1 ...6 7 8 10 11 12 ...26 —¿Cómo te llamas? –preguntó el príncipe, mientras prendía una fogata para que se mantuvieran calientes.
—Me llamo Lunebal, soy un simple panadero. –respondió llorando –¿Y su nombre mi señor?
—Mi nombre es Ponizok Greywolf, ellos son Filead, Wandor, Igalín, Ruguen, Nódagan y Morwund. –señalando al capitán y a los caballeros, quienes saludaban cuando eran nombrados –Mi padre me envió con el fin de descubrir que ha pasado en este sitio. También tengo que encontrar a Dreimod Dunkoren, protector de la ciudad y vigía del Noreste del reino.
—Lord Dreimod escapó, cuando la derrota era inminente mi señor. –Lunebal, trató de ponerse en pie, algo que le fue difícil por las quemaduras y raspones. –Huyeron hacia el Puerto del Lobo. Deben haber establecido un campamento allí, o tal vez Lord Félonen les ofreció refugio en la ciudad.
—Mi padre enviará hombres, para poder reparar este lugar. –dijo el príncipe colocando su mano en el hombro del panadero –No dejaremos que alguien trate de intimidarnos destruyendo uno de nuestros fuertes. La reconstruiremos y la haremos más bella de lo que fue. Tu tarea es ir al Puerto del Lobo y notificar a Lord Dreimod que haber abandonado esta fortaleza a su suerte es imperdonable. Y dile también que, si le queda algún gramo de honor en su ser, entonces debería venir a ayudar.
—Partiré a primera hora de la mañana, mi señor. –decía, haciendo una reverencia al príncipe, quien lo miraba serio. Este se mordía sus finos labios, como método para descargar toda la ira que sentía –Le daré su mensaje y volveré aquí inmediatamente. Estaría agradecido mi señor si pudiera brindarme un caballo, para evitar caminar por las heridas.
Sir Ruguen extrajo de unos sacos pan y carne seca para alimentarse en la oscura y fría noche. Este lo trozó en partes iguales y le fue dando una porción a cada uno. Ponizok tomó la suya y comió un trozo de carne primero. Nimbar, colocó unas copas en el piso y sirvió aguamiel que había traído escondida en una de las alforjas del caballo. El mago tomó asiento junto al príncipe, quien parecía haberle cogido cariño.
El viento soplaba entre los miles de huecos donde antes había casas y edificios. Su sonido era como el de una flauta. Poni se recostó sobre una antigua viga mientras ingería otro trozo de pan con carne. La música del viento y el sabor de la comida y la bebida en su garganta tranquilizaron sus penas y lo hicieron pensar en lo imposible y en todo lo que había conocido durante su juventud que ya no sería lo mismo.
—Aún no comprendo este asunto de magia y odio. –Nimbar le dijo en voz baja al príncipe, quien le dio toda su atención –Nunca un nigromante se atrevió a levantarse contra las fuerzas de la luz y la paz. Si esto fue causado por uno de ellos, el líder de la hermandad de la magia, debería tomar acción inmediata en el asunto. Él es sabio y poderoso, él sabrá que hacer.
—Este problema es nuestro y solo nuestro. –el príncipe bebió de su bolsa un poco de agua. El aguamiel, le iba a nublar los sentidos, y le parecía conveniente estar en buen estado en caso de que hubiera más enemigos en los alrededores –Alguien llamó la atención de mi padre y no sé por qué. Pero si intenta hacer algo más como matar a alguno de los consejeros reales, atacar un poblado o destruir la muralla Duntenidan te aseguro que el rey iniciara una guerra.
—Si eso sucede, ten en cuenta de que yo pelearé a tu lado, –Nimbar tomó la mano de Ponizok –mi intención es cuidarte. Cuando mi maestro nos otorgó los lugares, los cuales deberíamos proteger, le solicité que me enviaran a Filardin, sentí que ese era mi lugar. En fin, cuando llegué allí, supe sobre tu existencia y me dije:
»Es por eso que vine a este lugar, a proteger a este joven príncipe. Él, en algún momento, me va a necesitar«.
Y vine.
—Cuando era un niño, una noche soñé que me caía por un barranco. Mi cuerpo golpeaba contra las filosas piedras que me iban dejando tajos adonde tocaran –Poni se acomodó, hasta que su cabeza terminó totalmente apoyada sobre su capa, la cual había colocado como almohada –en mi sueño, yo terminaba herido y un niño venia y me ayudaba. No sé quién era, pero trataba de curar mis heridas.
—No vas a creerme, pero yo también soñé lo mismo. –dijo sorprendido el mago. –Pero en el mío, yo era el que ayudaba al niño que estaba herido y tirado sobre el pasto.
—Mi señor padre, me dijo que los sueños pueden llegar a ser visiones de nuestro futuro. Que solo nosotros mismos nos podemos dar cuenta de ello. –cerró los ojos para poder dormir en la fría y nublada noche de primavera. –Si ese fue de verdad, entonces lo respetaré.
Cuando se relajó y dejó que el sueño lo invadiera, todos los sonidos del mundo, se disiparon y callaron, y él, cayó dormido.
Los lobos aullaban en las montañas y en los bosques a la gran luna que iluminó la noche. El capitán Filead, se quedó despierto varias horas, para proteger el campamento. Sus ojos miraban en todas direcciones, buscando alguna señal de vida o problemas. Sin pensar en lo que pasaría, el joven capitán se quedó dormido, contra la espalda de sir Wandor, quien del susto se despertó y tomó rápidamente el puñal. Al ver que solo había sido el capitán quien se había dormido en su vigía, este se puso en pie y caminó por las calles oscuras de la ciudad. No volvió a la fogata hasta que se hizo de día, cuando un jinete se acercó con prisa hasta donde se encontraban. Este bajó de su semental y despertó al príncipe, quien no entendía lo que sucedía.
—Mi señor príncipe –dijo quitándose el yelmo e inclinándose ante él. –por orden del rey, su señor padre: Debe marchar hacia el Norte, hacia la ciudad goldariana de Argentian.
—¿Por qué? –preguntó sin entender Ponizok.
—El rey, dijo que usted encabezará un ejército, el cual se enfrentará a las tropas del Rey Hignar de Lodriner. –El jinete, poniéndose en pie, le entregó un pergamino que contenía el sello real. –El comandante Elarkan está a la espera de sus órdenes señor, al igual que los veinte mil hombres que aguardan a las puertas de la ciudad.
Poni levantándose y acomodando su ropa, ordenó a sus acompañantes que se prepararan para partir. A los caballeros les dijo que debían acompañar a Lunebal, quien debía cumplir con su misión de buscar y comunicar el mensaje del príncipe a Lord Dreimod.
Filead al igual que Nimbar, serían los únicos que lo acompañarían al combate. El Mago parecía satisfecho por la decisión que había tenido su señor, al parecer su sueño, era un mensaje que les decía a los dos, que su amistad, sería provechosa y los beneficiaría a ambos. Cuando todos se hubieron colocado devuelta sus armas y capas, montaron en sus corceles y cada uno siguió con la orden que se le había dado.
Ante las puertas de la fortaleza se encontraba un ejército de los mejores soldados del reino, los cuales vestían corazas plateadas, con cotas de malla por debajo. Ese era el vestuario obligatorio de todo soldado fallstoriano. Varios estandartes con el blasón de los Greywolf se alzaban de entre toda esa gran masa.
El que iba a la cabeza se acercó al príncipe, y este le dijo:
—Comandante Elarkan, me honra que mi padre lo haya elegido a usted para seguirme. Espero que su destreza en la batalla me sea muy útil, al momento de enfrentarnos a los lodrinenses.
—Haré todo lo posible para que no se decepcione mi señor. –el comandante, con una mano en el corazón inclinó la cabeza. –Si Hignar quiere guerra, eso es lo que recibirá–.
Ponizok se colocó su yelmo y ordenó a los miles de hombres allí presentes que avanzaran hacia Goldanag, donde la batalla los aguardaba.
4
Amor y guerra
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