Futuro
esplendor
ecocrítica desde chile
Futuro esplendor. Ecocrítica desde Chile
Andrea Casals Hill & Pablo Chiuminatto
Santiago de Chile,
1ª ed. junio 2019.
Edición digital: marzo 2020.
Imagen portada: "Flora y Fauna nativa chilena", colección de estampillas de Correos de Chile emitidas en memoria de Claudio Gay, 1948.
ISBN: 978-956-9058-31-8
Registro de propiedad intelectual: 298.998
© Andrea Casals Hill & Pablo Chiuminatto
Diseño y diagramación: María Soledad Sairafi y Catalina Gallardo
Orjikh editores limitada
orjikh.editores@gmail.com
www.orjikheditores.com
Creación epub: Orjikh editores.
Futuro
esplendor
ecocrítica desde chile
Andrea Casals Hill
Pablo Chiuminatto
Índice
Futuro esplendor. Ecocrítica desde Chile Futuro esplendor. Ecocrítica desde Chile Andrea Casals Hill & Pablo Chiuminatto Santiago de Chile, 1ª ed. junio 2019. Edición digital: marzo 2020. Imagen portada: "Flora y Fauna nativa chilena", colección de estampillas de Correos de Chile emitidas en memoria de Claudio Gay, 1948. ISBN: 978-956-9058-31-8 Registro de propiedad intelectual: 298.998 © Andrea Casals Hill & Pablo Chiuminatto Diseño y diagramación: María Soledad Sairafi y Catalina Gallardo Orjikh editores limitada orjikh.editores@gmail.com www.orjikheditores.com Creación epub: Orjikh editores.
Preliminar
PARTE I
Capítulo 1: Aproximaciones conceptuales
Capítulo 2: Ecologías y ecologismos
Capítulo 3: Poéticas alternativas desde el Apocalipsis
Capítulo 4: Lecturas y escrituras protoecológicas
Capítulo 5: La Naturaleza: un concepto cercano y, sin embargo, distante
Capítulo 6: Visión de mundo; visión de poetas
PARTE II
Capítulo 1: Ecocrítica: un término, varios conceptos
Capítulo 2: Otras ecocríticas
Capítulo 3: Justicia o injusticia ambiental
Capítulo 4: Reciclaje literario y compostaje cultural
Coda
Agradecimientos
Bibliografía
Índice de nombres
28 de marzo de 1835
Proyecto de un libro sobre la Naturaleza
Si mi vida fuese lo suficientemente larga, entre mis mil y una obras figuraría un libro sobre la Naturaleza. Contendría la historia natural de los bosques que rodean mi campo volante en cada mes del año. Encontraríanse allí la astronomía, la botánica, la fisiología, la meteorología, lo pintoresco y la poesía de los bosques. En su día y en su hora, ningún pájaro, ningún insecto quedaría olvidado. Disecaría los retoños de encina; en cada retoño de la encina hay una estrella. En la rama, el cuervo se mantenía tan tranquilo como yo bajo él. El río corría a borbotones y yo filosofaba respecto a esta belleza compuesta y colectiva que no se deja analizar. Marcar el día en que caen la piña y la bellota.
Ralph Waldo Emerson1
1Emerson, R. W. Diario íntimo. Desván del Hanta, 2015, 188.
CATASTROFISTA?
claro que sí
pero MODERADO!
Nicanor Parra, Ecopoemas, 19831
Preliminar
La imperiosa necesidad de enfrentar el cambio climático con medidas concretas es también una realidad para Chile. Dadas las características geográficas que determinan al país, así como las circunstancias impuestas por el cambio global, es preciso sumarse a las naciones que lideran una nueva actitud ante la vida en todos sus niveles. Lo sabemos, apremia la urgencia de una agenda integrada donde las antiguas apelaciones del ecologismo se vuelven un principio clave para poder imaginar el porvenir. Día a día escuchamos con más frecuencia palabras técnicas, ya sea para adherir o contradecir esta necesidad global. Una fraseología concreta que, para quienes conocen de los temas asociados al cambio climático, abre las puertas a un giro en el destino catastrófico que vienen advirtiendo desde hace casi un siglo, no solo personas asociadas a la disciplina de la ecología, sino también otras voces. La apelación es bien concreta y busca que el mismo planeta no se convierta en una “zona de sacrificio”, para utilizar el epíteto con que se designan los lugares donde se emplazan empresas e industrias cuyos procesos contaminantes tienen como consecuencia el aniquilar, a corto o largo plazo, las características medioambientales amigables con la vida humana y natural.
Recientemente en Chile los nombres de dos localidades de la zona central, Puchuncaví y Quintero, ocuparon todas las planas de la prensa. Dos lugares, originalmente asentamientos indígenas, uno costero y el otro un fértil valle interior, que —a poco correr del siglo XX— se convirtieron en la antítesis, en el infierno de la contaminación y la asfixia para sus habitantes. Hace muchos años que se sabía de esta situación, pero fue una intoxicación masiva, una leve alza en los niveles de contaminación con que esas comunidades han aprendido a vivir, lo que produjo la crisis y cientos de personas comenzaron a tener signos de envenenamiento. Tristemente, estos hechos no son sino avistamientos insulares de una cordillera sumergida, tan grande como nuestra geografía. Casos como el de Puchuncaví y Quintero no son más que la realidad cotidiana, donde pareciera que el Estado confiara en la capacidad de adaptación a los agentes y las condiciones. Es evidente que la vida moderna tiene procesos asociados al aumento de la población, la producción industrial, la alimentación masiva y la convivencia en grandes ciudades, que vuelven imposible un regreso radical a un pasado bucólico premoderno. Y, aunque sabemos que la vida humana deja una huella en su entorno, todas las señales indican la necesidad de cambiar la perspectiva ante la propia vida humana y la vida como un todo. Los eventos tecnológicos y sociales a partir del desarrollo industrial del siglo XIX y su diseminación mundial fueron un factor determinante. Desde la Ilustración y la Revolución Industrial, el paradigma recurrente es el de una Naturaleza concebida como algo externo, como un afuera donde todo, incluida la Naturaleza misma, es parte de los bienes, la producción, las materias primas, es decir, un commodity más. Algo que está en el mundo, simplemente disponible para su uso extractivo, ajeno a las condiciones propias de lo humano e iluminado por un halo de exotismo antropocéntrico que comienza a mostrar sus consecuencias.
En la actualidad, se hace patente cómo formamos parte de esa supuesta Naturaleza externa y, paradójicamente, cuánto dependemos de ella para sobrevivir: no somos dueños privilegiados o beneficiarios exclusivos y excluyentes. Es evidente que han sido muchas las medidas que se han implementado tanto a nivel global, las naciones y los estados, así como parte de las comunidades y también de las personas de manera individual, muchos soñando con un giro que detenga el viaje a la distopía ambiental. Un extraño efecto en el que pareciera que guardamos secretas esperanzas de que un acto mágico y sobre todo tecnológico traiga nuevamente la armonía ante las urgencias de la reorganización del mundo.
Se están tomando medidas, es evidente, pero, al parecer, estas resultan insuficientes para permutar el destino mundial si se continua, paralelamente, con el mismo ritmo de explotación de los recursos, la industrialización, las formas de vida y de convivencia que han convertido a esta civilización en la primera amenaza para la sobrevivencia del propio planeta. Este contexto que ha sido definido como una nueva época, el Antropoceno, tiene la característica de haber alcanzado una velocidad de cambio global que supera cualquier medida humana, que no sea efectivamente un giro radical respecto de la interacción con la Naturaleza.2 Una posibilidad para las personas, por cierto, puede ser la de transformarse en un agente político y público que dé testimonio cotidiano de la urgencia que vive el planeta y, por lo mismo, la humanidad entera. Otra, es aportar desde un ámbito más individual, pero igualmente necesario, a las 3R: reducir, reutilizar y reciclar.3 Sin embargo, ambas posturas conllevan modelos de vida, de pensamiento y de acción que, a su vez, cuestionan el rol que los ciudadanos cumplimos en la sociedad y la forma cotidiana en que interactuamos. Nuestros hábitos y las costumbres asociadas a la cultura a la que pertenecemos ya no son propias de la sobrevivencia humana sino, precisamente, su principal enemigo; tanto respecto de ella misma, como considerando el medio que hace posible dicha interacción vital.
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