Vicente Ibáñez - Cañas y barro
Здесь есть возможность читать онлайн «Vicente Ibáñez - Cañas y barro» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Cañas y barro
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 2
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Cañas y barro: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Cañas y barro»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Cañas y barro — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Cañas y barro», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Mentira…, mentira! —gritó Tonet, con el ansia del culpable.
Cañamel le miró de un modo que le hizo ponerse en guardia, con cierto miedo. Sí; seguramente era mentira. También creía él lo mismo. Esto les valía a Neleta y a Tonet; porque si él llegase a sospechar remotamente que pudieran ser ciertas las porquerías que aquellos canallas habían cantado la noche anterior, era hombre para retorcerle el pescuezo a ella y meterle un escopetazo a él entre ceja y ceja. ¿Qué se había figurado? El tío Paco era muy bueno, pero a pesar de su enfermedad, resultaba tan hombre como cualquiera cuando le tocaban lo suyo.
Y el tabernero, temblando de sorda cólera, se paseaba, como el caballo viejo y enfermo, pero de raza fuerte, que sabe encabritarse hasta el último momento. Tonet miraba con admiración al antiguo aventurero, que, en su enfermiza indolencia, panzudo y ablandado, encontraba aún la energía de sus tiempos de luchador libre de escrúpulos.
En el silencio de la habitación resonaba el eco lejano de los instrumentos de metal que recorrían el pueblo.
Cañamel volvió a hablar, y sus palabras fueron acompañadas por la música, cada vez más próxima.
Sí; todo era mentira. Pero él no estaba allí para ser burla de la gente. Además, le cargaba vera Tonet siempre en la taberna, tomándose con Neleta aquellas familiaridades de hermano. No quería en su casa más hermanazgos postizos: se acabó. Estaba de acuerdo con el tío Paloma. En adelante seguirían el negocio de la Sequiota los dos solos, y el abuelo ya se entendería con el nieto para que cobrase su parte. Tonet nada tenía que tratar con Cañamel. Si no estaba conforme, podía decirlo. Él era el amo de la Sequiota por el sorteo, pero el tío Paco retiraría sus redes y su capital, Tonet disgustaría a su abuelo, y ¡allá vertamos cómo se las arreglaba solo!
Tonet no protestó ni opuso resistencia. Lo que acordase su abuelo bien hecho estaba.
La música llegó enfrente de la taberna. Se detuvo, y su armónico estrépito hizo estremecer las paredes.
Cañamel levantó la voz para ser oído. Una vez resuelto lo del negocio, quedaba el hablar los dos, de hombre a hombre. Y él, con su autoridad de marido que no quiere que se le rían y de hombre que cuando era preciso sabía poner en la puerta a un parroquiano molesto, ordenaba a Tonet que no se acercase más por la taberna. ¿Lo entendía bien? ¡Se acabó la amistad! Era lo más acertado, para impedir murmuraciones y mentiras… La puerta de aquella casa debía de ser en adelante para el Cubano tan alta… tan alta como el Miguelete de Valencia.
Y mientras los trombones lanzaban sus rugidos a la puerta de la casa, Cañamel erguía su figura casi esférica sobre las puntas de los pies y elevaba el brazo al techo para expresar la altura enorme, inconmensurable, que en adelante había de separar al Cubano del tabernero y su mujer.
VII
Al pasar Tonet dos días fuera de la taberna, se dio cuenta de lo mucho que amaba a Neleta.
Tal vez influía en su desesperación la pérdida del alegre bienestar que antes gozaba, de aquella abundancia en la que se sumía como en una ola de felicidad. Faltábale, a más de esto, el encanto de los ocultos amores adivinados por todo el pueblo, la malsana dicha de acariciar a su amante en pleno peligro, casi en presencia del esposo y de los parroquianos, expuesto a una sorpresa.
Arrojado de casa de Cañamel, no sabía dónde ir. Probó a contraer amistades en las otras tabernas del Palmar, míseras barracas sin más fortuna que un tonelillo, donde sólo de tarde en tarde entraban los que por deudas atrasadas no podían ir a casa de Cañamel. Tonet huyó de estos sitios, como un potentado que penetrase por error en un bodegón.
Pasó los días vagando por las afueras del pueblo. Cuando se cansaba, iba al Saler, al Perelló, al puerto de Catarroja, a cualquier sitio, para matar el tiempo. Él, tan perezoso, perchaba horas enteras en su barquito para ver a un amigo, sin otro propósito que fumar un cigarro con él.
La situación le obligaba a vivir en la barraca de su padre, examinando con cierta inquietud al tío Toni, que alguna vez, en la fijeza de su mirada, parecía revelarle su conocimiento de todo lo ocurrido. Tonet cambió de conducta, a impulsos del tedio. Para vagar de un lado a otro de la Albufera como un animal enjaulado, mejor era prestar su ayuda al pobre padre. Y desde el día siguiente, con la pasajera furia de los perezosos cuando se deciden al trabajo, fue, como en otros tiempos, a arrancar barro de las acequias.
El tío Toni demostró su gratitud por este arrepentimiento desarrugando el ceño y dirigiendo algunas palabras a su hijo.
Lo sabía todo. Las cosas ocurrían tal como él las anunciaba. Tonet no había procedido como un Paloma, y el padre sufrió mucho oyendo lo que se decía de él. Le hería dolorosamente ver a su hijo viviendo a costa del tabernero y robándole además la mujer.
—Mentira…, mentira! —contestaba el Cubano con la ansiedad del culpable—. Són calumnies…!
Mejor: el tío Toni celebraba que fuese así. Lo importante era haber salido del peligro. Ahora a trabajar, a ser hombre honrado, a ayudar al padre en la tarea de enterrar sus charcas. Cuando éstas se convirtiesen en campos y en el Palmar viesen a los Palomas recoger muchos sacos de arroz, ya encontraría Tonet una compañera. Podría escoger entre todas las muchachas de los pueblos inmediatos. A un rico nadie le contesta negativamente.
Y Tonet, animado por las palabras de su padre, entregábase al trabajo con verdadera rabia. La pobre Borda se fatigaba a su lado más aún que yendo con el tío Toni. El Cubano siempre creía que trabajaba poco; era exigente y brutal con la infeliz muchacha; la cargaba como si fuese una bestia, pero comenzaba él por dar ejemplo de fatiga. La pobre Borda, jadeante bajo el peso de las espuertas de tierra y el continuo manejo de la percha, sonreía alegre, y por la noche, cuando con los huesos doloridos preparaba la cena, miraba con agradecimiento a su Tonet, aquel hijo pródigo que tanto había hecho sufrir al padre, y ahora, con su buena conducta, daba un aire de serenidad y confianza al rostro del fuerte trabajador.
Pero en la voluntad del Cubano nunca soplaba el mismo viento. La conmovían furiosas ráfagas de actividad y reaparecía después la calma de una pereza dominadora y absoluta.
Al mes de este continuo trabajo, Tonet se cansó, como otras veces. Una gran parte de los campos estaba ya cubierta, pero quedaban profundos hoyos, que eran su desesperación: agujeros incegables, por los cuales parecían volver las derrotadas aguas, royendo lentamente la tierra acumulada a costa de inmensos trabajos. El Cubano sentía miedo y desaliento ante la magnitud de la empresa. Acostumbrado a las abundancias de casa de Cañamel, rebelábase además pensando en los guisotes de la Borda, el vino escaso y flojo, la dura torta de maíz y las sardinas mohosas, único alimento de su padre.
La tranquilidad de su abuelo le indignaba. Seguía visitando la casa de Cañamel, como si nada hubiese ocurrido. Allí comía y cenaba, entendiéndose perfectamente con el tabernero, que parecía satisfecho de la actividad con que el viejo explotaba la Sequiota. ¡Y al nieto que lo partiera un rayo! ¡Sin decirle una palabra cuando lo veía por las noches en la barraca, como si no existiera, como si no fuese el verdadero dueño de la Sequiota…!
El abuelo y Cañamel se entendían para explotarle, y sufrirían un chasco. Tal vez toda la indignación del tabernero no había tenido otro fin que quitarle de en medio para que las ganancias fuesen mayores. Y con esa codicia rural, feroz y sin entrañas, que no reconoce afectos ni familia en asuntos de dinero, Tonet abordó al tío Paloma una noche en que se embarcaba para ir al Redolí . Él era el dueño de la Sequiota, el verdadero dueño, y hacía mucho tiempo que no veía un céntimo. Ya sabia que la pesca no era tan excelente como otros años, pero se hacía negocio, y el abuelo y el tío Paco buenos duros se metían en la faja. Lo sabía por los compradores de anguilas. ¡A ver…! Él quería cuentas claras: que le diesen lo suyo, o de lo contrario se quedaría con el redolí, buscando socios menos rapaces.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Cañas y barro»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Cañas y barro» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Cañas y barro» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.