Le dije que haría unas investigaciones para localizarlo. Aquello me preocupó de verdad. Tuve claro que yo sería el próximo. No volví a salir desarmado. Tres noches después de que desapareciera Billy, me encontré con Jimmy Miraglia en el restaurante Colony House. Iba con su mujer.
Lo cogí aparte para hablar con él. Le pregunté si en los tres últimos días había visto a Billy. Me contestó que no y le dije que yo en su lugar abandonaría la ciudad a todo correr. Se rió y dijo: «¿Por qué? ¿Si no tengo nada que esconder ni nada de qué huir?»
Dos días después, Jimmy Miraglia desapareció. Al cabo de once días aparecieron los dos cadáveres en el portaequipajes del coche de Jimmy.
Pasó una semana y me llamó Tony. Estaba alarmado. Quería hablar.
Me contó que había agarrado a Billy McCarthy en el Chicken House la noche que yo estaba esperando en el coche con El Santo. Había aparcado mi coche delante del restaurante para que cuando apareciera Billy creyera que yo estaba dentro. Y se encontró con Tony.
Billy le preguntó dónde estaba yo, y Tony le dijo que él también me estaba esperando, que había visto mi coche aparcado fuera. De modo que estuvieron dándole al pico un rato y cuando se cansaron de esperarme, salieron.
En cuanto cruzaron el umbral de la puerta, Billy vio a Chuckie Nicoletti y al Phil Alderisio, el de Milwaukee. Tony agarró a Billy y entre todos lo metieron en el coche. En aquel preciso instante él se enteró de qué iba la movida. Chuckie y Phil eran muy conocidos. Tenían quince o veinte años más que Tony. Cuando esta gente te agarra, estás perdido.
Sabían que Billy llevaba pistola y se la quitaron en el acto. Luego lo tumbaron en el suelo del coche y se largaron.
Fue cuando Tony volvió con el coche y yo lo recuperé. Él se metió en el de El Santo y salieron a toda pastilla y yo hice lo mismo con el mío.
Tony dijo que El Santo lo dejó en un taller donde habían metido a Billy por la fuerza. Seguidamente Vinnie Inserro se deshizo del coche de Billy.
Tony me explicó que no quisieron matar a Billy enseguida porque no sabían quién estaba con él cuando mataron a los Scalvo. Por lo visto, tuvieron que torturarlo bastante tiempo para sacarle con quién estaba. Lo tuvieron que apalear. Pegarle patadas. Incluso le pincharon los cojones con un punzón para hielo, pero Billy no cantó. Tony dijo que en su vida se había encontrado con un tipo tan duro como Billy McCarthy.
Finalmente, se ve que arrastró a Billy a un torno de banco, le fijó la cabeza al tornillo y fue atornillándolo.
Dijo que mientras Phil y Chuckie lo observaban, él atornilló hasta que la cabeza de Billy se fue aplastando y se le salieron los ojos. Tony dijo que fue entonces cuando Billy pronunció el nombre de Jimmy Miraglia.
Tony parecía estar muy orgulloso de la proeza de aquella noche. Se diría que era la primera vez que mataba a alguien. Como pasar la prueba de fuego. Al menos eso me pareció a mí entonces. Como si se le reconociera por primera vez la participación en una acción de la banda. Recuerdo que Chuckie Nicoletti le impresionó vivamente.
– Tío, ese sí que no tiene entrañas -dijo Tony hablando de Chuckie-. Cuando a Billy le saltaron los ojos, él estaba comiendo pasta.
«Casi un requerimiento papal.»
El Zurdo no tuvo nada que ver con el violento final de la historia de la organización. Creció relacionándose prácticamente con los mismos jefes que Spilotro; sólo que les proporcionaba un tipo de servicio distinto. Les daba la oportunidad de ganar en las apuestas.
Según los federales, Fiore Buccieri, Fifi, el jefe del hampa del West Side, fue uno de los que sacaron más provecho del prematuro talento de El Zurdo en las previsiones. Fifi era un personaje de aire intelectual, corpulento, con gafas y una prótesis dental en el paladar. Empezó su carrera criminal como delincuente juvenil, y a los diecinueve años ya era un elemento importante en el círculo de Al Capone. Sus primeras detenciones se remontaban a 1925, con acusaciones de extorsión, soborno, robo y asesinato. Únicamente fue declarado culpable del cargo de robo con allanamiento de morada, que le redujeron a robo menor.
El Zurdo había conocido durante toda su vida al capo de la calle, que tenía aspecto de persona seria. Las fuerzas del orden sospechaban que la familia de El Zurdo se relacionaba con Buccieri desde que el jefe mafioso y el padre de El Zurdo habían estado en el mismo negocio de venta de verduras al por mayor. Hacia 1950, cuando El Zurdo contaba veinte años, ya se le había visto circular por la ciudad con Buccieri. Tras pasar todo un día en las pistas, Buccieri a menudo le invitaba a dar una vuelta. Según los federales, afirma Bill Roemer, agente retirado del FBI:
El Zurdo sabía perfectamente quien era Buccieri, y una invitación de aquel tipo era casi un requerimiento papal.
En general, los corredores de apuestas y pronosticadores jóvenes se mantenían alejados de las personas que controlaban el hampa, si bien, según el FBI, la policía de Chicago y el Comité contra la Delincuencia de Chicago, Rosenthal ocupaba una plaza especial entre los jefes del hampa. Como recuerda Roemer;
Podía verse a El Zurdo circulando por la ciudad con algunos personajes clave de la organización. Iba a tomar café con ellos. Entraba en locales donde la organización no solía admitir a extraños. Teníamos información de que acudía a muchas de sus residencias en la ciudad y el campo, en Winsconsin y en Lake Geneva. Conocía a todo el mundo, pero tenía una relación más estrecha con dos elementos que más tarde pasaron a la dirección: Turk Torello y Joey Aiuppa. Y probablemente Fifi Buccieri habría asumido la dirección suprema de no haber muerto de un cáncer.
A causa de su relación de amistad con los principales dirigentes del hampa, Rosenthal siempre tuvo un acceso poco corriente a la cúpula. Al ser judío y no poder por ello entrar en la organización, no tuvo que atenerse a las múltiples normas tradicionales de protocolo, que restringían el acceso a aspirantes como su compañero Tony Spilotro o incluso a hombres hechos y derechos. El Zurdo no tenía que pedir permiso para hablar con Buccieri, con Turk o cualquier otro de la cúpula de la organización. Según los federales, El Zurdo alcanzó su situación única al conseguir que estos personajes ganaran dinero. En primer lugar, era un buen pronosticador y en segundo lugar, podía proporcionarles el tipo de información interna que se negaba incluso a los jefes. En palabras de Roemer:
El Zurdo estaba en la posición ideal para enterarse de los caballos dopados, los combates amañados, los árbitros comprados, y hasta el último apaño en el juego que uno pueda imaginarse, aparte de que conocía siempre a la gente adecuada con quien compartir tal información. Más tarde, los jefes lo utilizaron cada vez que se percataron de que sus propios negocios de apuestas u otras operaciones no les reportaban tantos beneficios como antes. Disponíamos de información fidedigna según la cual los jefes supremos llamaban a El Zurdo en cuanto se les planteaba cualquier problema en sus operaciones de juego. Era algo así como el detector de problemas de la organización. Él interrogaba a la gente, incluso a los importantes.
Dirigir una franquicia de juego ilegal no es tan fácil como uno pueda imaginar. Los que trabajan para los jefes intentan constantemente timarlos. Se trata de gente muy ambiciosa y muy corrupta. Los propios integrantes de una banda intentan constantemente robarse entre sí. Incluso a sabiendas de que alguien va a acabar en el portaequipajes de un coche si lo pillan, siguen intentando mangar unos dólares aquí o allá.
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