgarbadamente en la opacidad amarilla, los invitó a todos a que lo visitaran esa noche en su villa, donde habría juerga.
– Venid a verla mientras la finca todavía sea nuestra, conoceréis a mi nueva esposa. Una pequeña 'reunión', un centenar de tipos o así, que durará una semana si queremos.
– Suena bien -dijo Ewball.
Günther se fue a hacer negocios con la numerosa colonia alema_na de Tampico y les estrechó la mano a Frank y Ewball.
– ¿Irán a esa fiesta esta noche?
– Nos alojamos en el Imperial -dijo Frank-, en el sótano, muy atrás. Pásese e iremos juntos.
Apartados, hacia el oeste y la Sierra, en espléndidas residencias apenas visibles a través de las brumas que se elevaban de las palúdi____________________sadoras, prometiendo justo castigo por crímenes ya olvidados…flejando columnas de llamas mientras los pozos ardían y explotaban, sin nada por delante más que el exilio, la pérdida, la desgracia, ningún futuro en ningún sitio al norte de Río Bravo, voces invisibles en el hedor del petróleo, que salían de los canales enfermos, señalando acusierto, cielos inmisericordes, ojos en los que no sólo los iris sino toda la superficie era negra, que brillaban en sus cuencas, implacables, reto nativo que todos creían inminente, mientras yacían boca arriba en sus dormitorios, noche tras noche, acosados, en las pocas horas que podían dormir, por pesadillas casi idénticas de huidas a través del demontorios fluviales azotados por el viento, a la espera del levantamiencas tierras bajas, la población gringa se encogía en la cima de sus pro
Frank y Ewball deambularon por la fiesta de Steve/Ramón y des____________________rar aquello, esta riqueza antinatural, esta desbordada violación de la realidad?daba entre las sombras del futuro próximo, pues ¿cuánto podía dulera de baúles, cerrados y preparados para el viaje. Los mismos baúles que se veían en la mayoría de las villas alquiladas por los gringos del círculo social de Ramón, como un recordatorio del abismo que aguartados bebían gin-fizz Ramos y mascaban coca fresca de las junglas de Tehuantepec. En la sala, las carcajadas eran más o menos constantes, pero de algún modo más fuertes y angustiadas que, pongamos, en una cantina un sábado por la noche cualquiera. En el vestíbulo delantero, ocultos por macetas gigantescas cargadas de orquídeas, había una hirejas bailaban versiones tropicales del bolero y el fandango. Los invizaban de una palmera ornamental a otra. Tocaba una orquesta. Las pates revestidas de azulejos, donde los loros, fuera de las jaulas, se deslicubrieron un salón de baile tranquilo y lleno de murmullos con fuen
– Es Bakú con mosquitos -le aseguraron viejos trabajadores del petróleo a Frank.
– Ha llegado la hora de marcharse del país -se oyó decir a juer_guistas más de una vez-, porque aquí, a este lado de la frontera, todos somos rehenes, en el norte están pidiendo préstamos como si llegara el fin del mundo, la mitad con acciones como garantía secundaria, y si los depósitos se hunden no importará cuánto petróleo haya en el suelo, será un adiós 'chingamadre', por así decirlo.
Günther se había presentado con una belleza alta y rubia llamada Gretchen, que no hablaba inglés ni español y sólo unas palabras de su alemán nativo, como «cocktail» y «zigarette». Resultó que mostraba cierta tendencia, rara en una joven dama tan llamativa, a desaparecer, y Frank reparó en la expresión preocupada de Günther.
– Se supone que la estoy cuidando para un socio -le explicó-. Tiene un historial de actos impulsivos. Si no fuera por… -dudó, como si estuviera a punto de pedir la intercesión de Frank.
– Si puedo ayudar…
– Tu nombre ha sido mencionado hoy, en un contexto que acabo de empezar a investigar.
– He tenido algunos tratos con la colonia alemana. En Tampico resulta difícil no tenerlos.
– Esto tenía que ver con cierta entrega en Tampico para un trans_bordo a Chiapas.
– Maquinaria para la recolección de café -sugirió Frank.
– Algo así. -Gretchen reapareció deambulando a la deriva ante las puertaventanas de un soportal, con una mirada vidriosa en los ojos, visible incluso a aquella distancia-. Cuando tenga un momento…, en cuanto yo haya… -Distraído, se apresuró a partir tras la inquieta valquiria.
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