“Estoy eliminado,” dijo Cousins, caminando lentamente hacia el extremo del aparcamiento. Se sentó en un banco, donde los que se iban eliminando tenían que sentarse en silencio. Mackenzie divisó un manchón de pintura amarilla en el lugar en su tobillo donde Harry le había acertado.
Harry se aprovechó de esta distracción y salió disparado de su escondite detrás del contenedor de basura. Iba de cabeza hacia el tercer coche aparcado a su velocidad habitual.
Mientras corría, Shawn salió rodando de su escondite. Primero disparó a Mackenzie para que se mantuviera escondida y después se giró para atrapar a Harry. Le disparó otro tiro a Harry que dio en el suelo a unos cinco centímetros del pie izquierdo de Harry en el instante que él saltaba detrás del coche.
Mackenzie aprovechó ese momento para moverse hacia la parte trasera del coche, pensando que podría hacer salir a Shawn. Disparó a la izquierda del pilar de hormigón, el mismo lugar al que había apuntado cuando estaba en la parte delantera del coche. Cuando explotó el perdigón de pintura allí, él esperó un momento y entonces se dio la vuelta con su mirada en la parte delantera del coche. Al hacer esto, Mackenzie salió disparada de la parte trasera y avanzó rápida y silenciosamente. Cuando tuvo el ángulo perfecto, disparó un tiro que le dio directamente en la cadera. Una pintura verde explotó en sus pantalones y su camisa. Estaba tan confundido por el ataque que se cayó hacia atrás.
“Estoy eliminado,” gritó Shawn, lanzándole una mirada de fastidio a Mackenzie.
En cuando comenzó a caminar hacia el extremo del aparcamiento para unirse a Cousins, Mackenzie vio un atisbo de movimiento a su izquierda.
Cabrón astuto, pensó.
Se tiró al suelo y se puso en cuclillas detrás del poste de hormigón. La luz brillaba con intensidad sobre su cabeza, como un foco. Pero ella sabía que esto podía jugar a su favor cuando su agresor estaba en las sombras. Puede que la luz fuera demasiado intensa, desviando su puntería apenas unos milímetros.
Al tiempo que apoyaba su espalda sobre el hormigón, escuchó un perdigón de pintura golpear la parte trasera del poste. En el silencio que siguió, escuchó a Cousins y Shawn riéndose en el banco.
“Ver esto va a ser divertido,” dijo Cousins.
“Tú dirás divertido,” dijo Shawn. “Yo digo doloroso.”
Con sus risas entrecortadas, Mackenzie no pudo evitar sonreír ante la situación. Sabía que Harry le dispararía; no tenían la clase de relación en que él haría lo que fuera por quedar bien con ella y la dejaría ganar. Estaban en el mismo barco—ambos se graduaban mañana como nuevos agentes.
Sin embargo, habían pasado mucho tiempo juntos en situaciones tanto académicas como informales. Mackenzie le conocía bien y sabía lo que tenía que hacer para ganarle. Casi sintiéndose mal por hacerlo, Mackenzie se inclinó lentamente y disparó, dando a la rueda del coche detrás del cual él estaba escondido.
Salió de su escondite de inmediato, asomando la cabeza por encima del capó. Ella hizo un amago hacia la derecha, como si fuera a regresar detrás del poste. Como era de predecir, ahí es cuando él disparó. Mackenzie cambió de dirección y rodó hacia su izquierda. Se balanceó sobre su abdomen, elevó el arma y disparó.
El tiro le dio a Harry en el lado derecho del tórax. La pintura amarilla era casi tan brillante como el sol en las sombras donde estaba escondido.
Harry dejó caer los hombros y tiró su arma al suelo del aparcamiento. Salió del otro lado del coche, sacudiendo la cabeza, sorprendido.
“Estoy eliminado.”
Mackenzie se puso en pie e inclinó su cabeza, frunciéndole el ceño.
“¿Enfadado?” preguntó en tono jocoso.
“En absoluto. Esa maniobra fue genial.”
Detrás suyo, Cousins y Shawn aplaudían. Más atrás de ellos, Bryers salió de su coche y se unió a ellos. Mackenzie sabía que había estado preocupado por ella pero también sabía que se había sentido honrado de acompañarla. Parte de la tradición de este ejercicio es que un agente con experiencia tenía que venir en caso de que algo saliera mal. De vez en cuando, sucedía. Por lo que Mackenzie había oído, un chico se había golpeado en la parte de atrás de la rodilla en el 99. Se tuvo que graduar en muletas.
Bryers se les unió al tiempo que ellos se reunían junto al banco. Entonces metió la mano en el bolsillo y sacó los quinientos dólares que había estado guardando por ellos—un dinero que habían puesto entre todos. Se lo entregó a Mackenzie y dijo:
“¿Acaso teníais alguna duda, chicos?”
“Buen trabajo, Mac,“ dijo Cousins. “Prefiero que hayas sido tú la que me haya eliminado antes que uno de estos payasos.”
“Gracias, supongo,” dijo Mackenzie.
“Siento sonar como un viejo aburrido,” dijo Bryers, “pero casi es la una de la madrugada. Iros a casa y descansad. Todos vosotros. Por favor, no vengáis a la graduación cansados y sin ganas.”
Esa extraña sensación de felicidad invadió de nuevo a Mackenzie. Este era su grupo de amigos—un grupo de amigos al que había acabado por conocer bien desde que había regresado a una vida más o menos normal después del pequeño experimento que McGrath había hecho con ella hacia nueve semanas.
Mañana, todos se graduarían de la academia y, si todo salía de la manera que se suponía, todos ellos serían agentes la próxima semana. Mientras que Harry, Cousins y Shawn no se hacían ilusiones de comenzar sus carreras con casos ilustres, Mackenzie tenía más expectativas de… en concreto, unirse al grupo de agentes especiales que McGrath le había mencionado en los días posteriores a su último e inesperado caso. Ella todavía no tenía ni idea de lo que eso implicaba, pero estaba emocionada al respecto de todos modos.
Mientras su pequeño grupo se separaba y todos se iban por su camino, Mackenzie sintió otra cosa que no había sentido en algún tiempo. Era la sensación de que el futuro estaba todavía por delante, todavía en crecimiento y a su alcance. Y por primera vez en mucho tiempo, se sintió a los mandos respecto a la dirección por la que se encarrilaba.
***
Mackenzie miró el moratón en el pecho de Harry y, aunque sabía que su primera emoción debería haber sido la compasión, no pudo evitar reírse. El punto en el que le había acertado estaba al rojo vivo, la irritación se extendía como unos cinco centímetros en todas las direcciones. Tenía el aspecto de una picadura de abeja y, sabía muy bien que dolía aun más.
Estaban parados en su cocina mientras ella envolvía una bolsa de hielo en un trapo de cocina para él. Se la entregó y él la sostuvo sobre su moratón, de manera cómica. Era obvio que estaba avergonzado pero también halagado de que le hubiera invitado a volver a casa con ella para asegurarse de que se encontraba bien.
“Lo siento,” dijo ella con sinceridad. “En fin, quizá te pueda invitar a un café con las ganancias.”
“Ese debe ser un café increíble,” dijo Harry. Alejó la bolsa de hielo de su pecho y arrugó la nariz al tiempo que miraba la zona.
Mientras Mackenzie le observaba, se dio cuenta de que a pesar de que él había estado en su apartamento más de diez veces y de que se habían besado en algunas ocasiones, esta era la primera vez que se quitaba la camisa en su casa. También era la primera vez desde Zack que había visto a un hombre parcialmente desnudo tan de cerca. Quizá fuera la adrenalina de ganar la competición o la graduación de mañana, pero lo cierto es que le gustaba.
Ella dio un paso adelante y colocó su mano en el lateral sano de su pecho, sobre el corazón. “¿Todavía te duele?” preguntó ella, acercándose todavía más.
“Ahora mismo no,” dijo él, sonriendo con nerviosismo.
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