Lentamente, deslizó su mano hasta la marca y la tocó con cuidado. Entonces, operando solo con los instintos femeninos que hacía tiempo que había suprimido para sustituirlos por obligaciones y aburrimiento, se inclinó hacia delante y le dio un beso en la marca. Sintió como él se ponía tenso de inmediato. Entonces su mano se apoyó en su lateral, acercándole hacia ella. Ella le besó en la clavícula, después la base del hombro, y después el cuello. Él suspiró y la acercó todavía más hacia sí.
Como solía ser el caso con ellos, ya se estaban besando antes de que ninguno de los dos supiera cómo había ocurrido. Solo había sucedido en cuatro ocasiones previas pero cada vez, había ocurrido como si fuera una fuerza de la naturaleza, algo que no estaba planeado y sin ninguna expectativa.
En menos de diez segundos, él ya la tenía presionada ligeramente contra el mostrador de la cocina. Las manos de ella exploraban su tórax mientras que la mano izquierda de él comenzó a trepar por la camisa de ella. A Mackenzie le tamborileaba el corazón en el pecho y cada músculo de su cuerpo le comunicaba el deseo que sentía por él, y que ella estaba lista para esto.
Ya habían estado cerca antes—dos veces, de hecho. Sin embargo, en ambas ocasiones, lo habían interrumpido. De hecho, ella lo había detenido. La primera vez, ella lo había terminado justo cuando él empezaba a juguetear torpemente con el botón de sus pantalones. La segunda vez, él estaba bastante borracho y ella demasiado sobria. Ninguno de los dos lo había afirmado claramente, pero las dudas sobre acostarse provenían del mutuo respeto que se tenían y de una incertidumbre sobre el futuro.
Además, ella tenía en demasiada estima a Harry como para utilizarle simplemente para el sexo por deporte. A ella le estaba atrayendo cada vez más, pero el sexo siempre había sido un asunto íntimo. Antes de Zack, solo había habido dos hombres, y uno de ellos había sido básicamente un caso de agresión más que de consentimiento mutuo.
Mientras le pasaba todo esto por la mente mientras besaba a Harry, se dio cuenta de que ahora sus manos se habían alejado de su pecho. Parecía que él también se había dado cuenta de eso; se tensó de nuevo y tomó una aspiración profunda.
Ella alejó sus manos de repente e interrumpió el beso. Entonces se quedó mirando al suelo, temiéndose la mirada de decepción que vería en sus ojos.
“Espera,” dijo ella. “Harry… Lo siento… No puedo—”
“Lo sé,” dijo él, claramente un tanto frustrado y confundido. “Ya sé que es—”
Mackenzie tomó una respiración honda para recomponerse y se alejó de su lado. Se dio la vuelta, incapaz de lidiar con la confusión y el dolor en la mirada de él. “No podemos. Yo no puedo. Lo siento.”
“Está bien,” dijo él, todavía claramente frustrado. “Mañana es un gran día y ya es tarde. Así que me voy a largar antes de que me de tiempo a preocuparme de que me han derribado de un tiro otra vez.”
Ella se volvió para mirarle de frente y asintió. No le importaban los comentarios afilados. En cierto modo, se los merecía.
“Puede que eso sea lo mejor,” dijo ella.
Harry se puso la camisa de nuevo, incluida la pintura que la cubría, y se dirigió lentamente hacia la puerta. “Buen trabajo esta noche,” dijo mientras salía. ”No había ninguna duda de que ibas a salir ganando.”
“Gracias,” dijo Mackenzie, sin mucha expresividad. “Y Harry… de veras, lo siento. No sé qué es lo que me detiene.”
Él se encogió de hombros mientras abría la puerta. “Está bien,” dijo él. “Es que… no puedo seguir haciendo esto mucho más tiempo.”
“Lo sé,” dijo ella con tristeza.
“Buenas noches, Mac.”
Él cerró la puerta y Mackenzie se quedó a solas. Se quedó parada en la cocina, mirando al reloj. Era la 1:15 y no estaba ni remotamente cansada. Quizá el pequeño ejercicio en el Callejón de Hogan había bombeado demasiada adrenalina dentro su flujo sanguíneo.
Aún así, intentó irse a dormir pero se pasó la mayor parte de la noche dando vueltas. En un estado semi-consciente, tuvo sueños que apenas recordaba, pero lo único consistente en todos ellos era el rostro de su padre, sonriendo, orgulloso de ella y de que hubiera llegado tan lejos—de que se estuviera graduando de la academia mañana.
No obstante, a pesar de esa sonrisa, había otra cosa consistente en los sueños, algo a lo que se había acabado acostumbrando hacía mucho tiempo como un frecuente desasosiego que sobrevenía al apagar las luces y antes de quedarse dormida: la mirada de muerte en sus ojos y toda la sangre.
A pesar de que Mackenzie había programado su alarma para las ocho de la mañana, la vibración de su teléfono móvil a las 6:45 le sacó de su sueño de manera abrupta. Gruñó al despertarse. Si es Harry, disculpándose por algo que ni siquiera ha hecho, le voy a matar, pensó. Todavía adormilada, cogió su teléfono y leyó la pantalla con la mirada borrosa.
Se sintió aliviada al ver que no se trataba de Harry, sino de Colby.
Confundida, respondió al teléfono. Colby no era en principio de las que se levantaba temprano y no habían hablado durante más de una semana. Siendo anal retentiva hasta la médula, seguramente Colby estaba entrando en pánico por la graduación y la incertidumbre del futuro. Colby era la única amiga del mismo sexo que Mackenzie tenía en Quantico, así que había hecho todo lo posible para que la amistad entre ellas prosperara—incluso aunque eso significara responder al teléfono la mañana de la graduación, después de que solo hubiera conseguido cuatro horas y media de sueño agitado la noche anterior.
“Hola, Colby,” dijo. “¿Qué pasa?”
“¿Estabas dormida?” preguntó Colby.
“Sí.”
“Oh Dios mío. Lo siento. Me imaginé que te levantarías al amanecer esta mañana, con todo lo que tenemos previsto.”
“Solo se trata de una graduación,” dijo Mackenzie.
“¡Ya! Ojalá se tratara solo de eso,” dijo Colby con una voz ligeramente histérica.
“¿Te encuentras bien?” preguntó Mackenzie, sentándose lentamente en la cama.
“Lo estaré,” dijo Colby. “Oye… ¿crees que podríamos vernos en el Starbucks de la Quinta?
“¿Cuándo?”
“En cuanto puedas llegar allí. Yo ya salgo hacia allá.”
Mackenzie no quería ir—lo cierto es que ni siquiera quería salir de la cama. Pero nunca había escuchado a Colby así antes. Y en un día tan importante, se imaginó que debía estar disponible para su amiga.
“Dame unos veinte minutos,” dijo Mackenzie.
Con un suspiro, Mackenzie salió de la cama y se ocupó de lo mínimo en cuestión de preparativos. Se cepilló los dientes, se puso una sudadera con capucha y unos pantalones de entrenar, colocó su melena en una cola de caballo improvisada, y salió de casa.
Mientras caminaba las seis manzanas hasta la Quinta, comenzó a caer en la cuenta de la importancia del día. Hoy se graduaba de la academia del FBI, justo antes del mediodía, entre el mejor cinco por ciento de su promoción. A diferencia de la mayoría de los graduados que había conocido a lo largo de las últimas veinte semanas más o menos, ella no esperaba nadie de su familia entre los presentes para ayudarle a celebrar este logro. Ella estaría sola, como lo había estado la mayor parte de su vida, desde los dieciséis años. Estaba haciendo todo lo posible para convencerse a sí misma de que no le importaba, pero no era cierto. No es que creara tristeza en ella, sino una extraña clase de angustia que era ya tan antigua que sus bordes estaban desgastados.
Cuando llegó al Starbucks, hasta notó que el tráfico era algo más intenso de lo habitual—probablemente debido a los familiares y amigos de los demás graduados. Dejó que eso le resbalara completamente. Se había pasado los últimos diez años de su vida tratando de que no le importara un bledo lo que su madre y su hermana pensaban acerca de ella, así que ¿por qué empezar ahora?
Читать дальше