Blake Pierce - Antes De Que Necesite

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De Blake Pierce, el autor de éxitos de ventas como ONCE GONE (un éxito de ventas #1 con más de 900 críticas de 5 estrellas), llega el libro #5 en la excitante serie de misterio Mackenzie White. En ANTES DE QUE NECESITE (Un Misterio con Mackenzie White – Libro 5), llaman a la agente especial del FBI Mackenzie White para que resuelva un caso con el que jamás se ha encontrado antes: la víctima no es ni un hombre ni una mujer, sino una pareja. La tercera pareja que encuentran muerta en su casa en lo que va de mes. A medida que Mackenzie y el FBI tratan de averiguar quién querría asesinar a unas parejas felizmente casadas, su investigación le lleva hasta el fondo de un mundo y una subcultura perturbadores. Cae en la cuenta con rapidez de que no todo es lo que parece detrás de las vallas blancas de los hogares perfectamente suburbanos – y de que la oscuridad acecha en los límites de las familias más felices. Cuando su investigación se transforma en un juego letal del gato y el ratón, Mackenzie, que sigue tratando de encontrar al asesino de su propio padre, cae en la cuenta de que puede que esté metida en un buen lío – y que puede que el asesino al que busca sea el más elusivo de todos: sorprendentemente normal. Un oscuro thriller psicológico lleno de suspense y emoción, ANTES DE QUE NECESITE es el libro #5 de una nueva serie – con una nueva y adorable protagonista – que le tendrá pasando páginas hasta altas horas de la noche. El Libro #6 de la serie de misterio Mackenzie White estará pronto disponible a la venta. También está disponible el libro de Blake Pierce ONCE GONE (Un misterio con Riley Paige – Libro #1), un éxito de ventas #1 con más de 900 críticas de cinco estrellas – ¡y una descarga gratuita!

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“Estoy de acuerdo con eso,” dijo ella. “¿Y que hay de conexiones entre las dos parejas?” preguntó Mackenzie.

“Hasta el momento no ha surgido nada, pero tenemos a un equipo trabajando en ello.”

“Y en el caso de los Sterling, ¿había señales de lucha?”

“No. Nada.”

Mackenzie se puso a mirar las fotografías de nuevo y dos similitudes saltaron a la vista de inmediato. Una de ellas en particular le puso la piel de gallina.

Mackenzie volvió a mirar las fotos de los Kurtz. Vio la mano de la mujer reposando inerte sobre el muslo de su marido.

Y lo supo en ese instante: esto se trataba, sin duda alguna, de la obra de un asesino en serie.

CAPÍTULO TRES

Mackenzie conducía detrás de Dagney que les estaba guiando hacia la comisaría. Por el camino, notó que Harrison estaba garabateando unas notas en la carpeta con la que había estado prácticamente obsesionado durante la mayor parte del trayecto entre DC y Miami. En medio de sus notas, hizo una pausa y la miró con cara burlona.

“Ya tienes una teoría, ¿no es cierto?” preguntó.

“No. No tengo ninguna teoría, pero noté unas cuantas cosas en las imágenes que me parecieron un tanto extrañas.”

“¿Quieres contármelo?”

“No por el momento,” dijo Mackenzie. “Si tengo que repasarlo ahora y después otra vez con el departamento de policía, voy a analizar de más. Dame algo de tiempo para que piense todo un poco mejor.”

Con una sonrisa, Harrison regresó a sus notas. No se quejó de que ella estuviera ocultándole las cosas (que no lo estaba) y no le presionó más. Estaba haciendo lo que podía para mantenerse obediente y eficaz al mismo tiempo y ella se lo agradecía.

De camino a comisaría, Mackenzie empezó a atisbar el océano entre algunos de los edificios que pasaron de largo. Nunca había estado enamorada del mar de la manera que alguna gente lo estaba, pero podía entender su atracción. Hasta ahora, en medio de la caza de un asesino, podía percibir la sensación de libertad que representaba. Acentuado por las palmeras gigantescas y el sol impoluto de la tarde de Miami resultaba incluso más bello.

Diez minutos después, Mackenzie siguió a Dagney al aparcamiento de un edificio de la policía enorme. Como casi todo lo demás en la ciudad, tenía un cierto aire playero. En el estrecho terreno ocupado por el césped delante del edificio, se erigían varias palmeras enormes. La arquitectura sencilla también se las arreglaba para transmitir una sensación relajada a la vez que refinada. Era un lugar hospitalario, una sensación que se confirmó incluso cuando Mackenzie y Harrison pasaron a su interior.

“Solamente va a haber tres personas, incluyéndome a mí, en este asunto,” dijo Dagney mientras les guiaba por un pasillo amplio. “Ahora que vosotros estáis aquí, seguramente mi supervisor va a adoptar un enfoque muy relajado.”

Genial, pensó Mackenzie. Cuantas menos discusiones y antagonismos, mejor.

Dagney les escoltó hacia el interior de una pequeña sala de conferencias al final de pasillo. Dentro, había dos hombres sentados a la mesa. Uno de ellos estaba enchufando un proyector a un MacBook. El otro estaba tecleando furiosamente en una libreta digital.

Ambos levantaron la vista cuando Dagney les introdujo en la sala. Al hacerlo, Mackenzie recibió la mirada habitual… una de la que se estaba cansando y a la que se estaba acostumbrando. Era una mirada que parecía decir: Oh, una mujer atractiva. No me esperaba algo así.

Dagney hizo una ronda de presentaciones mientras Mackenzie y Harrison se sentaban a la mesa. El hombre con la libreta digital era el Jefe de Policía Rodríguez, un viejo canoso lleno de arrugas profundas en su tez morena. El otro hombre era un chico bastante novato, Joey Nestler. Resultaba que Nestler era el agente que había descubierto los cadáveres de los Kurtz. Cuando le presentaron, estaba terminando de enchufar la pantalla con el portátil. El proyector lanzaba una luz blanca brillante en una pequeña pantalla adherida a la pared al frente de la sala.

“Gracias por venir hasta aquí,” dijo Rodríguez, poniendo su libreta a un lado. “Mirad, no voy a ser el típico policía local de mierda que se entromete en todo. Me decís lo que necesitáis y si es razonable, lo tendréis. Por vuestra parte, solo pido que ayudéis a solucionar esto deprisa y no convirtáis la ciudad en un circo mientras lo hacéis.”

“Parece que queremos las mismas cosas, entonces,” dijo Mackenzie,

“Pues bien, aquí Joey tiene todos los documentos existentes que tenemos sobre el caso,” dijo. “Los informes del forense acaban de llegar esta mañana y nos dijeron justo lo que nos esperábamos. A los Kurtz les acuchillaron y se desangraron. No había drogas en su organismo. Totalmente limpios. Hasta el momento no hemos hallado vínculos entre los dos crímenes. Así que, si tenéis algunas ideas, me encantaría escucharlas.”

“Agente Nestler,” dijo Mackenzie, “¿tienes todas las fotos de las escenas de ambos crímenes?”

“Sí,” dijo él. A Mackenzie le recordaba mucho a Harrison—ansioso, un tanto nervioso, y obviamente deseando complacer a sus superiores y a sus compañeros.

“¿Podrías sacar las fotos de cuerpo entero y ponerlas juntas en la pantalla, por favor?” preguntó Mackenzie.

Él se afanó y puso las imágenes en la pantalla del proyector, una junto a la otra, en menos de diez segundos. Ver las imágenes con una luz tan brillante en una sala en semi-oscuridad resultaba espeluznante. Como no quería que los presentes en la sala se enfocaran en la gravedad de las heridas y perdieran la concentración, Mackenzie fue directa al grano.

“Creo que podemos afirmar con seguridad que estos asesinatos no fueron el resultado de un típico allanamiento de morada o invasión de propiedad. No se robó nada y, de hecho, no hay una clara indicación de un allanamiento de ninguna clase. Ni siquiera hay señales de lucha. Eso significa que, seguramente, quienquiera que les matara fue invitado a entrar o, al menos, tenía la llave. Y los asesinatos tuvieron que suceder deprisa. Además, la ausencia de sangre en cualquier otra parte de la casa da la impresión de que los asesinatos tuvieron lugar en el dormitorio—y que no pasó nada peculiar en ninguna otra parte de la casa.”

Decirlo en voz alta le ayudó a entender lo extraño que parecía todo.

Al tipo no solo le invitaron a entrar, sino que, por lo visto, le invitaron al dormitorio. Eso quiere decir que la posibilidad de que realmente le invitaran era muy leve. Tenía una llave. O sabía dónde encontrar una de repuesto.

Continuó adelante antes de perder el hilo con nuevas ideas y proyecciones.

“Quiero mirar estas fotos porque hay dos cuestiones extrañas que me llaman la atención. La primera… mirad cómo los cuatro están tumbados perfectamente sobre su espalda. Sus piernas están relajadas y en buena postura. Es casi como si lo hubieran preparado para que tuviera ese aspecto. Y entonces hay otra cosa—y si se trata de un asesino en serie, puede que esto sea lo más importante que notar. Mirad la mano derecha de la señora Kurtz.”

Les dio a los otros cuatro presentes en la sala la oportunidad de mirar. Se preguntó si Harrison percibiría lo que quería decir y lo soltaría sin pensar. Les dio unos tres segundos y, cuando nadie dijo nada, continuó.

“Su mano derecha está apoyada en la pierna derecha de su marido. Es la única parte de su cuerpo que no está totalmente alineada. Así que, o esto es una coincidencia, o el asesino fue quien colocó sus cuerpos en esta posición, moviendo su mano a propósito.”

“¿Y qué si lo hizo?” preguntó Rodríguez. “¿Por qué importa?”

“Bueno, ahora mirad a los Sterling. Mirad la mano izquierda del marido.”

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