David Foenkinos - La delicadeza
Здесь есть возможность читать онлайн «David Foenkinos - La delicadeza» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:La delicadeza
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
La delicadeza: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La delicadeza»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
La delicadeza — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La delicadeza», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
68
Tres rumores sobre Bjorn Andresen,
el actor que interpretó el personaje de Tadzio
en Muerte en Venecia de Luchino Visconti:
Mató a un actor gay en Nueva York.
Murió en un accidente aéreo en México.
No comía más que lechuga.
69
Markus no tenía ganas de trabajar. Se pasaba el rato en la ventana, contemplando la nada. Seguía con nostalgia, y, para ser más precisos, la suya era una nostalgia absurda. Esa ilusión de que nuestro pasado siniestro posee, pese a todo, cierto encanto. En ese instante, su infancia, por pobre que hubiera sido, se le antojaba llena de vida. Pensaba en detalles y le parecían conmovedores, cuando siempre habían sido patéticos. Quería encontrar un refugio donde fuera, con tal de que le permitiera evadirse del presente. Sin embargo, en esos últimos días, había alcanzado una suerte de sueño romántico al ir al teatro con una mujer hermosa. Entonces ¿por qué sentía una necesidad tan intensa de dar marcha atrás? Seguramente había que ver en ello algo muy simple y que podría definirse así: el miedo a la felicidad. Dicen que, justo antes de morir, uno ve desfilar ante sus ojos los momentos más hermosos de su vida. Parece, pues, plausible que se pueda ver desfilar los estragos y los fracasos del pasado en el momento en que la felicidad está ahí, delante de nosotros, con una sonrisa casi inquietante.
Nathalie le había pedido que fuera a su despacho, pero él se había negado.
– No me opongo a verla -dijo-. Pero por teléfono.
– ¿Verme por teléfono? ¿Está seguro de que se encuentra bien?
– Estoy bien, gracias. Sólo le pido que no entre en mi campo visual durante unos días. Es lo único que le pido.
Nathalie estaba cada vez más consternada. Y, sin embargo, le seguía atrayendo toda esa situación tan extraña. El ámbito de sus dudas y sus interrogaciones era vasto. Se preguntaba si la actitud de Markus no sería una forma de estrategia. ¿O una forma moderna del sentido del humor en el amor? Por supuesto, se equivocaba. No había que buscarle tres pies al gato. Markus estaba atascado en una descorazonadora banalidad.
A última hora de la tarde, decidió no seguir sus recomendaciones y entró en su despacho. Al instante, Markus apartó la mirada.
– ¡Pero bueno, qué frescura la suya! Además, entra sin llamar.
– Porque quiero que me mire.
– Le he dicho que no quiero hacerlo.
– ¿Usted siempre es así? ¿No me irá a decir que es por lo de la copa de vino tinto?
– De alguna manera, sí.
– ¿Lo hace a propósito? ¿Para intrigarme, es eso? Pues tengo que decirle que funciona.
– Nathalie, le prometo que no hay nada más que entender que lo que ya le he dicho. Me estoy protegiendo, nada más. Tampoco es tan complicado de entender.
– Pero se va a hacer daño en el cuello si sigue así.
– Prefiero que me duela el cuello a que me duela el corazón.
Nathalie se quedó como en suspenso con esta última frase, que redujo a una expresión, o a una sola palabra incluso: duelalcorazón. Y luego añadió:
– ¿Y si yo sí tengo ganas de verlo a usted? ¿Y si quiero pasar tiempo con usted? ¿Y si me siento bien con usted? ¿Qué hago entonces?
– No es posible. Nunca será posible. Es mejor que salga de mi despacho.
Nathalie no sabía qué hacer. ¿Debía besarlo, pegarle, despedirlo, ignorarlo, humillarlo, suplicarle? Al final, giró el pomo de la puerta y salió.
70
Al día siguiente, a última hora de la tarde, Chloé celebraba su cumpleaños. No soportaba que a la gente se le pudiera olvidar. Dentro de unos años, sería seguramente al contrario. Se podía apreciar su energía, esa manera de tornar alegre y vistoso un universo siniestro, esa manera de sumir a sus compañeros presentes en un buen humor artificial. Prácticamente todos los empleados de la planta estaban ahí, y Chloé, en medio de todos ellos, bebía una copa de champán, mientras esperaba a que le dieran sus regalos. La manifestación ridículamente exagerada de su narcisismo tenía un toque conmovedor, casi encantador.
La sala no era muy grande; Markus y Nathalie se esforzaban pese a todo por mantenerse lo más alejados posible el uno del otro. Ésta había aceptado por fin lo que él le pedía, y trataba de no aparecer en su campo visual. Chloé, que no les quitaba ojo, no se dejaba engañar. Tienen una manera de no hablarse de lo más elocuente, pensó. Qué perspicacia. Pero bueno, no quería preocuparse mucho por esa historia: que su fiesta de cumpleaños fuera un éxito, eso era lo esencial. Todos los empleados, los Benoîts y las Bénédictes, de pie sin mucho entusiasmo, con una copa en la mano, vestidos de traje y corbata ellos y de traje sastre ellas, con ese aire de quien domina el arte de la cordialidad y la simpatía. Markus observaba los pequeños deseos y placeres de cada uno, y lo encontraba todo grotesco. Pero para él lo grotesco tenía un aspecto profundamente humano. Él también quería participar en ese movimiento colectivo. Había sentido la necesidad de hacer bien las cosas. Al final de la tarde, encargó por teléfono un ramo de rosas blancas. Un inmenso ramo del todo desmesurado en comparación con la relación que tenía con Chloé. Era como si tuviera la necesidad de agarrarse al blanco; a la inmensidad del blanco. Un blanco que se impone sobre el rojo. Markus había bajado justo en el momento en que la joven que venía a entregar las flores había llegado a la recepción de la empresa.
Una imagen asombrosa: Markus apoderándose de un inmenso ramo en ese vestíbulo funcional y sin alma.
Avanzó así hacia Chloé, oculto por una masa sublime y blanca. Ella lo vio venir y preguntó:
– ¿Es para mí?
– Sí. Feliz cumpleaños, Chloé.
La joven sintió apuro. Instintivamente, volvió la cabeza hacia Nathalie. Chloé no sabía qué decirle a Markus. Había como un espacio en blanco entre ellos: su cuadrado blanco sobre fondo blanco. Todo el mundo los miraba. Bueno, al menos lo que se podía ver de sus rostros, las parcelas que habían escapado al blanco. Chloé sintió que debía decir algo, pero ¿el qué? Por fin declaró:
– No hacía falta. Es demasiado.
– Sí, seguramente. Pero tenía ganas de blanco.
Otro colega avanzó con su regalo, y Markus aprovechó para escabullirse.
Nathalie había observado la escena desde lejos. Había querido respetar las reglas de Markus pero, profundamente molesta por lo que había visto, decidió acercarse a hablar con él:
– ¿Por qué le ha regalado un ramo así?
– No lo sé.
– Mire… empiezo a estar muy harta de su actitud de autista… No quiere mirarme… no quiere explicarme.
– Le prometo que no lo sé. Nadie se siente más incómodo que yo ahora mismo, se lo aseguro. Me doy perfecta cuenta de que es algo desproporcionado. Pero es así. Al encargar las flores, he dicho que quería un inmenso ramo de rosas blancas.
– Está usted enamorado de ella, ¿es eso?
– ¿Está usted celosa, o qué?
– No estoy celosa. Pero empiezo a preguntarme si bajo ese aire suyo de depresivo sueco no se esconde un donjuán consumado.
– Y usted… usted debe de ser una experta en el alma masculina, desde luego.
– Todo esto es ridículo.
– Lo que es ridículo es que también tengo un regalo para usted… y que no se lo he dado.
Se miraron. Y Markus se dijo: ¿cómo he podido pensar que podía no verla más? Le sonrió, y Nathalie contestó a su sonrisa con otra sonrisa. Habían vuelto las sonrisas. Es curioso cómo a veces uno decide algo muy en serio, se dice que todo será así a partir de ahora, y basta un ínfimo gesto de los labios para quebrar la seguridad de una certeza que parecía casi eterna. Toda la voluntad de Markus acababa de derrumbarse ante una evidencia, la del rostro de Nathalie. Un rostro cansado, un rostro apenado por la incomprensión, pero no dejaba de ser el rostro de Nathalie. Sin hablar, abandonaron discretamente la fiesta para reunirse en el despacho de Markus.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «La delicadeza»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La delicadeza» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «La delicadeza» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.