Santiago Roncagliolo - Memorias De Una Dama

Здесь есть возможность читать онлайн «Santiago Roncagliolo - Memorias De Una Dama» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Memorias De Una Dama: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Memorias De Una Dama»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un relato de viajes, investigación histórica, aprendizaje y desafíos morales para crear una obra en la tradición de la mejor novela picaresca. Dos historias paralelas que se cruzan. Un joven peruano que busca triunfar como escritor en Madrid y una mujer de la alta sociedad caribeña venida a menos en París. Diana Minetti necesita escribir sus memorias y él necesita que le paguen por escribir.
Un thriller literario que repasa las atrocidades cometidas durante las dictaduras de Trujillo en Santo Domingo, Fulgencio Batista en Cuba y las mafias económicas dominantes de Latinoamérica y que pone de relieve las complicidades del poder económico y el poder político durante estos periodos.

Memorias De Una Dama — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Memorias De Una Dama», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Un acuerdo.

– Y sí. Quizá te permita publicarlo cambiando un par de cosas. Quizá quiera hasta pagarte. ¿Cuánto te pagó la vieja?

– Pues…

– ¿Veinte mil? ¿Treinta mil? Él te puede dar el doble. Para él, esa guita no significa nada, viejo, es lo que le da al que le cuida el auto.

– ¿Cuál es tu interés en esto, Mankiewitz?

– No, ninguno, lo que sea mejor para vos y el libro, ¿viste? Al principio me preocupaba que se dijese que el dinero de mi fundación venía de la Mafia…

– Y viene de la Mafia.

– Pero este hombre no es un mafioso, che, por favor, tendrías que ver lo elegante y lo amable que es, un caballero. Ha mostrado la mejor disposición hacia la fundación…

– Qué generosidad. Tú lo que quieres es quedar bien con él.

– Y vos también deberías. Yo le he dicho que no te preocupa el dinero sino la gloria periodística. También le he dicho que le mandarás el libro…

– ¿Para qué le voy a mandar el libro?

– Porque, si no, se lo voy a dar yo. Pensátelo. No hagas boludeces. Él sólo quiere que su nombre no aparezca.

– Su nombre es lo que le da fuerza a este libro. Lo que le da la realidad. ¡Es una historia real!

– Bueno, yo ya te dije lo que te tenía que decir. Te mando sus datos por mail. Adiós.

Sólo conseguí moverme horas después, cuando descubrí que me había quedado sin cigarrillos. No hice grandes esfuerzos por bañarme ni parecer un ser humano. Bajé como estaba. Al volver, encontré un paquete en el buzón. Parecía una carpeta de documentos. Probablemente un envío de la abogada. No pensaba ni abrir el sobre, hasta que vi el remitente. Era de Diana. Tenía su sello y su sobre membretado personal.

Corrí por las escaleras hasta llegar a mi apartamento, encendí un cigarro, preparé café y traté de serenarme. Respiré hondo varias veces, aunque tenía los pulmones llenos de humo. Abrí el sobre. En el interior había veinte cuartillas llenas con la pulcra e inconfundible letra de las pasionarias de Diana. Sin duda, las últimas páginas que había escrito antes de morir.

16.

Cariño:

Si recibes esta larga carta, es que hay malas noticias. Supongo que ya las conocerás. Mi secretaria tiene orden de enviarte estas líneas cuando todo haya terminado. Ojalá no tuvieras que recibirlas nunca. Me temo que lo harás pronto.

¿Cuánto tiempo llevamos trabajando juntos? ¿Un año, más o menos? Tengo la sensación de que nunca hemos hablado de lo más importante. No es culpa tuya, mi biógrafo. Has sido un buen chico. Hasta me has enseñado cosas que yo no sabía. Debo agradecértelo. Llego al final de mis días sabiendo quién fui. Y no todo el mundo puede decir eso. Pero aun así, todas nuestras entrevistas, los viajes, todas esas páginas que has escrito sobre mí, siguen sin llegar al punto. Y me temo que ya no tendremos tiempo de llegar juntos.

No me quedan muchas fuerzas. Paso mis horas de conciencia administrando mi muerte, y trato de dejar un recuerdo para cada persona que haya estado conmigo. Para ti, mi biógrafo, tengo estas páginas que garabateo en mi cama, antes de que se apague la luz. No están bien escritas, supongo, pero tú sabrás disculpar mis errores de estilo. No soy escritora como tú. Sólo soy yo.

Después de tantas vueltas, mi historia termina donde empezó: en Santo Domingo. Otra vez esa ciudad caótica, con sus edificios coloniales y sus callejones malolientes. Otra vez ese mundo microscópico. Y otra vez, querido, una boda de relumbrón en la familia, con orquesta y champán y promesas de felicidad para siempre.

Ya has escuchado esta escena, ¿verdad? Las buenas familias uniendo sus destinos y sus cuentas bancarias, como familias reales de un imperio tropical. Pero el vestuario de la escena es diferente: corre 1970. Es el último acto de la obra. Y los personajes también son otros. Frente al cura, no estoy yo, ni mi madre, ni ninguna de las mujeres de la familia. Esta vez, es mi hermano Minetino el que intercambia anillos y promete fidelidad. Minetino, ya conocido por todos con ese nombre, como una réplica en miniatura de mi padre. Los Minetti volvemos a casa y, como siempre, entramos en ella por la puerta grande.

La novia se llama Eulalia Picciardi, y no es nueva. Durante los años treinta, Eulalia fue la parejita oficial de un Minetino que aún ni siquiera tenía pelos en la cara. Pero ya lo sabes, ésa era una época difícil para nosotros: papá estaba exiliado, su relación con Trujillo era imposible y sus bienes estaban congelados. Sus padres le prohibieron a Eulalia casarse con mi hermano. Dijeron que podría contagiarles su desgracia a todos. Eulalia rompió la relación y terminó casándose con un americano.

Los volvería a unir yo.

Supongo que una siempre labra su propia desgracia. Es una ley de vida.

En el año 62, en Miami, miles de exilios después de nuestra despedida, volví a encontrarme con Eulalia en una fiesta. Qué pequeño es el mundo, ¿verdad? No. Qué pequeño era «nuestro» mundo. Eulalia tenía veinte años más, pero estaba igual que en mi memoria. La misma mirada de la niña que quiere tus juguetes. El mismo aire de berrinche, de chica mimada. Nos pusimos al día en nuestras vidas, y entre nosotras saltó una chispa de camaradería de los viejos tiempos. Eulalia se había divorciado, y decía tener ganas de vivir la vida loca. La invité a pasar el fin de semana en nuestra casa de Sunset Lsland.

Cuando llegó, Eulalia Picciardi irrumpió en casa con equipaje suficiente para un ejército. Traía vestidos de noche, de gala, de baño, todos carísimos. Los cubanos vivían años de dificultades. Le advertí que tendríamos poca vida social. Ella sonrió. Pronto comprendí que la vida social le importaba un pepino, y yo también. La razón de su visita era recuperar lo que había perdido mucho tiempo antes: a Giorgio Minetti junior, Minetino.

No hacía falta ser demasiado perspicaz para notarlo. Hasta mi padre, un negado para detectar sentimientos, le predijo a mi hermano que acabaría casándose con Eulalia. Aunque ahora no sé si era una predicción o una orden. En todo caso, Minetino era muy seco y nunca mostraba lo que sentía, si sentía algo. Cuando le hablábamos de Eulalia, él respondía lacónicamente:

– No me gustan los platos de segunda mesa.

Pero a nuestro regreso al país, sería él el segundo plato que Eulalia Picciardi se llevaría al altar.

Ésa es la primera escena del fin de mi historia: una boda.

La segunda es un funeral. El de mi padre.

Y con él, el de mi familia entera.

Papá murió en 1975, sin aviso, de un infarto, una muerte que no debe haberle gustado. Habría preferido morir luchando contra una enfermedad, o contra lo que sea. En cambio, se murió como por descuido. Habría querido estar avisado, como lo estoy yo, para poner orden en sus asuntos personales. Pero se murió de improviso, sin preliminares, y dejando al mundo explotar tras él. De haber sabido lo que se vendría, sin duda, habría preferido morirse lentamente, como un procedimiento administrativo penoso pero riguroso.

En el funeral, mamá y yo recibimos los pésames y los abrazos. No recuerdo la imagen de Minetino en ese momento. Estaba presente, sin duda, pero no sé dónde. A veces pienso que mi hermano ya tenía bien enterrado a mi padre desde antes de su muerte. Siempre había sido tan frío e introvertido que nunca pudimos saber qué tenía en la cabeza. Pero quizá me equivoco. Honestamente, mi memoria de esos días es confusa. Me había convertido en un perrito sin amo. Súbitamente, no sabía a quién lamerle la mano.

El cuerpo de papá aún estaba caliente cuando mi hermano nos reunió para hacer lectura del testamento. Me pareció bastante insensible de su parte ocuparse de eso tan pronto, cuando todos estábamos aún muy dolidos. Pero debo admitir que al propio papá le tenían sin cuidado esos detalles. De haber aparecido su fantasma, habría dicho: «¿Para qué tanta ceremonia? La vida continúa, y los negocios también». Y Minetino, al fin y al cabo, era su hijo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Memorias De Una Dama»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Memorias De Una Dama» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Santiago Roncagliolo - Red April
Santiago Roncagliolo
Bertrice Small - El Honor De Una Dama
Bertrice Small
Jennifer Greene - Toda una dama
Jennifer Greene
Santiago Roncagliolo - Diario de la pandemia
Santiago Roncagliolo
Teresa Gottlieb - Memorias de una epidemia
Teresa Gottlieb
Álvaro Acevedo - Memorias de una época
Álvaro Acevedo
Daniel Carazo Sebastián - Lola, memorias de una perra
Daniel Carazo Sebastián
Отзывы о книге «Memorias De Una Dama»

Обсуждение, отзывы о книге «Memorias De Una Dama» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x