J. Rowling - Una vacante imprevista

Здесь есть возможность читать онлайн «J. Rowling - Una vacante imprevista» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 2013, ISBN: 2013, Издательство: Salamandra, Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Una vacante imprevista: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Una vacante imprevista»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La historia de esta primera obra de Rowling para adultos se centra en Pagford, un imaginario pueblecito del sudoeste de Inglaterra donde la súbita muerte de un concejal desata una feroz pugna entre las fuerzas vivas del pueblo para hacerse con el puesto del fallecido, factor clave para resolver un antiguo litigio territorial.
La minuciosa descripción de las virtudes y miserias de los personajes conforman un microcosmos tan intenso como revelador de los obstáculos que lastran cualquier proyecto de convivencia, y, al mismo tiempo, dibujan un divertido y polifacético muestrario de la infinita variedad del género humano.
Sin que el lector apenas lo perciba, Rowling consigue involucrarlo en temas de profundo calado mientras lo conduce sin pausa a un sorprendente desenlace final.

Una vacante imprevista — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Una vacante imprevista», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

La recepcionista pareció horrorizada.

—Sí, sí… No estaba… Laura ya sabía… Venía a darle este recado. Han llamado del Yarvil and District Gazette . La señora Weedon ha muerto y una de sus nietas dice que…

—¿Y eso que llevas ahí? ¿Es para mí? —la interrumpió Parminder con frialdad, señalando los historiales médicos que Karen sostenía.

—Ah… sí —repuso la joven, aturullada—. Él quería ver al doctor Crawford, pero…

—Será mejor que vuelvas a tu puesto en la entrada.

Parminder cogió los historiales y se dirigió de nuevo a la recepción, echando chispas. Cuando se encontró ante los pacientes, se dio cuenta de que no sabía a quién llamar, y miró la carpeta que llevaba en la mano.

—Señor… señor Mollison.

Howard se incorporó sonriendo y se acercó a ella con su balanceo característico. Parminder notó cómo la bilis le subía por la garganta. Se dio la vuelta y echó a andar hacia su consulta, con Howard siguiéndola.

—¿Todo bien, Parminder? —preguntó él, tras cerrar la puerta e instalarse, sin que lo invitaran a ello, en la silla destinada a los pacientes.

Era su forma habitual de saludarla, pero a ella le pareció que esa vez se burlaba.

—¿Qué problema tienes? —le preguntó con brusquedad.

—Una pequeña irritación —repuso él—. Aquí. Necesitaría una crema o algo así.

Se sacó la camisa de los pantalones y la levantó unos centímetros. Parminder vio una franja de piel enrojecida donde la barriga le caía sobre los muslos.

—Tendrás que quitarte la camisa.

—Sólo me pica ahí.

—Necesito ver toda la zona.

Howard exhaló un suspiro y se puso en pie. Mientras se desabrochaba, añadió:

—¿Has visto el orden del día para la próxima reunión que te he enviado esta mañana?

—No, aún no he abierto el correo electrónico.

Era mentira. Ya había leído el orden del día y se había enfurecido, pero aquél no era momento para decírselo a Howard. Le molestaba que tratara de abordar asuntos del concejo en su consultorio; era su forma de recordarle que había un sitio donde era su subordinada, aunque en aquella habitación ella pudiera ordenarle que se quitara la ropa.

—Si haces el favor de… Necesitaría mirar debajo de…

Howard levantó su enorme barriga, dejando al descubierto la parte superior de los pantalones y finalmente la cinturilla. Sosteniendo su propia grasa con los brazos, le sonrió a Parminder. Ella acercó una silla y su cabeza quedó a la altura del cinturón de Howard.

En el pliegue oculto de la barriga había una erupción escamosa y desagradable: de un rojo intenso, se extendía de un lado del torso a otro como una sonrisa gigantesca y emborronada. Un tufo a carne podrida invadió su nariz.

—Intertrigo —diagnosticó—, y dermatitis atópica ahí, donde te has rascado. Bueno, ya puedes vestirte.

Howard dejó caer la barriga y cogió la camisa, tan pancho.

—Verás que he incluido en el orden del día el edificio de Bellchapel. En este momento está generando cierto interés en la prensa.

Parminder tecleaba algo en el ordenador y no contestó.

—Del Yarvil and District Gazette —insistió Howard—. Voy a escribirles un artículo. —Y, abrochándose la camisa, añadió—: Quieren las dos caras de la cuestión.

Ella trataba de no escuchar, pero la mención del periódico le encogió aún más el estómago.

—¿Cuándo te tomaste por última vez la presión, Howard? No veo que lo hayas hecho en los últimos seis meses.

—Seguro que la tengo bien. Me estoy medicando.

—Pero deberíamos comprobarla, ya que estás aquí.

Howard volvió a suspirar y se arremangó laboriosamente.

—Van a publicar el artículo de Barry antes que el mío —dijo entonces—. ¿Sabías que les envió un artículo? ¿Sobre los Prados?

—Sí —respondió ella a su pesar.

—¿No tendrás una copia? Para no repetir nada que haya dicho él, ¿sabes?

Los dedos de Parminder temblaron un poco en el tensiómetro. El manguito no cerraba bien en el grueso brazo. Se lo quitó y fue en busca de uno más grande.

—No —contestó de espaldas—. Nunca llegué a verlo.

Howard la vio accionar la bomba y observó el manómetro con la sonrisa indulgente de quien contempla un ritual pagano.

—Demasiado alta —declaró Parminder cuando la aguja marcó 17/10.

—Tomo pastillas para eso —dijo Howard, rascándose donde le había puesto el manguito, y se bajó la manga—. El doctor Crawford no me ha comentado nada.

—Estás tomando amlodipina y bendroflumetiacida para la presión arterial, ¿correcto? Y simvastatina para el corazón… No veo ningún betabloqueante.

—Por el asma —explicó Howard mientras se alisaba la manga.

—Así es… y aspirina. —Se volvió para mirarlo—. Howard, tu peso es el factor más importante en todos tus problemas de salud. ¿Nunca te han mandado al especialista en nutrición?

—Llevo treinta y cinco años al frente de una tienda de delicatessen —contestó él sin dejar de sonreír—. No necesito que me den lecciones sobre alimentación.

—Unos pequeños cambios en tu forma de vida te harían mejorar mucho. Si pudieras perder…

—No te compliques la vida —la interrumpió él con un amago de guiño—. Sólo necesito una crema para el picor.

Desahogando su furia en el teclado, Parminder tecleó recetas para una pomada fungicida y otra con esteroides; una vez impresas, se las tendió sin decir nada.

—Gracias, muy amable —repuso Howard, y se levantó con esfuerzo de la silla—. Que pases un buen día.

II

—¿Qué quieres?

El cuerpo encogido de Terri Weedon se veía muy pequeño en el umbral de su casa. Apoyó sus manos como garras en las jambas para imponer un poco más y bloquear la entrada. Eran las ocho de la mañana; Krystal acababa de irse con Robbie.

—Hablar contigo —dijo su hermana. Corpulenta y hombruna, con una camiseta blanca de tirantes y pantalones de chándal, Cheryl fumaba un cigarrillo y la miraba con los ojos entornados a través del humo—. Se ha muerto la abuelita Cath.

—¿Qué?

—Que se ha muerto la abuelita —repitió Cheryl más alto—. Como si te importara, joder.

Pero Terri lo había oído la primera vez. Le sentó como una patada en el estómago y, confusa, quiso volver a oírlo.

—¿Estás colocada? —preguntó Cheryl mirando ceñuda la expresión tensa y distante de su hermana.

—Vete a la mierda. No, no me he metido nada.

Era verdad. Terri no se había pinchado esa mañana; llevaba tres semanas sin consumir droga. No se sentía orgullosa de ello; en la cocina no había ningún gráfico de éxitos; otras veces había aguantado más tiempo, incluso meses. Obbo llevaba dos semanas fuera, de modo que había sido más fácil. Pero sus bártulos seguían en la vieja lata de galletas, y el ansia ardía como una llama eterna en su frágil cuerpo.

—Murió ayer. Danielle ni se ha molestado en decírmelo hasta esta mañana, joder —dijo Cheryl—. Y yo que pensaba ir a verla hoy al hospital. Danielle va a por la casa, la de la abuelita. Esa puta avariciosa.

Hacía mucho tiempo que Terri no pisaba la casita adosada de Hope Street, pero al oír a Cheryl vio con toda claridad los visillos y los adornitos del aparador. Imaginó a Danielle allí, birlando cosas, hurgando en los armarios.

—El funeral es el martes a las nueve, en el crematorio.

—Vale —dijo Terri.

—La casa también es nuestra, no sólo de Danielle. Le diré que queremos la parte que nos toca.

—Ajá.

Se quedó mirando hasta que el pelo amarillo canario y los tatuajes de Cheryl hubieron desaparecido tras la esquina, y luego se volvió y cerró la puerta.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Una vacante imprevista»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Una vacante imprevista» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Una vacante imprevista»

Обсуждение, отзывы о книге «Una vacante imprevista» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x