Edición:Primera. Marzo de 2020
ISBN:978-84-18095-15-3
Depótiso Legal:M-2187-2020
Código IBIC:HPX [Filosofía popular], JFCA [Cultura popular], JMAF [Teoría psicoanalítica (psicología freudiana)]
Código Thema:QDX [Filosofía popular], JBCC1 [Cultura popular], JMAF [Teoría psicoanalítica (psicología freudiana)]
Lugar de impresión:Barcelona, España / Buenos Aires, Argentina
Diseño:Gerardo Miño
Composición:Eduardo Rosende
Ilustración de portada:Detalle de "Composición con Ropa y Cuerda", Antoni Tàpies, técnica mixta sobre madera contrachapada, 1975.
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Índice
Agradecimientos Agradecimientos A mis amigos, por la extrañeza. A Juan Quiroga y Santiago Ragonesi, por hacerme de límite y por la conversación. A Carlos Quiroga, por la mutua adopción. A Florencia Abadi, por el prólogo y la constante interpretación. Al “Centro de lecturas: debate y transmisión”, por el lugar, el trabajo, el empuje y el lazo.
Breves palabras preliminares Breves palabras preliminares El presente texto está compuesto por una compilación de trabajos escritos a lo largo de diez años. Estos son, por un lado, trabajos presentados en diversas jornadas y seminarios del “Centro de lecturas: debate y transmisión”, y por otro, trabajos publicados en diferentes revistas. Su disposición en el libro respeta, en principio, una cronología a raíz de la cual, tanto mis intereses como escritura han ido modificándose. Aun así, cierta coherencia en dichos intereses me permitió agruparlos bajo un mismo título. La segunda pérdida es la expresión que, en más de una ocasión, leí y escuché pronunciar a German García como modo de referirse al duelo. Agradezco al maestro su transmisión, su cercanía a los jóvenes, su hablar lleno de vida y su estilo, más cerca de contar al psicoanálisis que de enseñarlo. Titulo el presente texto como un humilde homenaje a él.
PRÓLOGO. Desear perder: una ética del coraje, por Florencia Abadi
CAPÍTULO I. La muerte que lleva a la vida
CAPÍTULO II. Lo melancólico
CAPÍTULO III. El otro, sostén del deseo
CAPÍTULO IV. Cuando los muertos lo ignoran
CAPÍTULO V. El legado imposible
CAPÍTULO VI. Esperar
CAPÍTULO VII. Profanar lo político
CAPÍTULO VIII. La literalidad
EPÍLOGO. La obscenidad del tedio, por Carlos Quiroga
Bibliografía
“Si quieres soportar la vida, prepárate para la muerte.”
(Sigmund Freud)
A Milagros.
A mis amigos, por la extrañeza.
A Juan Quiroga y Santiago Ragonesi, por hacerme de límite y por la conversación.
A Carlos Quiroga, por la mutua adopción.
A Florencia Abadi, por el prólogo y la constante interpretación.
Al “Centro de lecturas: debate y transmisión”, por el lugar, el trabajo, el empuje y el lazo.
Breves palabras preliminares
El presente texto está compuesto por una compilación de trabajos escritos a lo largo de diez años. Estos son, por un lado, trabajos presentados en diversas jornadas y seminarios del “Centro de lecturas: debate y transmisión”, y por otro, trabajos publicados en diferentes revistas. Su disposición en el libro respeta, en principio, una cronología a raíz de la cual, tanto mis intereses como escritura han ido modificándose. Aun así, cierta coherencia en dichos intereses me permitió agruparlos bajo un mismo título. La segunda pérdida es la expresión que, en más de una ocasión, leí y escuché pronunciar a German García como modo de referirse al duelo. Agradezco al maestro su transmisión, su cercanía a los jóvenes, su hablar lleno de vida y su estilo, más cerca de contar al psicoanálisis que de enseñarlo. Titulo el presente texto como un humilde homenaje a él.
PRÓLOGO
Desear perder: una ética del coraje
por Florencia Abadi
Hay que perder para ganar, se afirma a veces con sabiduría. Nahuel Krauss examina esta idea y la lleva a un plano diferente y superior: hay que perder para existir. Fuera ya de la lógica del cálculo y la competencia, el elogio de la pérdida se mueve aquí en un terreno donde su antónimo se desvanece. La existencia, ya lo decía el viejo Sileno, está lejos de ser un premio.
La lección puede enunciarse de otro modo: para salir de la vida mortífera (la muerte en vida) es necesario atravesar su reverso, la muerte vital, transformación y proceso. Esta muerte trae consigo una peculiar resurrección, aquella de la existencia. “Se puede vivir sin existir”, insiste Krauss. Asumir la muerte significa aquí, en primer lugar, reconocer la deuda simbólica con el pasado, apropiarse de la cualidad vital y procesual del tiempo y sobre todo arrancarle a ese devenir necesariamente inconsciente una particular conciencia. La segunda pérdida es aquí la conciencia de la pérdida, que es también la conciencia de lo que se ha perdido. No hay pérdida si no se sabe que se pierde y qué se pierde. No es extraño, entonces, que la figura protagónica de este libro sea la del melancólico. Pero un melancólico que no responde sin más a la célebre caracterización de Duelo y melancolía de Freud, sino que aparece más bien como cifra de la neurosis en general. El melancólico es aquel que no logra asumir la muerte, llevar a cabo la pérdida y existir. Krauss se refiere a una “melancolía en sentido ampliado” como punto irreductible de todas las neurosis. La melancolía retoma aquí la antigua tradición medieval de la acedia, como tedio, vacío de la existencia. En el análisis se expresa en el tono monótono, la queja que, por supuesto, esconde la agresión. Del melancólico como genio inspirado –tal como lo pensó la tradición aristotélica– no queda nada. No hay aquí lugar para ningún romanticismo.
El melancólico, entonces, es aquel que no acepta sus deudas: con el pasado, pero también, y sobre todo, con la mentira. Su “perversión de la verdad”, afirma Krauss, “esquiva lo que ésta le debe a la mentira”. Si el melancólico sostiene la verdad del sinsentido a secas, literalmente, quien atraviesa la pérdida reencuentra la verdad en la ilusión, en la fantasía, en el decir alusivo del humor. En una inversión del relativismo rancio, no se trata aquí de la verdad como ficción sino más bien de la ficción como verdad. Solo desde allí puede el sujeto integrarse al discurso y construir lazos, porque el lazo depende de “la lógica de los semblantes” (que el melancólico, como un alegorista mortificador, desmiembra). Únicamente en la esfera de la mentira, entonces, es posible el amor. Quien no logra desconocer la verdad literal del melancólico está condenado al aislamiento –que lejos está de la noble y reparadora soledad.
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