Alberto Vázquez-Figueroa - Sultana roja

Здесь есть возможность читать онлайн «Alberto Vázquez-Figueroa - Sultana roja» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Sultana roja: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Sultana roja»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Narrado en primera persona por la protagonista Mercedes Sánchez, nos cuenta la triste vida de su familia: su madre, tres hermanos y ella misma. Su padre murió muy pronto dejándoles sumidos en la más absoluta pobreza. No obstante, un rayo de luz aparece en su vida. Un hombre, Sebastián, enamorado de su madre, que hace que la vida de todos vuelva a brillar. Pero sólo 5 años duró esta dicha: La mala suerte hace que Sebastián muera en un atentado de ETA que iba dirigido a un camión de militares.
La vida de Mercedes vuelve a hundirse en la negrura más absoluta, y su corazón, desde este momento, sólo puede albergar odio. Odio y deseos de venganza.
Nuevamente en la miseria, es ella quien ahora consigue sacar adelante a la familia pidiendo limosna, cuidando niños e incluso prostituyéndose.
Calculadora, decidida, fria…, para llevar a cabo su venganza, no se amilanará ante nada, incluyendo el asesinato. Empieza a relacionarse con pequeñas bandas armadas, narcotraficantes, grupos terroristas de menor calado, hasta que consigue introducirse entre la gente a la que tanto odia, entre los responsables del acto criminal que marcó su vida.
Siempre con una idea fija en la cabeza, la venganza será la única razón de la existencia de Merche y por ella renunciará a muchas cosas, incluida la posibilidad de ser llegar feliz, de poder ser una persona normal, de abandonar y descansar.

Sultana roja — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Sultana roja», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Al cabo de un rato abrí el bolso, desconecté el aparato y saqué un cigarrillo que encendí mientras hacía un gesto al camarero al que supliqué que fuera a buscar al chofer que aguardaba en el exterior.

Cuando éste se presentó ante mí, gorra en mano, le espeté sin más preámbulos:

— ¿Y ahora qué se supone que tengo que hacer?

Me observó estupefacto.

— ¿Perdón? — inquirió.

— Que no entiendo nada. Me sacan del hotel, me traen hasta aquí, me piden que sea natural y amable con la gente, pero no encuentro a nadie con quien mostrarme ni amable, ni natural — lancé un amargo lamento-. Y me muero de hambre! — concluí.

— Pues vaya pidiendo algo de comer mientras espera.

— Odio comer sola! — aseguré-. Me deprime. Me da la impresión de que soy tan poco interesante que ni siquiera he conseguido que alguien me acompañe — hice un gesto hacia la silla vecina-. Siéntese! — rogué-. Le invito a almorzar.

— Pero señorita! — protestó escandalizado-.

¿Cómo pretende que me siente con usted? Sólo soy el chofer.

— ¿Y eso qué tiene que ver? — dije- Oh, vamos! Mi tío es chofer de un ministro y a mucha honra… — le guiñé un ojo-. ¿O es que se imagina que nací en un palacio? No soy más que una pobre modelo a la que unos capullos le han pedido que se muestre amable con la gente. Pero si el cretino con el que me tengo que mostrar amable no aparece, estoy en mi derecho de mostrarme amable con quien me apetezca — bajé la voz-. Y aquí se debe comer de puta madre — volví a señalarle la silla-. Por favor…!

Dudó, le dio un sinfín de vueltas a la gorra, echó un vistazo a su alrededor y por último accedió a tomar asiento.

Mientras almorzamos opíparamente le conté una sencilla historia sobre una muchachita chilena de clase media que intenta abrirse camino en el mundo de las pasarelas y las top-models internacionales, y a la que le vendrían de perlas doscientos mil francos si resultaba elegida para aquel trabajo.

Por su parte me habló de su mujer y sus tres hijos.

A la hora del café le supliqué que telefoneara al hotel preguntando si había algún mensaje para la habitación 245.

Naturalmente no había ninguno, y a su regreso nos tomamos tranquilamente un coñac, charlamos otro rato, y como nadie hacía acto de presencia emprendimos el regreso al hotel.

A mitad de camino le supliqué que me comprara un gran ramo de flores y una enorme caja de bombones puesto que una compañera cumplía años ese mismo día. También le pedí que me trajera revistas de modas. Mientras se encontraba en la floristería, realicé una llamada telefónica a la que nadie respondió.

Poco después hice mi entrada triunfal en el hotel portando un enorme ramo de rosas y seguida por un impecable chofer uniformado.

No aceptó propinas.

Era de esperar.

En cuanto subí a mi habitación puse en marcha una grabadora que suelo llevar conmigo y en la que puedo reproducir una gran variedad de sonidos de ambiente.

Era otra enseñanza de Hazihabdulatif.

Sonidos de ambiente que obligan a pensar en una calle con mucho tráfico, un aeropuerto, un estadio o una fábrica con ruido de máquinas al fondo, y que ayudan a confundir a quien se encuentra al otro lado de la línea, especialmente si has llamado tú o te han llamado a un móvil.

Y yo estaba esperando una llamada al móvil.

No tardó ni diez minutos.

— ¿Cómo es que no ha acudido a la cita? — fue lo primero que quiso saber la distorsionada voz del día anterior.

— Consideré que no era prudente — repliqué en idéntico tono-. Y tenía que venir a recoger a un amigo al aeropuerto.

— ¿Aeropuerto…? -se sorprendió-. ¿Pretende hacerme creer que está en Niza?

— Exactamente! ¿Qué tal la chica?

— No lo sé — replicó en el acto-. Tampoco yo acudí a la cita.

— Pues nos podemos pasar así la vida — hice una pausa para que pudiera percibir con toda claridad que de mi grabadora surgía una voz avisando que un vuelo de Air France estaba a punto de partir hacia Londres-. ¿Se le ocurre algo? — inquirí al fin.

— ¿Le parece bien mañana a la misma hora?

— Es posible.

— Le enviaré un coche.

— De acuerdo.

El mismo coche y el mismo chofer, que mostró evidente sorpresa al verme.

— ¿Y eso? — quiso saber.

— ¿Qué quiere que le diga? — repliqué-. ¿Vamos al mismo sitio?

— Esas son mis órdenes.

— Por lo menos comeremos bien.

No abrió la boca durante todo el trayecto, y cuando se disponía a dejarme en la puerta del restaurante le pedí que entrara conmigo.

Tomamos asiento en la misma mesa, y tras observarle unos instantes, señalé:

— ¿No cree que ha llegado el momento de que nos dejemos de tonterías? Este juego empieza a resultar estúpido.

— No sé a qué se refiere — replicó un tanto desconcertado.

— A que ayer cometió demasiados errores — aventuré en tono de fastidio-. El primero, telefonear a mi móvil esperando que lo cogiera, lo cual le confirmaría que efectivamente era la persona que debía ser. Supongo que me estaría observando. No lo cogí, pero usted no tuvo en cuenta que mi móvil registró el número desde el que me llamaba. Primer error — fue a decir algo, protestar, sin duda; pero le interrumpí con un gesto-. Luego, cuando le pedí que me comprara flores, aproveché para llamar a ese mismo número. Lógicamente nadie respondió puesto que usted estaba en la floristería, pero un teléfono se cansó de repicar en el interior de la guantera del coche. Segundo y grave error. Al poco de dejarme en el hotel me llamó distorsionando la voz, pero usando el mismo teléfono según pude constatar en el mío. Tercer error que me demuestra que, o es usted Martell en persona, o está muy cerca de serlo.

Tardó en responder.

Y tardó porque resultaba evidente que estaba tratando de asimilar cuanto acababa de decirle y que le dejaba en evidencia.

Que una pobre muchacha; una estúpida aprendiz de modelo que al parecer tan sólo aspiraba a ganarse doscientos mil francos haciendo un anuncio hubiera sido capaz de hacer caer en semejante trampa a El Gran Martell, le dejaba momentáneamente descolocado y a todas luces perplejo.

Lanzó una ojeada a su alrededor y tuve la extraña sensación de que todos sus músculos se tensaban.

En cuestión de segundos parecía haberse transformado, como si de pronto se hubiese convertido en un animal acorralado pero dispuesto a buscar una salida a toda costa.

Le coloqué amistosamente la mano sobre el antebrazo en un evidente esfuerzo por tranquilizarle:

— No se inquiete! — supliqué-. Nadie más lo sabe. Esta no es más que una simple cuestión de negocios.

— ¿Y si ya no me interesaran los negocios? — inquirió roncamente-. ¿Qué ocurriría si me limitara a pegarle un tiro?

— Que estaría cometiendo el último y más irremediable de sus errores — repliqué procurando conservar la calma-. Como comprender, no me he arriesgado a contarle lo que sé sin tomar precauciones. Ayer, cuando le pedí que telefoneara al hotel, aproveché para guardarme su copa de vino, con lo que ahora tengo una muestra de sus huellas dactilares. Y en el momento en que penetramos en el hotel yo me cubría la cara con un enorme ramo de flores, pero el chofer que me seguía tan sólo cargaba revistas y bombones, con lo que en el vídeo de seguridad se le distingue perfectamente — sonreí de nuevo con malévola picardía. Lo sé porque anoche me apoderé de ese vídeo, del que ya me he procurado varias copias.

Se quedó lívido.

— Es usted condenadamente lista — masculló al fin-. Una de las criaturas más astutas con que me haya tropezado. ¿Qué piensa hacer con esas pruebas? ¿Chantajearme?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Sultana roja»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Sultana roja» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Alberto Vázquez-Figueroa - Tuareg
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Centauros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Negreros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratas
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Maradentro
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Yáiza
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Océano
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - La Iguana
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratin der Freiheit
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Ikarus
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Viaje al fin del mundo - Galápagos
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez Figueroa - Delfines
Alberto Vázquez Figueroa
Отзывы о книге «Sultana roja»

Обсуждение, отзывы о книге «Sultana roja» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x