– Charlie.
Peter se volvió hacia Derek.
– Dicen que, aunque esté retirado, Michael Jordan gana cuarenta millones de dólares al año en bonificaciones.
– Eso son casi ciento diez mil dólares al día por no trabajar-calculó Derek.
– Ash-llamó Drew.
– Robbie-dijo Matt.
Peter se inclinó, acercándose más a Derek.
– Si fuera al cine, la entrada le costaría siete pavos, pero ganaría más de nueve mil mientras veía la película.
Derek sonrió.
– Si se pone a cocer un huevo duro y lo hierve durante cinco minutos, gana trescientos ochenta dólares.
– Stu.
– Freddie.
– El Niño.
– Walt.
Al final sólo quedaban tres chicos a elegir para los dos equipos: Derek, Peter y Royce, que tenía problemas de agresividad y venía con tutor incluido.
– Royce-escogió Matt.
– Gana cuatro mil quinientos sesenta dólares más que si trabajara en un McDonald’s-añadió Derek.
Drew examinó a Peter y Derek.
– Mientras ve la reposición de un capítulo de Friends, gana dos mil doscientos ochenta y tres dólares-dijo Peter.
– Si quisiera ahorrar para comprarse un Maserati, tardaría vein-tiuna horas-prosiguió Derek-. Vaya, cómo me gustaría saber jugar al baloncesto.
– Derek-se decidió Drew.
Derek se levantó lentamente.
– Sí-dijo Peter-, pero aunque ahorrara el cien por cien de sus ingresos durante los próximos cuatrocientos cincuenta años, Michael Jordan no llegaría a lo que tiene Bill Gates en este mismo segundo.
– Está bien-dijo Matt-, me quedo con el marica.
Peter fue, arrastrando los pies, hasta la cola del equipo de Matt.
– Esto se te debe dar bien, ¿no, Peter?-le dijo Matt, en voz lo bastante alta para que todos lo oyeran-. No tienes más que no apartar las manos de las pelotas.
Peter se apoyó contra una colchoneta que alguien había colgado de la pared, como si se tratara de la habitación de un manicomio, con las paredes protegidas con cosas mullidas en previsión de que allí pudieran desatarse todas las iras del infierno.
A él le habría gustado estar tan seguro de quién era como todo el mundo parecía estarlo.
– Está bien-dijo el entrenador Spears-, ¡empecemos!
La primera tormenta de nieve de la temporada llegó antes del Día de Acción de Gracias. Se desencadenó pasada la medianoche, con el viento sacudiendo el viejo esqueleto de la casa y el granizo tamborileando contra las ventanas. Se fue la luz, pero Alex ya había imaginado que podía pasar. Se despertó sobresaltada, en mitad del absoluto silencio que siguió a la pérdida de energía eléctrica, y buscó a tientas la linterna que había dejado preparada junto a la cama.
También tenía velas. Alex encendió dos de ellas y observó su propia sombra, extensa como la vida misma, deslizándose a lo largo de la pared. Se acordó de noches como aquélla, cuando Josie era pequeña, en que se metían juntas en la cama y su hija se quedaba dormida cruzando los dedos para que no hubiera colegio al día siguiente.
¿Cómo era que los adultos nunca tenían aquellos imprevistos días de asueto? Aunque se suspendieran las clases al día siguiente, cosa muy probable si Alex no se equivocaba, aunque el viento siguiera aullando como si la tierra sufriera un gran dolor, y los limpiaparabrisas se hubiesen congelado, Alex tendría que presentarse en el tribunal a la mañana siguiente. Las clases de yoga, los partidos de baloncesto y las representaciones teatrales se aplazarían, pero nadie podía cancelar la vida real.
La puerta del dormitorio se abrió de golpe. Josie apareció en el umbral, con una camiseta sin mangas y unos calzoncillos de chico que Alex no tenía ni la menor idea de dónde podían haber salido, aunque rogó por que no pertenecieran a Matt Royston. Por un momento, Alex apenas fue capaz de relacionar a aquella joven con curvas y pelo largo, con la hija que aún esperaba encontrarse, una niña pequeña, con la trenza deshecha y un pijama de muñequitos. Levantó las sábanas por un lado de la cama, a modo de invitación.
Josie se metió dentro, subiéndose las mantas hasta la barbilla.
– Qué noche más horrible-dijo-. Parece que se vaya a caer el cielo a pedazos.
– Yo temo más por las carreteras.
– ¿Crees que mañana aún nevará?
Alex sonrió en la oscuridad. Por mayor que se hubiera hecho, las prioridades de Josie seguían siendo las mismas.
– Lo más probable.
Con un suspiro de satisfacción, Josie se dejó caer sobre la almohada.
– Tal vez Matt y yo podamos ir a esquiar a algún sitio.
– No saldrás de casa si las carreteras no están en condiciones.
– Tú saldrás.
– Yo no tengo más remedio-replicó Alex.
Josie se volvió hacia ella. En sus pupilas se reflejaba la llama de una de las velas.
– Todo el mundo lo tiene-dijo, apoyándose en el codo-. ¿Puedo hacerte una pregunta?
– Claro.
– ¿Por qué no te casaste con Logan Rourke?
Alex se sintió como si de repente la hubieran sacado afuera, bajo la tormenta, desnuda; tan desprevenida la pilló la pregunta de Josie.
– ¿A qué viene eso?
– ¿Qué había en él que no te gustara? Me dijiste que era guapo e inteligente. Y tú debías de quererle, al menos en determinado momento…
– Josie, todo eso pertenece al pasado…Y no deberías preocuparte por ello porque no tiene nada que ver contigo.
– Tiene todo que ver conmigo-dijo Josie-. Soy mitad de él.
Alex se quedó mirando el techo. Puede que, después de todo, el cielo estuviera cayéndose a pedazos. Puede que eso fuera lo que pasaba cuando pensabas que tus cortinas de humo y tus juegos de espejos podían crear una ilusión duradera.
– Era todo eso que has dicho-continuó Alex con voz pausada-. No fue por él. Fue por mí.
– Ya. Y por lo de su matrimonio, eso también debió de pesar lo suyo.
Alex se incorporó en la cama.
– ¿Cómo te has enterado?
– Se presenta a un cargo público, sale en todos los periódicos. No hay que ser un científico aeroespacial.
– ¿Has hablado con él?
Josie la miró a los ojos.
– No.
Una parte de Alex habría deseado que Josie hubiera hablado con él…Para comprobar si había seguido su carrera como magistrada, incluso si había preguntado por ella. La decisión de abandonar a Logan, que le había parecido tan justa en su momento para con el bebé no nacido, se le antojaba ahora egoísta. ¿Por qué nunca antes había hablado con Josie de eso?
Porque había estado protegiendo a Logan. Puede que Josie se hubiera criado sin conocer a su padre, pero ¿no era eso mejor que enterarse de que él había querido que abortara? «Otra mentira más-pensó Alex-, sólo una pequeña mentira más. Para no lastimar a Josie».
– Él no quería separarse de su esposa.-Alex miró a Josie de reojo-. Y yo no podía hacerme tan pequeña como para caber en el espacio en el que él quería que yo cupiera, si deseaba formar parte de su vida. ¿Te parece una decisión lógica?
– Supongo.
Por debajo de las sábanas, Alex buscó la mano de Josie. Era el tipo de gesto que habría parecido algo forzado de haberlo hecho a la luz del día, algo demasiado emotivo y abierto como para reivindicarlo ninguna de las dos. Pero allí, en la oscuridad, con el mundo totalmente oculto a su alrededor, pareció perfectamente natural.
– Lo siento-dijo.
– ¿Por qué?
– Por no haberte dado la oportunidad de tenerlo contigo mientras crecías.
Josie se encogió de hombros y retiró la mano.
– Hiciste lo que debías.
– No lo sé-suspiró Alex-. Hacer lo que uno debe, a veces te deja en una soledad inconcebible.-Se volvió hacia Josie de repente, mientras en su boca se dibujaba una brillante sonrisa-. ¿Y por qué tenemos que hablar siquiera de todo esto? A diferencia de mí, tú eres afortunada en amores, ¿no?
Читать дальше