Lo que invirtió RCA, comparado con lo que pondrían para la Pantoja, sería ridículo. Pero vieron que no salió la jugada y debieron de pensar: «A tomar por culo». A partir de ahí, como había un contrato que cumplir, les salía más barato gastarse dos millones de pesetas, que grabásemos el disco y que acabásemos el contrato, antes que ponerse con abogados.
FERNANDO ALFARO: Después de las expectativas over the top que hubo con Hermanos carnales , llegó el desencanto. En el grupo seguíamos siendo amigos y José Manuel72 se integró de puta madre, pero empezamos a distanciarnos. Con el tiempo entiendo por qué: Joaquín y José Manuel ya tenían hijos y tenían otros hábitos. Ellos dos crearon un núcleo, y por otro lado estábamos Carlos y yo. Yo con mis mierdas, y él con su vida.
El disco de versiones y El amigo de las tormentas están dentro del mismo clima de retraimiento. En las fotos del último disco salimos muy tapados. Entre nosotros se puso de moda llevar doble chupa: chaqueta tejana y otra de cuero encima. «Doblechupismo», lo llamaba Joaquín. Para mí es un detalle muy gráfico: en las sesiones de Hermanos carnales salíamos sin camisa y, de repente, volvíamos a encerrarnos, volvimos a retraernos sobre nosotros mismos. «Si no nos habéis entendido, que os den por culo.»
JOAQUÍN PASCUAL: La compañía influye cuando estás en un buen momento, pero también puede hacerte sentir un gusano y decirte, «lo tuyo no vale, lo tuyo ya no nos interesa, graba el disco porque lo tienes por contrato, pero, cuando lo acabes, adiós». Y eso marca una grabación. Hice ese disco yendo y viniendo de Albacete. Fui un par de días a grabar mis guitarras y teclados. Imagino que, entre otras cosas, porque no había dinero para nada más.
Fue una sensación de abandono completo, como cuando cortas con alguien. En la época de Hermanos carnales , los de RCA llamaban todos los días al estudio, como una novia pesada. Cuando grabamos El amigo de las tormentas eso había desaparecido. La compañía no sabía ni dónde estábamos. No querían saber nada de nosotros. Era el vacío absoluto. Sabíamos que aquello estaba tocando fondo, pero nos negábamos a reconocerlo.
Fernando tomó la decisión de separarnos una vez grabado el disco, pero estoy seguro de que él ya sabía que aquello se había terminado.
FERNANDO ALFARO: Grabamos el disco y se precipitó el final. Nos separamos en verano, pero no dimos la noticia. Engañamos a la compañía porque, sin grupo, no hubieran fabricado el disco. Fue mi venganza. Lo sacaron a finales del 94, pero de El amigo de las tormentas ya no hubo gira.
El final de Surfin’ fue cosa mía. La prueba es que ellos siguieron. Joaquín se había comprado un cuatro pistas, aunque ya teníamos el ocho pistas en el estudio. Yo le decía que trajera canciones, pero él ya no las traía, y yo estaba con la mosca detrás de la oreja. Es normal, yo había sido muy exigente. Mi teoría es que ya estaba pensando en montar otra cosa, y lo confirmé cuando salió Mercromina tan poco tiempo después. Me sorprendió y me jodió porque el primer disco de Mercromina me gustó muchísimo.
JOAQUÍN PASCUAL: Mercromina barajamos dos sellos: Radiation y Subterfuge. Subterfuge contestaron en seguida, les gustó la demo y fichamos con ellos. Ni corto ni perezoso, le dije a Carlos Galán que queríamos ir a grabar fuera, y él se partía el culo. «Esos tiempos ya han pasado», me decía.
En Subterfuge hablabas directamente con el director del sello, te fumabas un peta, te tomabas unas litronas… Todo lo que nos dio RCA fue increíble y no lo voy a poder a hacer nunca más, pero en Subterfuge aprendimos a tener los pies en la tierra y a saber bien lo que hay. Nada que ver con lo que habíamos dejado atrás. Todo empezaba otra vez desde cero.
FERNANDO ALFARO: Cuando acabó Surfin’, volví a trabajar en la gasolinera. Cuando Chucho firmamos contrato con Virgin y todo pintaba optimista, dejé el trabajo otra vez. Y terminé volviendo al final de Chucho. Nunca he trabajado en otra cosa. Para mí era el trabajo más cómodo del mundo. Trabajaba día sí, día no, excepto los fines de semana, que no trabajaba. Pero cuando iba estaba desde las siete de la mañana a las diez de la noche. Ahí tenía la guitarra, libros… Tenía mucho tiempo libre. Y una persona del pueblo me sustituía siempre que lo necesitaba. Lo dejé definitivamente en 2005. Traspasamos la gasolinera poco después.
JOAQUÍN PASCUAL: Nunca pensamos en términos de carrera. No digo que me sienta orgulloso de ello, pero fue así. Quizá porque supimos desde el primer momento que era un disparate absoluto tener un grupo en España y querer vivir de ello. Sabíamos que pasaríamos la juventud juntos, pero que ni de coña había dinero para vivir de eso. Éramos conscientes de que no iba a pasar y esa herencia la hemos llevado siempre. A mí, sinceramente, me ha venido bien pensar así para aguantar todos estos años. Si hubiese tenido ese objetivo, me hubiera frustrado hace tiempo.
FERNANDO ALFARO: La disolución de Chucho fue a principios de 2005, casi a la vez que la de Mercromina. La reunión de Surfin’ Bichos fue en 2006. La propuesta surgió del Primavera Sound a través de Mariano Tejera, que era mánager mío y de Chucho. La idea era hacer solo el Primavera. Tanto Joaquín como yo teníamos nuestros proyectos. Carlos estaba con Joaquín en Travolta y José Manuel estaba conmigo en Los Alienistas.
El grupo había quedado cerrado en falso y estaba bien retomarlo. No es que no hubiese habido gira de despedida, sino que salió un disco del que no hicimos gira. Todos estos grupos que se reúnen vivimos momentos espídicos. Parecía que todo tenía que pasar rápido y se precipitaban las separaciones cuando aún no estaba todo dicho. Si nuestra disolución o la de los Pixies fue fruto de la velocidad interna del grupo, no es tan raro volver. Yo puedo explicar la disolución de Surfin’ Bichos, pero no tengo claras las razones. No pondría la mano en el fuego por las razones por las que la provoqué. Ni siquiera la de Chucho. Alguna vez Joaquín me lo ha dicho: si en vez de disolvernos hubiéramos seguido a lo mejor tendríamos un estatus muy superior. Y, sí, tendríamos otro estatus, eso seguro.
La reunión de Surfin’ Bichos aún fue en época de vacas gordas. El Primavera Sound nos ofreció veinticinco mil euros por un concierto. Y por los cuatro del Wintercase nos pagaron ochenta mil. Nunca habíamos cobrado nada así. Ni por asomo. Económicamente fue muy rentable, pero además daba gusto tocar. Tenía todo el sentido del mundo hacerlo.
Surfin’ Bichos tuvo una vida azarosa y extraña. Esa gira de reunión con mogollón de público celebrando nuestros hits de ultratumba era una especie de cuenta pendiente. Los conciertos fueron un acontecimiento. Esa es la clave: «acontecimiento». «Yo estuve en la reunión de Surfin’ Bichos» no es lo mismo que «yo he ido a un concierto de Travolta o de Fernando Alfaro».
La leyenda de Surfin’, si la hubo, fue posterior a la disolución del grupo. Y con la gira recogimos el feedback de esa leyenda. Pero ese acontecimiento tuvo un reverso oscuro. Tanto Joaquín como yo pensamos que la reunión tiraría un poco de nuestras carreras en solitario. No fue así para nada, y eso fue un palo muy gordo. Uno nunca termina de aprender.
CON ANTONIO ARIAS Y ERIC JIMÉNEZ (LAGARTIJA NICK), FINO OYONARTE (LOS ENEMIGOS), FLORENT Y J (LOS PLANETAS), MANUEL ARANZANA (AUTOMATICS), BLAS FERNÁNDEZ (RADIO ALJARAFE / ABC SEVILLA), ABEL HERNÁNDEZ (MIGALA), JESÚS ORDOVÁS (RADIO 3), JOSEMA «DALTON» (LOS HERMANOS DALTON), JUAN HERMIDA (ROMILAR-D), IÑIGO PASTOR (MUNSTER) Y FERNANDO PARDO (SEX MUSEUM).
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