p o r y p a r a s I e m p r e
(la posada de SUNSET HARBOR—libro 2)
S O P H I E L O V E
Sophie Love
Como apasionada de toda la vida del género romántico, Sophie Love se enorgullece de presentar su primera serie romántica: POR AHORA Y SIEMPRE (LA POSADA DE SUNSET HARBOR – LIBRO 1).
¡A Sophie le encantaría oír tu opinión, así que por favor visita www.sophieloveauthor.compara escribir un correo electrónico, para unirte a su lista de contactos, recibir ebooks gratis, enterarte de las últimas noticias y seguir en contacto!
Copyright © 2016 de Sophie Love. Todos los derechos reservados. A excepción de lo permitido bajo el Acta de Copyright de EE.UU. de 1976, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida bajo ninguna forma o medio, ni almacenada en bases de datos o sistemas de recuperación, sin la autorización previa del autor. Este ebook sólo tiene licencia para tu disfrute personal. Este ebook no puede revenderse ni ser entregado a terceras personas. Si quieres compartir este libro con otra persona, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si estás leyendo este libro y no lo has comprado, o si no fue comprado únicamente para tu uso, por favor devuélvelo y adquiere tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo duro de este autor. Esto es una obra de ficción. Los nombres, personajes, negocios, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son o bien producto de la imaginación del autor o usados de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. Copyright de la imagen de la portada NicoElNino, usada bajo licencia de Shutterstock.com.
NOVELAS DE SOPHIE LOVE
LA POSADA DE SUNSET HARBOR
POR AHORA Y SIEMPRE (Libro #1)
POR Y PARA SIEMPRE (Libro #2)
CONTIGO PARA SIEMPRE (Libro #3)
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DECISÉIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CAPÍTULO VEINTIRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
―Buenos días.
Emily se estiró y abrió los ojos. La imagen que le dio la bienvenida era la más hermosa que hubiese podido imaginar: Daniel, rodeado por las limpias sábanas blancas y con el halo de la luz matutina besándole el cabello revuelto. Inspiró una bocanada de aire profunda y satisfecha, preguntándose cómo había podido alinearse su vida de un modo tan perfecto. Parecía que el destino, tras tantos años de dificultades, por fin había decidido darle un respiro.
―Buenos días. ―Le devolvió la sonrisa con un bostezo.
Volvió a acurrucarse bajo las sábanas, sintiéndose cómoda, abrigada y más relajada de lo que lo había estado nunca. La calma silenciosa de las mañanas en Sunset Harbor contrastaban drásticamente con el ajetreo de su antigua vida en Nueva York. Podría llegar a acostumbrarse a aquello: al sonido de las olas rompiendo a lo lejos, al olor del océano, a tener a un hombre atractivo tumbado junto a ella en la cama.
Se levantó y fue hacia las puertas cristaleras que daban al balcón, abriéndolas para poder sentir la calidez del sol en la piel. El océano destellaba en la distancia, y los rayos de luz iluminaron el dormitorio principal que tenía a la espalda. A su llegada, hacía seis meses, había sido un desastre lleno de polvo, pero ahora era una ensenada de tranquilidad de paredes y sábanas blancas, alfombra suave, una preciosa cama con dosel y mesitas de noche antiguas cuidadosamente restauradas. En aquel momento, con el sol dándole en la cara, Emily sintió que por una vez todo era perfecto.
―¿Estás lista para tu gran día? ―dijo Daniel desde la cama.
Emily frunció el ceño, con la cabeza todavía demasiado embotada por el sueño como para comprenderle.
―¿Mi gran día?
Daniel sonrió con suficiencia.
―Tu primer cliente, ¿recuerdas?
A los pensamientos de Emily le hicieron falta un segundo para caer en la cuenta, pero enseguida recordó que tenía a su primer cliente, el señor Kapowski, durmiendo en la habitación al final del pasillo. La casa que se había pasado seis meses restaurando había pasado de ser un hogar a un negocio, y aquello significaba que tenía que preparar un desayuno.
―¿Qué hora es? ―preguntó.
―Las ocho ―contestó Daniel.
Emily se quedó paralizada.
―¿Las ocho?
―Sí.
―¡No! ¡Me he quedado dormida! ―exclamó, volviendo a entrar a la carrera al dormitorio desde el balcón. Cogió el reloj despertador y lo agitó con furia―. ¡Se suponía que tenías que despertarme a las seis, maldito cacharro!
Lo volvió a dejar con un golpe sobre la mesita de noche y después se apresuró hacia la cómoda en busca de algo de ropa, lanzando suéteres y pantalones por todas partes. Nada le parecía lo bastante profesional.; había tirado a la oficina toda la ropa que había tenido para la oficina de su antigua vida en Nueva York, y ahora todo lo que tenía era ropa práctica.
―Tranquila ―rió Daniel entre dientes desde la cama―. No pasa nada.
―¿Cómo que no pasa nada? ―gimoteó Emily, saltando a la pata coja mientras se ponía unos pantalones―. ¡El desayuno empezaba a las siete!
―Y sólo hacen falta cinco minutos para escalfar un huevo ―añadió Daniel.
Emily se quedó paralizada allí donde estaba, medio vestida y con cara de haber visto a un fantasma.
―¿Crees que querrá huevos escalfados? ¡No tengo ni idea de cómo escalfar un huevo!
En lugar de tranquilizarla, las palabras de Daniel sólo sirvieron para hundirla todavía más en el pánico. Arrancó un arrugado suéter liliáceo del cajón y se lo pasó con la cabeza, consiguiendo que la electricidad estática le encrespase el cabello al instante.
―¿Dónde está mi máscara de pestañas? ―preguntó, corriendo de un lado al otro―. ¿Y podrías dejar de reírte de mí? ―añadió, dirigiendo una mirada enfurecida a Daniel―. Esto no es divertido. Tengo a un huésped. ¡A un huésped que paga! Y no tengo más que zapatillas de deporte que ponerme. ¿Por qué tiré todos los tacones?
Las risitas ahogadas de Daniel se convirtieron en carcajadas.
―No me río de ti ―consiguió decir―. Me río porque soy feliz. Porque estar contigo me hace feliz.
Emily hizo una pausa; aquellas palabras tocaron algo en lo profundo de su ser. Lo miró, allí tumbado de manera lánguida como si fuera un Dios en su cama. Daniel tenía una cara con la que no se podía estar enfadada mucho tiempo.
Daniel apartó la vista. Aunque Emily ya estaba acostumbrada a que Daniel se encerrase en sí mismo cuando demostraba demasiado lo que sentía, aquello seguía poniéndola nerviosa. Los propios sentimientos de Emily eran tan evidentes que era como si fuera trasparente. No le cabía duda de que siempre llevaba el corazón en la mano.
Pero a veces Daniel la hacía sentirse perdida. Con él nunca estaba segura, y aquello le recordaba de manera casi dolorosa a sus relaciones anteriores y a la falta de estabilidad que había sentido en ellas, como si estuviese de pie en la cubierta de un barco que se balancease sobre el mar y nunca fuese a acostumbrarse al balanceo. No quería que aquella historia se repitiese con Daniel, quería que con él fuese distinto. Pero la experiencia le había enseñado que en la vida es muy raro conseguir lo que se desea.
Читать дальше