Philip Roth - Me Casé Con Un Comunista

Здесь есть возможность читать онлайн «Philip Roth - Me Casé Con Un Comunista» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Me Casé Con Un Comunista: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Me Casé Con Un Comunista»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El sueño americano se convierte en pesadilla.
En plena caza de brujas, durante la era McCarthy, Iron Rinn -cavador de zanjas primero, actor radiofónico más tarde- ve cómo tras participar en la Segunda Guerra Mundial, comprometido en la lucha por un mundo mejor, termina en la lista negra, desempleado y perseguido por el fanatismo ideológico.
En este camino tendrá un papel fundamental la exquisita actriz Eve Frame. El matrimonio de ambos se transformará: de idilio fascinante y perfecto pasará a ser un tremendo y cruel culebrón. Y cuando ella revele a la prensa las relaciones de Iron con la URSS, el apogeo de la traición y la venganza se materializarán en el escándalo nacional y la ruina personal. El hermano de Iron, Murray, será quien cuente esta historia años más tarde.
Philip Roth, el autor de Pastoral americana y La mancha humana, vuelve a explorar y a retratar con ironía, sinceridad y vehemencia los conflictos de la sociedad norteamericana del siglo XX.

Me Casé Con Un Comunista — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Me Casé Con Un Comunista», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Cuando terminó la Dubinushka, Murray guardó silencio y empecé a oír de nuevo todo lo que me había pasado desapercibido mientras le escuchaba: los ronquidos, gangueos y vibraciones de las ranas, los reyes de codornices en Blue Swamp, como se llamaba la zona de cañaverales al este de mi casa, con sus cues, quecs y quitics, y el acompañamiento chachareante de los abadejos. Y los somorgujos, el griterío y las risas de los somorgujos maníaco depresivos. Cada pocos minutos se oía el gemido de una lechuza blanca y, continuamente, por todas partes, el conjunto de cuerda de los grillos de Nueva Inglaterra interpretaba los chirridos de sierra, el Bartók de los grillos. Un mapache parecía reír con disimulo en un bosque cercano y, a medida que pasaba el tiempo, incluso creí oír a los castores que roían la corteza de un árbol, allí donde los afluentes del bosque alimentan mi estanque. Algún ciervo, engañado por el silencio, debía de rondar demasiado cerca de la casa, pues de improviso, en cuanto perciben nuestra presencia, su código morse de huida funciona velozmente: el bufido, los pasos pesados sin moverse del sitio, la estampida, el golpeteo de las pezuñas, su alejamiento a grandes saltos. Irrumpen grácilmente en los espesos matorrales y entonces, de una manera casi inaudible, corren para salvar la vida. Sólo se oía la respiración susurrante de Murray, la elocuencia de un anciano que inspira y espira serenamente.

Debió de transcurrir cerca de media hora antes de que él volviera a hablar. El brazo del fonógrafo no había vuelto a la posición inicial, y ahora también oía el chirrido de la aguja sobre la etiqueta del disco. No fui a detenerlo para no interrumpir lo que había acallado a mi narrador, fuera lo que fuese, creando la intensidad de su silencio. Me pregunté cuánto tiempo pasaría antes de que dijera algo, si no se limitaría a levantarse y pedirme que lo llevara de regreso a su casa, pues tal vez los pensamientos desencadenados en su mente requerirían toda una noche de sueño reparador para apaciguarse.

Pero, con una tenue risa, Murray habló por fin.

– Eso me ha afectado.

– ¿Ah, sí? ¿Por qué?

– Añoro a mi chica.

– ¿Dónde está?

– Lorraine murió.

– ¿Cuándo?

– Lorraine murió hace veintiséis años. En 1971, a los treinta años, dejando dos hijos y marido. Contrajo una meningitis y murió de la noche a la mañana.

– Y Doris está muerta.

– ¿Doris? Claro.

Fui al dormitorio, levanté la aguja y la coloqué en su lugar de reposo.

– ¿Quieres escuchar más? -le pregunté a Murray desde la habitación.

Esta vez él se rió de buena gana.

– ¿Tratas de ver cuánto puedo aguantar? Tienes una idea un tanto exagerada de mi fortaleza, Nathan. En Dubinushka he encontrado un rival digno de mí.

– Permíteme que lo dude -repliqué, mientras salía a la terraza y me sentaba en mi silla-. ¿Me decías…?

– Te decía… te decía… Sí, que cuando dieron la patada a Ira, Lorraine se quedó desolada. Sólo tenía nueve o diez años, pero se alzó en armas. Después de que despidieran a Ira por ser comunista, ya no saludaba a la bandera.

– ¿La bandera norteamericana? ¿Dónde?

– En la escuela -dijo Murray-. ¿En qué otro lugar se saluda a la bandera? La maestra intentó protegerla, la llevó a un lado y le dijo que era necesario saludar a la bandera, pero la niña se negaba a hacerlo. Estaba llena de cólera. La auténtica cólera de los Ringold. Quería mucho a su tío. Había salido a él.

– ¿Qué sucedió?

– Tuve una larga charla con ella y volvió a saludar a la bandera.

– ¿Qué le dijiste?

– Le dije que yo también quería a mi hermano, que tampoco me parecía correcto lo que le habían hecho. Le dije que pensaba como ella, que era una equivocación absoluta despedir a una persona por sus creencias políticas. Yo creía en la libertad de pensamiento, en la libertad de pensamiento absoluta. Pero le dije que uno no ha de ir por ahí buscando esa clase de pelea, que no es una cuestión importante. ¿Qué logras? ¿Qué estás ganando? Le dije que uno no provoca una pelea sabiendo que no la puede ganar, que ni siquiera merece la pena ganarla. Le dije lo mismo que intentaba decirle a mi hermano sobre el problema del discurso apasionado. A pesar de que no le sirvió de nada, intenté decírselo desde que era un niño pequeño. Lo importante no es estar enojado, sino estarlo por las cosas adecuadas. Le dije que lo considerase desde la perspectiva darwinista. El objetivo del enojo es hacerte eficaz. Ésa es su función de supervivencia, por eso nos enojamos. Pero si te hace ineficaz, déjalo caer como una patata caliente.

Cincuenta años atrás, cuando era mi profesor, Murray Ringold acostumbraba a actuar, convertía la lección en un espectáculo, ponía en juego una infinidad de trucos para conseguir nuestra atención. Enseñar era una actividad apasionante para él y, como persona, era estimulante. Pero ahora, aunque en modo alguno era un anciano que hubiera perdido por completo el vigor, ya no consideraba necesario hacerse trizas para que quedase bien claro lo que quería decir, sino que se aproximaba a un desapasionamiento total. Su tono era más o menos invariable, suave, no hacía el menor intento por orientarte (o viceversa) mediante la expresividad de la voz, el rostro o las manos, ni siquiera cuando canturreaba: «Aupad, aupad».

Qué frágil y pequeño parecía ahora su cráneo. No obstante, contenía noventa años del pasado. Era mucho lo que había allí dentro. Todos los muertos, por ejemplo, estaban allí, sus hazañas y sus fechorías convergían con todas las preguntas a las que no es posible responder, esas cosas acerca de las que uno jamás puede estar seguro… a fin de realizar una tarea precisa, la de pensar con imparcialidad y contar su historia sin demasiados errores.

Como sabemos, el tiempo avanza muy rápido cerca del final, pero Murray llevaba tanto tiempo cerca del final que, cuando hablaba como lo hacía, pacientemente, de una manera pertinente, con cierta insipidez -sólo interrumpiéndose de vez en cuando para tomar de buena gana un sorbo de martini-, yo tenía la sensación de que el tiempo se había disuelto para él, que no avanzaba ni rápido ni lento, que él ya no vivía en el tiempo, sino exclusivamente dentro de su propia piel. Como si esa vida sociable, activa y esforzada como meticuloso profesor, ciudadano y padre de familia hubiera sido un largo combate para alcanzar un estado desapasionado. Convertirse en un anciano decrépito no era insoportable, como tampoco lo era la insondabilidad de la nada. Tampoco era como si todo hubiese sido inútil. Había podido soportarlo todo, incluso despreciar, sin remisión, lo despreciable.

Pensé que la insatisfacción humana había encontrado en Murray Ringold a su digno rival. Había sobrevivido a la insatisfacción. Eso es lo que queda cuando todo ha pasado, la tristeza disciplinada del estoicismo. Esto es el enfriamiento. Durante tanto tiempo es tal el calor, todo en la vida es tan intenso… y entonces, gradualmente, el calor se reduce, llega el enfriamiento y luego las cenizas. El hombre que me enseñó a boxear con un libro ha vuelto para demostrarme cómo puedes boxear con la vejez.

Y es ésa una habilidad asombrosa y noble, pues nada te enseña menos sobre la vejez que haber llevado una vida vigorosa.

3

– El motivo de la visita de Ira y de que se quedara a pasar la noche con nosotros el día que os conocisteis fue algo que había oído aquella mañana -siguió diciendo Murray-. Ella le dijo que quería abortar.

– No, ya se lo había dicho la noche anterior, le dijo que iba a Camden para que le practicaran un aborto. Allí había un médico a quien acudía mucha gente rica, en la época en que abortar era un asunto problemático. Su decisión no fue una sorpresa total. Había titubeado durante semanas, insegura de lo que debía hacer. Tenía cuarenta y un años, era mayor que Ira. No se le notaba en la cara, pero Eve Frame no era una niña, y le preocupaba tener un hijo a su edad. Ira lo comprendía, pero no podía aceptarlo y se negaba a creer que tener cuarenta y un años pudiera ser un obstáculo entre ellos. No era muy cauto, ¿sabes? Tenía esa faceta arrolladura con la que se empleaba a fondo, y así puso todo su empeño en convencerla de que no tenían nada de que preocuparse.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Me Casé Con Un Comunista»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Me Casé Con Un Comunista» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Philip Roth - Letting Go
Philip Roth
Philip Roth - My Life As A Man
Philip Roth
Philip Roth - Operacja Shylock
Philip Roth
Philip Roth - Elegía
Philip Roth
Philip Roth - Indignation
Philip Roth
Philip Roth - Our Gang
Philip Roth
Philip Roth - The Human Stain
Philip Roth
Philip Roth - Operation Shylock
Philip Roth
Philip Roth - The Prague Orgy
Philip Roth
Отзывы о книге «Me Casé Con Un Comunista»

Обсуждение, отзывы о книге «Me Casé Con Un Comunista» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x