David Foenkinos - La delicadeza

Здесь есть возможность читать онлайн «David Foenkinos - La delicadeza» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La delicadeza: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La delicadeza»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Nathalie es una mujer afortunada. Felizmente casada con François, pasa los días rodeada de risas y libros. Un día la pena llama a su puerta: François muere inesperadamente. Nathalie languidece entonces entre las paredes de su casa y se vuelca en la ofi cina. Pero justo cuando ha dejado de creer en la magia de la vida, ésta vuelve a sorprenderla y revelarse en su forma más maravillosa.

La delicadeza — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La delicadeza», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Qué… qué haces? -preguntó Charles.

– Te miro la cabeza.

– Pero ¿por qué?

– Miro alrededor de tu cabeza. Porque siento que tienes una idea rondándote.

Lo que faltaba: que tuviera sentido del humor. Charles ya no dominaba en absoluto la situación. Nathalie estaba detrás de él, divertida. El pasado, por primera vez, parecía de verdad pasado. Había estado en primer plano en su vida en sus días más negros. Se había pasado las noches pensando que Nathalie podría suicidarse, y ahora estaba ahí, detrás de él, excesivamente viva.

– Anda, siéntate, por favor -le dijo tranquilamente.

– Vale.

– Pareces feliz. Y eso te hace aún más bella.

Nathalie no contestó. Esperaba que no la hubiera llamado a su despacho para hacerle una nueva declaración. Charles prosiguió:

– ¿No tienes nada que decirme?

– No, eras tú quien quería verme.

– ¿Marchan las cosas bien en tu equipo?

– Sí, creo que sí. Bueno, tú lo sabes mejor que yo. Tú tienes las cifras.

– ¿Y con… Markus?

De modo que ésa era la idea que le rondaba por la cabeza. Quería hablar de Markus. ¿Cómo no se le había ocurrido antes?

– Me han dicho que cenas a menudo con él.

– ¿Quién te ha dicho eso?

– Aquí se sabe todo.

– ¿Y qué más da? Es mi vida privada. ¿Qué tiene eso que ver contigo?

Nathalie se interrumpió bruscamente. Cambió la tonalidad de su rostro. Observó a Charles, patético, colgado de sus labios, esperando una explicación, esperando más que nada que lo desmintiera todo. Siguió mirándolo un buen rato, sin saber qué hacer. Al final decidió marcharse de su despacho, sin añadir una palabra. Dejaba a su jefe sumido en la incertidumbre, en una frustración de tomo y lomo. Nathalie no soportaba los chismorreos, que cotillearan a sus espaldas. Odiaba toda esa temática: ideas rondando por la cabeza, palabras que no se dicen a la cara, puñaladas traperas. Había sido sobre todo la frase «aquí se sabe todo» la que la había irritado. Ahora que lo pensaba, podía confirmarlo: sí, había sentido algo en las miradas de los demás. Bastaba con que alguien los hubiera visto en el restaurante, o simplemente salir juntos, y ya toda la empresa hervía de excitación. ¿Por qué estaba irritada? Había contestado secamente que era su vida privada. Habría podido decirle a Charles: «Sí, ese hombre me gusta.» Con convicción. Pero no, no quería ponerle palabras a la situación, y de ninguna manera pensaba dejar que nadie la obligara a hacerlo. Al volver a su despacho, se cruzó con algunos compañeros, y constató el cambio. La mirada de compasión y de simpatía se dejaba carcomer por otra cosa. Pero todavía no podía imaginar lo que estaba a punto de suceder.

81

Fecha de estreno de la película de Claude Lelouch

Un hombre que me gusta,

con Jean-Paul Belmondo y Annie Girardot

3 de diciembre de 1969

82

Después de que Nathalie se marchara, Charles permaneció largo rato inmóvil. Era del todo consciente de que no había sabido llevar esa conversación. Se había mostrado torpe. Sobre todo había sido incapaz de decirle lo que sentía de verdad: «Sí que es asunto mío. No quisiste salir conmigo porque no querías volver a estar con un hombre. De modo que sí, claro que tengo derecho a saber lo que sientes. Tengo derecho a saber lo que te gusta de él, lo que no te gusta de mí. Sabes muy bien cuánto te he querido, y lo duro que ha sido para mí. Así que me debes una explicación, no te pido más.» Esto era más o menos lo que le hubiera gustado decir. Pero así son las cosas: siempre vamos con cinco minutos de retraso con respecto a nuestras conversaciones sentimentales.

No podía trabajar. Después de aclarar las cosas con Nathalie, aquella noche en que había habido tantos empates en la liga de fútbol, se había resignado. Ello había originado incluso en su vida, por lo absurdo del mecanismo sensual, un renacer con su mujer. Durante semanas, no habían dejado de hacer el amor, de reencontrarse a través del cuerpo. Se podía hablar incluso de una época magnífica. A veces es mucho más emocionante recuperar un viejo amor que descubrir uno nuevo. Y luego la agonía se había reanudado despacio, como una risa malévola: ¿cómo habían podido creer que volvían a quererse? Aquello había sido una transición, un paréntesis en forma de desesperación disfrazada, una ligera llanura entre dos montañas patéticas.

Charles se sentía desgastado y cansado. Estaba hasta el gorro de Suecia y de los suecos. De su estresante costumbre de intentar siempre mantener la calma, de no gritar nunca al teléfono. Esa manera que tenían de ser tan «zen», y de ofrecer masajes a los empleados. Todo ese buen rollo empezaba a ponerlo nervioso. Echaba de menos la histeria mediterránea, y a veces soñaba con hacer negocios con vendedores de alfombras. En ese contexto había encajado la información sobre la vida privada de Nathalie. Desde entonces, no dejaba de pensar en ese hombre, ese tal Markus. ¿Cómo había conseguido, con un nombre tan estúpido, seducir a Nathalie? No se lo había querido creer. Tenía motivos para saber que el corazón de Nathalie era como un espejismo de oasis; en cuanto te acercabas, se desdibujaba. Pero eso era distinto. Su reacción exagerada parecía confirmar el rumor. Oh, no, no podía ser. Nunca podría soportarlo. «¿Cómo lo ha conseguido?», no dejaba de repetirse Charles. El sueco debía de haberla embrujado, o algo así. Debía de haberla dormido, hipnotizado, debía de haberle dado un bebedizo. Sólo podía ser eso. La había encontrado tan distinta. Sí, quizá fuera eso lo que más le había dolido: ya no era su Nathalie. Algo había cambiado. Una verdadera modificación. Así que no veía más que una solución: llamar a su despacho a ese tal Markus para ver de qué pie cojeaba. Para descubrir su secreto.

83

Número de lenguas, entre ellas el sueco,

en las que se puede leer

La modificación de Michel Butor,

premio Renaudot 1957:

20

84

Markus había sido educado según el principio de que no hay que llamar la atención. Que por dondequiera que uno vaya, tiene que mostrarse discreto. La vida debía ser como un pasillo. Por eso, claro, cuando el director lo llamó a su despacho, le entró el pánico. Podía ser un hombre, podía tener sentido del humor y de la responsabilidad, se podía contar con él, pero en cuanto se trataba de la relación con la autoridad, volvía a ser un niño. En ebullición, lo asaltaban numerosas preguntas: ¿Por qué quiere verme? ¿Qué he hecho? ¿Será que he gestionado mal la parte de seguros del expediente 114? ¿Habré ido demasiado al dentista últimamente? El sentimiento de culpa lo invadía por todas partes. Y quizá fuera ésa la verdadera naturaleza de su personalidad: la absurda sensación, planeando siempre por encima de él, de que estaba a punto de caerle un castigo.

Llamó a su manera, siempre con dos dedos. Charles le dijo que pasara.

– Hola, vengo a verle… como me ha…

– Ahora mismo no tengo tiempo… tengo una cita.

– Ah, muy bien.

– …

– Bueno, pues entonces me voy. Ya volveré más tarde.

Charles echó a ese empleado porque no tenía tiempo de verlo. Esperaba al famoso Markus, sin imaginarse ni por un segundo que acababa de verlo. Además de haber conquistado el corazón de Nathalie, el muy gilipollas tenía la osadía de no presentarse cuando lo llamaba a su despacho. ¿Qué clase de rebelde podía ser? Eso no iba a quedar así. ¿Quién se creía que era? Charles llamó por teléfono a su secretaria:

– He pedido a un tal Markus Lundell que viniera a verme a mi despacho, y todavía no ha aparecido. ¿Puede averiguar qué pasa?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La delicadeza»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La delicadeza» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La delicadeza»

Обсуждение, отзывы о книге «La delicadeza» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x