Nando Cruz - Pequeño circo

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A finales de
los 80, cuando los héroes de la Movida madrileña estaban de capa caída o habían sucumbido a la tentación del mainstream y las multinacionales, surge una nueva generación que, fuertemente influida por el pop-rock independiente británico y norteamericano y por la proclama del punk del «hazlo tú mismo», empieza a gestar un nuevo universo sónico que bascula entre el
noise, el
rock de garaje y el
pop más naíf y etéreo. Al mismo tiempo, de los lugares más insospechados del territorio español, algunos jóvenes deciden montar su sello discográfico, a veces incluso en su casa, sin más medios que un fax, un teléfono y una estantería. También aparecen numerosos fanzines que, a base de corta y pega y fotocopias, se hacen eco de la nueva escena musical; la mayoría de veces para ensalzarla, pero también para parodiarla y denigrarla. Nace así el indie en España. El periodista musical Nando Cruz, tras un año y medio de trabajo y después de entrevistar a más de cien personas, compone por primera vez el apasionante retrato de una generación que, amplificada por una prensa especializada que acogió sus propuestas con un entusiasmo inusitado, se presentó como la alternativa musical de los 90. «Pequeño circo» es un recorrido por aquella década construido a través de las anécdotas, confesiones, epopeyas, ambiciones, errores, trapicheos, éxitos y fracasos de sus protagonistas. Pero entre los recuerdos y reflexiones de los entrevistados, también se cuela una mirada reflexiva y crítica, fruto del análisis y la distancia que proporcionan los más de veinte años transcurridos desde que empezó a cobrar forma aquella escena.

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Entonces había dinero en la música. No era descabellado intentar vivir de la música. En 1990, a los Surfin’ Bichos nos llegaron a pagar seiscientas mil pelas. Yo dejé la carrera de Derecho porque estaba convencido de que podría vivir de la música; de mi música. No eras un iluso si pensabas eso. Era un sector económico viable, boyante. Pero pronto se produjo ese cambio de paradigma y los ayuntamientos dejaron de contratar. Y ya a mediados de los años 90 empezaron los festivales alternativos, que no eran como las fiestas mayores, pero han acabado siendo lo mismo. Ahora, en vez de dinero público, hay más marcas.

JOAQUÍN PASCUAL: Siempre tocábamos solos. Diría que una vez compartimos cartel con Las Ruedas. Pero, vamos, muy pocas veces nos pasó. Tuvimos muy poca relación con otros grupos. No es que nos sintiéramos solos ni que lo echáramos de menos, pero no conocimos a Cancer Moon ni a Lagartija Nick. No había relación con otros grupos. Por Albacete pasaban muy pocos y, cuando nos separamos, Los Planetas acababan de empezar, como quien dice.

FERNANDO ALFARO: Coincidimos con los años del garaje. Con La Secta y Cancer Moon sí pudo haber un sentimiento de camaradería, pero nos veíamos un poco por libre. En eso siempre hay un poco de voluntad propia y un poco de despecho. Nos gustaba ir por libre, pero también nos daba un poco de rabia porque cuando hacían recopilaciones de la escena independiente española aparecían todos los grupos coetáneos y no habíamos coincidido en la vida con ninguno.

En Malasaña nos debían de ver como bichos raros. Los conocíamos, pero muy de lejos. Nos gustaban Los Nativos, Los Potros… Pero al mismo tiempo nos molestaban un poco esas capillitas. Teníamos un sentimiento como de bichos aparte. Supongo que por causas geográficas. Y que, esencialmente, no teníamos nada que ver con la escena de garaje o con la mod.

JOAQUÍN PASCUAL: Malasaña era como una jungla. Había mucho desparrame. Nosotros éramos un pelín pardilletes, un poco provincianos. Siempre que íbamos a Madrid, pasábamos las noches en Malasaña. Allí estaban los Pleasure Fuckers y los Sex Museum, pero no los conocimos.

FERNANDO ALFARO: Quizá los que más se parecían eran Aventuras de Kirlian, pero tampoco los conocíamos.

Nos preguntaban mucho qué tipo de música hacíamos y una vez respondí: «pop bastardo». En una entrevista con Rafa Cervera, en Ruta 66 , lo puso. Y se quedó un poco como coletilla.

FERNANDO ALFARO: Mi relación con los Pixies fue la siguiente. Mi primo José Mari y yo éramos muy fans de The Gun Club. Me enteré de que habían sacado un disco y en un bar de Albacete, el Velvet, oí una canción. Pregunté si era del nuevo de The Gun Club y me enseñaron la portada de un disco de los Pixies. Era «Where Is My Mind?» del Surfer Rosa . La salida del Doolittle coincidió con la de La luz en tus entrañas . Lo escuché porque la gente nos comparaba y me gustaba mogollón, pero no se parecía nada. Por un lado me daba un poco de bajón porque lo nuestro sonaba peor. Pero eso no me importaba tanto porque durante toda la puta vida me acostumbré a oír música en malas condiciones. Me molaba que lo nuestro fuera diferente.

Pergeñé una teoría sobre los Pixies. La forma de componer y tocar la guitarra acústica de Black Francis era muy parecida a la mía. Me ponía el It’s Alive de los Ramones y lo tocaba entero con la guitarra acústica. Un paso importante aunque simbólico fue ponerle una correa a la guitarra y empezar a tocar de pie con la acústica. Al tocar supercañero tienes que rellenar mucho armónicamente y aprendes a desarrollar acordes diferentes, más propios de la guitarra acústica. Imagino a Black Francis de joven tocando en su habitación canciones cañeras con guitarra acústica.

Los Pixies tuvieron más influencia en algunas canciones de Fotógrafo del cielo , pero es una influencia difusa, porque teníamos un abanico muy amplio. Ese disco tenía cosas de blues y country, algo que desde el indie se nos echó en cara. «El fantasma en la botella» es una canción rallante. En el fanzine Las lágrimas de Macondo dijeron que les parecía aburrida y larga. Lo dijeron porque era un blues. Eso estaba fuera del ámbito indie.

Javier Bennassar71 era muy fan de Surfin’ Bichos. Él nos llevó a RCA, y con Servando pergeñó el subsello Virus, algo que se estaba poniendo de moda a nivel internacional. Las multis creaban subsellos indies con la idea de que el grupo se beneficiara de la inversión, del aparato promocional y de la red de ventas de la multi y, a su vez, de la promoción más especializada y de la red de tiendas pequeñas que dominaba la independiente. Pero al final eso no era así. Virus era una entelequia que solo se encargaba de la producción ejecutiva, y de la promoción no se encargaban ni unos ni otros. Fotógrafo del cielo no tuvo más promoción que La luz en tus entrañas y pasó algo desapercibido por ser el primer disco de ese acuerdo. Éramos un grupo indie en una estructura enorme, y la promoción que debía hacer Virus no existió porque La Fábrica Magnética tenía otros problemas.

AMBICIÓN MUSICAL, ECONÓMICA Y VITAL

SERVANDO CARBALLAR: Para el tercer álbum de Surfin’ Bichos, Ariola nos aumentó mucho el presupuesto de grabación y nos fuimos a grabarlo a Inglaterra. Allí hicimos Hermanos carnales .

JOAQUÍN PASCUAL: El día antes de ir a Inglaterra dormimos en Madrid. Esa misma tarde nos hicimos la famosa foto sin camiseta que sale en la portada.

FERNANDO ALFARO: Esa foto con el pecho descubierto es un síntoma muy claro de ambición, de ir a saco, del momento de euforia que vivíamos. Explica la falta de pudor de una gente tímida que decide ir en plan rock and roll. Esa foto no iba a ser la portada del disco, sino solo de promoción. El fotógrafo nos iba diciendo, «¡mojaros el pelo!, ¡quitaos las camisetas!»…

JOAQUÍN PASCUAL: Desde Londres, fuimos en furgoneta con David Gwynn a los Chapel Studios, en el condado de Lincolnshire, a ciento cincuenta kilómetros de la capital. Estábamos emocionados. El estudio estaba en medio del campo. Nos pasábamos el día grabando. Era un estudio de primerísima categoría. Aunque no lo fuéramos, nos sentíamos unos musicazos. Estábamos en la gloria. Y aprendimos mucho a tocar. Nos exigimos un montón: sacar arreglos bonitos, pianos, baterías bien hechas… Intentamos dar un salto en la calidad de las canciones.

Había una taberna a un par de kilómetros del estudio donde íbamos a beber unas pintas. Allí vimos a los primeros grunges. Eran como extraterrestres. Nosotros aún íbamos con nuestros botines y chupas de cuero, y allí la gente empezaba a ir superguarra, con los pantalones rotos, con el pelo oxigenado… Volvimos a España y, al poco, en un vídeo, yo ya llevaba una pinta un poco grunge, con camiseta larga debajo y una corta encima.

FERNANDO ALFARO: Habíamos visto grunges en la MTV, en casa de un amigo, pero en la vida real, en el campo, jugando al billar en una ciudad inglesa, pequeña como Albacete… No es que nos hiciéramos grunges, pero nos influenciaron en la imagen. Incluso hay un solo de guitarra en plan J Mascis en Hermanos carnales . No he vuelto a hacer solos de guitarra desde entonces. Dinosaur Jr. fueron muy influyentes. Sobre todo el Bug .

Yo tenía la sensación de que ese era el último disco que grabaría. En esa época se destapó lo del sida. Muchos de los amigos con los que había compartido drogadicción y jeringuillas descubrieron que tenían el virus. Parece una cosa de subnormales, pero a veces en una ciudad pequeña o en un barrio de una ciudad grande al farmacéutico de guardia no le salía de los huevos venderte una jeringa y terminabas volviendo a donde la habías tirado el día anterior o compartiéndola con otro tío.

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