Y naturalmente la relación entre grandeza y límite se basa en la medida.
La palabra belleza tiene diferentes significados, de los cuales los más importantes son el físico-estético, el ético y el ontológico. En todos ellos se encuentran, analógicamente, los elementos de extensión, orden, simetría y limitación. Aristóteles desarrolla la ética con sentido estético indudable. Y también en el obrar humano, como tal, hay grandeza (motivo-objeto) hay simetría (temperancia, medida, justo medio), orden y limitación, en las tendencias al fin buscado. Los actos virtuosos son bellos, cuando se realizan por la hermosura de la virtud, cuando se obra por el bien en sí, no por la utilidad o el deleite.
Es muy curioso, cómo los formadores han repetido, en las clases de los seminarios, este concepto aristotélico, y luego no se han cuidado, en absoluto, de extraer sus consecuencias prácticas, que, no obstante, tendrían valores incalculables. ¡Qué hombres hubieran podido formar en posesión de tales elementos fundamentales: la belleza de la acción humana movida por la gracia divina, por el amor del Padre, que es la hermosura misma! La ausencia de sentido estético, en anchísimos sectores de la Iglesia es, sin más, una condenación de la formación secular en lo concreto. Por cierto, cada sacerdote hubiera estado dotado muy diversamente, respecto de las artes particulares; y no pocas veces hubiera gozado, justamente, con el sacrificio de realizaciones determinadas de la belleza “estética”, en aras de la Belleza sin más; pero todos ellos hubieran estado capacitados para percibir la belleza, hubieran sentido la inclinación a la hermosura, y hubieran salido de las clases con una inclinación a percibirla en cualquier manifestación.
En el orden ontológico la belleza es la adecuación –simetría– con el biológico.
Para Aristóteles, todo producto humano debe ser perfecto en su línea, y consiguientemente bello, en la especie de belleza que le corresponde.
Relaciona la pureza de los deleites, con el punto de vista del sujeto, a diferencia de Platón, que parte de la pureza de los objetos.
Tiene más en cuenta el movimiento hacia el fin, que la estructura matemático-musical de la naturaleza. El arte, en esencia, es una actividad del espíritu, que se basa en la actividad de la naturaleza y la utiliza; es, como ella, un movimiento teleológico hacia un resultado. Y obra de arte es “todo cuanto se realiza teleológicamente con conciencia racional. Prolonga e imita la naturaleza. La imitación, en cuanto a la actividad artística, se refiere al proceso natural; en cuanto a la obra, a una forma natural. El ejemplo de lo culinario es muy luminoso.
En el arte hallamos las cuatro causas: materia (piedra) forma (imagen de la figura que se la va a dar) –eficiente: el artista y su arte y sus instrumentos– final, en cierto sentido identificada con la idea, la forma, que llama a veces idea motriz o creadora.
Diferencias entre la belleza ética y la artística: la primera brota del ser hombre, la segunda de ejecuciones concretas, cualificadas, particulares: su resulta es una obra externa, con intervención del cuerpo y, ordinariamente, de instrumentos, según los cuales se diversifican las artes. Yo no estoy del todo concorde, pues creo que la pulcritud ética se ejerce también, con no poca intervención física e incluso instrumental, y que exhibe parejamente frutos exteriores.
El arte se basa en un conocimiento universal de motivos, causas y juego de medios; pero exige la experiencia, peculiar e incomunicable propiamente; la cual comienza con la percepción, se desarrolla por la memoria y se perfecciona con la repetición.
Como el arte se basa en la naturaleza, se incluyen en él tres ingredientes: naturaleza (ingrediente innato) - práctica (ejercicio) - técnica (conocimiento de las reglas). Según los predominios de unos u otros ingredientes, hay diversos tipos de artistas, y aun de artes.
El proceso viene a ser éste: se impone una finalidad, como existente de antemano, pero conocida. Habría que estudiar qué significado tiene este imponerse, si aquí se inserta, como básica, la idea de “necesidad”, de vitalidad... Pero la finalidad se concreta y exige medios especiales –se actúa según ellos– la misma actividad suscita gozo, como actividad y como tal actividad. Y el gozo perfecciona la actividad misma.
Distingue artes útiles y deleitables; pero, al hablar del placer de la pintura, Aristóteles lo menciona como posible consecuencia para el espectador, no como finalidad real para el artista creador.
El concepto del arte bello es, para los griegos, mucho más amplio que para los modernos. Y yo creo que llevaban ellos razón. Contra el pobre Ortega... Otra cosa es que la belleza se realice como valor casi exclusivo en ciertas artes, y que éstas ofrezcan posibilidades de formación mayores.
La tendencia a la imitación es natural, innata. Y el reconocer el modelo, la conformidad, agrada. Ahora ¿qué valor tiene esta complacencia?
Varían con las artes los medios de imitación. Todo es imitable, probablemente, para Aristóteles. La forma externa, y la actividad interna. Los hombres pueden ser imitados –supongo que en cualquiera de los dos casos– como son, como debían ser, o como peores de lo que son. En verdad esto es tan universal, que ni el mismo teatro del absurdo se ha salido de ello. Y desde luego reconoce la imitación, no sólo de la figura externa, sino del ethos interior (así Polignoto18). En cuanto al placer, puede manar: de la semejanza, de la maestría en la reproducción, de la belleza de los colores y las formas en sí.
La música –pero supongo que el mismo Aristóteles aplicaría a todo parejamente– ofrece cuatro clases de delectaciones: dos formales: diversión y noble pasatiempo. Dos expresivos: disfrutamos por la expresión del sentimiento y por el restablecimiento de nuestro propio equilibrio. Como diversión se trata, no más, de relajamiento (como el sueño) pero como noble pasatiempo (scholé, aunque la terminología es indecisa) se justifica en sí misma, y se orienta inmediatamente hacia la felicidad. Además influye en la formación del carácter, pues actúa sobre el ánimo del oyente. Incluso establece relación entre los modos musicales y las leyes del estado...
La música influye inmediatamente en el alma - las artes plásticas indirectamente. La música es “una imitación de los movimientos de ánimo humanos, por medio de la melodía y el ritmo de los sonidos”. Distingue, aunque no expresamente, entre instrumentos y voces humanas. El sentido de la armonía, la simetría, la imitación, es innato. La melodía imita los estados de ánimo (ethé), los movimientos o pasiones (pathé) y los actos. Por eso clasifica las melodías en éticas, patéticas y activas. Los jóvenes deben ser educados en las primeras; pero las otras ejercen también un efecto sano catártico. La melodía imita los caracteres; el acorde nos ofrece percepciones de orden.
La retórica es una especie de dialéctica que tiende a persuadir, pero en vez de hacerlo por medio del puro razonamiento, emplea la apelación al sentimiento. Y así usa una serie de recursos. Para la estética es muy importante la forma sensible, verbal, utilizada. Aristóteles la denomina lexis, puede traducirse por estilo entendiendo “una forma perceptible compuesta de palabras y dominada por la medida y la simetría”. Trata de los ingredientes del estilo, palabras, períodos, y defectos en cuanto a unidad. Distingue palabras bellas (por el sonido, por la significación y por la impresión que suscitan) y feas. Se refiere al placer de lo inusitado y asombroso. Naturalmente no resumo, sino que me confino en lo que me interesa personalmente. Los ritmos son imitativos de los movimientos del alma. Insiste también aquí en lo adecuado, v. gr. en cuanto al asunto, en cuanto a los sentimientos del escritor, en cuanto a lo ético, el carácter, edad, sexo, etc., de la persona a que se refiere. Lo que nos deja fríos es lo inadecuado.
Читать дальше