Y el infortunado estuvo a punto de volver a llorar.
Pero luego se enfureció nuevamente y empezó a subir la escalera, andando a gatas con una mano, llevando el trabuco en la otra, y con el papel infame entre los dientes. De la puerta del dormitorio salían algunos rayos de luz. Se paró un instante delante de ella, como para pasar aquel nuevo trago de amargura. Pero en aquel mismo instante el infeliz oyó toser dentro del cuarto…
¡Era la tos medio asmática del corregidor!
El molinero sonrió en las tinieblas de un modo horroroso. Sin embargo, el tío Lucas empezó a tranquilizarse en cuanto oyó la tos de su enemigo. La realidad le hacía menos daño que la duda.
– Y si me equivoco—pensó, se agachó y miró por el ojo de la llave. Se podía ver sólo un pequeño triángulo de cama, por la parte del cabecero… ¡Pero precisamente en aquel pequeño triángulo se veía un extremo de las almohadas, y sobre las almohadas la cabeza del corregidor!
– ¡Soy dueño de la verdad!… ¡Meditemos!
Y volvió a bajar la escalera. Se sentó en la cocina y ocultó la frente entre las manos. Le fue difícil rechazar la idea de matarlos a los dos aunque entendía que le ahorcarían. Estaba meditando cuando sus ojos se pararon en la vestimenta del corregidor… Se le ocurrió algo y se echó a reír.
No bien se sosegó, principió a desnudarse; colocó toda su ropa en las mismas sillas que ocupaba la del corregidor; se puso cuantas prendas pertenecían a éste. Y después salió del molino y se encaminó a la ciudad, balanceándose de la propia manera que solía don Eugenio de Zúñiga, y diciéndose de vez en vez esta frase que compendiaba su pensamiento:
– ¡También la corregidora es guapa!
EJERCICIOS
1. Contesta a las preguntas.
1) ¿Qué encontró el tío Lucas en la cocina?
2) ¿Cuál fue el precio de venta de su Frasquita?
3) ¿Cómo decidió vengarse el molinero?
2. Verdadero o falso.
1) El tío Lucas vio a su mujer abrazando al corregidor en su propia alcoba.
2) El papel que estaba sobre la mesa de la cocina era el nombramiento del sobrino de Frasquita.
3) El tío Lucas fue a buscar a los amantes para matarlos.
4) La puerta del molino tenía que estar cerrada.
5) En casa no había nadie.
3. Conecta los significados de una columna con las palabras de la otra.
chimenea.....gemido, suspiro, llanto
sollozo......resumir, abreviar
toser........matar a alguien mediante una cuerda
ahorcar......expulsar el aire de los pulmones por la garganta
compendiar…hogar o fogón para guisar o calentarse
4. Completa los huecos con palabras del ejercicio anterior.
1) Ya la tenía agobiada escuchar cada noche los __________________ de su hermana sufriendo por su novio.
2) Usted __________________ demasiado, vaya al médico, señor Ramírez.
3) Como la __________________ ocupaba demasiado espacio, decidieron destruirla y ampliar el salón.
4) Pensaba que lo iban a __________________ por su crimen.
5) Esta frase __________________ todos los pensamientos de los jóvenes.
5. Traduce al español.
Горящий камин; беззвучное рыдание; ходить на четвереньках; кашлять; в потемках; на подушках; воплощать мысль.
Abandonemos por ahora al tío Lucas, y enterémonos de lo que había ocurrido en el molino desde que dejamos allí sola a la señá Frasquita hasta que su esposo volvió a él y se encontró con tan estupendas novedades.
Una hora había pasado después de que el tío Lucas se marchó con Toñuelo, cuando la navarra, que había decidido no acostarse, oyó lastimeros gritos fuera de la casa, allí muy próximo, por donde corría el agua del caz.
– ¡Socorro, que me ahogo! ¡Frasquita! ¡Frasquita!… —exclamaba una voz de hombre, con el lúgubre acento de la desesperación.
Pensando que podía ser Lucas, abrió la puerta del caz y se encontró con el corregidor, que en aquel momento salía todo chorreando de la impetuosísima acequia…
– ¿Cómo? ¿Es usted? ¿Qué significa? ¿Cómo se atreve? ¿A qué viene usted a estas horas? —gritó la molinera con más indignación que espanto, pero retrocediendo maquinalmente.
– ¡Calla! ¡Calla, mujer! —tartamudeó el corregidor, colándose en el aposento detrás de ella—. Yo te lo diré todo… ¡He estado para ahogarme! ¡Mira, mira cómo me he puesto!
– ¡Fuera, fuera de aquí! —replicó la señá Frasquita con mayor violencia—. ¡No tiene usted nada que explicarme!… ¡Demasiado lo comprendo todo!
– ¡Calla, tonta!… Mira… aquí te traigo un nombramiento de tu sobrino… Enciende la lumbre, y hablaremos… Por lo demás, mientras se seca la ropa, yo me acostaré en esta cama.
– ¡Ah, ya! ¿Conque declara usted que venía por mí? ¿Conque traía usted su nombramiento y todo? ¡Santos y santas del cielo! ¿Qué se habrá figurado de mí este mamarracho?
– ¡Frasquita! ¡Soy el corregidor!
– A mí ¿qué? ¡Yo soy la mujer de mi marido, y el ama de mi casa! ¿Cree usted que yo me asusto de los corregidores? ¡Yo sé ir a Madrid, y al fin del mundo, a pedir justicia contra el viejo insolente! Y, sobre todo, yo sabré mañana ponerme la mantilla, e ir a ver a la señora corregidora…
– ¡No harás nada de eso! —repuso el corregidor, perdiendo la paciencia, o mudando de táctica—. No harás nada de eso; porque yo te pegaré un tiro, si veo que no entiendes de razones…
– ¡Un tiro! —exclamó la señá Frasquita con voz sorda. —¿Conque pistolas también? ¡Y en la otra faltriquera el nombramiento de mi sobrino! Pues, señor, la elección no es dudosa. Espere Usía un momento, que voy a encender la lumbre.
Y, así hablando, se dirigió rápidamente a la escalera, y la bajó en tres brincos.
El corregidor cogió la luz, y salió detrás de la molinera y así llegó a la cocina.
– ¿Me iba a pegar un tiro? —exclamó aquella indomable mujer dando un paso atrás—. Pues, ¡en guardia, caballero; que yo ya lo estoy!
Dijo, y se echó a la cara el formidable trabuco.
– ¡Detente, desgraciada! ¿Qué vas a hacer? —gritó el corregidor, muerto de susto—. Lo de mi tiro era una broma… Mira… está descargado. En cambio, es verdad lo del nombramiento… Aquí lo tienes… Tómalo… Te lo regalo…
Y lo colocó temblando sobre la mesa.
– ¡Ahí está bien! —repuso la navarra—. Mañana me servirá para encender el fuego. ¡De usted no quiero nada! ¡Márchese usted de mi casa!
El corregidor no contestó a este discurso. Se había puesto casi azul; tenía los ojos torcidos, y un temblor. Por último, principió a castañetear los dientes, y cayó al suelo.
El susto del caz, lo muy mojadas que seguían todas sus ropas, la violenta escena del dormitorio, y el miedo al trabuco con que le apuntaba la navarra, habían agotado sus fuerzas.
– ¡Me muero! —balbuceó—. ¡Llama a Garduña!… Llama a Garduña, que estará ahí…, en la ramblilla… ¡Yo no debo morirme en esta casa!…
No pudo continuar. Cerró los ojos, y se quedó como muerto.
– ¡Y se morirá como lo dice! —prorrumpió la señá Frasquita—. ¿Qué hago yo ahora con este hombre en mi casa? ¿Qué dirán de mí?
Soltó el trabuco, aparejó la burra y fue a buscar a Garduña. Le dijo que su amo estaba muriendo y ella iba a la ciudad por un médico. Y tomó… no el camino de la ciudad sino el del lugar inmediato.
Garduña no se fijó en esta última circunstancia, pues iba ya hacia el molino y discurriendo de esta manera:
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