Antonio Tabucchi - Tristano muere

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Una casa de campo en alguna parte de la Toscana. La canícula del mes de agosto, en el último año del siglo XX. Tristano, un hombre que ha combatido por la libertad de su país bajo ese nombre, tomado de un personaje de Leopardi, llama a la cabecera de su cama a un escritor que, aparentemente, en otro tiempo se inspiró en él para escribir una novela. Pero ¿es posible inscribir en el cuadro de un relato la geometría ambigua de la vida, hecha de contradicciones, dudas, omisiones, deseos incumplidos, recuerdos falsos o imaginados? El destino personal de un héroe como Tristano, cargado de esperanza y desolación, puede tener, además matices imperceptibles: un centímetro a la izquierda o a la derecha en la mirilla de un fusil.

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Decía Ferruccio que si te pones a mirar en los pliegues más ocultos de la sociedad, sea ésta la que sea, descubres la locura. Pero quienes tuvieron valor para hacerlo estaban locos… Discúlpame por haber dejado de contarte el sueño de Tristano… es que se había acabado para mí también, se interrumpió en determinado momento con un fulano que montaba en un borrico, me parece, y de golpe me quedé dormido de verdad, debió de terminar el efecto de los fármacos y de esa forma terminó la alucinación, la Frau me ha dicho que no hubo tormenta, es que ella da siempre las noticias de forma negativa, se ha pasado la vida dando las noticias de forma negativa, entra y dice, señorito, anoche no hubo la tormenta que se presumía ayer por la tarde, así que hace más calor que antes, sin embargo, tu habitación es la más fresca de toda la casa, por lo tanto, conténtate, la enfermera se ha cogido dos días de vacaciones, tiene al niño con varicela, esta noche estuve yo velándote y tú dormiste como un angelito, ni un lamento siquiera, es la hora de la morfina, pero no te la voy a poner, que te intoxica, no quiero decir que no tengas algún dolor que otro, pero tu vida ha sido mejor que la mía y yo no me he quejado nunca, ¿o es que me has oído a mí quejarme alguna vez?

Escritor, ¿sabes por quién luchó Tristano? Haz un esfuerzo… claro que lo sabes, es que no lo piensas… un día Tristano se dio cuenta, sin más, tuvo un destello de intuición, una de esas cosas… ¿cómo las llamáis en literatura?… ya sabes, cuando en la realidad, que es compacta como el cemento, casi como por gracia divina, se abre una grieta por un instante, tú puedes echar un vistazo en su interior, y has comprendido… es como un pequeño milagro, no sé si me explico. En definitiva… dejémoslo correr… Tristano comprendió por quién había luchado, por quién había combatido, por quién había matado, por quién se había arriesgado a ser matado… y para qué tantas penas y tormentos e ideales. Por tontintolín. Lo llamo así porque Tristano a esa cosa la llama así, tontintolín, que no es sólo el instrumento, la caja, quiero decir, que es un objeto físico, la manifestación empírica, lo visible. El tontintolín que comprendió Tristano era una especie de divinidad, pero un dios totalmente nuevo, desconocido, cuya religión era una ausencia de religión, por lo que carecía incluso de sustancia… y en tal carencia consistía su fuerza extraordinaria, era superior a cualquier ismo, cristianismo, judaismo, budismo, islamismo, sintoísmo, taoísmo, podía participar de todos ellos no siendo ninguno de ellos, y en esto revelaba una naturaleza proteica y absoluta, pero no era ni siquiera puro espíritu, siendo al mismo tiempo visible e ilusorio, la proyección de sí mismo y de todos, de los deseos y de los sueños, del todo y de la nada, estaba hecho de electrones, de energía, y sin embargo no tenía moléculas… Curiosamente, Tristano lo comprendió sin mirar el tontintolín, porque cuando lo miras en realidad no es él, es sólo su hipóstasis… Tristano comprendió la esencia del tontintolín una noche de verano, mientras estaba en la terraza de esta habitación y miraba el cielo estrellado, pensaba en las teorías del doctor Ziegler y en vez de la Osa o de Orion, que estaba buscando aquella noche, su ojo captó una estrella en movimiento, que estrella no era, por ser móvil y demasiado resplandeciente, así pues era artificial, y le pareció captar el bip bip que esa nueva estrella emitía desde los espacios siderales y que le sonó en los oídos como si hubiera comprendido su código, y le parecía que decía… no penséis, gentes, no penséis, acordaos de no pensar, pensar cansa, es inútil, habéis empezado a pensar para producir un instrumento silíceo y después un recipiente de cerámica y la paleta y el orinal y el zyklon B y la bomba atómica, bonitos resultados eso de pensar, estáis cansados de pensar, pensadme sólo a mí y yo os pensaré a vosotros, así seréis pensados, soy tontintolín y os protejo de vuestro propio pensamiento… Tristano bajó la mirada hacia el llano, salpicado por las luces de las casas, y más allá, hacia la mancha de luz amarilla de la ciudad que se reflejaba en la atmósfera nocturna, y le pareció como si todas aquellas luces estuvieran enlazadas con la voz de la estrella artificial, y todas aquellas luces emitieran un estruendo sordo como cuando la tierra bulle por un terremoto, era un mugido, un gruñido al unísono, tenía algo de bíblico, como en las páginas del Apocalipsis, y este mugido decía, nosotros pensamos tu pensamiento, tontintolín, gracias… Ah, era una obsesión, y se sucedieron pesadillas nocturnas, ahora la voz de tontintolín empezó a visitar incluso su rem, como el doctor Ziegler llamaba al sueño más profundo, y le hablaba con voz aflautada o en falsilla, le parecía el susurro de un confesor que da consejos a través de la rejilla de un confesionario, no pienses, acuérdate de no pensar, deja que yo piense por ti, Tristano, has luchado por la libertad y ahora ésta ha llegado, es el ser emancipado del pensamiento, es el no volver a pensar más… la verdadera libertad es ser pensados.

¿Conoces un poema que dice, sombras largas en el mar, tu sonrisa, amada, y las caricias, pronto se resignan, como a la noche las sombras… y después sigue con el horizonte, las olas y otros muchos lugares comunes? ¿Lo conoces? No me digas que lo conoces… si no existe, no lo escribió nunca nadie, y al oírlo no parece gran cosa, más vale dejarlo ahí.

…Pero no se llora, no, no se debe llorar, no le gustaba llorar. ¿Y reír, entonces? No hay nada de lo que reír, decía el filósofo Ridens, que se partía de risa mientras lo decía… Ese humor no liberado era un dolor fofo que se volvía bilis, ¿y qué le quedaba sino chillidos alocados en la nada, gritos broncos en el viñedo, cuando el mediodía es canícula silente, rechinar de dientes y aullidos tremendos que acallaban incluso a las cigarras?… Mira, mira de qué forma le habían hecho el diagnóstico, los Abderitas… ¿No sabes quiénes son? Así los llamaba Tristano, como los habitantes de la patria de Demócrito, a aquellos doctores que adoctrinaban… un diagnóstico con el sello del sistema sanitario local, provisto de anamnesis y descripción, escúchame bien, el diagnóstico decía… hombre de aspecto demacrado y barba crecida, un ojo que de vez en cuando se enturbia, como si estuviera empañado por humores biliosos que vuelven la córnea amarillenta, no es raro que blasfeme en voz baja, por lo general a las preguntas no responde, ni siquiera a las más elementales, como si estuviera en otra parte, transcurre pues en silencio la sesión médica y, sin abandonar su silencio, coge y se marcha dándonos la espalda, y si por casualidad se vuelve lanza un gesto extravagante que más parece de choteo que de despedida, rechaza fármacos que han devuelto la sonrisa a millones de personas y que el estado podría proporcionarle gratuitamente, aunque sea pudiente, ante la primera tentativa de examen psicológico declaró que, sic, es inútil tocarle los cataplines con la infancia, porque la tuvo tan feliz que más feliz es imposible, recuerda a un abuelo anticlerical aficionado a la astronomía, recuerda su iniciación, que tuvo lugar a los quince años con una no mejor identificada campesina de la granja, mujer ya madura, y que fue una maravilla, dice que el problema no está río arriba sino río abajo, insistió en que se le prescribiera láudano que obviamente no le prescribimos, y ante este justificado rechazo médico, reaccionó con soberbia, riendo socarronamente… Éste es el diagnóstico de los Abderitas, sellado como científico por la póliza estatal, querido Damageto… hoy siento que eres mi Damageto, y quisiera llamarte así, habrás leídas esas páginas que tratan de la locura, porque Tristano se hallaba así, exactamente como escribe Damageto, atrapado entre la hilaridad y la furia, que son los extremos que la vida nos presenta en determinados momentos, que es como decir entre la espada y la pared, no habiendo entre los dos extremos ni un intersticio, porque en éste residiría la virtus, y virtus Tristano no tenía, o no la encontraba. Se interrogaba acerca de la terapia que los antiguos señalaban para los humores malignos, es decir, el llanto o la risa, pero ninguna de los dos era una solución, porque el suyo era un dolor sordo, continuo y sin boca, que le roía el pecho y no hallaba voz, no hallaba palabras, como un animal que muge al final de un túnel… No estaba él dentro del túnel, el túnel era él, él se había convertido en un túnel… y un día, en el viñedo vio un sapo… y aquel sapo se convirtió en un perro… ¿ya te lo he contado?… qué se le va a hacer, en todo caso puedes reescribirlo… era un sapo amarillo y se convirtió en un perro amarillo con la cabeza fuera de la tierra donde estaba enterrado, con la boca abierta… se le veía la garganta, porque se ahogaba, el sapo hizo glog glog, y después se puso a hablar con la voz de un perro, y ahora enseñaba sus dientes estropeados, algunos estaban ya rotos, guau guau guau dijo, yo soy tú y tú eres yo, ¿me explico?… Se explicaba bien el animal, y Tristano comprendió enseguida que era su hermano… mejor dicho, su espejo. Y el mundo empezó a dar vueltas. Estaba meando contra los viñedos, se meó en los zapatos y sintió la embriaguez de cuando se comprende algo de repente y te entra vértigo, arena sobre arena era aquello en lo que había creído, su contribución a la libertad, una libertad enterrada en la arena hasta el cuello, gracias Tristano, qué buen perrito guardián has sido, y ahora ladra si puedes y si no puedes muerde al viento… Tristano miraba al sapo a los ojos y en aquellos ojos estaba escrito todo, y él lo comprendió todo, pero ya era tarde, las bombas habían estallado, los muertos habían muerto, los asesinos estaban de vacaciones y la fanfarria republicana sonaba en las plazas, porque era dos de junio, la fiesta nacional, y el sagrado estandarte ondeaba bullicioso al viento, un encargado cualquiera de saludar al estandarte lo estaba saludando en posición de firmes, al igual que estaba en posición de firmes Tristano delante del viñedo, meándose los zapatos… Saludó militarmente al sapo, a sus órdenes, señor sapo, y el sapo medio sapo y medio perro emitió una voz aguda como deben de tenerla las sirenas, en aquel primer día de canícula sobre el llano, era una voz que provenía de los montes, y era fresca porque descendía de los picos nevados, y parecía un canto lánguido, cruzaba estratos de tiempo, pero no por ello era menos aguda, y le decía, cade Tuliva non cade la foglia, le tue bellezze non cadono mai, sei come il mare che cresce a onde , duérmete, mi niño, duérmete, traidor. Tristano giró sobre sí mismo y buscó la sombra de su habitación, tambaleándose, se tiró sobre la cama, se tapó los oídos e intentó dormir, algo imposible, como podrás comprender, escritor.

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