Salió de la sala y permaneció en pie en el pasillo durante un momento antes de irse a interrogar a Mike Nell. Sacó su teléfono, mirando por si había recibido un mensaje de Harrison. Asumía que para ahora ya estaría en el aeropuerto, quizá tras hablar con otros familiares para hacerse una mejor idea de lo que estaba pasando en su hogar natal. Lo sentía de verdad por él y a pesar de que no le conocía muy bien, deseaba que hubiera algo que ella pudiera hacer al respecto.
Dejando por un momento sus emociones de lado, se metió el teléfono al bolsillo y entró a la sala de interrogatorios. Mike Nell elevó la vista hacia ella y no se molestó en ocultar una mirada de desprecio. Aunque ahora había algo más en ella. No trató de esconder el hecho de que la estaba mirando de arriba abajo, dejando que su mirada se entretuviera algo más de lo necesario en sus caderas.
“¿Ves algo que te guste, Nell?” preguntó ella mientras tomaba asiento.
Obviamente perplejo ante esa pregunta, Nell se echó a reír con nerviosismo y dijo, “Supongo.”
“Supongo que ya sabes que estás metido en problemas por ponerle las manos encima a una agente del FBI, aunque no fuera más que un empujón.”
“¿Y qué pasa con tu numerito de la llave?” le preguntó él.
“¿Hubieras preferido mi arma? ¿Un tiro a través de tu pierna o tu hombro para que fueras más lento?”
Nell no tenía respuesta para eso.
“Está claro que no nos vamos a hacer los mejores amigos del mundo,” dijo Mackenzie, “así que vamos a saltarnos la charla de cortesía. Me gustaría saber todos los lugares en los que has estado durante el transcurso de la semana pasada.”
“Esa es una lista muy larga,” dijo Nell, desafiante.
“Claro, estoy segura de que un hombre de tu carácter sale por todas partes. Vamos a empezar por hace dos noches. ¿Dónde estuviste entre las 6 de la tarde y las 6 de la mañana?”
“¿Hace dos noches? Salí con un amigo. Jugué algo a las cartas, tomé unos tragos. Nada serio.”
“¿Hay alguien además de tu amigo que pueda confirmar eso?”
Nell se encogió de hombros. Había unos cuantos tipos más jugando a las cartas con nosotros. ¿De qué demonios estamos hablando de todas maneras?”
Mackenzie no veía razones en alargarlo más de lo necesario. Si no estuviera tan distraída por lo que estaba sucediendo con Harrison, puede que le hubiera interrogado todavía más antes de ir directamente al grano, esperando que él cayera en su propia trampa si era de hecho culpable.
“Encontraron a una pareja asesinada en su mansión hace dos noches. Da la casualidad de que es una mansión ubicada en la misma urbanización de mansiones donde te detuvieron por intento de robo y asalto a mano armada. Pon esas dos cosas juntas, además del hecho de que te han dado la condicional hace menos de un mes, y eso te pone entre los primeros puestos de gente a la que interrogar.”
“Eso es mentira,” dijo Nell.
“No, eso es lógica, algo con lo que asumo no eres muy familiar, dado tu historial delictivo.”
Podía ver cómo él le quería devolver el comentario mordaz, pero se detuvo, eligiendo de nuevo morderse el labio superior. “No he vuelto a pasar por ese lugar desde que salí,” dijo. “¿Qué diablos de sentido tendría eso?”
Mackenzie le observó con escepticismo por un instante y le preguntó: “¿Y qué hay de tus amigos? ¿Son otros tipos que conociste en la cárcel?”
“Uno de ellos sí lo es.”
“¿Alguno de tus amigos está metido en robos y asaltos también?”
“No,” le espetó él. “Uno de los tipos tiene una acusación por allanamiento de morada de cuando era un adolescente, pero no… no matarían a nadie. Ni tampoco yo lo haría.”
“Pero el allanamiento de morada o darle una paliza a alguien ¿están bien?”
“Nunca he matado a nadie,” dijo de nuevo. Estaba claramente frustrado y mostrando un gran nivel de control para no ponerse agresivo con ella. Y eso era exactamente lo que ella andaba buscando. Si era culpable de los asesinatos, la posibilidad de que se pusiera defensivo y que se enfadara al instante era mucho mayor. El hecho de que estuviera haciendo lo posible por no meterse en problemas, incluso por ponerse agresivo verbalmente con una agente del FBI, indicaba que, seguramente, no estaba conectado en absoluto con los asesinatos.
“Muy bien, digamos que no estás conectado con estos asesinatos. ¿De qué eres culpable? Doy por sentado que estás haciendo algo que no deberías. ¿Por qué otra razón me darías un empujón, tratándose de una agente del FBI, y tratarías de huir?”
“No voy a decir nada,” dijo entonces. “No antes de ver a un abogado.”
“Ah, olvidé que ahora ya eres todo un experto en este juego. Pues muy bien… te conseguiremos un abogado, pero asumo que también sabes cómo funciona la policía. Sabemos que eres culpable de algo, y vamos a averiguar de qué se trata, así que dímelo ahora y ahórranos las molestias.”
Los cincos segundos consecutivos de silencio que guardó indicaron que no tenía intención de hacer tal cosa.
“Voy a necesitar los nombres y los números de contacto de los hombres con los que dices que estabas hace dos noches. Dámelos y si tu coartada es buena, serás libre de irte.”
“Está bien,” gruñó Nell.
Su reacción ante esto era otra señal más de que seguramente era inocente de los asesinatos. No había un alivio instantáneo en su cara, solo algo así como una fastidiosa irritación ante el hecho de que se encontraba una vez más en una sala de interrogatorios.
Mackenzie apuntó los nombres de los hombres y envió una nota para que Dagney o quienquiera que estaba a cargo de esas cosas repasara el teléfono de Nell en busca de sus números de contacto. Salió de la sala de interrogatorios y regresó a la sala de observación.
“¿Y bien?” dijo Rodríguez.
“No es nuestro hombre,” dijo Mackenzie.
“Pero, aunque solo sea por seguir protocolo, aquí tienes una lista de amigos con los que dice que estaba cuando asesinaron a los Kurtz.”
“¿Estás segura de eso?”
Ella asintió.
“No mostró un alivio genuino cuando le dije que seguramente podría marcharse cuando comprobáramos su coartada. Y traté de enervarle, para que cayera en su propia trampa. Sencillamente, su conducta no indica que se sienta culpable. Pero como ya dije, deberíamos comprobar su coartada para asegurarnos. No me cabe duda alguna de que Nell es culpable de algo. Tengo una espalda dolorida tras una caída para demostrarlo. ¿Crees que tus hombres pueden averiguar de qué se trata?”
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