1 ...6 7 8 10 11 12 ...16 —John Johnson —contestó Mags.
—Suena familiar —musitó Ray.
—¿De verdad? —dijo Keri, sorprendida—. Porque no hay casi nada sobre él. Luce como una identidad falsa. No hay un registro de él luego de ser absuelto. Es como si hubiera dejado la sala del tribunal para desaparecer completamente.
—Aun así, el nombre me suena —dijo Ray—. Creo que fue antes de que te unieras a la fuerza. ¿Intentaste conseguir la foto de su prontuario?
—Comencé a buscar —dijo Keri—. Hay setenta y cuatro John Johnson en la base de datos con fotografías tomadas en el mes en el que los arrestaron. No tuve oportunidad de revisarlos todos.
—¿Te importa si le echo un vistazo?
—Adelante —dijo Keri, abriendo una ventana y deslizando la portátil hacia él. Podía asegurar que él tenía una idea pero no quiso decirlo en voz alta en caso de que estuviese equivocado. Mientras recorría las imágenes, habló casi distraído.
—Ambas dijeron que era como si hubiera salido del radar, como si hubiera desaparecido, ¿correcto?
—Ajá —dijo Keri, observándolo atentamente, sintiendo que su respiración se agitaba.
—Casi como… ¿un fantasma? —preguntó.
—Ajá —repitió.
Dejó de recorrer la galería y contempló una imagen en la pantalla antes de mirar hacia Keri.
—Creo que es porque es un fantasma; o para ser más preciso, ‘El Fantasma’.
Ray giró la pantalla para que Keri pudiera ver la foto. Al contemplar la imagen del hombre que puso a Jackson Cave en el mal camino, un escalofrío recorrió su espalda.
Ella lo conocía.
Keri trató de controlar sus emociones mientras un chorro de adrenalina se repartía por su organismo, haciendo que todo su cuerpo se pusiera en tensión.
Reconocía al hombre que la contemplaba. Pero ella no lo conocía como John Johnson. Cuando se habían conocido, él respondía al nombre de Thomas Anderson, pero todos se referían a él como El Fantasma.
Habían hablado en solo dos ocasiones, cada una en la Correccional Twin Towers en el centro de Los Ángeles, donde se hallaba encarcelado por crímenes que no se diferenciaban mucho de aquellos por los cuales John Johnson había sido absuelto.
—¿Quién es, Keri? —preguntó Mags, entre preocupada y contrariada por el largo silencio.
Keri cayó en cuenta de que se había quedado muda, contemplando la foto durante varios segundos.
—Lo siento —replicó, forzándose a volver al momento presente—. Su nombre es Thomas Anderson. Lo tienen en una cárcel del condado por secuestro y venta de niños, a cuenta de personas que viven fuera del estado y no reúnen los requisitos para poder adoptar. No puedo creer que no se me ocurriera que Johnson y Anderson podían ser la misma persona.
—Cave trata con un montón de secuestradores, Keri —dijo Ray—. No había razón para que hicieras esa conexión.
—¿Cómo es que lo conoces? —preguntó Mags.
—Me topé con él el año pasado cuando estaba revisando el archivo de casos de secuestradores. Hubo un momento en que pensé que él podría haberse llevado a Evie. Fui a Twin Towers a entrevistarlo y rápidamente quedó claro que él no era el hombre. Me dio incluso unas pocas pistas que me ayudaron eventualmente a atrapar al Coleccionista. Y ahora que lo pienso, él fue la primera persona que mencionó a Jackson Cave; dijo que Cave era su abogado.
—¿Nunca habías escuchado acerca de Cave antes de eso? —preguntó Mags.
—Sí que había escuchado. Él es muy conocido para los policías de Personas Desaparecidas. Pero nunca me había reunido con alguno de sus clientes, ni tenía razón alguna para pensar en él como algo más que otro imbécil, hasta que Anderson llamó mi atención sobre su persona. Hasta que me conocí a Thomas Anderson, Jackson Cave nunca estuvo en mi radar.
—¿Y no crees que eso es una coincidencia? —preguntó Mags.
—Con Anderson, no estoy segura de que nada sea una coincidencia. ¿No es extraño que salga impune como ‘John Johnson’, pero luego sea arrestado por lo mismo de los secuestros usando su verdadera identidad, Thomas Anderson? ¿Por qué no usó de nuevo su identidad falsa? Quiero decir, el hombre fue bibliotecario durante más de treinta años. Básicamente arruinó su vida al usar su nombre real.
—Quizás pensó que Cave podía sacarle en una segunda ocasión —sugirió Ray.
—Pero ahí está el asunto —dijo Keri—. Aunque Cave fue técnicamente el abogado defensor en su último juicio, ese donde lo hallaron culpable, Anderson se defendió a sí mismo. Y al parecer, lo hizo de manera extraordinaria. Se dijo que fue tan convincente que si el caso no hubiese estado blindado, habría salido.
—Si este tipo es un genio —objetó Mags—, ¿cómo es que, en primer lugar, el caso en su contra era tan sólido?
—Le hice la misma pregunta —replicó Keri—. Y convino conmigo en que era extraño que alguien tan astuto y meticuloso como él fuese atrapado de esa manera. No me lo dijo de manera directa, pero básicamente insinuó que buscaba quedar convicto.
—Pero, ¡por qué en el nombre de Dios! —preguntó Mags.
—Esa es una excelente pregunta, Margaret —dijo Keri, cerrando la portátil—. Y es la que pretendo hacerle al Sr. Anderson ahora mismo.
*
Keri estacionó su auto en la enorme estructura que se hallaba cruzando la calle frente a Twin Towers y se dirigió al ascensor. A veces, si tenía que hacer una visita en el día, la enorme instalación anexa al centro de detención del condado estaba tan abarrotada que tenía que subir hasta el décimo piso —a cielo abierto— de la estructura para encontrar un espacio donde aparcar. Pero eran casi las 8 p.m. y halló un puesto en el segundo piso.
Mientras cruzaba la calle, repasó su plan. Técnicamente, debido a su suspensión y a la investigación de Asuntos Internos, no tenía autorización para reunirse con un prisionero en una sala de interrogatorios. Pero eso no era todavía de conocimiento general. Aspiraba a que su familiaridad con el personal de la prisión le permitiera abrirse paso bajo engaño.
Ray se había ofrecido a venir con ella para allanarle el camino. Pero a ella le preocupaba que ello atrajera preguntas que podrían meterlo en problemas. Incluso si ello no ocurriera, podría estar obligado a formar parte de la entrevista a Anderson. Keri sabía que el hombre no se abriría bajo esas circunstancias.
Como resultó, ello no tuvo que preocuparse.
—¿Cómo le va, Detective Locke? —le preguntó el Oficial de Seguridad Beamon mientras ella se acercaba al detector de metales de la recepción— Me sorprende verla tan recuperada luego de la refriega con ese sicópata a principios de esta semana.
—Oh, sí —convino Keri, decidiendo que sacaría provecho de esa pelea—, yo también, Freddie. Me veo como si hubiera estado en una pelea de campeonato, ¿no crees? De hecho estoy todavía de permiso hasta que esté en forma. Pero estaba enloqueciendo un poco en el apartamento, así que se me ocurrió venir a chequear un caso viejo. No es algo formal, así que ni siquiera traje la pistola y la placa. ¿Importará si entrevisto a alguien incluso fuera de horario?
—Por supuesto que no, Detective. Solo espero que se tome las cosas con calma. Pero sé que no lo hará. Firme. Tome su carnet de visitante y vaya al nivel de interrogatorios. Ya conoce el procedimiento.
Keri conocía el procedimiento y quince minutos después estaba sentada en una sala de interrogatorio, esperando la llegada del recluso #2427609, o Thomas "El Fantasma” Anderson. El guardia le había advertido que se estaban preparando para apagar las luces y tomaría un tiempo adicional buscarlo. Ella intentó permanecer serena mientras esperaba, pero estaba perdiendo la batalla.
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