Marc Levy - La química secreta de los encuentros

Здесь есть возможность читать онлайн «Marc Levy - La química secreta de los encuentros» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La química secreta de los encuentros: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La química secreta de los encuentros»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

«El hombre más importante de tu vida acaba de pasar por detrás de ti. Para encontrarlo deberás hacer un largo viaje y localizar a las seis personas que te conducirán hasta él… Hay dos vidas en ti, Alice. La que conoces y la que te espera desde hace tiempo.» Divertida, original, encantadora y maravillosa, La química secreta de los encuentros te cautivará y, sobre todo, te hará FELIZ.

La química secreta de los encuentros — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La química secreta de los encuentros», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Creía que en la vida era un privilegio ser ingenioso.

– Me cansa, Can, le he prometido a Alice no tomar ni una gota de alcohol y eso me pone de muy mal humor, así que sea tan amable de no abusar de mi paciencia.

– Ni usted de la botella si quiere mantener su promesa.

Can se esfumó tan discretamente como había aparecido.

Daldry se acercó al bufet y se puso lo bastante cerca de Alice y de la embajadora como para espiar su conversación.

– Lamento sinceramente que la guerra se haya llevado a sus padres, y comprendo que sienta la necesidad de indagar en su pasado. Llamaré al servicio consular mañana mismo y pediré que hagan esa búsqueda por usted. ¿En qué año exactamente cree que vinieron a Estambul?

– No lo sé, señora, sin duda antes de mi nacimiento, pues mis padres no tenían a nadie a quien confiarme, aparte de mi tía tal vez, pero ella me habría hablado de ello. Mis padres se conocieron dos años antes de que yo viniera al mundo, me imagino que podrían haber hecho un viaje entre 1909 y 1910. Después de esas fechas, mamá no habría estado en condiciones de viajar, pues ya estaba embarazada.

– Esas búsquedas no deberían ser muy complicadas de efectuar, a condición de que la caída de un imperio y dos guerras no hayan hecho desaparecer los archivos que le interesan. Mi madre, quien desgraciadamente ya no está entre nosotros, me decía siempre: «El no ya lo tienes, hija mía, arriésgate a conseguir el sí.» Seamos eficaces, vamos a molestar a nuestro cónsul, voy a pedirle que la ayude y a cambio usted me dará el nombre de su modisto.

– Según la etiqueta del forro de mi vestido, se trata de un tal Christian Dior, señora.

La embajadora se juró retener ese nombre, cogió a Alice de la mano y se la presentó al cónsul, a quien le preguntó si podría ayudar a su amiga con una consulta que ésta tenía que hacerle. El cónsul prometió recibir a Alice al día siguiente por la tarde.

– Bueno -dijo la embajadora-, ahora que su asunto está en buenas manos, ¿me permite que vuelva a ocuparme de mis obligaciones?

Alice hizo una reverencia y se retiró.

*

– ¿Y bien? -preguntó Daldry tras acercarse a Alice.

– Tenemos cita con el cónsul mañana a la hora del té.

– Es desesperante, triunfa en todo en lo que yo fracaso. En fin, me imagino que sólo importa el resultado. Está contenta, supongo.

– Sí, todavía no sé cómo agradecerle todo lo que está haciendo por mí.

– ¿Podría empezar por levantarme el castigo y dejarme que beba una copita pequeña? Nada más que una, se lo prometo.

– Una sola, ¿tengo su palabra?

– De caballero -respondió Daldry, que escapaba ya hacia el bar.

Volvió con una copa de champán, que le ofreció a Alice, y un vaso rebosante de whisky.

– ¿A eso lo llama una copa? -le preguntó Alice.

– ¿Es que tengo dos? -respondió Daldry en flagrante delito de hipocresía.

La orquesta se puso a tocar un vals; a Alice le brillaron los ojos. Dejó su copa en la bandeja de un mayordomo y miró a Daldry.

– ¿Me concede un baile? Con el vestido que llevo, no puede negármelo.

– Es que… -balbuceó Daldry mirando su vaso.

– El whisky o Sissí, usted decide.

Daldry abandonó su vaso con pesar, cogió la mano de Alice y la llevó al salón de baile.

– Baila bien -dijo ella.

– Mi madre me enseñó a bailar vals, le encantaba; a mi padre le horrorizaba la música, así que bailar…

– Bueno, pues su madre fue una formidable profesora.

– Es el primer cumplido que recibo por su parte.

– Si quiere el segundo, el esmoquin le sienta de maravilla.

– Es gracioso, la última vez que llevé esmoquin me encontraba en una velada en Londres, muy aburrida, por cierto, en que me crucé con una antigua amiga a la que frecuentaba asiduamente unos años antes. Al verme, exclamó que el esmoquin me iba que ni pintado y que había estado a punto de no reconocerme. Deduje de ello que lo que llevaba habitualmente no debía de sentarme demasiado bien.

– ¿Ha tenido ya a alguien en su vida, Daldry, quiero decir, a alguien que haya contado mucho para usted?

– Sí, pero preferiría no hablar de ello.

– ¿Por qué? Somos amigos, puede hacerme una confidencia.

– Somos amigos desde hace poco, y todavía es pronto para hacerle esa clase de confidencias. Y más teniendo en cuenta que no me dejaría en buen lugar.

– ¡Así que fue ella la que le dejó! ¿Lo pasó muy mal?

– No lo sé, quizá, sí, eso creo.

– ¿Y todavía piensa en ella?

– Me pasa de vez en cuando.

– ¿Por qué ya no están juntos?

– Porque nunca lo llegamos a estar realmente, y además es una larga historia y me parecía haberle dicho que no quería hablar de ello.

– No he oído nada semejante -dijo Alice acelerando su paso de baile.

– Porque nunca me escucha; y, si continuamos dando vueltas a esta velocidad, voy a acabar pisándole los pies.

– Nunca he bailado con un vestido tan bonito, en medio de una sala tan grande, y todavía menos ante una orquesta tan majestuosa. Se lo suplico, demos vueltas tan rápido como sea posible.

Daldry sonrió y llevó a Alice por la sala de baile.

– Es usted una mujer extraña, Alice.

– Usted también, Daldry. ¿Sabe? Ayer, estaba paseando sola mientras usted dormía la borrachera y me topé con un pequeño cruce que le volvería loco. Al cruzarlo, me lo imaginé de inmediato pintándolo. Había una carreta tirada por dos caballos magníficos, unos tranvías que se entrecruzaban, una docena de taxis, un coche norteamericano antiguo, uno de esos de antes de la guerra, peatones por todos lados, e incluso una carretilla empujada por un hombre. Le habría encantado.

– ¿Ha pensado en mí al pasar por un cruce? Es encantador lo que le inspira una encrucijada.

El vals terminó, y los invitados aplaudieron a los músicos y los bailarines. Daldry se dirigió hacia el bar.

– No me mire así, la otra copa no contaba, apenas he tenido tiempo de mojarme los labios. Bueno, de acuerdo, una promesa es una promesa. Es usted imposible.

– Tengo una idea -dijo Alice.

– Me temo lo peor.

– ¿Y si nos vamos?

– No tengo nada en contra de eso, pero ¿adónde quiere ir?

– A caminar, a pasear por la ciudad.

– ¿Con esta ropa?

– Precisamente, sí.

– Está más loca de lo que pensaba, pero si eso le complace, ¿por qué no?

Daldry recogió los abrigos del guardarropa. Alice lo esperaba en lo alto de la escalinata.

– ¿Quiere que lo lleve a ver ese célebre cruce? -propuso Alice.

– De noche estoy seguro de que no tendrá el mismo atractivo; reservémonos ese placer para cuando haya luz. Mejor caminemos hasta el funicular y bajemos hacia el Bósforo por la parte de Karaköy.

– Ignoraba que conocía tan bien la ciudad.

– Yo también, pero durante el tiempo que he pasado en mi habitación estos dos últimos días, he hojeado tantas veces la guía turística que había sobre mi mesilla que he terminado por aprendérmela casi de memoria.

Bajaron las callejuelas de Beyoglu hasta la estación del funicular que unía el barrio con Karaköy. Al llegar a la placita de Tünel, Alice suspiró y se sentó en el parapeto de piedra.

– Olvidémonos del paseo a orillas del Bósforo y vayamos a instalarnos en el primer café que veamos; le levanto el castigo, podrá beber lo que quiera. Veo uno, todavía un poco lejos para mi gusto, pero probablemente sea el más cercano.

– ¿Qué me está contando? ¡Si está a cincuenta metros…! Y, además, me parece más divertido coger ese funicular, es uno de los más antiguos del mundo. Espere un minutito, ¿le he oído decir que me levantaba el castigo? ¿De dónde viene esa repentina generosidad? Sus zapatos la están martirizando, ¿verdad?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La química secreta de los encuentros»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La química secreta de los encuentros» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La química secreta de los encuentros»

Обсуждение, отзывы о книге «La química secreta de los encuentros» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x