Colleen McCullough - La nueva vida de Miss Bennet

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La nueva vida de Miss Bennet: краткое содержание, описание и аннотация

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Las protagonistas de Orgullo y prejuicio, veinte años después. Mary, la pequeña de las hermanas Bennet, no quiere llevar una vida sujeta a las convenciones sociales: no contempla casarse, como han hecho sus hermanas, ni desea caer en la rutina de una existencia oscura e infeliz. Sin responsabilidades familiares, aprovechará su libertad para viajar y escribir un libro que denuncie la situación de los más desfavorecidos. Su peregrinaje será mucho más complicado de lo que ella nunca imaginó…
Para Gloria Bruni, compositora y diva. Una persona tan hermosa por dentro como por fuera.

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– No puedo hacer eso. -Tenía el pelo negro y lo suficientemente largo como para enlazarlo en una coleta con una cinta negra; sus cabellos flotaron en el aire cuando repentinamente sopló una ráfaga de viento de lluvia-. Además, conozco bien ese lugar llamado The Green Man… allí no tendrá usted ayuda ninguna: de allí no irá más que a una mancebía. Usted ya no es una jovencita, señora, pero, curiosamente, es todavía hermosa. ¡Mira que hacerle caso a la vieja mujer del posadero Beatty…! Es metodista; hay muchos en esta parte, desgraciadamente, pero ¿qué le vamos a hacer? ¿Quién es usted para tener tanto dinero? Cuando se cayó en toda aquella porquería pensé que era un triste despojo de ama de llaves, de esas que siempre andan huyendo de las amenazas amorosas de su señor… Después vi las guineas y… Ahora no sé qué pensar, salvo que el dinero ya no es suyo, sino mío. Lo robó, ¿a que sí?

– ¡Por supuesto que no! Apártese, señor mío.

Perfectamente podría haberse quedado callada. Con la cabeza inclinada hacia un lado, él la miró de arriba abajo, como si la estuviera examinando, con los ojos medio cerrados y los labios estirados hacia atrás, mostrando una sarta de dientes equinos.

– La cuestión es: ¿cojo sólo el dinero o debo matarla también? Si estuviera limpia y oliera un poco mejor, podría ser realmente una dama… Y si eso fuera así, lo mejor sería matarla. En caso contrario, si alguna vez atraparan al capitán Thunder, usted podría reconocerlo, ¿no?

La prudencia le recomendaba quedarse quietecita y callada, no revelar sus orígenes, pero aún no había caído tan bajo.

– ¿Es ése su nombre? ¿Capitán Thunder? Sí, claro. Capitán Thunder: ¡testificaré contra usted delante de un tribunal! ¡Se merece la horca y el cadalso!

Evidentemente, Mary consiguió desconcertarlo y el hombre se tomó su tiempo; las mujeres solían ponerse a chillar hasta despertar a todos los campesinos de los alrededores: no era común que le contestaran de aquel modo. Aquella mujer… frágil, sucia y sola, pero no tenía miedo.

– Entrégueme el dinero.

Mary aferró los puños en el bolso hasta que los nudillos se le pusieron blancos.

– ¡No! ¡Es mi dinero! ¡Lo necesito!

El caballo permanecía tranquilo y ramoneaba apaciblemente; cuando aquel hombre le puso las manos encima a Mary, el animal permaneció firme, aparentemente desinteresado de la lucha que se entablaba, aunque el hombre dio un tirón a las riendas. El plan que Mary había estado pensando era abalanzarse sobre el caballo y darle un puntapié. Hasta entonces, nada en su vida había revelado lo fuerte que era físicamente; la mediana de las Bennet sorprendió al hombre por la fuerza con que luchaba para conservar su dinero. El ladrón no podía ni siquiera doblarle los dedos para rompérselos: hasta ese punto convulsivo se había aferrado la mujer a su bolso. Nerviosa y ágil, Mary consiguió zafarse del ladrón. Corrió camino abajo, dando gritos, pero pocas yardas más allá él la alcanzó, agarrándola por los hombros de la manera más violenta.

– ¡Bruja! ¡Zorra! -dijo, zarandeándola y agarrándole el cuello con la mano izquierda. Con la mano derecha le sujetó con violencia ambas muñecas hasta que, sin fuerzas, las manos de Mary dejaron resbalar el bolso. Comenzó a caer, y el ladrón rebuscó en su interior.

Mary casi se volvió loca. Empezó a darle patadas en las espinillas, y con rodilla intentó alcanzarle la ingle, y le clavó las uñas en la cara hasta hacerle sangre… «¿Cómo se atrevía aquel maleducado a robarle…?».

Pero él no dejó de sujetarle la garganta. Un ruido sordo invadió sus oídos, el rostro de aquel hombre enfrente de sus ojos desorbitados se tornaba cada vez más turbio, menos nítido. Las fuerzas la abandonaron, y exactamente cuando un violento puñetazo golpeó su frente, Mary perdió la consciencia.

Quejándose, enferma del estómago, se despertó y descubrió que estaba derrumbada a los pies de un árbol enorme, casi oculta entre sus poderosas raíces. Una luz mortecina se filtraba a través de las hojas que formaban un toldo sobre ella, y estaba lloviendo. Si tenía que guiarse por el estado de sus ropas empapadas, debía concluir que había estado lloviendo durante algún tiempo.

Transcurrió casi una hora antes de que pudiera arrastrarse y sentarse en uno de los troncos derribados que había alrededor, y allí pudo comprobar sus heridas. Tenía el cuello muy dolorido y magullado; las muñecas llenas de cardenales, una gran hinchazón en la parte derecha de la frente y un punzante dolor de cabeza.

Cuando se sintió con fuerzas para permanecer de pie, buscó sus bolsas de viaje y su bolso, pero fue en vano. Sin duda, el capitán Thunder se las había llevado y las había arrojado entre la densa vegetación de helechos, probablemente lejos de donde la había abandonado a ella. Aunque no soplaba ni una brizna de aire en lo más profundo del bosque, le castañeteaban los dientes y su piel estaba helada; tenía frío y estaba magullada, y dondequiera que mirara no había más que árboles y árboles. No era uno de esos bosques replantados, pues sus viejos moradores parecían tener más de mil años. Tal vez era Sherwood; y en ese caso, estaba a muchas millas de donde se había peleado con aquel ladrón. Entonces, el buen juicio acudió a consolarla: «¡No, esto no es Sherwood!». Era otro bosque, otro bosque infinitamente antiguo en un condado famoso precisamente por sus bosques. Probablemente ni siquiera era muy grande, pero cuando una persona se encontraba en medio de aquellos árboles, perdía toda perspectiva y la medida de las cosas.

Si quería seguir viva, tendría que buscar refugio ante la inminente llegada de la noche. Tras caminar una breve distancia, encontró un haya podrida en su interior. Le ofrecía suficiente protección para cubrirse y evitar la lluvia; retorciéndose, se metió en la estrecha cavidad, y entonces Mary sintió que las fuerzas la abandonaban sin remedio, y volvió a perder la consciencia.

La hinchazón de la frente era más grave de lo que ella creía, y durante muchos días el dolor fue terrible, hasta el punto de perder el conocimiento en varias ocasiones; cuando volvió a levantarse, de nuevo era de noche. Se había arrastrado fuera del haya y se encontraba sentada en el suelo, pero al menos ya no llovía. Entonces cayó en una especie de coma, inquieta y asediada por horribles pesadillas, pero cuando volvió a abrir los ojos, descubrió la luz del día. Unos breves pasos le confirmaron que no se encontraba bien; le dolía todo el cuerpo y sospechaba que tenía mucha fiebre. «Estoy enferma y perdida, sin esperanza… ¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo hacer…? ¡Si al menos la cabeza dejara de darme esas punzadas…!».

Pensaba que el capitán Thunder era algún salteador de caminos que tenía su guarida en The Green Man. Estaba segura. Al abandonarla en las profundidades del bosque, pretendía que pereciera de inanición y frío, pensando que así podría librarse de que lo acusaran de su muerte. «Muy bien, capitán Thunder», pensó, «¡pues no voy a complacerte quedándome dócilmente tumbada y desahuciada! ¡De algún modo encontraré el camino!».

El rincón del hayedo que le había servido de refugio era agradable y musgoso… y el musgo… ¿no crecía en la cara norte de los árboles? Y, si era así, entonces la parte del árbol que no tenía musgo daba al sur. ¡Sólo que los bosques se extendían a la izquierda y a la derecha del camino! Caminar al sur o al norte dependía de qué parte del camino hubiera escogido el ladrón para abandonarla. ¡Oh, maldito sea…! ¡Un verdadero hijo de Satanás! Con los ojos cerrados, Mary intentó ponerse en el lugar del salteador de caminos, y decidió que habría elegido la parte izquierda de la senda, porque ésa es la mano gobernada por Satanás. Pero… la izquierda estaba Chesterfield o Mansfield? Mansfield, porque, cuando él la asaltó, la posada donde tenía su guarida se encontraba en el camino que ella había cogido, y no detrás. «Así que iré hacia el sur, siguiendo la dirección que marca la parte de los árboles que no está cubierta de musgo», se dijo.

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