Jodi Picoult - Diecinueve minutos

Здесь есть возможность читать онлайн «Jodi Picoult - Diecinueve minutos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Diecinueve minutos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Diecinueve minutos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Peter Houghton es un estudiante de 17 años en Sterling, New Hampshire, que lleva tiempo sufriendo los abusos verbales y físicos de sus compañeros de clase. Su única amiga, Josie Cormier, ha sucumbido a la presión del grupo y ahora pertenece a la élite popular que habitualmente lo acosa. Un último incidente lleva a Peter al límite y lo empuja a cometer un acto de violencia que cambiará para siempre la vida de los habitantes de Sterling. Incluso aquellos que no se encontraban en la escuela aquella mañana vieron sus vidas supendidas, incluyendo a Alex Cormier.

Diecinueve minutos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Diecinueve minutos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

¿Pensaron lo mismo los Houghton?

Diana miró la lista de nombres que tenía delante. Su trabajo consistía en buscar una relación entre todos ellos, pero lo que tenía que hacer de verdad era trazar antes una línea: el momento clave en que la mente de Peter Houghton había cambiado, lentamente, del ¿y si? al cuándo.

Su mirada se dirigió a otra lista, una del hospital. Cormier, Josie. Según el expediente médico, la chica-de diecisiete años-había ingresado durante la noche en observación, después de sufrir un desvanecimiento; tenía una laceración en la cabeza. La firma de su madre estaba al final del formulario de consentimiento para los análisis de sangre: Alex Cormier.

«No podía ser».

Diana se hundió en su silla. Nunca se desea ser quien le diga a un juez que se recuse a sí mismo. Es decirle que se duda de su imparcialidad, y como Diana tendría pasar por el juzgado de la jueza Cormier unas cuantas veces más en el futuro, quizá obrar así no fuera lo mejor para su carrera. Pero la jueza Cormier sabía que no podría dirigir el caso con imparcialidad. No con una hija que era uno de los testigos. Aunque no hubieran disparado a Josie, había resultado herida durante el tiroteo. La jueza Cormier se recusaría, seguro. Así que no había de qué preocuparse.

Diana volvió su atención a la documentación que tenía sobre la mesa, leyendo hasta que las letras se le volvieron borrosas. Hasta que Josie Cormier fue sólo otro nombre.

De regreso a casa desde el juzgado, Alex pasó por el memorial improvisado que habían erigido en memoria de las víctimas del Instituto Sterling. Había cruces blancas de madera, aunque uno de los chicos muertos-Justin Friedman-era judío. Las cruces no estaban cerca de la escuela, sino en un recodo de la carretera 10, en una zona encharcada del río Connecticut. En los días posteriores al tiroteo, algunos de los que habían ido a llorar allí a los muertos, a las cruces habían añadido fotografías, ositos de peluche y ramos de flores.

Alex paró el coche a un lado de la carretera. No sabía por qué lo hacía entonces, por qué no había parado antes. Sus talones se hundieron en la hierba esponjosa. Se cruzó de brazos y se acercó al lugar.

No estaban en un orden concreto, y el nombre de cada estudiante muerto estaba inscrito en la cruceta de madera. Courtney Ignatio y Maddie Shaw tenían las cruces juntas. Las flores que había junto a las señales se habían marchitado y los envoltorios verdes se estaban pudriendo en el suelo. Alex se arrodilló y acarició un poema desvaído que estaba clavado en la cruz de Courtney.

Courtney y Maddie habían ido a pasar la noche a su casa varias veces. Alex recordaba haber encontrado a las chicas en la cocina, comiendo masa de galletas cruda en lugar de cocinarla, y con cuerpos tan fluidos como olas al moverse. Recordó lo celosa que se sintió al verlas, tan jóvenes, sabiendo que aún no habían cometido ningún error que pudiera cambiar sus vidas. Alex se ruborizó, disgustada: al menos ella aún tenía una vida que cambiar.

Sin embargo, se echó a llorar al ver la cruz de Matt Royston. Apoyada sobre la base blanca de madera había una foto enmarcada, que habían puesto dentro de una bolsa de plástico para que las inclemencias del tiempo no la estropearan. En ella se veía a Matt, con aquellos ojos tan brillantes que tenía, y un brazo alrededor del cuello de Josie.

Josie no miraba a la cámara, sino a Matt. Como si no pudiera ver nada más.

Parecía más seguro llorar frente al memorial improvisado que en casa, donde Josie podría oírla. No importaba lo calmada que hubiese estado-por el bien de Josie-, la única persona a quien no podía engañar era a sí misma. Podía regresar a su rutina diaria, se podía decir a sí misma que Josie era una de las personas con suerte, pero cuando estaba sola en la ducha, o en estado de vigilia antes de dormirse profundamente, Alex se sobresaltaba; del mismo modo que ocurre cuando evitas un accidente y paras en la cuneta para ver si aún estás entera.

La vida era lo que ocurría cuando todos los ¿y si? no ocurrían, cuando lo que soñabas, esperabas o-en este caso-temías que pudiera ocurrir, no ocurría, es decir, pasaba de largo. Alex ya había pasado muchas noches pensando en la buena fortuna, en por qué era tan fina como un velo, en cómo se puede pasar perfectamente de un lado al otro. La cruz que tenía ante las rodillas podría ser perfectamente la de Josie, y el memorial de Josie el que tuviera esa foto. Un tic de la mano de la persona que disparó, un paso mal dado, una bala rebotada, y todo habría sido diferente.

Alex se irguió y respiró profundamente. Mientras volvía al coche, vio el pequeño agujero donde había habido una undécima cruz. Después de colocar las diez primeras cruces, alguien puso otra con el nombre de Peter Houghton. Noche tras noche habían arrancado o destrozado la cruz. Se habían publicado editoriales en el periódico local. ¿Merecía Peter Houghton una cruz estando vivo? Hacer un memorial con su nombre, ¿era símbolo de tragedia o de comedia? Finalmente, quien ponía la cruz por Peter Houghton decidió dejarlo correr y ya no la volvió a clavar.

Mientras Alex volvía a sentarse en el coche se preguntó cómo-antes de parar allí-podía haber olvidado que alguien, en algún momento, consideró que Peter Houghton también era una víctima.

Desde el día fatal, Lacy, como ella misma solía decir, había parido tres niños. Cada vez, aunque el parto hubiese ido bien, había habido algún problema. No por parte de la madre, sino de la partera. Cuando Lacy entraba en la sala de partos, se sentía envenenada, demasiado negativa como para ser la persona que tenía que ayudar a nacer a un nuevo ser. Sabía lo que era parir y había ayudado a esas madres en ese trance y posteriormente, pero en el momento de la verdad, el momento de cortar el cordón umbilical con el hospital y volver al hogar, Lacy siempre daba el consejo equivocado. En lugar de decirles tópicos como «Deja que mame tanto como quiera» o «No lo tengas mucho en brazos», les había dicho la verdad: «Este niño que tanto han estado esperando no es como lo imaginan. Son mutuamente unos extraños, y seguirán siéndolo durante años a partir de ahora».

Tiempo atrás, Lacy solía tumbarse en la cama y fantasear sobre cómo habría sido su vida si no hubiese sido madre. Entonces recordaba a Joey trayéndole un ramo de dientes de león y tréboles; a Peter durmiéndose sobre su pecho con la cola de su trenza entre las manos. Revivía lo duro de la tarea, el cansancio, y recordaba aquel mantra que tanto le había funcionado: «Cuando esté hecho, estará hecho». La maternidad había pintado de colores más brillantes el mundo de Lacy. Le había proporcionado la grata satisfacción de creer que su vida no podía ser más completa. De lo que no se había dado cuenta era de que, a veces, cuando tu visión es tan clara y aguda, te puede cortar. De que la contrapartida de tanta plenitud puede ser el vacío más absoluto.

No se lo había dicho a sus pacientes-cielos, ni siquiera a Lewis-, pero aquellas veces, cuando estaba tumbada en la cama pensando cómo habría sido su vida de no haber sido madre, se vio bloqueada de repente por un par de amargas palabras: «más fácil».

Lacy estaba en su consulta. Ya había visitado a cinco pacientes e iba por la sexta. Janet Isinghoff, ponía en el expediente. Aunque la llevaba otra partera, la política del grupo era que todas las mujeres debían conocer a todas las parteras, porque nunca sabías cuál te iba a tocar en el momento del parto.

Janet Isinghoff tenía treinta y tres años. Estaba embarazada de pocos meses y tenía un historial familiar de diabetes. Había sido hospitalizada una vez por una apendicitis, tenía un poco de asma y, en general, estaba bien de salud. Estaba de pie, frente a la puerta de la sala de reconocimiento hablando acaloradamente con la enfermera de obstetricia:

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Diecinueve minutos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Diecinueve minutos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Jodi Picoult - Small Great Things
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Shine
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Lone Wolf
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Harvesting the Heart
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Sing You Home
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Jak z Obrazka
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Between the lines
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Handle with Care
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Świadectwo Prawdy
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Bez mojej zgody
Jodi Picoult
Jodi Picoult - House Rules
Jodi Picoult
libcat.ru: книга без обложки
Jodi Picoult
Отзывы о книге «Diecinueve minutos»

Обсуждение, отзывы о книге «Diecinueve minutos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x